lunes, agosto 27, 2012

La conferencia olvidada


 Autor: Alejandro Ortiz Cotte

Publicado: en lado B, 21 de agosto de 2012

     El 26 de agosto se cumplirá el 44º aniversario de la inauguración de la Segunda Conferencia Episcopal Latinoamericana (II CELAM) celebrada en Medellín, Colombia, mejor conocida como la Conferencia de Medellín, simplemente. ¿Por qué es importante esta conferencia que se celebró hace tanto? ¿Por qué es importante rescatarla del olvido y de la ignorancia de tanto cristiano?
     Considerada como el “Concilio Vaticano II latinoamericano” por su importancia, es dónde la iglesia católica de américa Latina construyó una identidad propia, no en paralelo, ni en contradicción con su matriz madre (el catolicismo) sino como una forma concreta de ser católico desde las realidades especificas, especiales y únicas de Latinoamérica.
     La historia cuenta que algunos obispos latinoamericanos reunidos en Roma, durante el Concilio Vaticano II, se reunieron para discutir cómo iban a aplicar las importantes reformas que emanaban del Concilio, y aprovecharon el espacio para, también, expresar su molestia por un concilio universal que no tomó en cuenta las realidades latinoamericanas y caribeñas, ya que ciertamente, predominó una “visión eurocéntrica” más que una visión global o universal. Por lo cual, decidieron crear una conferencia que tuviera el impacto del Vaticano II pero a nivel latinoamericano. De ahí que la conferencia de Medellín en 1968, así como su documento conclusivo que lleva el mismo nombre, son la “carta magna” donde nacerá la Iglesia latinoamericana, la iglesia popular, la iglesia de liberación. Aquí la Iglesia católica del continente aprendió a vestir con sus propios colores y sabores el proyecto de su fundador: el reinado de Dios.
     Y fue cuando el evangelio maduró en nuestras tierras, ya que después de la conferencia, la dinámica del Espíritu de liberación inundó toda América Latina, empezaron a surgir nuevas formas de ser iglesia -como las comunidades eclesiales de base-, nuevas maneras de acercarse al pueblo de Dios –como la religión popular, las misiones a las periferias, las comunidades insertas, etc.-, nuevos espacios de estudio –como el Instituto Pastoral latinoamericano (IPAL) o como los círculos bíblicos-, nuevos cantos –como la misa nicaragüense-, nuevos encuentros y nuevos sueños. Pero sobre todo ocurrió el milagro, casi imposible de realizarse en tiempos actuales: los sacerdotes, los obispos, las religiosas, siempre tan lejos del pueblo y tan cerca de Roma, caminaron al revés y encontraron en el rostro del pobre la imagen del Dios vivo y resucitado que tanto anhelaban.
     Ante tanta libertad las cadenas eclesiásticas estorbaban, por lo cual la iglesia latinoamericana empezó a quitarse aquellos ropajes que les impedía expresar el amor y la justicia de Dios. Los sacerdotes se volvieron obreros y campesinos como en los primeros años de la iglesia, las monjas salieron de sus conventos para cantar y orar en las villas miseria, crearon colegios y hospitales para pobres, pusieron sus casitas en las favelas, en las periferias; no tenían esas camionetas que hoy les estorban para vivir su votos, caminaban y se transportaban como el pueblo. Era lindo viajar en el “bus” junto con el padrecito o junto con la hermana. Las celebraciones litúrgicas se volvieron una “mesa compartida”, llenas de cantos y colores, las parroquias se volvieron centros de solidaridad engendrando los primeros centros de derechos humanos del continente. Olía a Reino de Dios.
     Esto que parece tan normal y consecuente con los mensajes del Vaticano II y con el mismo evangelio, dio un tremendo susto en la curia romana, el centro del poder eclesiástico en Roma. Y dio más cuando África y Asia querían imitar a América latina buscando sus propios colores, bailes y formas para vivir su catolicidad. Así que rápidamente, para impedir que el virus del evangelio se volviera una epidemia, desde Roma pusieron un plan para acabar con esta primavera eclesial. En cuatro años después, -en 1972- ya había todo un equipo, para contrarrestar a la iglesia latinoamericana. Desde las oficinas de la conferencia Episcopal latinoamericana, liderada por el obispo colombiano López Trujillo, personaje oscuro y poco cercano al evangelio, nacía la estrategia neoconservadora que por décadas se dedicaría a golpear a la iglesia popular. Este obispo empezó a tumbar todo lo que oliera a liberación: cerró seminarios actualizados y cercanos a la gente, clausuró institutos de pastoral que utilizaban las ciencias sociales para conocer y diagnosticar la realidad, calló a teólogos y expulsaba a todo aquel que pensara diferente a él, se alió a los dictadores para perseguir a los “revoltosos” (en aquella época rojos, hoy ya no importa el color), en pocas palabras un verdadero demonio.
     Como la lucha no cedía, la iglesia romana votó por un Papa para mantener la misma línea, un Papa que olvidó los evangelios y adoptó, como libro de cabecera, el derecho canónico, un Papa que por más que viajó por el mundo entero no lo conoció ni mucho menos lo comprendió. Su asesor y mano derecha, un ex teólogo de vanguardia, será el nuevo inquisidor de la iglesia latinoamericana, el tendrá el suficiente poder para callar, humillar y expulsar a los sacerdotes comprometidos, a las monjas pensantes y críticas y a los laicos no serviles. Su premio muchos años después será el papado actual.
     Recordar este momento eclesial es traer viento fresco a nuestra caminar como iglesia. No olvidarlo es mantener el sueño de que sí es posible vivir el proyecto de Jesús de Nazaret. Mantener este ideal es seguir siendo subversivos como lo hizo nuestro fundador.
     Los católicos honestos con el evangelio, que buscan una renovación eclesial, deberían conocer y estudiar el documento de Medellín, ahí encontrarán las semillas que hicieron posible que en América latina, aunque sea por algunos momentos, el continente luciera los bellos colores del Reino de Dios.

La tecnología ¿una aliada en el aprendizaje?


Autora: Rocío Barragán de la Parra

Publicado: e-consulta, 14 de agosto de 201


     “Mientras exponía la clase, Federico interactuaba con su tableta, otros compañeros aportaban sus puntos de vista pero él permanecía absorto en la pantalla, de repente exclamó ¡Lo tengo!, la fecha en que la compañía lanzó esa campaña al mercado fue justo hace dos años, tengo aquí los videos ¿los proyectamos?; en ese momento agradecí no haber reprendido a Federico por estar distraído en clase y pude comprobar, como en otras ocasiones, que el (in)adecuado uso de la tecnología depende en gran medida de la capacidad del docente para adaptarse a ella, diseñarla y gestionarla a favor de lo que ocurre en la clase.
     Cuando el profesor prepara un curso debe considerar primordialmente el contexto y realidad de sus estudiantes, esa es la materia prima que le permite conectar las oportunidades que el ambiente aporta para el aprendizaje con el objetivo del curso, de ahí puede definir si lo conveniente es un curso presencial, apoyado con medios electrónicos, montado en una plataforma en línea, semipresencial o completamente en línea, pues si bien el uso de Tecnologías de Información y Comunicación (TIC´s) se ha popularizado, la brecha que existe entre el uso (obligatorio o no) de las plataformas y su integración asertiva en la gestión del aprendizaje es aún muy amplia, al menos así me lo hizo pensar ese día la actitud de Federico en el aula.
La tecnología brinda múltiples oportunidades en la promoción del aprendizaje, su columna vertebral descansa en la guía de estudio donde cada profesor reflexiona cuál es el objetivo por alcanzar, qué conocimientos, habilidades o actitudes propiciará y con ello define las herramientas o medios digitales a utilizar.
     Un curso puede ser presencial y apoyarse en herramientas o medios digitales. Si es semipresencial o semivirtual, supone que el contenido del curso está hospedado en una plataforma de gestión para el aprendizaje con estrategias virtuales y presenciales. Si nos referimos a un curso en línea implica privilegiar el uso de la tecnología, codificar y traducir estrategias, actividades y evaluaciones que propicien la interacción del grupo a través de herramientas como el correo electrónico, el chat, el blog, los foros, la mensajería instantánea o listas de distribución.
     La brecha sigue siendo grande cuando no sabemos cómo vincular estas herramientas digitales diseñadas para el aprendizaje con las herramientas y medios de nuestros estudiantes; sin embargo, ese día Federico también me enseñó que la tecnología puede ser un gran aliado si procuro desarrollar estrategias pedagógicas que se acompañen con el uso de dispositivos móviles, laptops, tabletas o computadoras, que vinculen los medios sociales como twitter, facebook o youtube; utilizar los espacios creados por organizaciones, personas, instituciones que cuelgan información confiable y arbitrada en la web y puede reforzar, complementar o validar las temáticas de la clase.
Sin importar si el espacio de enseñanza es físico o en línea, es primordial no perder de vista que el aprendizaje a través de la tecnología adquiere sentido porque representa para cada uno de mis estudiantes las herramientas que maneja diariamente y que están integradas en sus actividades comunes, en su relación con los otros y con su entorno. La oportunidad consiste en trasladar su uso en favor del desarrollo de habilidades y actitudes como la convivencia, el respeto, la asertividad, el compromiso y la responsabilidad, propiciar a través de su uso el saber, el saber hacer, el saber vivir y el saber convivir.
La educación jesuita considera que la clave para que la tecnología sea una aliada del aprendizaje radica en dos grandes encomiendas pedagógicas:
  1. Expandir la educación en el hábitat www al diseñar cursos desde una perspectiva global, considerando los recursos globales y las redes globales.
  2. Cuidar que cada curso posibilite que los alumnos se relacionen con su contexto, compartan sus entornos y desarrollen conexiones entre sí; generen experiencias valiosas y significativas con su aprendizaje, sus emociones, sus afectos y sus experiencias, que le permita conectar y vincular lo aprendido a través del discernimiento y la acción, que la evaluación sea un ejercicio de mejora multidimensional en el ser, saber, hacer y convivir.
     Pero ¿qué le toca a Federico por hacer? Él tiene sin duda un compromiso vital, disponerse al aprendizaje a través de medios que hasta hoy ha utilizado mayormente para divertirse y socializar; ver en cada desarrollo tecnológico una oportunidad para habilitarse como persona y profesionista, ser cada uno de sus días y de tiempo completo, un aprendiz de vida.

¿Globalización de la Comunicación o Comunicación de la Globalización?


Autor: Ramón Felipe Tecólt González
Publicado: La Primera de Puebla, 14 de agosto de 2012

El error más común es entender globalización como homogeneización. La globalización no significa que todos los países hayan sido cortados por la misma tijera, no hay una homogeneización entre regiones, naciones ni zonas internas de los países. En todos ellos, hay una gran variedad de situaciones sociales, de manifestaciones culturales, de economías distintas, etc.
Globalización es la nueva etapa del proceso de expansión del capitalismo mundial, es una tendencia creciente a que la dinámica de las relaciones entre hombres y mujeres, grupos humanos y empresas vaya más allá, es decir, que trascienda. La tendencia a la globalización, a pesar de ser un producto histórico, se puede entender con la aparición en las últimas dos décadas, de un fenómeno cuya intensidad no tiene comparación: el alcance, cobertura, calidad, modo, forma y velocidad de las comunicaciones. Gonzalo Ortiz Crespo dice que “la globalización o mundialización es un proceso que no obedece a un molde único. Es asincrónico, desordenado, inarmónico, ambiguo, desigual y hasta esquizofrénico”.
La interfaz comunicación/globalización caracteriza dos relaciones. La primera fuertemente enlazada a una problemática “clásica” del desarrollo económico, es decir, basada en la nueva economía de la información que define los parámetros que precisan las cualidades utilizadas para designar los países “desarrollados”, “en emergencia” y “subdesarrollados”. Segundo, la comunicación se encuentra a la base epistemológica de un enfoque antropológico que trata las cuestiones de desarrollo relacionadas con la cultura. Algunos autores indican la importancia que debe otorgarse a la relación entre comunicación como fuerza cultural y desarrollo. Se trata de una interacción que pone en juego las nuevas tecnologías de la comunicación y los diferentes sistemas socioculturales. Dentro del marco de la liberación de los mercados se debe observar la relación que entretienen los diferentes actores sociales implicados en los intercambios efectuados a través de los medios de comunicación de masa para comprender las transformaciones que se realizan y como se efectúa todo tipo de convergencia y cuáles son sus incidencias.
En cualquier ciudad del país la experiencia es similar al encender el televisor. El primer canal que aparece en la pantalla puede tener un contenido no nacional, y si se hace zapping para ver otros canales que se ofrecen en la TV de paga, se encontrará con la Deutsche Welle de Alemania, TV Colombia, CNN, TV5, TVE y canales de cine, deportes, moda, historia y muchos más.
Regresando a sus primeros pasos, ¿cómo logró la televisión superar en implantación e influencia a los otros medios? No por su calidad de imagen, inferior a la del cine, ni por la inmediatez de sus informaciones, que era proporcionada por la radio, ni por el número de noticias ofrecidas diariamente, muy inferiores a las de un periódico. Realmente el logro de la TV ha sido el introducir en el ámbito de la privacidad del ciudadano un poderoso lenguaje icónico, sustituyendo en la cultura popular no tanto a la letra impresa, ya que, no nos engañemos, el nivel de analfabetismo funcional ha sido muy alto en muchos países hasta fechas muy recientes y en otros continua siéndolo, como a la radio, culminando el proceso iniciado por el cinematógrafo.
Sin embargo, su influencia ha sido tan grande, incluso entre aquellas personas que han podido acceder a una mayor formación, que ha hecho tambalearse al medio escrito como punto de referencia obligado, (libros incluidos) obligándole a replantear contenidos, lenguaje y elementos formales. El teórico de la comunicación Marshall MacLuhan, en los años 60, aseguró que tanto la radio como la televisión hacen que se abandonen las culturas literarias, que considera limitadas, y que se regrese a las viejas formas de comunicación de las culturas preliterarias. Considera que el predominio de la escritura como base de la civilización hizo que se acabara con una sociedad oral basada en las relaciones interpersonales, en la pluralidad de puntos de vista que generaba un pensamiento que se movía con comodidad en lo metafórico y mágico.
Nueve empresas globales de la comunicación (ocho de ellas estadounidenses y una mexicana) controlan la mayor parte de los satélites, las telecomunicaciones, la televisión, la radio, Internet, el acceso a la información, la industria cultural y el entretenimiento en todo el orbe.
“El mensaje mono-cultural de los medios de comunicación globales le está haciendo a la diversidad cultural lo que la globalización económica y la explotación no sustentable le hizo a la biodiversidad del mundo. Hoy existen más de 5 mil lenguas y culturas en todo el planeta, la inmensa mayoría amenazadas con desaparecer”, se afirma en un informe de la WACC sobre la propiedad de los medios de comunicación difundido recientemente.
Al vivir en una cultura visual, determina en alto grado nuestra compresión del mundo actual, y consecuentemente, nuestra propia identidad (¿otro posible significado de globalización?).
Los medios de comunicación repercuten en los procesos de construcción de significado. Podemos crear discursos para los medios de comunicación o recibirlos como audiencia. Este ocurso es un ejemplo de discurso. En el segundo caso, recibimos imágenes, textos e ideas, algunas veces en forma de propaganda.  Por medio del procesamiento y organización de estas imágenes, texto e ideas creamos la interpretación del discurso, lo cual posa finalmente a formar parte de nuestra propia concepción del mundo.
El rápido desarrollo de las tecnologías de información y comunicación así como la incipiente monopolización de los conglomerados que rigen las telecomunicaciones y la industria “cultural”, representan un serio reto para el mundo. Es particularmente importante, en consecuencia investigar y proponer soluciones que den a la sociedad civil, a las universidades, a los grupos humanos y a los propios medios de comunicación social de los países “subdesarrollados” ese acceso.  En teoría, los medios de manejar información son cada vez más accesibles y democráticos: por ejemplo, más de 40 millones de personas en 168 países tienen conexión con Internet.  Pero, en la práctica existe el peligro inminente de un nuevo elitismo de la información que margine a la mayoría de la población del mundo.

Las clases se inician con un diagnóstico


Autora: Luz del Carmen Montes Pacheco
Publicado: Puebla on Line, 15 de agosto de 2012


     Mucho me molesta cuando tomo un curso o un taller y el profesor  dice cosas que yo ya sé y que, probablemente, los demás ya saben también. Unos minutos se toleran, pero si se prolonga a toda o casi toda la sesión me desespero, y pienso que otras personas en mi lugar pueden sentirse aburridas, se pueden fugar mentalmente o bien, es cierto, puede no importarles; inmediatamente después pienso en los estudiantes.
     ¿Por qué los profesores no indagan antes qué saben sus estudiantes? Por mi experiencia como estudiante, creo que la mayoría de los profesores piensan más en los temas que contiene el programa que en otros elementos relevantes; uno de ellos, las experiencias y conocimientos previos de sus estudiantes. Piensan en un repaso, eso sí, hay que “homogeneizar el nivel, sino no se puede avanzar”; pero no piensan en que sus estudiantes pueden saber algo de lo que incluye el curso.
     Aunque muchos profesores han escuchado que hay que conectar aprendizajes previos con los aprendizajes nuevos para que tenga más sentido lo que se aprende, en lugar de preguntar a sus estudiantes qué saben o qué han hecho, prefieren solo suponer lo que deben saber por el grado escolar en el que se encuentra su materia. Y esa es la más benigna de las ideas, pues hay otra explicación de los expertos en aprendizaje, quienes afirman que hay una idea subyacente (o supuesto) en este comportamiento: que el estudiante es un recipiente vacío que hay que llenar y no una persona que construye significados.
     Para no caer en este terrible riesgo, antes de iniciar un curso hay que hacer un diagnóstico, un reconocimiento global, no solo de los conocimientos que aprendieron nuestros estudiantes del curso anterior, también de datos personales que nos ayuden a saber quiénes son y cuáles de sus experiencias nos sirven para su aprendizaje; sirve indagar: qué leen, cuáles sus gustos, cuáles son sus pasatiempos, en qué se sienten fuertes, en qué débiles, cómo estudian, cómo aprenden, etc. Esa información nos sirve para aprovechar el bagaje del grupo, para conectar experiencias y referencias con lo que tienen que hacer y que aprender en nuestro curso.
     Las preguntas dependen del nivel educativo del que se trate. En educación superior “lo significativo” está fuertemente relacionado con la licenciatura que eligieron; se les puede preguntar por qué se decidieron por esa carrera. Cuando se inicia un curso de posgrado sirve saber: a qué se dedican profesionalmente (independientemente del título que ya tengan), en qué medios se actualizan, qué esperan del curso, qué necesitan mejorar, cuáles son sus debilidades, etc.
     Sirve también aplicar cuestionarios ya diseñados para reconocer cuál es su estilo de aprendizaje o cuáles inteligencias se han desarrollado más; pero ¡cuidado!, estos instrumentos solo deben aplicarse si  vamos hacer uso de ellos: si vamos a ajustar nuestras estrategias docentes a esos estilos o si vamos a atender explícitamente alguna de las inteligencias sugeridas por Gardner. He escuchado algunos estudiantes decir que muchas veces les aplicaron esos instrumentos pero que las clases seguían igual.
     Para el diagnóstico (al inicio del curso), hay que diseñar un cuestionario que nos sirva no solo para reconocer lo que los estudiantes aprendieron en los cursos anteriores, sino que también nos sirva para saber qué tan familiar es lo que se revisará en el nuevo curso. Se les puede pedir también que a partir de un texto escriban algo, que hagan un mapa conceptual o que organicen la información de cualquier otra forma, de tal manera que nos sirva para aproximarnos a habilidades de abstracción, de análisis y de síntesis, por solo citar algunas.
     Además del reconocimiento inicial en el curso, cada día, en cada clase que se empiece un tema nuevo, o una nueva experiencia, hay que preguntar a nuestros estudiantes, qué saben sobre el tema o método que se revisará ese día. Así podemos conectar sus nociones, experiencias y conocimientos con lo que tienen que aprender.
     Muy importante es considerar que sea cual sea el instrumento que utilicemos, los estudiantes sepan que el ejercicio no contará para una calificación, pues entonces tendremos respuestas más auténticas.
     Las evaluaciones diagnósticas no son nuevas, son poco usadas y si se usan después no se toma en cuenta el resultado; se cumple con el requisito y normalmente no se revisan el resto del curso. Si algún profesor lee mi artículo le invito a que las aproveche y si quiere saber más sobre el tema,  uno de los libros que puede consultar es “Estrategias docentes para un aprendizaje significativo. Una interpretación constructivista”, de Frida Díaz Barriga y Gerardo Hernández; en él además de encontrar estrategias útiles para hacer un diagnóstico, encontrará en un lenguaje amable y con un fuerte sustento teórico, conceptos y estrategias útiles para promover un aprendizaje significativo en sus estudiantes.

Reflexiones y lecciones olímpicas


Autor: Alexis Vera
Publicado: e-consulta, 13 de agosto de 2012

    Tras ver la clausura de la olimpiada de Londres uno puede sorprenderse con muchas cosas de lo ahí exhibido. A mí me pareció especialmente interesante reflexionar sobre la cantidad de aportes que la cultura inglesa ha brindado a la humanidad a lo largo de su historia. Desde lo artístico hasta lo deportivo, pasando por lo científico, político y económico. Sin duda la cultura británica ha sido una de las grandes contribuyentes al progreso y bienestar de la humanidad. La pregunta es: ¿por qué?
     Los ingleses no tienen dos cabezas ni cuatro brazos. No son súper dotados, pues. Son seres humanos comunes y corrientes. Entonces, ¿qué los hace tan creativos (en el sentido estricto de inventar cosas o ideas útiles)? Considerando que no tienen más neuronas que todos, podemos entonces descartar con cierta tranquilidad la variable naturaleza. Es decir, no es su naturaleza la que los ha hecho grandes creadores; no nacen siendo inventivos. La variable cultural se convierte de gran significancia para intentar explicar porqué los ingleses han aportado tanto. Es entonces su cultura, su forma de hacer y resolver en colectivo, lo que hace la diferencia. Analicémoslo un poco.
     Rasgos culturales sobresalientes en los ingleses
     Me gustaría destacar, en primer lugar, que el británico promedio es, por lo general, un sujeto disciplinado. Esto se manifiesta en aspectos como su puntualidad y respeto por lo público (ciudades generalmente limpias y sin gente infringiendo las reglas, por ejemplo). 
      En segundo lugar, la cultura inglesa es de pensamiento riguroso, lo contrario al "ahí se va". Son de estándares exigentes y les gusta cumplirlos. No se conforman con cualquier cosa. Un tercer aspecto es que es una cultura con muy bajo control de la incertidumbre. Es decir, tienen gran tolerancia a lo que es incierto o inseguro, se sienten más cómodos arriesgando que otras culturas.Son emprendedores (basta ver su gran historia como exploradores). Una cuarta dimensión cultural que los distingue es su baja distancia jerárquica. No les gustan las distancias; allá no se dicen licenciado, ingeniero o maestro. 
     De hecho en su lengua ni siquiera existe el "usted", siempre se habla de tú (you). Por lo tanto, es una sociedad que se siente más incómoda con las desigualdades entre las personas y, desde mi punto de vista, esto facilita la organización de colectivos, ya sean empresas, instituciones u organizaciones en cualquier sector.
     Evidentemente, su sistema educativo también juega un papel importante. A los niños se les enseña a pensar por sí mismos, no a seguir al pelotón en bailables y tablas rítmicas. 
     Cuando uno trata con un inglés se nota que lo que se le está comentando lo procesa en su mente. No dicen que sí nomás por que sí o prometen cosas que ni han pensado si podrán cumplir. Son más asertivos en su comunicación, es decir, dicen lo que realmente sienten sin ser agresivos. Esto facilita el trabajo en equipo que, como casi todos sabemos, es fundamental para el progreso de cualquier pueblo o grupo humano. Podríamos hacer un análisis más minucioso, incluso antropológico de su cultura, sin embargo espero que con estas ideas sencillas sea suficientes para comparar y aprender.
     Implicaciones para los mexicanos
     Todos estamos muy orgullosos de la medalla de oro en futbol; símbolo de que los mexicanos tenemos madera para grandes cosas. Sin embargo, como insinuó el comentarista Javier Alarcón en la transmisión de esa final, la medalla de oro es apenas un pequeño alivio contra todos los dolores de la sociedad mexicana. De las olimpiadas y, en particular de los ingleses, podríamos aprender grandes cosas, empezando por la disciplina, orden y sentido de lo público con que se conduce la sociedad británica por la vida. El mexicano promedio es poco disciplinado (y se manifiesta, por ejemplo, en su impuntualidad crónica); poco ordenado (sólo asomémonos a un mercado); y con pobre sentido de lo público (que se refleja, por pensar en algo rápido, en calles y banquetas sucias).
     Pero también podemos aprender de su distancia jerárquica baja que distribuye mucho mejor la riqueza que nuestra sociedad que conserva una gran disparidad entre ricos y pobres. Finalmente, podríamos aprender de su cultura de emprendimiento y descubrimiento para transformar nuestra baja tolerancia a la incertidumbre y a lo desconocido, y de esta forma agruparnos para emprender más y mejor en todos los ámbitos. Mi blog: http://veraalexis.wordpress.com


Iniciando un nuevo ciclo escolar: algunos números para reflexionar…


Autora: Marisol Aguilar Mier
Publicado en Puebla on line el 21 de agosto de 2012.

Este lunes 20 de agosto inició un nuevo ciclo escolar. De acuerdo con la Secretaría de Educación Pública (SEP), ello implica que 27.5 millones de estudiantes de los niveles Pre-escolar, Primaria y Secundaria, Capacitación para el Trabajo y Normalistas, regresaron a las aulas en 234 mil escuelas públicas y privadas de estos niveles en todo el país. 

¿Y qué implicaciones tienen estos números para nuestro sistema educativo?

Empecemos por el tema de la cobertura. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en el Censo de Población y Vivienda realizado en el 2010, en México 94 de cada 100 personas de 6 a 14 años asisten a la escuela. Dicho número, afortunadamente, se ha ido incrementando en los últimos cuarenta años y especialmente relevante resulta el hecho de que el porcentaje de niñas que asisten a la escuela es del 95%, logrando la equidad con respecto a los niños, que cuentan con un 94.5%. 

No obstante, las oportunidades para asistir a la escuela todavía no son las mismas en todo el país, por lo que prevalece aún una condición de desigualdad. En entidades como Hidalgo, Tlaxcala y el Distrito Federal, 96 de cada 100 niños de 6 a 14 años asisten a la escuela, mientras que en Chiapas son 91 de cada 100.

Y si bien, aunque estamos cerca de lograr una cobertura al 100% en la educación básica, esto no es igual para la educación media y media superior. Es decir, para el 2010, del total de población a nivel nacional de entre 15 y 19 años, 43% no asiste a la escuela. Son el Distrito Federal y Sonora quienes tienen los porcentajes más altos de asistencia, mientras que en el otro extremo están Chiapas y Michoacán con los más bajos. 

Para las personas de 20 años o más, que normalmente son quienes se encontrarían en las universidades, tenemos que únicamente 5 de cada 100 habitantes en ese rango de edad, asisten a la escuela. 

Por otro lado, el INEGI muestra que al 2010, los habitantes de 15 años y más tienen 8.6 grados de escolaridad en promedio, lo que significa un poco más del segundo año de secundaria. No obstante, de nueva cuenta, hay marcadas diferencias entre las entidades federativas pues mientras que para el Distrito Federal este número es de 10.5, para Chiapas es de 6.7. En el caso de Puebla, es de 9 grados.

Y dejando por ahora la cobertura y la permanencia ¿qué hay de la calidad? En nuestro país son cada vez más frecuentes los esfuerzos por evaluar los resultados del sistema educativo y, si bien, estas evaluaciones pueden tener inconsistencias, tanto en su diseño, metodología finalidad y uso, son hoy por hoy una fuente de datos de vital importancia para repensar la educación en México. Y ¿qué nos dicen estas pruebas? Veamos algunos ejemplos. 

La prueba PISA (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos) es un instrumento de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que se realiza de manera trianual a una muestra de jóvenes de 15 años para evaluar competencias en lectura, matemáticas y ciencias. En el 2009 los resultados que obtuvo México señalan que ocupamos el lugar 48 de entre 65 naciones (33 de la OCDE). Se advierte que 46% de los jóvenes tienen resultados insuficientes de aprendizaje al llegar a los 15 años, puesto que se ubican en los niveles de competencia más bajos. Esto significa que al finalizar la secundaria o cursar el primer año del bachillerato, los estudiantes apenas reconocen en un texto ideas sencillas, su conocimiento científico es limitado y en matemáticas sólo tienen las habilidades de resolver operaciones “rutinarias” en donde se les dan instrucciones directas y en situaciones explícitas. 

Por su parte, la prueba ENALCE, aplicada por la SEP para diagnosticar y valorar el rendimiento académico de los alumnos, nos señala los siguientes resultados en el Estado de Puebla (2011). Respecto al nivel de logro, tanto en matemáticas como en español, cerca del 60% de los alumnos evaluados en el nivel de Primaria muestra un desempeño “Insuficiente y Elemental”, contra sólo un 40% ubicado en “Bueno y Excelente”. En Secundaria, estos porcentajes son de alrededor de 83% contra 17% respectivamente. En ambos casos son las escuelas particulares las que alcanzan puntajes más altos, a diferencia de las públicas, las indígenas y telesecundarias.

Con todo lo anterior, podemos apreciar grandes retos para la educación. En primer lugar, es necesario continuar trabajando para ampliar la cobertura e incrementar los años de escolaridad. En segundo lugar, establecer estrategias que se desprendan de los resultados de estas evaluaciones, con el fin de ir mejorando el desempeño y rendimiento escolar, en especial, en la educación media y media superior en las instituciones públicas y aquellas ubicadas en poblaciones indígenas. Ojalá, en este nuevo ciclo escolar se redoblen los esfuerzos para lograr verdaderos avances. No olvidemos que una población con educación de calidad contribuirá a un mayor desarrollo, pues mejores personas, conforman mejores sociedades.  

viernes, agosto 24, 2012

Un ciclo escolar... ¿para qué?

José Rafael de Regil Vélez
Publicado en Síntesis Tlaxcala, el 24 de agosto de 2012, en la columna Palabras que humanizan. Si quieres conocer más sobre el autor, haz click aquí

Comienza un nuevo ciclo escolar. Las familias tornan a la normalidad, la industria del vestido tiene el despunte veraniego que supone la venta de uniformes escolares y la de los insumos de papelería aprovecha la temporada.
                Hay un gran esfuerzo para que adultos, niños y jóvenes coexistan los próximos diez meses en la escuela. Escolarizar a un país no es barato: millones de pesos diariamente son movidos para que haya sueldos, edificios, tecnología, planes y programas de estudio, evaluación educativa. Todavía más, millones de personas ponen su energía en función de las múltiples actividades que se desprenden del hecho mismo de que alguien “vaya a la escuela”.
                ¿Por qué vale la pena un ciclo escolar? Respuestas hay muchas: para que los niños aprendan cosas, para que obtengan el certificado de la educación básica, la media o un título universitario cuando ya no sean tan niños, para que saquen medallas y reconocimientos cuando dentro de diez meses haya ceremonia de fin de curso.
                Hay quien piensa que vale la pena todo un año en las instituciones educativas porque los hijos podrán salir moralizados, saberse portar mejor, ser “niños buenos” que no contesten, que obedezcan a sus papás, no causen problemas y no se anden embarazando, emborrachando o vaguen de aquí para allá con singular frescura.
                Estas visiones, si bien pueden ser importantes para diversas personas, no justifican el enorme esfuerzo que supone mantener funcionando un sistema educativo nacional.
                El mundo que hoy vivimos está lleno de oportunidades para ser humanos, seres más creativos, críticos, libres, integrados afectivamente, solidarios, abiertos a la trascendencia, al tiempo que padece enormes problemas como la inseguridad, la inestabilidad económica, la explotación del hombre por el hombre en formas neoesclavistas y de trata de personas con fines de explotación sexual, el ensanchamiento de la brecha entre ricos y pobres, la migración en condiciones de vulnerabilidad…
                Existen en la realidad multiplicidad de posibilidades favorables y desfavorables que es menester concretar para que haya mujeres y hombres que vivan con dignidad humana. Y esto supone la presencia de personas capaces para afrontar las condiciones que se les presentan, para resolverlos: ciudadanos que construyen un país, una comunidad; patronos que crean empleo y mueven la economía, familiares que respaldan a los suyos y a sus prójimos. Y todo ello está más allá de los dieces, los uniformes, las demostraciones que tanto emocionan en el diez de mayo pero que pueden quedar reducidas a folklore y sentimentalismo.
                Al preguntarme: “un ciclo escolar: ¿para qué?” Por el momento me respondo: para formar ciudadanía, compromiso con el otro, por el otro y para el otro con respuestas no sólo emocionales sino también inteligentes que con lucidez de lo que es y lo que puede ser permita la creatividad que requiere la complejidad de nuestra vida personal, social, política y económica.
                Un ciclo escolar para ensayar en las escuelas algo más que dar clases: propuestas pedagógicas que del aula lleven a la vida y no sólo a los libros, los ejercicios y las calificaciones: educación para ser, amar, construir la comunidad, saber hacer un mundo mejor del que hemos encontrado.

sábado, agosto 11, 2012

Tolerancia: recuperarla, aunque parezca desgastada


José Rafael de Regil Vélez (si quieres conocer más del autor, haz click aquí)
Publicada en Síntesis, Tlaxcala, el 11 de agosto de 2012, en la columna Palabras que Humanizan 

El martes 31 de julio el sitio www.publico.es daba cuenta de algunas de las ideas sobre la mujer que Zvi Tau, rabino de la línea jardalim de la ortodoxia judía en Israel, vertía en un documento del centro de estudios religiosos Har Hamor.
Al decir del medio de comunicación español, el religioso judío de origen austriaco señala que el lugar natural de la mujer es su hogar, la tarea a la que debe dedicar sus esfuerzos es la de dar a luz y criar hijos, puesto que por la propia creación de Dios es un ser que en casa, donde puede vivir su vida plenamente sin el bullicio de la vida social .
El maestro infiere que la consecuencia de que la mujer abandone la morada familiar para dedicarse a la vida profesional es que sus hijos crecerán débiles y flácidos. Sentencia: “demasiada educación para las féminas daña la calidad de la vida de la nación”.
Las amistades con quienes he compartido este texto en mis conversaciones o en las redes sociales han tenido más o menos la misma reacción: indignación, mofa y descalificación de una persona cuya ultraortodoxia no comulga prácticamente en nada con lo que ellos y yo pensamos.
Ante un pensamiento tan diferente puede haber diferentes reacciones: una es simplemente excluirlo del propio horizonte de puntos de referencia y de opiniones razonables con las cuales entrar en diálogo; otra, la de señalar todas las inconsistencias que tiene esa visión del mundo sin examinarla más; otra más, repulsarla junto con la persona que la sostiene.
Para los israelitas una realidad es clara: aun cuando consideren que las mujeres sí tienen un papel qué desarrollar en la vida pública y las tareas profesionales, deben convivir con el señor Tau y quienes como él ven las cosas de manera diferente. Aunque lo quisieran de otro modo: la diversidad existe y no deja de hacerlo sólo porque alguien decrete su irrelevancia.
El problema de excluir, ignorar o denostar a toda aquella persona que tenga una postura de la realidad diferente de la propia es que eso no suma a la construcción de un mundo en el que los seres humanos quepamos y podamos vivir dignamente.
Ante estos casos conviene rescatar una realidad que parece muy desgastada, pero no por ello inútil: la TOLERANCIA.
Hasta antes de la época moderna  existía una visión relativamente unitaria del mundo, de la sociedad, de lo que las personas debían aspirar en la vida. La religión era el punto de referencia y en gran parte del mundo occidental la cristiana explicaba todo, en Oriente otras creencias jugaban el mismo rol.
De los siglos XVIII al XX esta situación cambio y cada vez fue mayor el número de hombres que comenzaron a interpretar las cosas desde perspectivas arreligiosas. Se dio entonces una PLURALIDAD de formas de entender la realidad y asumir la finalidad de la propia existencia.
En una sociedad plural hay diferentes consideraciones y posturas ante los mismos fenómenos que nos interpelan: el aborto, el rol de los sexos, el significado de la política, por citar sólo algunos. La divergencia se instala con facilidad porque “cada cabeza es un mundo” y entonces emergen muchas veces la indiferencia o la intolerancia: damos el avión o no aceptamos a quienes no convergen con nosotros.
El asunto es que la realidad allí está, desafiándonos: las personas tenemos carencias, se abre la brecha entre ricos y pobres, la relación con el medio ambiente es deteriorada, cuesta trabajo ponerse de acuerdo para elegir gobierno, para relacionarse con las instituciones estatales. Existen la inseguridad, las tensiones entre sexos, los nuevos modelos de familia.
Ignorar a los que piensan diferente, desconocer la pluralidad es riesgoso, porque nadie mete el hombro para resolver las cosas. Lo que nos debería ocupar a todos se vuelve botín de unos pocos.
La tolerancia significa reconocer que hay diferencias en las visiones de quiénes somos, lo que sucede a nuestro alrededor y el papel que debemos asumir ante nuestra historia y al mismo tiempo construir la concordancia (con-cordar significa poner a los corazones a latir al mismo ritmo) mínima necesaria para afrontar los asuntos de los cuales no podemos excusarnos.
La tolerancia -contra lo que suele pensarse- es proactividad, es humanización porque supone un gran esfuerzo nuestro por entender al otro desde donde el otro mira la realidad y permitir que más allá de la repulsa nuestra mente y nuestro corazón encuentren lo que el otro también busca de humano para poder colaborar juntos en lograr lo que a ambos nos permite vivir como personas.
En la tolerancia –que no indiferencia o evasión- encontramos lo que nos une, reconocemos lo que nos diferencia y nos hermanamos para recorrer los milímetros que son posibles para que este mundo esté mejor que como lo encontramos. Solo en ella podremos seguir construyendo –por ejemplo- un lugar para las mujeres en nuestro aquí y ahora al tiempo que existen personas como Zvi Tau, o luchar por una mejor distribución de la riqueza, aun cuando haya quien piense que el orden establecido (mejor dicho, el desorden establecido), debería ser inamovible.
Quitémosle el carácter de palabra y realidad desgastada y pongamos manos a la obra, que las tareas son muchas.