martes, diciembre 04, 2007

Las Nuevas Autoridades de la Lengua y de la Política

Autor: Rodrigo Saldaña Guerrero
Publicación: E-consulta, 4 de diciembre 2007

Vamos cayendo en la cuenta de qué es lo que anda mal en la política mexicana. El problema está en que no hablamos el mismo idioma. Algunos de nosotros aprendimos castellano oyendo a nuestra familia y leyendo a autores como Alfonso Reyes y Menéndez Pelayo, como Ortega y Gasset y Gabriel Zaíd. Creíamos saber a que atenernos leyendo u oyendo a los actuales gurús de la cultura y de la política, pero nos equivocamos. Desde su olímpico pedestal académico personajes como Fernando Escalante Gonzalbo y la reina de Alicia en el País de las Maravillas nos aclaran las cosas. La reina, se recordará, dijo que las palabras significan lo que ella quería que significaran; “quién es el que manda”, dijo.

Vean esta perla del gurú Escalante Gonzalbo: “El derecho de manifestación en México incluye patadas, insultos, amenazas, pedradas, ocupación de edificios, grafiti, bloqueos, y a veces también machetes y cocteles molotov”. Muérete de envidia, Evo Morales. Eso es poder. El gurú ni se molesto en aparentar que convocaba a una Asamblea Constituyente. Simplemente, decretó, y las garantías individuales quedaron suspendidas. Y eso es lo que preocupa cuando los gurús titulares y sus huestes de gurús aspirantes hablan de represión a las protestas. Baste con recordar a los atenquenses que secuestraron a un funcionario gubernamental y le ataron explosivos al cuerpo y que, nos dicen esos profetas, de ninguna manera deben ser tratados como delincuentes comunes. Son luchadores sociales y deben ser tratados con consideración. Ni una palabra de que, además son peligrosos.

No se agota allí la creatividad del gurú Escalante Gonzalbo. Vean esto: Los invasores de la catedral de México, hicieron más o menos lo que hacen siempre, sólo que constituidos como comisión de investigación para preguntar por el repique de campanas. En toda la información que ustedes han visto y oído sobre la famosa invasión, ¿detectaron que esos señores hicieran alguna pregunta sobre las famosas campanas?. El señor Escalante Gonzalbo podría haberse ahorrado mucha saliva y mucha tinta decretando simplemente: la política es un juego de ajedrez en el que la “izquierda” da mate cuando se le da la gana. Lo más curioso es que se supone que este señor es un gurú del liberalismo y de la democracia…
El gurú nos asegura que las personas son respetables, pero que las creencias no lo son. Más aún, pueden ser inicuas. Por momentos uno se pregunta si el desprecio del gurú por algunas creencias no incita al desprecio por los que las sostienen. Pero hay además una cierta contradicción entre este escepticismo con respecto a las opiniones y el dogmatismo con el que el gurú decreta que los invasores de la catedral no tenían intención antirreligiosa alguna. ¿Cómo lo sabe?. Faltaba más, ¿para que hay papas liberales si no es para saberlo todo sin mezcla de error…

Episodios como éste nos enseñan los abismos de incomunicación que separan a los mexicanos, sobre las tareas no hechas, sobre la fragmentación de nuestra sociedad, sobre la fragilidad de la cultura y la ética que supuestamente compartimos todo. Tal vez reflexionar sobre esto nos ayudaría a ver algo de luz en el obscuro caso de la SCJ vs. Derechos Humanos. De momento se nos ocurren las siguientes reflexiones:

Encomendar a un tribunal una tarea muy diferente de la de juzgar, en este caso la de investigar, genera graves problemas, especialmente si no se toma una serie de medidas para institucionalizar esa facultad. Como en muchos otros casos, las lagunas, las ambigüedades, las obscuridades, fueron toleradas hasta que se convirtieron en una bomba de tiempo, que finalmente explotó.
La SCJ estuvo entre los actores que permitieron esta situación, y ahora paga el precio de no haberla resuelto a su tiempo y de decidir con un criterio estrecho que no está a la altura de su misión como máximo tribunal y del significado histórico del caso. Los seis ministros responsables tomaron una decisión enormemente costosa para el prestigio de la SCJ y tal vez para el Estado Mexicano entero. ¿Sabrían lo que estaban haciendo?.
Como en el caso del nunca suficientemente ponderado Escalante Gonzalbo, los gurús han sido tan profesionalmente irresponsables, obscuros y absurdos como los políticos y los jueces. Parte de la razón para eso ha sido el convencernos de que como el principal beneficiario de la decisión de la SCJ fue el Pri, el culpable debe ser el PAN. Como en tantas otras ocasiones, los gurús pasaron por alto las muchas veces que el poder judicial ha emitido fallos adversos a la presidencia para reinventar a la presidencia imperial como único actor capaz de torcer el brazo de los ministros de la SCJ.
Se ha pasado por alto que lo que la SCJ hizo y podía hacer, no era juzgar. No podía ni condenar ni absolver. Fuera cual fuera su decisión, devolvía la pelota a quienes si pueden juzgar. La Cámara de Diputados, que pidió la intervención de la Corte, se enfrenta a la responsabilidad de antes y de ahora: decidir sobre el juicio político a Marín. Y las policías locales de todo el país (no sé si las federales) se enfrentan con la de ver lo que está ante su nariz: los delitos contra los menores de edad que ellas no saben ver y que los reporteros encuentran con gran facilidad.

Tal vez este último punto sea lo que los gurús, autonombrados dirigentes de la Opinión Pública, han dejado que se pierda de vista. La SCJ pagará sus errores con un gigantesco desprestigio, mientras la Cámara de Diputados del Deshonroso Congreso de la Unión y las policías y procuradurías deberán pagar los suyos… si es que los gurús y la desorientación de la Opinión Pública no los salvan. Los cínicos y los sádicos disfrutarán pensando en las perlas de sabiduría que los pares de Escalante Gonzalbo derramarán en este caso, mientras la justicia, la claridad de lenguaje y la historia lloran en un rincón.

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