martes, agosto 31, 2010

¿Tenemos lo que merecemos?

Autora: Luz del Carmen Montes Pacheco
Publicado: El columnista, 25 agosto 2010

     Hace unos días leí en “Sociología y filosofía de la ciencia” de Stewart Richards, que la sociedad obtiene la ciencia que desea y la que puede pagar. Entiendo que entre más y mejores recursos, traducidos en presupuesto y estrategias de fomento a la investigación, será mayor y mejor el conocimiento que se genere en cada país. Es plausible afirmar que éste es un aspecto que puede marcar la diferencia entre países desarrollados y países en desarrollo.
    La idea me ha estado dando vueltas en la cabeza y pienso que no sólo en ese rubro se da esta relación. ¿Tenemos los bienes y los servicios que como sociedad merecemos?, ¿tenemos el gobierno que como pueblo merecemos?
     Para poder explicar mejor esta idea, describiré con lujo de detalles, dos situaciones muy desagradables que me ocurrieron en menos de cinco días.
     El martes de la semana pasada estuve en una tienda de helados (que lleva por nombre el de una santa) y pedí un helado sin especificar el tamaño; la señorita me preguntó si en vaso o en barquillo, a lo que respondí: “barquillo por favor”, y una vez que me lo entregó, me dirigí a la caja a pagar. Ya en caja, la señorita se me acercó y quería entregarme otro helado igual, le respondí que yo sólo había pedido uno y me contestó que lo había pedido doble. Afirmé que no era así - en todo caso uno doble consiste en un barquillo con dos bolas ¿no? Ella reaccionó cuchicheando algo desagradable a su compañera. Pagué y le dije que debía tener más cuidado al escuchar y al hablar, ella me respondió de manera burlona: “Por eso señora, lo mismo le digo” y las dos señoritas se rieron. Molesta, le pedí que me diera un número telefónico en el que pudiera poner mi queja, ella me contestó: “no tenemos teléfono pero pueden entrar a la página, ¿le doy la dirección?”. Yo respondí “no es necesario, yo la buscaré”. Pasé la siguiente hora muy enojada, no disfruté mi helado y estaba decidida a poner mi queja al llegar a casa. Mandé mi queja, poco antes de enviar este artículo.
     El viernes siguiente, uno de mis hijos me llamó para decirme que había perdido su teléfono celular y que si podía reportarlo pues el servicio está a mi nombre porque él es menor de edad. Aunque yo creo que ese servicio es muy caro y malo, decidí apoyarlo registrándolo a mi nombre pues él es quien lo paga en dinero, aunque debo decir que yo lo pago con corajes desde el día que lo contraté. En fin, sigo. Como tengo muy cerca un centro de atención decidí reportar el extravío personalmente. En la entrada me recibió la persona que se encarga de orientar a los clientes y de asignarles un turno de acuerdo a la operación que vaya a realizar. Le expliqué el asunto y su respuesta fue que sólo necesitaba marcar el *xxx para levantar el reporte. Le expliqué que no teníamos el aparato y que quería un turno para hacer el reporte personalmente. Me dijo que podría hacerlo a través de un número 01 800 y me anotó el número en un papel, lo acepté pero pedí el número del turno. Fui a mi auto para hablar por teléfono y resulta que no tenían servicio (eso sí la grabadora se disculpó y prometió que se restablecería el sistema en el transcurso de la tarde). Regresé muy molesta con el empleado, le dije que no había servicio y me respondió que efectivamente no había servicio telefónico y no tenían sistema, por lo que si quería reportar personalmente el trámite, tardaría hora y media. ¿Por qué no me dio antes esa información? Tampoco importaba si no se reportaba en ese momento, como no había servicio telefónico, nadie podía hacer llamadas con el equipo perdido (ni con algún otro). Terminé por reportar al otro día el aparato extraviado a través del 01 800 pero ya no puse mi queja por el servicio, también lo haré vía correo electrónico desde su página. En esta ocasión estaba aún más enojada, no sólo por el mal servicio, sino porque de no haber accedido a la petición de mi hijo, no tendría que estar pasando por ese mal momento.
     A quién no le ha pasado que desea hacer un trámite bancario por teléfono y después de escuchar un laberíntico menú a través de una grabadora y después de esperar unos minutos más, pues “todos los ejecutivos se encuentran ocupados”, levanta su reporte y le dicen que de todas maneras tiene que ir a una sucursal con su número de reporte. Pero cuidado, si va antes a la sucursal, seguramente le dirán que primero tiene que hacer el reporte telefónico.
     Y con respecto a nuestro gobierno. ¿Le parece justo que se gasten no sé cuántos millones de pesos en los festejos del bicentenario? ¿Qué le parece lo que dilapidaremos en el monumento que se construirá con materiales importados? ¿Por qué no gastamos en libros o material didáctico en el que se relaten historias verdaderas sobre nuestra independencia y nuestra revolución? Estoy de acuerdo con la exhortación que hizo recientemente Paco Ignacio Taibo II en unos de sus artículos: es mejor recordar, honrar y exaltar las ideas de nuestros héroes que exhibir sus restos, de los cuales ni siquiera estamos seguros de su autenticidad, en una ceremonia además, que tiene todo el sello porfirista.
     ¿Se ha fijado usted que en los medios televisivos abundan noticias de desastres y de combate al narcotráfico, pero casi no escuchamos qué ha pasado con la reducción del pago a los jubilados del IMSS? Seguimos con la cantidad: ¿cuántas noticias hay sobre el matrimonio y adopción de parejas de homosexuales y cuántas sobre el posible aumento generalizado del IVA? ¿Será que el aumento de impuestos servirá para pagar nuestro magno monumento?
     ¿Por qué en los periódicos abundan las notas informativas y hay tan pocas notas de opinión? He contabilizado con mis estudiantes estos datos y, si bien nos va, los artículos de opinión fluctúan alrededor de un 20% del contenido de un ejemplar. Claro que no incluimos información comercial; lo que sería un buen ejercicio. La razón más probable es que se trata de un medio informativo, pero creo que la prensa debe ir más allá, debe contribuir a generar opiniones informadas, a construir ciudadanía. La opinión genera posturas.
     Si nos quejáramos a tiempo, si nuestros representantes hicieran su trabajo, si todos votáramos, si aumentáramos nuestra participación en observatorios ciudadanos, otro gallo nos cantara.
     Tendremos servicios y servidores mediocres, mientras sigamos pensando que no hay que quejarse, porque nada pasa; que entre más días no laborables, mejor; que ojalá no llegue el profesor a clase; que es bueno que nos dejen menos tareas; o que son mejores los audiolibros pues da mucha flojera leer.
     Recuerdo que cuando asistí a mi primera junta de padres de familia, la directora de la escuela pidió, a mi modo de ver, acertadamente, que cuando nuestros hijos salieran de la escuela diciendo que no tenían tarea o que al otro día no tendrían clase, no expresáramos alegría. Muchos escolares tendrían otra idea de lo que significan las tareas – en el supuesto caso de que las tareas significaran algo importante para su aprendizaje y no consistieran en simple repetición.

Educación para la tolerancia: buen inicio de ciclo escolar

Autor; José Rafael de Regil Vélez, datos del autor: haz click aquí.
Publicación: Síntesis, Tlaxcala, 26 de agosto de 2010.

     El ciclo escolar 2010-2011 ha iniciado en cada escuela, con sus propias alegrías y preocupaciones. En tanto, en el panorama nacional entre otras muchas cosas coincide con polémicas como la del cardenal Juan Sandoval, el jefe de Gobierno del Distrito Federal y los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) por el reconocimiento jurídico de los matrimonios homosexuales y su derecho legal para adoptar.
     Tras los señalamientos por parte del prelado de “aberración” a las uniones entre personas del mismo sexo, las acusaciones de cohecho entre gobierno capitalino y ministros de la SCJN y las respuestas obvias de los implicados se han desatado una serie de comentarios de todos los tonos en torno a la temática y la actuación de los implicados.
     Descalificaciones van y vienen. Al parecer impera la conversación entre sordos.
     Este y otros asuntos de interés público polarizan las opiniones. Aparecen dos grandes fantasmas: el de la intolerancia, que lleva a que las personas descalifiquen a quienes no piensan como ellos tan sólo por eso: por pensar diferente a ellos; y el de la indiferencia en la cual no importa siquiera lo que alguien pueda decir. Y esto por motivos ideológicos, religiosos, de interés político o por simple desgano. Tan nefasto es el intolerante como el indiferente y en nada ayudan a la construcción de un proyecto de existencia social viable.
     La convivencia civil y democrática no es posible sin el diálogo, sin el respeto al derecho de decir lo que se piensa y que cuando esto sea escuchado también pase por un examen serio desde sus fundamentos: la vida cívica es imposible sin la tolerancia. Se trata de encontrar los puntos de coincidencia en los distintos razonamientos que hay en una comunidad a partir de los cuales se generen oportunidades para construir espacios de vida humana con dignidad, escasos hoy, por cierto.
     Inicia el ciclo escolar. Es una buena oportunidad para que directivos de escuela y profesores diseñen estrategias de formación a la tolerancia, a la posibilidad de una dialogar fructíferamente. Esto requiere de una sólida formación académica que incluya no sólo las ciencias de la naturaleza y sociales, también la de la filosofía que permite enmarcar con seriedad los problemas en su sentido antropológico y ético. Todavía más: de experiencias de contacto con la realidad para en ella hacer búsquedas sensatas de mejora social, política y económica.
     Si los facilitadores de la educación logran estar a la altura de estas exigencias, y no sólo proporcionan información sino que forman en la tolerancia, seguramente será un buen año lectivo.

Eterno recomenzar

Autor: Mauricio López Figueroa
Publicado: Sintésis Puebla, 25 agosto 2010

     Pensar y reconsiderar. Contemplar y ponderar. Plantear y proyectar. Todas las instituciones educativas reinician cursos en estos días. Todas y todos los docentes confluimos y coincidimos nuevamente en un espacio y en un lugar para trabajar con nuestros alumnos para intentar materializar expectativas y deseos, para contribuir a la construcción de un sueño difuso, de un proyecto de orden y sentido social.
     Revisar el programa de un curso, reflexionar sobre los objetivos y las estrategias didácticas para lograrlos; considerar el mismo contenido de clase y las maneras de evaluar el aprendizaje; preguntarse una y mil veces si realmente lo que hacemos tiene impacto en el desempeño, en la cosmovisión y en la actitud del alumno. Ocupar un aula nueva que es la misma de todo el tiempo en la que confrontamos deseos, temores y expectativas; para muchos el aula es un campo de batallas perdidas, para otros andamios en el que se construyen catedrales, ciudades de futuro, redes de esperanza.
     Convivir con los colegas, mirarnos a veces con ojos renovados, a veces con tono cansino y acostumbrado; discutir los viejos tópicos para nuevas realidades, abrir y construir nuestra experiencia a nuevos aprendizajes; participar en las mismas reuniones para discutir las viejas problemáticas que se renuevan cada vez y en cada situación. La institución que nos circunda, que nos formatea, que da forma a un proyecto profesional tramado en la red social que ayudamos a tejer cotidianamente y que nos cobija en un mundo de sentidos y búsquedas.
     Mirar y pensar la realidad y el entorno desde nuestras atalayas de pensamiento; arreglamos un mundo que, aparentemente, no tiene pies ni cabeza. Resistir la vorágine de un mundo inexorable e inmisericorde que nos envuelve y nos consume, pero que, sobre todo, nos desafía y nos proyecta, nos abre posibilidades de realización y progreso. Mirar el mundo una y otra vez, llegar a él sin nunca abarcarlo, agotarlo; reconocer que lo que hacemos en las aulas es siempre posibilidad.
     Inicia un nuevo ciclo escolar, y con él la exigencia de no olvidar lo aprendido y volver a empezar sin desfallecer, porque, al igual que en todos los ámbitos de nuestra vida, creer y confiar se materializa en eterno recomenzar.

martes, agosto 24, 2010

Se prohibe ser gitano

Autor: Guillermo Hinojosa Rivero
Publicación: Puebla on line, 24 de agosto de 2010
De Francia nos llega la noticia: el gobierno está expulsando a los gitanos de su territorio y mandándolos a sus países de origen; principalmente Rumanía y Bulgaria. No importa que los gitanos sean ciudadanos de la unión europea y puedan viajar sin visa a cualquiera de los países de la unión. La noticia trae a la mente algunos de los episodios más siniestros de la humanidad como las repetidas expulsiones de los judíos, o las recientes ‘limpiezas étnicas’.
     ¿Por qué ´La civilizada Francia’ está expulsando a los gitanos? ¿Qué sucederá con los niños que van ‘de regreso’ a un país que no conocen? ¿Cómo espera Paris que los expulsados puedan vivir? El gobierno francés alega que no está haciendo nada ilegal, que se trata de un programa de repatriación voluntaria mediante el pago de una cierta cantidad de euros y que los gitanos expulsados, varios miles, vivían en campamentos ilegales.
     ¿El hecho de que algo no sea ilegal es razón suficiente para hacerlo? Me parece que no. Basta modificar la ley o jugar un poco con las palabras para que algo deje de ser ilegal. Torturar prisioneros de guerra, por ejemplo, es ilegal de acuerdo con la convención de Ginebra. Pero el ejército de Estados Unidos torturó a los prisioneros en Guantánamo. ¡Oh,No, No! En primer lugar esos no ser prisioneros de guerra, ser terroristas. En segundo lugar no aplicó tortura sino técnicas ampliadas de interrogación permitidas por el senado; nada ilegal. De la misma manera, la ley francesa puede permitir la deportación de extranjeros indeseables, de ahí que no sea ilegal expulsar a los gitanos. Tampoco los campos de concentración alemanes fueron ilegales.
    Respecto a la repatriación ‘voluntaria’ cabe otra duda. ¿Por qué habrían de querer irse los gitanos todos al mismo tiempo? Sin duda el gobierno francés los puso en la alternativa de ser encarcelados por vivir en campamentos ilegales o mandarlos a su país natal con unos cuantos euros en la bolsa. ¿Qué es lo que usted escoge voluntariamente?
     Me parece que el meollo de la cuestión, lo que realmente molestó al gobierno francés es la vida en campamentos ya sean legales o ilegales. En esto, el gobierno francés se parece a muchos otros incluido el mexicano. Quien vive en un campamento y se muda cuando quiere a donde quiere es un problema para cualquier gobierno ¿Dónde lo localiza para que pague sus impuestos? ¿Dónde lo cuenta, a la hora de hacer el censo o a la hora de planear los servicios? ¿Dónde va a votar?
     No debe haber gitanos, ni vagabundos sin domicilio fijo porque los gobiernos no pueden tener control sobre ellos. Y el principal trabajo de los gobernantes es tener a la población bajo control; no control carcelario pero sí saber dónde vive cada quien. Piénsese si no en la obligación de los mexicanos de tener un ‘domicilio fiscal oficial’, verificado por un inspector de hacienda, y otro ‘domicilio oficial de elector’; domicilios que no necesariamente coinciden. Al gobierno le importa que cada quien sea localizable, y que tenga además un ‘nombre oficial’. Usted no puede dedicarse a vagar por el país viviendo a ver de qué. Ni puede cambiarse de nombre según le guste; la obligación de presentar a los niños en el registro civil es también un instrumento de control.
     Nada más opuesto a ese control que la libertad de vagabundear que tanto aprecian lo gitanos. Me parece que esa es la verdadera razón por la que le parecen insoportables al gobierno francés, generalmente muy tolerante. No pagan impuestos, no se sabe de qué viven, y no se sabe dónde encontrarlos de fijo para entregarles el correo o los citatorios.
     Pero, pensándolo bien, no sería deseable que quien quisiera pudiera viajar por el mundo viviendo de sus ahorros o haciendo chambas, durmiendo donde se pudiera, sin tener que reportarse a un domicilio oficial. Después de todo, tampoco eso es ilegal. Pero todo el poder gubernamental se opone a ese estilo de vida porque los vagabundos, gitanos o no, honrados o no, son incontrolables.

Ética, política y Educación: ¿El fin justifica los medios?

Autor: Martín López Calva, si quieres conocer el curriculum del autor haz click aquí

Publicación: Síntesis, Puebla, 9 de julio de 2010

“No se puede aceptar la disolución de la ética en la política,
que se torna entonces en puro cinismo…”
Edgar Morin. Método VI: Ética.

UNO: Domingo 4 de julio, 12:17 del día. Llega un correo electrónico a mi dirección institucional (ignoro de qué manera fue obtenida) que presenta una fotografía de un diario local donde se afirma: “Moreno Valle se retira de la elección”. Se lee en las redes sociales que este mismo periódico fue lanzado desde el aire en diversos puntos de Puebla.
     DOS: Domingo 4 de julio, 15:25 hrs. Escucho un mensaje en la contestadora de mi teléfono particular (también ignoro la manera en que fue obtenido el número). Dice literalmente: “Vota por Rafael Moreno Valle, el mejor futuro para nuestro estado…”
     Dos botones de muestra del tono y el estilo que predominó en las semanas que los habitantes de nuestro estado tuvimos que aguantar las “campañas electorales” llenas de actos moralmente cuestionables, descalificaciones personales, infundios, etc. y muy escasas propuestas e ideas para el mejoramiento de la urgente situación social y económica de los ciudadanos.
     ¿El fin justifica los medios? Suponiendo sin conceder que todos los candidatos y partidos tengan las mejores intenciones de trabajar por el bien común de los poblanos: ¿Es válido utilizar medios ilegítimos o incluso ilegales para ganar la elección y poder hacer realidad este deseo de servir a la ciudadanía?
     Si bien la ética y la política no son lo mismo, es necesario, como dice Morin, que haya una relación entre ambas. No puede haber visión ética sin estrategia política para hacerla realidad, así como tampoco puede haber acción política sin una mínima perspectiva ética que la oriente, a riesgo de vivir en el cinismo absoluto.
     Qué urgente trabajar por una educación ética que más que enseñar valores abstractos, promueva en los educandos una reflexión crítica sobre la vida política y un pensamiento estratégico que ayude a realizar proyectos para vivir una verdadera ética en nuestra vida política y social.