Autora: María Eugenia Sánchez Díaz de Rivera
Publicado en: www.e-consulta.com/ 5 de Septiembre 2006.
Pensaba dedicar este artículo a la forma “políticamente correcta” como se expresó el Secretario de Gobernación Carlos Abascal, una forma propia del manual de Carreño, cuando entrevistado al final del No-Informe, decía dulcemente que hay que apelar al diálogo político, que hay que prever la aplicación de la ley, que lo que importa es la legalidad y las instituciones. Curiosamente, en ese mismo momento en el “súper” en movimiento de la TV se leía “El IPAB defiende el rescate bancario”, después de una investigación que no encontró responsables del atraco mayor de las últimas décadas, obviamente “legal” e “institucional”. Añadía Abascal que si el PRD seguía así se le quitaría el registro, que el 1o. de septiembre se hará lo que haya que hacerse. Después pensé en hablar de Emilio Gamboa Patrón - quien por cierto, aparece en el libro de Lydia Cacho- , que muy “legal e institucionalmente” quedó de presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso, y que con un lenguaje oportunamente modulado, casi tierno, nos recordaba que el PRI es quien ha mantenido la paz, el crecimiento económico y la preocupación social, y se mostraba molesto de ver cómo se peleaban PRD y PAN. De los representantes de los partidos que tuvieron tiempo de presentar su posición ante el Congreso no pensaba hablar, porque al final del evento ya pocos nos acordábamos de ellos ni de lo que habían dicho: que si “los verdes” comprometían todos sus votos en las decisiones que llevaran a la competitividad, la modernización, la generación de empleo y el desarrollo sustentable, como si entre esas cuatro variables no se dieran tensiones y hasta oposiciones severas; o a la vehemente priista que quería, a base de enjundia, hacernos creer que el PRI se está renovando, o a la representante de Alternativa Socialdemócrata y Campesina, quien a través de un discurso bien articulado, dedicó un receta moral a todos los demás partidos. Quería hablar de la sorpresa de ver la unidad, posiblemente efímera, entre los miembros de la Coalición por el Bien de Todos, la solidaridad de los de “dentro” con los de las calles. Pero prefiero compartirles, tal vez en busca de terapia, todo aquello que me quiebra el alma.Me quiebra el alma, primero que todo, ver como va in crescendo la desigualdad agraviante de nuestro país reforzada de clasismo y de racismo. ¿Cómo dialogar?¿Cómo tender puentes cuando esa realidad, sus efectos y la provocación violenta que significa, sigue sin tomarse en serio por quienes detentan el poder político, económico y mediático? Repito lo que ya dije en un artículo, este año estamos pagando a la deuda del ex FOBAPRA, o sea a los banqueros, 31 000 millones de pesos, y el presupuesto del Programa “Oportunidades” es de 36 000 millones de pesos. La dignidad de TODOS los mexicanos está en entredicho mientras ese modelo no se transforme de manera profunda. ¿Nos damos cuenta de que el diálogo es casi imposible mientras no se reconozcan esas condiciones?Me quiebra el alma vernos orillados a tomar partido y posturas que no nos convencen plenamente, situación a la que nos han llevado la ceguera del poder, y la falta de cauce adecuado al dolor y al resentimiento de los humillados, dolores que no son de ayer. Me quiebra el alma ver a un Presidente deteriorado que no pudo entrar al recinto del Congreso, persona de buena voluntad cuya torpeza, cuya esposa, y cuya sumisión al gran capital lo llevaron, nos llevaron a donde estamos. Me quiebra ver a un López Obrador, que como decía un articulista, si hubiera utilizado el 10% de la energía y la convocatoria que está utilizando ahora, habría ganado la contienda ampliamente y no estaría desgastado dirigiendo un movimiento que no sabemos a dónde puede llevarnos.Me quiebra el alma, me indigna, y considero que genera mayor violencia, el que Gobierno y PAN nos estén hablando a tiempo y a destiempo de la legalidad y las instituciones cuando tuvimos ante nuestros ojos una campaña siniestra que, entre otras cosas, empezó con el Desafuero, pasó por la aprobación de la ley Televisa y terminó con la negativa de contar voto con voto. La responsabilidad de esos hechos tendrán que llevarla a cuestas toda la vida los miembros del actual gobierno. Me quiebra el alma que hablen de institucionalidad cuando dejaron deteriorarse el problema de Oaxaca por intereses arreglados “en diálogo político”, cuando se aliaron con lo más ilegal y anti-institucional del PRI: Elba Esther Gordillo; y porque muy pronto se les olvidó el caso Lydia Cacho y entablaron diálogo amistoso con Mario Marín. Me quiebra el alma que ya pocos se acuerden de los presos de ATENCO, y mucho menos de los orígenes de esos conflictos que desembocaron en una jornada de abusos inenarrable e impune.Me quiebra el alma que entre familiares, colegas de trabajo, vecinos, nos estemos peleando, hiriendo y haciéndonos sufrir, porque la comunicación ya se quebró. La comunicación ya se rompió o está a punto de hacerlo, porque las circunstancias han llevado a que cada quien recicle cualquier tipo de información o de argumento en su propia lógica, que parte de principios o de deseos o de frustraciones o de intereses, o de todo a la vez. Me quiebra el alma la impotencia que experimentamos para evitar algo que, como una sombra terrible se cierne sobre México: una guerra civil y/o una dictadura. ¿Cómo podemos evitar un desenlace de esa magnitud sin comprometer la lucha por la justicia y la dignidad? Esa es la pregunta, la principal pregunta que noche y día está instalada, no sólo en mi mente sino en ese lugar inaccesible del ser humano del que brota el dolor y también la esperanza.
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