viernes, noviembre 30, 2007

INVESTIGACIÓN Y COMPLEJIDAD PARA LA UNIVERSIDAD DEL SIGLO XXI. I

Autores: Benjamín Ortiz Espejel y Gerardo Tapia Hervert
Publicación: La Jornada de Oriente, 30 de Noviembre 2007

El principio rector de la investigación en la universidad consiste en caracterizar e interpretar aquellos fenómenos que son clave de la actual situación nacional
Ignacio Ellacuría. Escritos Universitarios
Considerando la complejidad de la época que nos ha tocado vivir, hoy más que nunca, se requiere de una universidad que realice investigaciones interdisciplinarias. Las aproximaciones disciplinarias, si bien valiosas y necesarias, muestran hoy sus limitaciones, sobre todo a la hora de apuntar hacia nuevos desarrollos alternativos. Un segundo aspecto sobre el cual quisieramos llamar a la atención se refiere a la percepción compartida de pérdida, de fragmentación, de la universidad.
Hoy día, existen fuertes impulsos hacia la constitución de un estilo de universidad con características como son el uso intensivo de tecnologías informáticas; la incorporación de la «virtualidad» en la enseñanza; mayor apertura al entorno, sobre todo a los sectores productivos modernos y al ámbito internacional; carreras cortas y curriculas flexibles para ajustarse a los mercados emergentes; énfasis en el desarrollo tecnológico; venta de servicios como nueva vía de financiamiento o la adopción de conceptos de «excelencia» y «competitividad», que tiene su origen en el mundo empresarial.
Se gesta un ambiente que se puede tipificar como de «hiperactualización» , y que en la universidad se manifiesta en vertiginosas innovaciones que tratan de poner al día los contenidos, las didácticas, normatividades, estructuras, organización y funcionamiento de las instituciones; se pretende también poner al día a los profesores, investigadores, orientadores, directivos y estudiantes. La tendencia « hiperactualizadora » se dirige también hacia las creencias, valoraciones, actitudes, habilidades, relaciones, capacidades y expectativas. Las universidades están siendo arrastradas por estas urgencias, nociones y modelos, mismas que se adoptan sin mucha reflexión de por medio: el objetivo es no quedarse atrás, fuera de la competencia.
Si bien estamos de acuerdo con las necesidades de innovación en una universidad, también consideramos que el núcleo del problema es otro y más complejo: identificar cuáles son nuestros retos de acuerdo a una identidad universitaria inscrita dentro de una sociedad. Esto implica pasar de la retórica y la adopción irreflexiva de las modas y novedades del momento, a la construcción de un modelo propio, desde abajo, desde la diversidad de lo local, desde la visión de personas reales que padecen la exclusión, seres no virtuales, personas que viven en las regiones, gentes en sus espacios vitales, construir la identidad de la universidad a partir de su vinculación con los problemas mas apremiantes y sensibles de la población.
¿Cómo lograr la definición de un nuevo proyecto universitario en un ambiente caracterizado por la fragmentación? La cultura de la competencia en su versión neoliberal, está minando el trabajo en equipo, la cooperación y el sentido de pertenencia a una comunidad.
El problema de la universidad frente a la complejidad actual no tiene antecedentes. Lo que está en juego no es solo la preparación de nuestros jóvenes para los nuevos y cambiantes mercados de trabajo. Es algo más profundo: la capacidad de tener algún control sobre nuestras vidas y nuestro futuro, como una nación multicultural y geográficamente diversa. Y hasta ahora, las universidades parecen alinearse bajo una lógica que obedece unilateralmente los imperativos del mercado y las fuerzas impersonales de la globalización.
La actual situación, exige a la universidad tener la capacidad de crear organizaciones académicas inéditas, con nuevas cualidades y la aptitud de establecer un diálogo permanente con la complejidad de su entorno. La idea de una nueva universidad pasa por una recuperación del papel fundamental de la investigación como correa de transmisión entre la universidad y la sociedad que le circunda. Esta idea podría concretarse sobre cuatro ejes interconectados: el eje cultural; el eje cognitivo; el eje organizacional; y el eje ambiental.
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Segunda parte

Consideramos que la construcción de un proyecto de investigación universitario debe considerar tres elementos estratégicos : el primero que su labor estará marcada por un navegar a contracorriente de las nociones y signos que invaden hoy cada rincón de la sociedad moderna y del individuo; segundo, que al mismo tiempo que se articula más al entorno debe crear espacios que generen sus propios tiempos y prioridades de enseñanza e investigación, al margen de las urgencias y las modas pasajeras que conducen irremediablemente a una vertiginosa inmovilidad y confusión que por desgracia vivimos cotidianamente ; y, tercero, que la investigación ya no puede verse a sí misma como una colección de indagaciones dispersas y desconectada de un plan institucional, sino como una red de proyectos de investigación intra e interdepartamentales que actúa e interactúa inteligentemente, creando propiedades emergentes.
Es este sentido, nos parece que desde una universidad, comprometida con los signos de su tiempo, resulta indispensable diseñar y realizar un programa permanente de investigación sobre tres cuestiones relacionadas con la cultura: la naturaleza pluricultural de nuestra sociedad; la formación ciudadana y global; y la misión de la universidad.
En un México diverso, formado por muchas culturas, la universidad debiería promover la investigación que contribuya a derribar los metarrelatos: esos grandes proyectos, reduccionistas y totalitarios que se erigen con pretensiones de imponer valores, reglas y conductas como necesidades para ser aceptado en un mundo globalizado. Estas pretenciones de totalidad atentan contra la pluralidad y la diversidad de los tipos de saber, de los modos de realidad, de las formas de vida y de hacer cultura.
Vivimos en un mundo cada vez más complejo, interconectado, cambiante y lleno de incertidumbres. Una nueva realidad ha puesto en jaque a las instituciones y organizaciones sociales, envueltas en tiempos de incertidumbre y turbulencia . Se han trastocado los saberes, las ideas y los valores, es decir, los fundamentos mismos de la cultura. En este sentido, la universidad tiene que iniciar un proceso de reflexión sobre su función educativa: qué y cómo enseñar, para qué formar, qué indagar y cómo generar nuevos conocimientos. Las propuestas no pueden limitarse a la introducción de innovaciones tecnológicas de la enseñanza universitaria, tienen que revolucionar nuestra aptitud para organizar el conocimiento, esto es, para pensar. Se requiere revisar los esquemas organizativos de las universidades tradicionales, llenas de disciplinas, facultades, coordinaciones y departamentos en proximidad física pero distantes al mismo tiempo por ignorancias recíprocas y por desprecios. Son instituciones contenedoras de «minifundios» dedicados a «mono-cultivos» y cuyos productos no pueden ser otra cosa que «plantas raquíticas». Nuestra propuesta consiste en, sin pretender suprimir la perspectiva disciplinaria y la especialización, la investigación intersdisciplinaria debería ser el nuevo referente del trabajo universitario. Estamos convencidos de que solo así se podrán tender los andamios de una verdadera sociedad del conocimiento, capaz de negociar con el proyecto reduccionista y transnacionalizador del mundo de las mercancías, donde el conocimiento especializado de una minoría domina y define su precio de mercado.
Un balance sereno permite hoy día reconocer que las hiperespecializaciones han actuado en contra de la verdadera naturaleza del ser humano que es un ser: «potencialmente capaz de hacer muchas cosas, de ser polivalente en diversas actividades». De esta forma la nueva universidad deberá favorecer la formación de los jóvenes en los ámbitos de las ciencias, las humanidades y las artes, como parte de su repertorio personal.
Conocimiento y organización son dos aspectos centrales de la actual reflexión sobre la necesaria transformación de la universidad. Pero algo que debe destacarse es el hecho de que estos dos ámbitos, que deberían verse como indisolublemente interrelacionados, son tratados como mundos aparte. Se puede argumentar, en cambio, que es imposible innovar la manera de producir (comunicar, adaptar, aplicar) conocimientos sin cambiar la organización de la universidad: se requerirán de nuevas formas de relación entre los actores universitarios; de una concepción diferente de la administración de los recursos, incluyendo el conocimiento; de articulaciones creativas entre la investigación, la enseñanza y la extensión; de nuevas formas de aprehender y de vincularse con el entorno.
Las implicaciones de la relación entre universidad y medio ambiente está vinculada a una nueva y necesaria concepción de la sociedad del conocimiento. Hay por lo menos tres razones por las cuales la dimensión ambiental debiera ser incluida en el diseño de la nueva vinculación universidad sociedad. La primera tiene que ver con los procesos mismos de aprendizaje y de generación del conocimiento (ambientalizar el conocimiento); la segunda resulta de un necesario «amortiguamiento» entre los procesos generados a partir de la globalización y la vida local; la tercera, alude a una concepción renovada del desarrollo, humanizada y liberada del economicismo.
El verdadero aprendizaje se produce cuando el individuo establece un contacto directo y sensible con el entorno: el aprendizaje depende y está moldeado por esta interacción, en un continuo flujo bidireccional. Las organizaciones humanas también desarrollan su capacidad de aprender en la medida en que interactúan y conocen su medio ambiente, entendido éste no solo como los elementos bióticos y abioticos interrelacionados entre sí, si no también como la serie de procesos sociohistoricos que han determinado el devenir de nuestras actuales sociedades. De esta forma los individuos actúan en sociedad recibiendo información proveniente del entorno modificado por su acción sobre él. Así, el conocimiento previo se modifica en una espiral infinita de acciones y retroacciones.

jueves, noviembre 29, 2007

La inundación mágica

Autor: Guillermo Hinojosa R.
Publicación: Síntesis, 29 de Noviembre 2007.

Hubo un tiempo en que la magia y la ciencia podían confundirse. Por cada truco que algún mago usaba para deslumbrar al público había otra demostración de algún efecto científico raro o inusual como chispas que saltaban o líquidos que cambiaban de color. La magia de los ilusionistas es, todos lo entendemos, un asunto de espectáculos y trucos; la ciencia es indiferente ante tal magia. Pero existe otra magia que pretende conocer los secretos del universo y de la mente humana. Magia que usa el vocabulario de la ciencia pero ajustándolo a sus propios fines. Magia que inunda nuestra vida cotidiana y preocupa a quienes quieren razonar al modo científico riguroso porque esta magia es incompatible con la ciencia.
En nuestros días pareciera que nos hemos cansado del pensamiento científico y prefiriésemos el pensamiento mágico; la medicina llamada 'alternativa', las técnicas 'terapéuticas' que prometen equilibrar las energías, los amuletos y las programaciones neuro mentales son unos pocos ejemplos, entre miles, de pensamiento pseudo científico o francamente mágico cuyo éxito apoya la idea de ese cansancio.
En la ciencia, las conclusiones se basan en los hechos y siempre son provisionales; en el pensamiento mágico las conclusiones se afirman y no se afectan por los hechos que podrían desmentirla. El conocimiento científico recorre un largo camino antes de llegar, si es que llega, al público: los hallazgos del laboratorio se someten al escrutinio riguroso de los colegas expertos, luego se publican en revistas especializadas, de ahí pueden pasar a los libros de texto y finalmente pueden llegar al público interesado.
Las teorías mágicas y pseudocientíficas se ahorran todo el camino: simplemente se escribe un libro con todas las ocurrencias y asociaciones libres del autor, se imprime, se vende al público y, con suerte, el autor es invitado a dictar conferencias o a impartir talleres. ¿Quién respalda esas ideas; en qué se basan; cuáles son los méritos del autor? No se sabe. Si el libro alcanza una gran difusión es fácil empezar a creer que tiene algo de verdad. Pero esto es un engaño; la credulidad de muchos no da certeza.
No se ve cómo detener esta inundación mágica de terapias rápidas e infundadas promesas de felicidad. Quien quiera mantenerse a salvo hará bien en conocer lo que no es ciencia: simplemente ponga 'pseudociencia' en su buscador favorito de internet.

miércoles, noviembre 21, 2007

LA SOCIEDAD DEL RE-CONOCIMIENTO

Autores: Laura Rodríguez y Jesús Rivera
Publicación: E-consulta, 21 de noviembre 2007

Hablar hoy de reconocimiento puede resultar poco significativo, tanto a escala personal como en el ámbito social. En efecto, dada la cosificación de la persona por la prevalecencia del materialismo y del consumismo, el ser humano no suele reconocerse en su identidad, en su valía y en su dignidad, es decir, para sí mismo no vale si no es por lo que tiene. Por otro lado, debido al egoísmo y al narcisismo predominantes en el mundo actual, no reconoce a otros seres humanos como iguales sino que suele tratarlos desde una lógica utilitarista y cosificante, viéndolos como objetos o como medios para alcanzar el propio tener o el propio placer.

Las consecuencias de tal falta de reconocimiento saltan a la vista: corrupción, marginación, indolencia, la explotación, la pobreza, entre otras. Sobretodo, la destrucción del mundo y de la persona por el afán irracional e irrefrenable del poder y del tener.

Tal situación demanda una intervención múltiple, pues de otro modo la humanidad entrará en un callejón sin salida. Salta a la vista por acontecimientos naturales, humanos y sociales que nos encontramos al borde del precipicio de la autodestrucción. De ahí que los desafíos para el ser humano en todos los ámbitos de su quehacer y especialmente en el educativo se basan en la perspectiva de un desarrollo humano sostenible que considere aspectos como la identidad cultural y que asuma una cosmovisión amplia y diversa que abarque las dimensiones cultural, económica, política, física y espiritual.

La pregunta es si es posible, en medio de este laberinto, que emerja un sentido común que guíe hasta la salida de este callejón, que aleje a la humanidad de la hecatombe. En todo caso, ¿cómo es que se construye este sentido común, a partir de que nuevas articulaciones del tejido social?, ¿qué papel juega la educación en todo este embrollo?

Estas preguntas demandan, para ser respondidas, de todo el saber y querer humano y de toda nuestra voluntad para convertir en decisión y en acción estas intenciones.

Una posibilidad se encuentra precisamente en la construcción del re-conocimiento humano personal y social desde las aulas. Dicha construcción debe tomar en cuenta que tal reconocimiento no tiene una sola cara, no es homogéneo, ni está totalmente articulado. Demanda, además nuevas características y múltiples dimensiones en las que el factor relacional juega un papel clave.

Dicho reconocimiento implica plantar en la tierra al ser humano de modo que pueda percatarse de su propia dignidad y de la valía de todo lo que lo rodea, que lo lleve a considerar al otro como su semejante superando toda discriminación y toda marginación, y a asumir su responsabilidad sobre el mundo y la naturaleza.

Dadas las exigencias que entraña la construcción de este nuevo reconocimiento, proponemos un reconocimiento basado en el amor entendido como una decisión atemporal y aespacial, en el marco de la ética de tercera generación, es decir un amor a todos los seres vivos y al mundo inanimado también. Es este amor síntesis la base de la nueva sociedad del reconocimiento.

Un amor de este tipo requiere una postura ética individual, social y sostenible, es además una ética de la responsabilidad. Se trata ni más ni menos que una definición compleja del amor, de un amor en construcción, de irnos convirtiendo en amor.

El sujeto amoroso al que nos referimos posee buena voluntad, está políticamente comprometido con las injusticias de su sociedad, pero también, y principalmente, es un ser que se reconoce en conexión íntima con todo y asume sus responsabilidades frente a ese todo, con pasado, en el presente y de cara al futuro.

La constitución del nuevo sujeto amoroso, es la del sujeto tejido con el resto del planeta, que es consciente de su situación y que está abierto al cambio histórico. Es la re-ligación del ser humano sujeto de derechos con la trama compleja global.

Sentar las bases para construir a este sujeto requiere orquestar los esfuerzos de los diversos sectores que integran la vida humana y colocar a la educación, entendida como proceso comunicativo que se detona en cualquier relación humana sincera y abierta, en un lugar protagónico.

De ahí la obligación amorosa de promover el desarrollo propio y de los demás, de favorecer la armonización del ser, del querer y del hacer con la intención de re-conocer y re-conocerno insertos en el mundo y con la humanidad no sólo para salir del callejón sino para construir un mundo mejor.

martes, noviembre 13, 2007

Apología de la Abstención

Autora: Celine Armenta
Publicación: Síntesis, pendiente

A nadie le gusta que otro le decida la vida. Esto es tan cierto como que el poder es finito, o sea que si lo ejercemos entre muchas personas, cada una tendrá menos poder que si lo ejerciera una persona sola. Esto fue especialmente relevante para la jornada electoral del pasado domingo, en la cual votamos solamente por nuestros gobernantes directos. Por ello, cada voto pesó proporcionalmente más que cuando somos millones de votantes decidiendo, por ejemplo, quién será presidente del país.
Terminada la jornada, los medios y los analistas no cesan de lamentarse porque en general la abstención ganó por mayoría absoluta. Pero yo me niego a subirme al tren del pesimismo que tiñe tanto las victorias como las derrotas. Prefiero la nave del sarcasmo para aventurarme en las ventajas de la abstención; y aclaro que me refiero a la abstención de los demás, porque yo voto; siempre voto.
Este domingo voté y me regodeé en marcar con fuerza la boleta con el crayón negro; luego pasé orgullosa mi pulgar por la tinta indeleble hasta empaparlo: quiero que me dure el recuerdo lo más posible. Para mí, esta era de democracia es una fiesta que hay que renovar en cada oportunidad electoral.
Si usted, lector, votó, puede sumarse a mi optimismo: nuestro voto pesó mucho más que si la mayoría abstencionista se hubiera tomado la molestia de acudir a su casilla. Nosotros estamos decidiendo por ellos; y lo estamos haciendo tanto si nuestros candidatos ganaron como si no, porque el nombre del juego es participar, y nosotros lo hicimos. Si ellos, los abstencionistas se creen incapaces de decidir por ellos mismos, o si quieren cedernos su cuota de poder, no tenemos porqué lamentarnos. Yo me siento poderosa y fuerte; yo decidí por mí y casi por otros dos vecinos.
Vaya entonces un abrazo a todos los que hoy compartimos este sentimiento de responsabilidad cumplida, a los ciudadanos poderosos, a los del pulgar ennegrecido. ¡Tenemos motivos para sentirnos orgullosos y satisfechos!

lunes, noviembre 12, 2007

LA CIVILIZACIÓN DE LOS DESASTRES.

Autora: Ma. Eugenia Sánchez D. de R.
Publicación: La jornada de oriente, 14 de Noviembre de 2007

La tragedia ocurrida en Tabasco nos ha causado a todos los habitantes del territorio llamado México, al menos eso supongo, un gran dolor. Al dolor le acompaña el temor ¿nosotros cuándo? Al dolor y al temor le siguen niveles variados de solidaridad.

Por supuesto, como siempre, son los más pobres los que más pierden, fue así en Nueva Orleáns, es así en Tabasco. Afortunadamente aún no hemos llegado a los niveles selectivos de protección que Naomi Klein describe, hablando de los incendios recientes en California y que consisten en que por sumas de varios miles de dólares es posible tener una especial protección ante los desastres. Fue así como en California, equipos especiales de “bomberos” rociaban las casas de los “asegurados” con sustancias que impidieron que se incendiaran mientras las de los vecinos ardían irreversiblemente. Esperemos que en Tabasco, al menos la solidaridad, sea un poco más democrática.

A partir de la década de los sesenta surge la investigación social de los desastres y se va reforzando en las décadas siguientes como respuesta al aumento de la frecuencia de eventos destructores, y por la toma de conciencia creciente de que el paradigma del “desarrollo” de los últimos dos siglos era una de las causas centrales del problema.

La conceptualización de esos fenómenos socioambientales se fue desarrollando rápidamente mediante trabajos analíticos importantes. Esta conceptualización ha combinado de manera variable las categorías de riesgo, amenaza y vulnerabilidad, resiliencia o capacidad de resistencia, y se han distinguido calamidad, desastre y catástrofe según los niveles de intensidad y las posibilidades de un sistema social de soportar cambios drásticos.

La relación entre riesgo, vulnerabilidad y amenaza es dinámica y está condicionada por el contexto geográfico y sociohistórico de una población. Los desastres, dice Masrey forman parte de procesos económicos y sociales de largo aliento. El riesgo de una población ante una amenaza, está relacionado con su mayor o menor vulnerabilidad, que puede depender del lugar geográfico, la deficiente infraestructura material, la precariedad de la vivienda, la debilidad de las instituciones públicas o de las organizaciones sociales, el aislamiento social.

La resiliencia que en física significa la capacidad de un material de recobrar su forma original después de haber estado sometido a altas presiones, es un concepto adoptado en las ciencias humanas para nombrar la capacidad de resistencia y rehabilitación ante la destrucción después de una situación traumática individual o colectiva.

¿Qué tanto nos ha servido todo el conocimiento desarrollado durante varias décadas?

¿No sabíamos ya que las poblaciones costeras son especialmente vulnerables y que Tabasco ya había sido víctima de inundaciones graves?

¿No sabemos que la debilidad de las instituciones aumenta la vulnerabilidad de la población, y que la corrupción es el ingrediente más poderoso para debilitarlas? Sobre Tabasco se van acumulando las evidencias que confirman que la magnitud de la tragedia fue generada por el abandono prolongado de administraciones del Estado que no cumplieron con el deber de realizar las obras hidráulicas necesarias de prevención de inundaciones,

La prevención y confrontación de un desastre exigen flexibilidad y creatividad intelectual, capacidad emocional para adaptarse a nuevas situaciones, habilidad para afrontar el riego y la incertidumbre. Eso es la resiliencia y nos urge cultivarla.

¿Cómo están viviendo, en su subjetividad, los tabasqueños este colapso de su ciudad y de sus comunidades? ¿Qué tanto estaban preparados para ello?

Estamos ante una civilización emergente que parece incluir los desastres de manera regular y que eso supone el desarrollo de una cultura para prevenirlos, vivirlos y superarlos. Eso se dice fácil pero supone cambios de mentalidad, de estilos de vida, de políticas públicas, de formas de cohesión social ¿Estamos desarrollando esa cultura? O seguimos funcionando como si el dislocamiento sociedad-naturaleza no hubiera alcanzado niveles de alerta, y como si el dislocamiento incluidos-excluidos no estuviera fracturando cada vez más a la sociedad.

Me pregunto si tendremos que recuperar el espíritu de nuestros ancestros nómadas y la reciedumbre de las poblaciones indígenas para articularlos con los avances tecnológicos de alerta y respuesta. Me pregunto si nunca será posible que en las instituciones públicas la ética llegue a ser estructurante y que los ciudadanos la respaldemos. Me pregunto si la falta de solidaridad estructural se seguirá encubriendo con algunas toneladas de “ayuda a los damnificados”.

Los tabasqueños nos interpelan, ojalá que su dolor, que es el nuestro, se traduzca además de en un apoyo inmediato y eficiente, en reflexión, acción, creatividad para sobrevivir juntos con dignidad en una realidad que continuará desetabilizándonos.

jueves, noviembre 01, 2007

Puebla, Municipio que Aprende

Autora: Celine Armenta
Publicación: La jornada de oriente, 1 de Noviembre de 2007

Aunque diga Gabriel Zaid que “México no tiene un gran problema sino millones de pequeños problemas (y oportunidades) donde los ciudadanos no pueden meterse, sin toparse con el poder que ni hace ni deja hacer”, lo cierto es que hay millones de oportunidades para actuar, esperando a que alguien vea la necesidad y ponga manos por obra. Por ello, de cara a las elecciones quiero proponer que los municipios actúen precisamente en el ámbito de la educación, donde el centralismo gubernamental, y el pesimismo que describe Zaid, han servido como excusa para eludir responsabilidades sociales. Me referiré al municipio de Puebla, pero similares análisis y propuestas podrían elaborarse para cada uno de los 216 municipios poblanos restantes.
En este municipio se observa la desigualdad social que padece todo el país: según la Enlace contamos con 50 de las 100 mejores primarias y 63 de las 100 mejores secundarias del estado; y nos ubicamos en los 5 primeros lugares nacionales en densidad de universidades, cantidad y calidad de posgrados y cantidad de científicos de alto rendimiento. Pero también tenemos 15 primarias y 9 secundarias ubicadas en el 20% más bajo del estado; junto a escuelas de municipios de muy alta marginación, y hay escuelas con muy bajo rendimiento en casi todas las localidades.
Para mejorar la educación en el municipio habría que asumir dos consignas: Primera, que sin equidad no hay calidad educativa posible. La experiencia de otras naciones apoya esta premisa: en los países con mejores resultados educativos, las diferencias entre escuelas es minúscula, a diferencia de lo que sucede en nuestro país donde hay escuelas de excelentes resultados y otras con aprendizajes casi nulos. Segunda, que el aprendizaje se da en familias, colonias, barrios y localidades que aprenden; no es algo que atañe sólo a los niños en el aula.
La propuesta consistiría en hacer de Puebla un municipio que aprende, y para ello crear comunidades de aprendizaje en todos los rincones. Ello podría incluir un observatorio municipal de la educación, que especialmente velara por descubrir y combatir la marginación y exclusión educativas, con participación de los medios de comunicación, grupos sociales, recreativos, religiosos y políticos; padres de familia, estudiantes, filántropos, universidades, y muy señaladamente maestros.
Sería importante reavivar los fondos mixtos municipales y asignar montos a la investigación de las mejores prácticas educativas, para estimularlas y multiplicarlas; y también para detectar, y coadyuvar a remediar, los focos rojos.
Debería crearse una red municipal de bibliotecas públicas con acervos que inviten a la lectura de niños, jóvenes y adultos, especialmente en zonas habitadas por familias de menos recursos.
Finalmente, debería procurarse una educación extraescolar incluyente, mediante una red de coros y orquestas infantiles, juveniles, de adultos y mixtos; clubes de ciencia, círculos de lectura y aprendizajes de todo tipo para todos.
¿Y la educación formal? Créanme: daría muchos mejores frutos.