Autor; José Rafael de Regil Vélez, datos del autor: haz click aquí.
Publicación: Síntesis, Tlaxcala, 26 de agosto de 2010.
El ciclo escolar 2010-2011 ha iniciado en cada escuela, con sus propias alegrías y preocupaciones. En tanto, en el panorama nacional entre otras muchas cosas coincide con polémicas como la del cardenal Juan Sandoval, el jefe de Gobierno del Distrito Federal y los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) por el reconocimiento jurídico de los matrimonios homosexuales y su derecho legal para adoptar.
Tras los señalamientos por parte del prelado de “aberración” a las uniones entre personas del mismo sexo, las acusaciones de cohecho entre gobierno capitalino y ministros de la SCJN y las respuestas obvias de los implicados se han desatado una serie de comentarios de todos los tonos en torno a la temática y la actuación de los implicados.
Descalificaciones van y vienen. Al parecer impera la conversación entre sordos.
Este y otros asuntos de interés público polarizan las opiniones. Aparecen dos grandes fantasmas: el de la intolerancia, que lleva a que las personas descalifiquen a quienes no piensan como ellos tan sólo por eso: por pensar diferente a ellos; y el de la indiferencia en la cual no importa siquiera lo que alguien pueda decir. Y esto por motivos ideológicos, religiosos, de interés político o por simple desgano. Tan nefasto es el intolerante como el indiferente y en nada ayudan a la construcción de un proyecto de existencia social viable.
La convivencia civil y democrática no es posible sin el diálogo, sin el respeto al derecho de decir lo que se piensa y que cuando esto sea escuchado también pase por un examen serio desde sus fundamentos: la vida cívica es imposible sin la tolerancia. Se trata de encontrar los puntos de coincidencia en los distintos razonamientos que hay en una comunidad a partir de los cuales se generen oportunidades para construir espacios de vida humana con dignidad, escasos hoy, por cierto.
Inicia el ciclo escolar. Es una buena oportunidad para que directivos de escuela y profesores diseñen estrategias de formación a la tolerancia, a la posibilidad de una dialogar fructíferamente. Esto requiere de una sólida formación académica que incluya no sólo las ciencias de la naturaleza y sociales, también la de la filosofía que permite enmarcar con seriedad los problemas en su sentido antropológico y ético. Todavía más: de experiencias de contacto con la realidad para en ella hacer búsquedas sensatas de mejora social, política y económica.
Si los facilitadores de la educación logran estar a la altura de estas exigencias, y no sólo proporcionan información sino que forman en la tolerancia, seguramente será un buen año lectivo.
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