jueves, septiembre 28, 2006

ENTRE EL CONFLICTO Y LA CONCILIACIÓN:

Autora: Laura Rodríguez M.
Publicación: Síntesis, 28 septiembre 2006

Una preocupación fundamental del sistema educativo mexicano es el bajo rendimiento escolar. El síndrome de la reprobación es un ámbito de estudio relevante en los campos de la psicología, la pedagogía y la sociología debido a su impacto negativo en el desarrollo individual y social. Baja autoestima, inseguridad, agresividad, marginación son algunas de sus consecuencias.

Cuando nos damos a la tarea de identificar las causas que provocan la reprobación, frecuentemente encontramos que están vinculadas a problemas de índole familiar. El conflicto que viven niños y jóvenes en sus hogares, por presiones económicas, dificultades entre los padres, o choques con los hermanos, genera en ellos sentimientos de vulnerabilidad, temor y minusvalía que les impiden encontrar sentido a su preparación escolar y mostrar un comportamiento agresivo, tímido o distraído en la escuela.

Con frecuencia las instituciones educativas no se encuentran en condiciones para incidir directamente en el ámbito familiar y suelen emprender acciones de atención a los niños con bajo rendimiento sin apoyo de los padres. De ahí que tiendan a proporcionar un apoyo meramente académico o, en el mejor de los casos, apoyo psicológico que impacta poco en las relaciones familiares. Muchos padres creen que el problema está en su hijo, que ellos poco o nada tienen que ver en él, suelen evadir la situación y sólo intervienen cuando el problema cobra mayores proporciones.

A pesar de las dificultades que entraña el abordaje de los conflictos familiares desde el salón de clases, parece que es posible lograr que niños y jóvenes alcancen su desarrollo pleno en un entorno familiar adverso en la escuela si se les proporcionan las herramientas cognoscitivas, afectivas, sociales y valorales que les ayuden a sobrevivir en un ambiente adverso.

Para ello es necesario generar en el aula un clima de diálogo, igualdad y respeto en el que se trate de dar una solución constructiva a las diferencias y a los desacuerdos.

También es importante fomentar el pensamiento crítico ya que, en la medida que podamos entender la realidad en la que nos desenvolvemos, desarrollemos un pensamiento riguroso e identifiquemos soluciones a los problemas que se nos presentan, tendremos más elementos para afrontar las dificultades.

La formación valoral es otro recurso para proveer a nuestros alumnos de herramientas que les permitan enfrentar el conflicto. Una educación basada en la ética, la justicia, la igualdad, la democracia, la integridad ambiental y los derechos humanos es una educación que contribuye a la construcción de una cultura de paz.

Cuando un niño está expuesto al conflicto familiar requiere seguridad emocional. En la medida en que en el salón de clase se genere un clima afectivamente positivo, estimulante, motivador, en el que se reconozcan los méritos de los alumnos y se les ayude a reconocer su propia valía y sus derechos como personas, lograrán fortalecerse afectivamente y asumir de manera más serena, segura y propositiva las dificultades.

Un paso esencial para que el niño se sobreponga a las situaciones adversas es ayudarlo a transitar de una posición pasiva, de víctima, a una posición activa, de agente de cambio. No hay que menospreciar el poder que el niño tiene para cambiar su entorno, en la medida de sus propias posibilidades y fuerzas y dimensionando su participación en el núcleo familiar. Para esto resulta clave que el niño entienda que no es responsable de la situación de conflicto que vive pero que sí puede incidir positivamente en ella a través de la colaboración, del compromiso, del pensamiento crítico y de la seguridad emocional.

La escuela debe asumir su responsabilidad en la prevención de conflictos y en la construcción de una cultura de paz. Si ayuda a los niños y jóvenes a entender su realidad y emprender acciones para transformarla cumplirá su compromiso de hacer posible un mundo mejor.

El ambiente que vendrá.

Autor: Benjamín Ortiz Espejel
Publicación: La jornada de oriente, 28septiembre 2006

Reflexiones sobre la próxima política ambiental mexicana.

La historia de la política ambiental en México, si bien es construcción reciente, puede caracterizarse en tres grandes etapas. Su primera época corresponden a una gestación desde las secretarías de salud pública y posteriormente de desarrollo social (1987-1997) en donde el acento de lo ambiental se conceptualizaba como una problemática de “añadidura” de las tradicionales agendas de política pública. Una segunda etapa corresponde a la constitución de la Secretaría de Medio Ambiente Recursos Naturales y Pesca (1997-2000), en donde se logró un avance sustancial a incorporar de manera formal en la agenda del desarrollo nacional el llamado Desarrollo Sustentable. Finalmente una tercera etapa (2000- 2006) corresponde a un momento de contradicciones en la política ambiental nacional en donde por un lado se logran avances muy importantes en la construcción de una estrategia de “trasnversalidad ambiental” de agendas de política pública. Pero al mismo tiempo no se logran alcanzar metas tan importantes como frenar la deforestación de nuestro país, entre otros factores porque se autorizan normas oficiales que permiten destruir una hectárea de maglares por la módica suma de 10,000 pesos.

La política pública ambiental que vendrá con el próximo gobierno federal debe tener claro que existen fuertes intereses encontrados en cuanto al tipo de gestión que requieren los ecosistemas de nuestro país. Una política federal ambiental de México debe ante todo reconocer que no se trata solamente de un problema técnico o de racionalidad económica si no que es al mismo tiempo un reto de tipo sociocultural y de sobrevivencia en la medida de que grandes grupos de la población viven gracias a los servicios ambientales que ofrecen los ecosistemas.

La presencia en nuestro país de mas de 1 400 experiencias comunitarias de gestión sustentable de los ecosistemas, muchas de ellas de manera existosa, junto con muchas empresas que han incorporado una política auténtica de responsabilidad social (ISO 26 000) son un botón de muestra que la sociedad civil organizada ofrece alternativas valiosas en la construcción de propuestas innovadoras a favor del desarrollo sustentable. Solo en la convergencia de esfuerzos del sector social, del sector empresarial, de gobiernos locales y federales es como se logrará avanzar hacia un desarrollo sustentable que garantice una vida digna para la mayoría de los mexicanos y no solo para un sector minoritario.

martes, septiembre 26, 2006

Educación y tolerancia

Autor: Martín López Calva
Publicación: http://www.e-consulta.com/puebla/index.php 26 septiembre 2006



Uno de los grandes valores emergentes en la sociedad del siglo XXI es sin duda el de la tolerancia. La búsqueda de una ética global, de la “Etica planetaria” que plantea Edgar Morin, parece dejar claro que uno de los pilares sobre los que se debe sustentar la convivencia humana en un mundo cada vez más plural es precisamente el valor de la tolerancia.

Los tiempos que corren en México y en el mundo, tiempos de polarización y de una fuerte tendencia a reducir los fenómenos y guiar los comportamientos por criterios de simplicidad y maniqueísmo – “buenos contra malos”, “libertarios contra terroristas”, “izquierda contra derecha” - parecen subrayar contundentemente la centralidad de la tolerancia para promover una convivencia humana ya no digamos constructiva y fraterna sino simplemente sostenible y no autodestructiva.

Si aceptamos lo anterior, podemos estar de acuerdo también en que su progresiva instauración en el imaginario colectivo y en la vivencia social requiere de un esfuerzo serio y decidido por educar a las nuevas generaciones en la tolerancia y para la tolerancia.

En efecto, se escucha y se lee cada vez más en el medio educativo internacional, nacional y local que las instituciones educativas y los profesores deben enfocar sus esfuerzos hacia la educación para la tolerancia con miras a un mejor comportamiento moral individual y una convivencia cívica constructiva.

Sin embargo, si queremos realmente educar en la tolerancia y educar para la tolerancia, tendríamos antes que nada que construir un significado más o menos claro y más o menos compartido sobre ¿Qué significa la tolerancia?

Porque como todo valor emergente, la tolerancia es un término que se acepta y se promueve pero que no tiene aún un significado claro entre nuestros profesores o padres de familia.

Por ejemplo, se puede entender fácilmente de manera equívoca, que tolerar a alguien es soportarlo pasivamente, es decir, dejarlo ser y dejarlo expresarse con cierta molestia resignada de nuestra parte y sin interesarse realmente en escucharlo o en poner atención a sus ideas y acciones. Otra manera posible pero también falsa de entender la tolerancia consiste en pensar que tolerar es ser indiferente frente al otro, frente al que es o piensa distinto. En esta concepción cae muchas veces nuestro comportamiento ciudadano en el que el individualismo parece estar a la orden del día: yo tolero al otro, quiere decir muchas veces, dejo que actúe y piense cómo le dé la gana siempre y cuando no me afecte y me deje también a mí, pensar y actuar como yo quiera.

Tolerar se vuelve entonces una actitud cerrada y evasiva que podría sintetizarse en la frase: “Ni ellos se meten connmigo ni yo me meto con ellos”.

Pero si pensamos en la tolerancia como un valor: ¿Podríamos decir que la tolerancia puede ser entendida como simple resignación o como indiferencia hacia el otro? ¿Cómo podría la tolerancia entendida de esta manera, ayudarnos a construir una mejor sociedad?

Retomemos a Morin y veamos cómo una ética planetaria tendría que construirse sobre una base de tolerancia entendida de una manera radicalmente distinta. Este influyente pensador francés contemporáneo nos plantea una definición de tres niveles:

-La primera tolerancia consiste en estar plenamente convencidos del derecho del otro a ser, pensar y actuar de manera distinta a la mía, a la manera en que Voltaire afirmaba: “puedo no estar de acuerdo con tus ideas, pero defenderé hasta la muerte el derecho que tienes de expresarlas”.

-La segunda tolerancia es la que debe estructurar la vida democrática y trasciende la definición anterior, porque no solamente acepta el derecho a la diferencia sino que tiene la convicción de que para que exista una sociedad verdaderamente democrática “es deseable que existan” grupos y sectores que piensen y vivan de distinta manera y que sean capaces de poner en diálogo estas diferencias.

-La tercera tolerancia, que es todavía más retadora, es aquella en que no solamente se acepta el derecho a la diferencia y se busca este disenso dialogado para construir una sociedad democrática sino que se está plena y profundamente convencido de que “hay una verdad en la idea antagónica a la nuestra y esa verdad debe respetarse”, al modo en que Niels Böhr afirmaba que: “lo contrario de una idea profunda es otra idea profunda”.

Una educación en y para la tolerancia que nos lleve a construir un mejor país en medio de la polarización actual, tiene que partir de la reflexión seria y el convencimiento profundo de estas tres tolerancias. Pero esto implica un esfuerzo serio de apertura generosa al otro: ¿Estaremos dispuestos a hacerlo?

jueves, septiembre 21, 2006

Cuando la realidad ya no es buena ficción

Autor: Dr. Frank Loveland
Publicación: Síntesis, 21 septiembre 2006.


Literatura y realidad han tenido siempre relaciones inquietas.

Por parte de autores literarios, el papel que juega la realidad en la producción literaria ha sido motivo de largos debates, nunca resueltos, nunca abandonados. Desde aquello del compromiso absoluto con la historia, pues qué otra verdad hay, y cómo insuflar a la literatura de vida si no es con la vida misma, sus problemas, injusticias, deseos y, pues, realidades. Por otro lado, está el deseo de hacer literatura en sí, sin pretextos o motivos ajenos a la misma. Arte por el arte, por el gusto de escribir un texto asombroso, inédito en el más profundo sentido.

Por parte de la sociedad, ya desde Platón, en el nacimiento mismo de la cultura Occidental para decirlo pomposamente, Sócrates aconseja rendirle culto al poeta y enseguida correrlo de la ciudad, pues una sociedad civil no puede tolerar el uso de la palabra en libertad, las “palabras irresponsables” del poeta, dice Sócrates y escribe Platón. Más adelante, Horacio encontró lo que desde entonces ha sido el requisito imperativo de parte de la sociedad a la literatura: que sirva para algo. “Enseñar deleitando” decía Horacio.

Se trata, creo yo, de una lucha jerárquica por el derecho a la verdad: ¿es la verdad lo que está en la realidad? ¿O viene la verdad de los dioses, la inspiración, las voces en el cerebro, el inconsciente, el deseo de decir lo no dicho? La realidad, o la sociedad más bien, con sus instituciones, ejércitos, leyes y demandas, afirma ser la verdad. Y si usted no lo acepta, ahí está la clínica mental o la cárcel, el desempleo o la represión. Es la verdad del poder. Y la literatura debe reconocer ese estatus superior, e incluir en sus textos el saber que se origina en esa realidad del poder, sea para alabarlo o denunciarlo. En todo caso, reconocer siempre la autoridad del poder que nos rodea y forma nuestra subjetividad.

Decir lo contrario es acercarse a la demencia. Negar la realidad es el síntoma por excelencia de locura. La literatura, gratuita y necia, lo ha hecho a menudo. Las palabras irresponsables del poeta han ido sembrando diferentes formas de demencia en el colectivo social: dioses iracundos, la idea del amor intenso entre dos, profecías kafkianas de mundos burocráticos, utopías imperfectas, individualidades autónomas, flujos de conciencia inventados, vacíos deshabitados en el corazón mismo de la conciencia. Y la realidad misma ha sido objeto de esta irresponsabilidad: la denuncia desborda al denunciante, y la literatura nos ha mostrado el placer de la crueldad, la intensidad de la impotencia, y hasta nuestro deseo universal de asesinar a la realidad que se nos impone.

Demencias, seguramente. Como si la realidad humana fuera un teatro, y teatro lo hará usted en su alcoba, estimado lector. Pero hay momentos en la historia, en la realidad, donde ésta parece reflejar la mala literatura... y entonces descubrimos la “verdad” lamentable detrás de la realidad social humana. Precisamente por “mala”, chafa pues, cuando el poder olvida que es también un producto imaginario concretizado por los aparatos culturales e institucionales que, en efecto, dan forma a las subjetividades que entonces contemplan dicho poder como real y lo reproducen.

Decía Mark Twain que la realidad no tiene por qué ser verosímil, la literatura sí. Pero la realidad humana, en la medida que es producto de la imaginación concretizada de la especie, sí requiere verosimilitud. Las “explicaciones” de por qué el poder es como es, y por qué nos conviene a todos que sea así, necesitan contar buenas historias, cuidar los detalles, dibujar un futuro mejor. Cuando el poder actúa como si fuera tan real como el árbol y la montaña, como si no tuviera que ser verosímil, se nota la farsa.

Hoy, en México, el teatrito del poder se derrumba estrepitoso. Lo que ya sabíamos aparece contundente, innegable. Como nos habíamos acostumbrado a sospechar, no a saber, podíamos quizá refugiarnos en los buenos libretos del poder. Ya no. Aflora el crimen organizado. No los narcos, sino ese crimen organizado por instituciones, leyes y medios. Bueno, y los narcos también. Y los pederastas, que la trata de blancas ya quedó en virtud sana y comercial, y los ladrones desmedidos, y la arrogancia, tan pueril como peligrosa, de los que sienten que el poder es suyo porque así ha sido. Y el teatro se derrumba, los personajes del poder no son Macbeths, sino mezquinos y pequeños: sus conversaciones no revelan al genio maldito, sino a güeyes que sustituyen el pensamiento por leperadas cómplices, por la seguridad de que todo será como quieren.

Posiblemente será así. A través de la resignación, o a través de la violencia, argumento único de los poderosos. Y como sociedad, habremos perdido el derecho a argumentar sobre bases morales, mucho menos éticas. Pero moral y ética, ¿no son producto de la imaginación humana? Ficciones, deseos. La realidad será gobernada, ya sin cuentos, buenos o malos, por la voluntad del supremo ministro, entre copas, risas y groserías, y los privilegiados papitos que se pueden coger a todas y a todos.

Si nos dejamos.

La incertidumbre actual, una oportunidad.

Autor: Eduardo Almeida Acosta
Publicación: La jornada de oriente, 21 Sep 2006

El sábado pasado, 16 de Septiembre de 2006, participé en la Convención Nacional Democrática. Estuve presente, oí las ponencias, comulgué con la gran mayoría de las propuestas, escuché el discurso de Andrés Manuel López Obrador. Por cuatro razones:

La primera, porque estoy convencido de que estamos viviendo una gran oportunidad de modificar el paso, el rumbo y el destino que venía y sigue teniendo la economía nacional. Esta oportunidad anticapitalista se ha venido construyendo desde hace largos años gracias a acciones pequeñas y grandes de muchos actores sociales, a nivel local, regional, nacional. La tarea no es nada fácil pero es posible y entre todos la tenemos que ir realizando, por el bien de todos. Desde la sociedad civil y desde la sociedad política. Respeto las posturas críticas respecto a la CND, sobre todo las de aquellos que con su compromiso real de largos años y en algunos casos de toda la vida piensan que hay otros caminos de lucha.

La segunda razón es por mi aversión a los caudillos. He escuchado y leído hasta la saciedad acerca del autoritarismo del “mesías tropical”, de su ambición de poder, de su protagonismo enfermizo. No comulgo con estas exageradas opiniones, sin dejar de reconocer los efectos nocivos que tiene siempre la arrogancia, y las consecuencias que han tenido para el movimiento del que participa AMLO algunas de sus intervenciones. Me parece un acierto la creación del Frente Amplio Progresista que veo como la posibilidad de “saber unirnos en medio de la diversidad”, como el instrumento de acción de la acción política desde la institucionalidad para seguir construyendo democracia más allá del fundamentalismo de la democracia liberal, mas allá de los posibles oportunismos dentro del PRD, del PT o de Convergencia.

La tercera razón tiene que ver con la resistencia civil pacífica. Esta acción de la sociedad civil no empezó después del 2 de julio de 2006, ni con Clouthier. Es una estrategia que viene de bastante más atrás en la historia, desde antes de Luther King y de Gandhi. Ha sido una práctica social en la que ha destacado nuestro pueblo y que le ha permitido enfrentar la adversidad, que ha evitado muchos derramamientos inútiles de sangre en beneficio de caudillos irresponsables. Pienso que esta estrategia que asume ahora la CND deberá lograr muchos frutos, a condición de que no degenere en una forma de exponer inocentes a la violencia, y de que, como en el movimiento gandhiano, no pierda de vista el sentido ético, generoso e inclusivo, de que la lucha es por la defensa y promoción de los Derechos Humanos.

La cuarta razón, porque estoy de acuerdo en que se necesita una transformación profunda de nuestro sistema político y la construcción de una nueva Constitución. Se requiere combatir nuestra Cultura Estatal en la que damos un papel determinante a los políticos y restringimos la participación de la sociedad civil a casi sólo los procesos electorales. Se requiere la lucha “por la renovación profunda de las instituciones”. Menciono en particular a la renovación a fondo de nuestro sistema educativo. El Panorama Educativo Nacional 2006 que elaboró recientemente el Observatorio Ciudadano de la Educación ofrece un diagnóstico muy claro de la situación educativa catastrófica en la que nos encontramos. Si a esto se añade el monopolio absurdo de los medios de comunicación nos encontramos en un callejón con una salida muy estrecha.

Pienso que la CND, con todas sus limitaciones ha sido un momento histórico inédito, que augura, eso espero, encuentros con recorridos “menos clamorosos”.

martes, septiembre 19, 2006

¿Quiénes somos los académicos?

Autora: Alejandra Díaz Rosales
Publicado en: http://www.e-consulta.com/ 19, Sep, 2006.

Ese personaje multidimensional sobre el que se posan las miradas de los estudiantes cada semana en el aula, así como las expectativas de las Instituciones y las ilusiones de la sociedad, esperando que rinda beneficios en pro de la formación de los profesionistas del mañana, se llama académico.
Somos los académicos, además de objeto de estudio para las ciencias sociales, tema de relevancia en los estados del conocimiento de la investigación educativa nacional; referente fundamental para los procesos de certificación de las universidades, actor esencial en el desarrollo del currículo y quizás un misterio para aquellos responsables de la formación docente que indagan hoy sobre las diversas competencias en las que debemos habilitarnos.
Sobra decir todo lo que podemos representar para nuestros alumnos en aquellas cuatro o seis horas en las que establecemos una relación educativa (si es que se produce este efecto de interacción formativa). Quizás para los estudiantes nuestro perfil multifacético lo determina un carácter esquizofrénico, algún brote poético o un planteamiento ascético. Tal vez el dominio de la didáctica o la disposición para acompañarlos personalmente en los aprendizajes nos hace eméritos.
Somos actores en un escenario compartido con otros personajes además de los educandos y la curricula; el conocimiento lleva también un rol estelar. Es el conocimiento el motivo y excusa de las interacciones racionales; sobre todo tipo de saberes producimos argumentos, debates, síntesis y conclusiones que sostengan y configuren la disciplina sobre la que se va preparando el universitario. Pero este movimiento de construcción de ideas o teorías no excluye la captación de intereses personales e intuiciones. Así que los académicos en espacio áulico enfrentamos un doble reto: animar la producción científica desde la disposición interna, es decir, promover que el alumno elija aquello que teóricamente le signifique, o en términos más simples, nuestra tarea comparte la atención a los asuntos de la razón, del corazón y del espíritu, pues la relación eminentemente educativa abarca la integralidad del ser humano.
Resulta además que no sólo en la docencia se construye la identidad del académico; son igualmente rasgos definitorios la investigación y la difusión, así que la pregunta inevitable es ¿cuánto tiempo le dedicamos a estas otras obligaciones que vienen incluidas en nuestra opción laboral?. Más allá de reconocer que investigar y divulgar la ciencia es necesario, mi cuestionamiento alude al cómo hemos integrado y asumido estos elementos en el trabajo diario, cualesquiera que sean las condiciones en que nos desempeñemos en la Universidad, y sobretodo, cómo las vamos disfrutando y equilibrando con una función tan rica pero demandante como lo es la docencia.
Sin embargo, hay un asunto en el que me gustaría reparar, ya que mucho puede decirse sobre las connotaciones establecidas para el ejercicio de nuestra profesión en la vida académica o simplemente para nuestro ser académicos, y es el de la auto-comprensión. Interesa valorar la configuración que otros hacen de nuestra identidad, pero ¿cuál es la propia y personal autodefinición?, porque considero que desde ésta es que vamos exhibiendo nuestro rol y compartiendo nuestra esencia.
Creo que en esta personal significación, por sobre las representaciones históricas, cabe la claridad de lo que va favoreciendo nuestro ser y quehacer; de esta manera podemos aprovechar todos los esfuerzos que las Instituciones realizan para formarnos como: espacios de academias, seminarios de actualización, programas de formación continua, participación en asesorías, intercambios, etc., pero también mantener una búsqueda consistente en aquello que sólo podemos proveernos a nosotros mismos: tiempo de lectura y encuentro con la cultura, diálogo espontáneo con los colegas y alumnos, escritura libre, introspección, dedicación a las aficiones personales como el arte, la ecología, el silencio y la contemplación.
Finalmente, los académicos seguiremos siendo determinados por múltiples factores externos, pero liberados por la conciencia-acción de las propias aspiraciones.

viernes, septiembre 15, 2006

Hiperman, una muestra del homo conexus

Autor: Mtro. Bernardo Reyes Guerra
Publicación. La jornada de oriente, 15 septiembre 2006


Un estudiante de secundaria, llegó muy preocupado y le platicó a su papá que en clase de física habían calculado la velocidad de llegada al suelo de un cuerpo que cae desde un altura fija. El estudiante de 14 años, estaba feliz por que lo felicitaron por sus respuestas correctas, pero también estaba muy preocupado, pues días antes había visto un documental sobre el diseño de paracaídas, donde se hacía énfasis en la forma y textura de las telas para reducir y variar la velocidad de caída.

No entiendo, le dijo a su papá, en clase saqué 10 por usar una ecuación que dice que la velocidad es constante y solo depende de la altura y olvida la interacción con el aire; me felicitaron, pero no entiendo nada. Que hago, Pa? Debes poner más atención, fue la respuesta y el niño dijo: entiendo, estoy de acuerdo, pero atención a qué?

Tradicionalmente, el mundo ha explicado su entorno por medio de desagregar los fenómenos, es decir, se han hecho suposiciones, cancelando las interacciones para poder simplificar la realidad y estar en “mejor” posibilidad de modelarla. Los modelos son recortes de la realidad que han mostrado ser útiles bajo ciertas circunstancias, por lo que han seguido usándose.

A lo largo de los años muchos han olvidado la riqueza de la interacción y por lo tanto lo que se piense o se haga está desconectado de su contexto, por lo que la causa y el efecto manejados por el modelo, pudieran no estar conectados como se creía.

De acuerdo a Don Tapscot, en su libro Creciendo en un entorno digital, nuestro estudiante de secundaria pertenece a la generación net, debido a la gran importancia que tiene para su generación, las interrelaciones facilitadas por Internet y el hipertexto. Hiperleer es leer más allá, es decir, captar los significados de la arquitectura de un escrito.

El hipertexto no es nuevo, se ha usado en los pies de páginas y las notas, como una invitación a que se complemente la lectura y se enriquezca el escrito. Las generaciones nacidas antes de 1980, usualmente consideran estas notas o pies de página como algo adicional, fuera de lo sustancial, hasta el punto que muchos omiten leer esas notas o pies de página.

Un hiperman, un miembro de la generación net, considera que el contexto da una riqueza importantísima a cualquier documento, por lo que cualquier liga o botón en un texto electrónico, no se ve como algo adicional, sino se considera esencial, pues transforma al escrito principal con el significado recogido de las ligas. Un hiperlector, revisa de forma continua, la narrativa principal alterándola con los significados asociados a las ligas sugeridas o bien con las que el propio lector decidió incorporar. Un lector es entonces autor de su propia lectura
Esta red de documentos, genera la arquitectura desde la cual se hace una semiosis (proceso inferencial que se inicia con la percepción del signo y finaliza con la presencia en la mente del objeto del signo), esto hace que lo percibido por el “lector” sea algo diferente de la intención del autor, es decir, la interacción de significados que hizo el usuario establece atributos, quizá no previstos por un autor tradicional.
Es por esto que algunos escritores dicen que hay que revisar la influencia de Kant en Aristóteles o de la globalización en Marco Polo. Esta es una característica de las nuevas generaciones que obliga a los educadores y autores tradicionales a diseñar entornos de significado más que escritos. Quizá somos nosotros los que debemos poner atención.

jueves, septiembre 14, 2006

Educación y sociedad: un paso fundamental

Autor: Dr. Martín López Calva
Publicación. Síntesis, 14 septiembre 2006
Toda educación es el reflejo de la sociedad y al mismo tiempo toda sociedad es el reflejo de su educación. ¿Qué sociedad refleja nuestra educación actual? ¿Qué educación está reflejándose en la situación social que hoy vivimos? Y mirando estas preguntas en prospectiva: ¿Qué tipo de sociedad queremos que refleje nuestra educación? Y ¿Qué clase de educación deseamos que se refleje en nuestra sociedad?
Se habla mucho hoy en el ámbito educativo de valores necesarios para la convivencia en estos tiempos de globalización y de conciencia de la pluralidad cultural, étnica, religiosa, social, etc. Valores tales como el respeto, la tolerancia, la libertad de expresión y elección, son exaltados hoy en el discurso educativo como necesarios para formar a los ciudadanos del siglo XXI.
Del mismo modo, en nuestra sociedad actual escuchamos continuamente hablar de estos valores como indispensables para la construcción de un país más justo y más humano en la nueva realidad socio-política mexicana que expresa, aún de manera indiferenciada y a veces caótica, esta pluralidad del mundo contemporáneo.
Sin embargo la realidad educativa y la realidad social parecen estar viviéndose desde otros fundamentos mucho menos positivos y deseables. Nos encontramos hoy en un país donde pareciera que no hay salida intermedia entre la anarquía y el desdén por toda normatividad, reglamentación e institucionalidad (“al diablo con las instituciones”) y un reclamo de ciertos sectores por la vuelta al autoritarismo del pasado (“el gobierno es débil, el gobierno debería aplicar la ley aún por la fuerza”).
Estamos asimismo en una realidad educativa donde parece estar viviéndose esta polarización entre quienes siguen defendiendo una formación centrada en la autoridad del maestro y la enseñanza de ciertos conceptos y de ciertos valores impuestos desde esta autoridad –aunque en el discurso sean defensores de la libertad, la flexibilidad y el énfasis en el estudiante- y quienes verían que hay que romper con toda forma de imposición en el aula y en las instituciones escolares pero que entienden esta nueva visión como una ruptura total y un desdén hacia todo lo que implique orden, búsqueda de calidad o eficiencia, indicadores de evaluación, disciplina, etc.
Tenemos entonces una sociedad donde, en primer lugar, se manejan en el discurso ciertos valores que no son los que en la realidad están imperando y una educación que parece estar en la misma tesitura y por ello tenemos una formación ciudadana esquizofrénica en la que cada estudiante aprende a manejarse de una manera en lo discursivo y de otra muy distinta en lo práctico.
Esto se debe, desde mi punto de vista a que nuestra sociedad y nuestra educación no logran dar el paso hacia una visión de complejidad y siguen leyendo y respondiendo a los hechos desde una perspectiva simplista, dialéctica y hasta maniquea.
Tenemos entonces una sociedad donde inevitablemente predomina la necesidad de optar entre esto O aquello, entre tal O cual postura, entre este grupo O ese otro, entre este líder O el otro. Una sociedad en la que hay “los buenos” y “los malos”, “los de la derecha autoritaria” y “los de la izquierda revoltosa” y así en todos los ámbitos por lo que es prácticamente imposible establecer el diálogo y buscar la tolerancia y el respeto.
Del mismo modo vivimos una educación donde se forma en esta visión de la disyunción propia de la simplicidad (“O”) y no en la visión de la conjunción propia de la complejidad (“Y”). Las ciencias naturales de lo absolutamente verdadero frente a lo totalmente falso, la formación ética y cívica de lo únicamente bueno contra lo incuestionablemente malo, la historia de los héroes sin defectos contra los villanos sin matices. Esta es la visión que sigue predominando en nuestras escuelas en el día a día a pesar de que en la teoría se digan cosas distintas.
Si queremos construir una sociedad diferente donde realmente se vivan la tolerancia, el respeto, el diálogo y las libertades, tenemos que hacer un esfuerzo intelectual serio por dar el salto entre la visión de simplicidad y la visión de complejidad. Esto nos dará una capacidad para entender los fenómenos de una manera integral, con matices y sin etiquetas maniqueas y será la herramienta para formar a los nuevos ciudadanos en la convicción profunda de que el dilema no está en la opción entre este líder o este grupo o aquél, sino en el esfuerzo continuo por construir y asumir lo que es más inteligente, más razonable y más responsable en cada situación existencial y social.

miércoles, septiembre 13, 2006

Para construir una sociedad integradora

Autora: Celine Armenta
Publicación: e-consulta 13 Septiembre 2006

De tiempo en tiempo, conviene revisar si nuestras acciones responden a nuestras intenciones, tanto en el ámbito personal como en el institucional. Porque la rutina y la preocupación por lo inmediato, o el simple paso del tiempo empolven la memoria y oculten las razones para actuar; las intenciones de nuestros esfuerzos.
Esto sucede en asuntos tan diferentes como comprar un auto o tener un hijo: compro un auto para ser más independiente y ampliar mis horizontes; y en poco tiempo soy esclavo del auto, y limito mi horizonte a lo que recorta el parabrisas. O tengo un hijo, con el deseo de hacer inmensamente feliz a un nuevo ser humano, y apenas meses después, cansada, agotada mi paciencia, humillo a mi niño, lo regaño, lo lastimo, lo hago llorar.
A nivel institucional, y especialmente en lo que a educación se refiere, el olvido de las intenciones se acentúa por reemplazos de personal, cambios en las políticas y falta de comunicación en todos los niveles. Esto explica que acciones y políticas potencialmente transformadoras, se vuelvan inofensivas o inútiles; y al paso del tiempo, vacías de alma, apenas sirven para engrosar el burocratismo. Querían ser un poderoso cañón que derribara muros y abriera caminos, pero sin motivaciones hoy son un armatoste que adorna mal cuando no estorba.
Si no ponemos cuidado, esto sucederá con la integración educativa de nuestras escuelas.Hace ya casi 15 años, representantes de 92 países, México incluido, firmaron la Declaración y el Marco de Acción de Salamanca para las Necesidades Educativas Especiales. Nuestro compromiso, basado en el principio de la inclusión, fue que las escuelas regulares acogieran a todos lo niños y niñas, independientemente de sus condiciones físicas, intelectuales, sociales, emocionales, lingüísticas, u otras. El espíritu que animaba esta iniciativa nacía de nuestra enorme fe en la educación. Plasmado en el segundo artículo de la mencionada Declaración de Salamanca, decía: “Las escuelas ordinarias con esta orientación integradora representan el medio más eficaz para combatir las actitudes discriminatorias, crear comunidades de acogida, construir una sociedad integradora y lograr la educación para todos...”
Casi 15 años después, la educación especial simplemente no menciona este espíritu. Y la sociedad mexicana, deslumbrada por problemas más ruidosos, apenas sabe que existe tan poderosa herramienta: la única estrategia real, vigente, instrumentada en miles de escuelas, que podría prevenir las heridas sociales, el odio de unos contra otros, y el camino de la exclusión que hoy resulta evidente en la etapa post electoral. El cañón poderoso, que derribaría muros de intolerancia, que haría evidente y literalmente insoportable la pobreza de muchísimos mexicanos, y que nos uniría en la búsqueda de condiciones más humanas para todos, no está funcionando. Está sirviendo de perchero o de adorno. Porque la integración educativa existe, aunque haya adormecido sus intenciones transformadoras. Las escuelas admiten a niños con discapacidades, pero muy pocos lencuentran ventajas sustanciosas en tal política. De hecho, en las escuelas donde los papás deciden —las privadas— rara vez se impulsa decididamente la integración.
Mientras tanto, la discriminación y la intolerancia, que nacen de juzgar como intrínsecamente diferente a quien no es “como yo”, campean en nuestra sociedad herida. Sin que nada nos haga sentir en carne propia el dolor del otro, su pobreza, su marginación. Sin que nos asumamos como una sola familia, con la obligación de tender puentes, abrir el corazón, las políticas, los monederos, y antes que nada privilegiar a los más vulnerables, a los pobres, a los marginados.Esta era la función de la integración educativa. Pero lo revolucionario de sus acciones, su espíritu, se empolva entre legajos de burocracia. No exagero.
El pasado 2 de septiembre se celebro la Reunión General del Programa Nacional de Fortalecimiento de la Educación Especial y de la Integración Educativa. Y ni siquiera entre líneas se menciona que “la construcción de una sociedad no discriminadora e incluyente”, es el fruto de la integración. Autoridades y ponentes realizaron un balance de los éxitos y las tareas pendientes de los últimos cuatro años. Surgieron iniciativas, se propusieron correcciones; pero no se mencionó su función más trascendente, ni pareció preocuparles el aletargamiento de su espíritu.

Urge construir una sociedad integradora, que enfrente y desenmascare la discriminación que está en la raíz de la pobreza, de la marginación, del desarrollo inequitativo, de la amargura e impotencia de una mayoría que sobrevive sin futuros, y de la violencia que se gesta en cada resolución judicial que aniquila la esperanza. Urge reavivar el espíritu de la integración educativa, e insuflarlo en todos los ambientes educativos, en todos los niveles, en todos los sistemas. Es un arma poderosa, y la necesitamos hoy mismo.

viernes, septiembre 08, 2006

LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LA CIUDAD

Autora: Mtra. Bodil Andrade Frich
PUblicación. La jornada de oriente, 8 septiembre 2006

La ciudad moderna es la expresión de las contradicciones derivadas de la urbanización y la consecuente absorción del campo por la ciudad. La ciudad es la conjunción de una gran heterogeneidad de agentes sociales, lo que le imprime los verdaderos contenidos a los significados, a las funciones y a las formas urbanas. Como resultado de la globalización, las ciudades, han visto modificadas sus condiciones como espacio económico, simbólico, afectivo, político, como vida cotidiana, cómo ámbito de placer y reencuentro, es decir como espacio de la diversidad social, la ciudad se erige como producto y productora de una gran pluralidad de actores.

Es en esta complejidad y heterogeneidad de espacios, de actores, de intereses y valores, que se construye el medio ambiente de la ciudad. La relación naturaleza- sociedad en el ámbito urbano plantea un enorme reto de analizar la manera en la que el conocimiento socialmente producido, las normas, los símbolos, las imágenes y los discursos, generan una estructura social que permite a los ciudadanos urbanos percibir, vivir y enfrentar, de diferentes maneras, su necesaria relación con la ciudad.

La construcción social de la ciudad no se limita a referirse al proceso de “vivir la ciudad” como un fenómeno de dominación y sometimiento de ésta, sino que implica una interacción cognitiva, moral y estética entre el ciudadano urbano y su entorno y propone incluir al mundo simbólico de la vida urbana, como un elemento constitutivo de la ciudad. Desde esta perspectiva, se verá a la ciudad como algo simbólicamente construida y no como algo dado objetivamente.

De esta manera es posible reconocer la existencia de procesos de construcción social de la ciudad y de sus implicaciones para la toma de decisiones en la planificación. Así pues la ciudad es el resultado de múltiples imágenes y discursos, por lo que la ciudad misma a aparece como el resultado de percepciones que a su vez son el producto de la experiencia, el lenguaje, imágenes y fantasías por lo que en función de ello, en una ciudad, existirán diversas formas de concebir los problemas ambientales, sus consecuencias y posibles soluciones.

Toda forma de sociedad, produce su propia y selecta perspectiva del ambiente, lo que influye en la elección de los riesgos, objetos de atención y preocupación. Son las formas de transformación social, cultural o simbólicas y sus repercusiones en las formas de percibir y vivir la modernidad, más que la severidad de los daños ecológicos por sí mismos, lo que explica cómo se constituye lo ambiental como objeto de preocupación y reflexión.

Desde esta perspectiva, los problemas ambientales urbanos, no deben su existencia tanto a la magnitud, gravedad o simplemente existencia física, sino a la manera como los grupos sociales y los habitantes de la ciudad, le dan un significado, un valor y una connotación tal, que los convierte en objetos de preocupación. Por ello, a pesar de que en la planeación urbana se plantea la necesidad de buscar soluciones a problemas ambientales diagnosticados en la ciudad, al no considerar la dimensión social, no logran alcanzar una visión integral de los problemas, proponiendo solamente soluciones técnicas, que no resuelven satisfactoriamente las problemáticas planteadas, pues no son capaces de movilizar a los ciudadanos, para luchar por el mejoramiento ambiental de su ciudad.

martes, septiembre 05, 2006

Cuando se quiebra el alma

Autora: María Eugenia Sánchez Díaz de Rivera
Publicado en: www.e-consulta.com/ 5 de Septiembre 2006.

Pensaba dedicar este artículo a la forma “políticamente correcta” como se expresó el Secretario de Gobernación Carlos Abascal, una forma propia del manual de Carreño, cuando entrevistado al final del No-Informe, decía dulcemente que hay que apelar al diálogo político, que hay que prever la aplicación de la ley, que lo que importa es la legalidad y las instituciones. Curiosamente, en ese mismo momento en el “súper” en movimiento de la TV se leía “El IPAB defiende el rescate bancario”, después de una investigación que no encontró responsables del atraco mayor de las últimas décadas, obviamente “legal” e “institucional”. Añadía Abascal que si el PRD seguía así se le quitaría el registro, que el 1o. de septiembre se hará lo que haya que hacerse. Después pensé en hablar de Emilio Gamboa Patrón - quien por cierto, aparece en el libro de Lydia Cacho- , que muy “legal e institucionalmente” quedó de presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso, y que con un lenguaje oportunamente modulado, casi tierno, nos recordaba que el PRI es quien ha mantenido la paz, el crecimiento económico y la preocupación social, y se mostraba molesto de ver cómo se peleaban PRD y PAN. De los representantes de los partidos que tuvieron tiempo de presentar su posición ante el Congreso no pensaba hablar, porque al final del evento ya pocos nos acordábamos de ellos ni de lo que habían dicho: que si “los verdes” comprometían todos sus votos en las decisiones que llevaran a la competitividad, la modernización, la generación de empleo y el desarrollo sustentable, como si entre esas cuatro variables no se dieran tensiones y hasta oposiciones severas; o a la vehemente priista que quería, a base de enjundia, hacernos creer que el PRI se está renovando, o a la representante de Alternativa Socialdemócrata y Campesina, quien a través de un discurso bien articulado, dedicó un receta moral a todos los demás partidos. Quería hablar de la sorpresa de ver la unidad, posiblemente efímera, entre los miembros de la Coalición por el Bien de Todos, la solidaridad de los de “dentro” con los de las calles. Pero prefiero compartirles, tal vez en busca de terapia, todo aquello que me quiebra el alma.Me quiebra el alma, primero que todo, ver como va in crescendo la desigualdad agraviante de nuestro país reforzada de clasismo y de racismo. ¿Cómo dialogar?¿Cómo tender puentes cuando esa realidad, sus efectos y la provocación violenta que significa, sigue sin tomarse en serio por quienes detentan el poder político, económico y mediático? Repito lo que ya dije en un artículo, este año estamos pagando a la deuda del ex FOBAPRA, o sea a los banqueros, 31 000 millones de pesos, y el presupuesto del Programa “Oportunidades” es de 36 000 millones de pesos. La dignidad de TODOS los mexicanos está en entredicho mientras ese modelo no se transforme de manera profunda. ¿Nos damos cuenta de que el diálogo es casi imposible mientras no se reconozcan esas condiciones?Me quiebra el alma vernos orillados a tomar partido y posturas que no nos convencen plenamente, situación a la que nos han llevado la ceguera del poder, y la falta de cauce adecuado al dolor y al resentimiento de los humillados, dolores que no son de ayer. Me quiebra el alma ver a un Presidente deteriorado que no pudo entrar al recinto del Congreso, persona de buena voluntad cuya torpeza, cuya esposa, y cuya sumisión al gran capital lo llevaron, nos llevaron a donde estamos. Me quiebra ver a un López Obrador, que como decía un articulista, si hubiera utilizado el 10% de la energía y la convocatoria que está utilizando ahora, habría ganado la contienda ampliamente y no estaría desgastado dirigiendo un movimiento que no sabemos a dónde puede llevarnos.Me quiebra el alma, me indigna, y considero que genera mayor violencia, el que Gobierno y PAN nos estén hablando a tiempo y a destiempo de la legalidad y las instituciones cuando tuvimos ante nuestros ojos una campaña siniestra que, entre otras cosas, empezó con el Desafuero, pasó por la aprobación de la ley Televisa y terminó con la negativa de contar voto con voto. La responsabilidad de esos hechos tendrán que llevarla a cuestas toda la vida los miembros del actual gobierno. Me quiebra el alma que hablen de institucionalidad cuando dejaron deteriorarse el problema de Oaxaca por intereses arreglados “en diálogo político”, cuando se aliaron con lo más ilegal y anti-institucional del PRI: Elba Esther Gordillo; y porque muy pronto se les olvidó el caso Lydia Cacho y entablaron diálogo amistoso con Mario Marín. Me quiebra el alma que ya pocos se acuerden de los presos de ATENCO, y mucho menos de los orígenes de esos conflictos que desembocaron en una jornada de abusos inenarrable e impune.Me quiebra el alma que entre familiares, colegas de trabajo, vecinos, nos estemos peleando, hiriendo y haciéndonos sufrir, porque la comunicación ya se quebró. La comunicación ya se rompió o está a punto de hacerlo, porque las circunstancias han llevado a que cada quien recicle cualquier tipo de información o de argumento en su propia lógica, que parte de principios o de deseos o de frustraciones o de intereses, o de todo a la vez. Me quiebra el alma la impotencia que experimentamos para evitar algo que, como una sombra terrible se cierne sobre México: una guerra civil y/o una dictadura. ¿Cómo podemos evitar un desenlace de esa magnitud sin comprometer la lucha por la justicia y la dignidad? Esa es la pregunta, la principal pregunta que noche y día está instalada, no sólo en mi mente sino en ese lugar inaccesible del ser humano del que brota el dolor y también la esperanza.

viernes, septiembre 01, 2006

El papel de la universidad en la globalización

Autor: Martín López Calva
Publicación: www.e-consulta.com.mx 1 Septiembre 2006
EL CIRCULO“La transformación de la sociedad comienzacon la capacidad de reducir la pobreza y la mera subsistenciay de satisfacer las necesidades de la mayoría de la población”.Daniel Bell.Aún desde análisis que partan de aceptar la lógica de consumo y mercado como las que rigen la vida moderna y no cuestionen el modelo que se está imponiendo como única vía, constatamos que se señala cada vez con mayor fuerza la necesidad de incrementar los esfuerzos de lucha contra la pobreza y la desigualdad. El problema está en la posibilidad o imposibilidad de hacerlo con un modelo tal como el que ahora rige la economía mundial globalizada. Esta es una tarea profundamente universitaria: El estudio serio, la crítica razonable y la búsqueda de alternativas a este modelo económico es una prioridad para nuestras universidades.El ideal de equidad ha sido uno de los pilares sobre los cuales se ha edificado históricamente la universidad pública y toda la educación pública en general. Muchos autores señalan que ante el proceso de globalización económica y de normas e ideales liberales, este objetivo de equidad vía la educación se ha venido sustituyendo por el de la calidad, término ambiguo como bien señala Latapí.Sin profundizar mucho en el tema, parece necesario señalar que el objetivo de la equidad sigue siendo una prioridad en nuestra educación de todos los niveles incluyendo el de la educación universitaria. Analizar nuestra sociedad nos hace caer en la cuenta de que esta es una meta necesaria para aspirar a cualquier desarrollo ulterior.Sin embargo el valor de la calidad en la educación universitaria no puede ser desdeñado y mucho menos si tenemos conciencia de que el proceso de globalización implicará la competencia y el flujo de profesionales de un país a otro tarde o temprano. El problema no está entonces en que existe un dilema real entre equidad o calidad sino en cómo asumir el reto de dar una educación universitaria de calidad para la equidad.Las exigencias de la sociedad de mercado traen consigo la necesidad de plantearse una noción crítica de eficiencia y una medida razonable de incorporar eso que llaman “criterios de mercado” a la organización y funcionamiento de las universidades. No se trata de adoptar ciegamente modelos extranjeros o de instituciones privadas pero sí de ir generando una serie de criterios propios y adecuados a las finalidades de una educación que vayan en la línea de la calidad, la eficiencia y todos estos elementos que si no se absolutizan, son legítimos y necesarios en toda universidad.La necesidad de una planeación para orientar a las universidades a la producción de “conocimiento teórico codificable”, es decir, aplicable a los procesos de innovación, mejoramiento o difusión de la tecnología para reducir la dependencia del exterior es otra cuestión que debe empezar a estudiarse. La universidad no debería convertirse en formadora de técnicos que operen lo que se diseña, se mejora y se difunde en otros países sino de profesionales que sean generadores de conocimiento que pueda ser aplicado. En lo político, la universidad puede ser o crear las instancias institucionales de intermediación cultural entre las exigencias de globalización poco exploradas y comprendidas por el grueso de la población del país y las necesidades regionales y nacionales.La universidad puede educar y encauzar la fuerza creciente de la opinión pública para hacerla más inteligente, crítica y responsable y por ende, menos sujeta a la manipulación de los medios o los grupos de interés económico, político o religioso.La necesidad de reconstruir la participación política es un papel irrenunciable de la universidad que se ha venido desarticulando quizá por cuestiones económicas o porque es también sujeto y víctima de esta falta de participación general. ¿Promovemos la formación de personas y de ciudadanos o la capacitación de consumidores y vendedores de productos o servicios?Ante el resquebrajamiento social, la universidad tiene el reto de constituirse en un puente que vaya abriendo espacios de diálogo y encuentro entre los distintos grupos sociales y tratando de buscar la convergencia de esos muchos Méxicos de los que habla Zermeño en su libro: “La sociedad derrotada”.La globalización está presionando hacia formar profesionistas exitosos y competitivos para sociedades desintegradas y esa es la peor maldición que le puede pasar a la universidad. Formar profesionistas que sean capaces de integrar e integrarse hacia abajo y hacia arriba en la estructura social para que sean capaces de establecer vínculos y procesos de promoción de un mayor entendimiento social es una tarea que está por hacerse. El reto es formar profesionistas con una visión global desde una perspectiva local o regional.En el aspecto cultural, la universidad es un espacio privilegiado para la apertura, la tolerancia y el diálogo intercultural. Estos son quizá los valores más evidentes del proceso globalizador visto desde la perspectiva de las culturas. La universidad debe cuidar esta misión desde su misma composición y apertura a recibir población de muchos estratos sociales, culturas y aún razas y nacionalidades, para irse convirtiendo en una promotora del diálogo intercultural y de la tolerancia y la diversidad en una sociedad que es todavía bastante cerrada a lo diferente.Una condición imprescindible para ello, será la apertura y la adecuación del modelo educativo a la nueva realidad global. Los símbolos, los discursos, el arte, el ambiente y las personas que constituyan nuestras universidades, deben recrearse para poder tener posibilidades de articulación y credibilidad ante los jóvenes que pertenecen a una cultura antidogmática y aún relativista.