Autor: Dr. Martín López Calva
Publicación. Síntesis, 14 septiembre 2006
Toda educación es el reflejo de la sociedad y al mismo tiempo toda sociedad es el reflejo de su educación. ¿Qué sociedad refleja nuestra educación actual? ¿Qué educación está reflejándose en la situación social que hoy vivimos? Y mirando estas preguntas en prospectiva: ¿Qué tipo de sociedad queremos que refleje nuestra educación? Y ¿Qué clase de educación deseamos que se refleje en nuestra sociedad?
Se habla mucho hoy en el ámbito educativo de valores necesarios para la convivencia en estos tiempos de globalización y de conciencia de la pluralidad cultural, étnica, religiosa, social, etc. Valores tales como el respeto, la tolerancia, la libertad de expresión y elección, son exaltados hoy en el discurso educativo como necesarios para formar a los ciudadanos del siglo XXI.
Del mismo modo, en nuestra sociedad actual escuchamos continuamente hablar de estos valores como indispensables para la construcción de un país más justo y más humano en la nueva realidad socio-política mexicana que expresa, aún de manera indiferenciada y a veces caótica, esta pluralidad del mundo contemporáneo.
Sin embargo la realidad educativa y la realidad social parecen estar viviéndose desde otros fundamentos mucho menos positivos y deseables. Nos encontramos hoy en un país donde pareciera que no hay salida intermedia entre la anarquía y el desdén por toda normatividad, reglamentación e institucionalidad (“al diablo con las instituciones”) y un reclamo de ciertos sectores por la vuelta al autoritarismo del pasado (“el gobierno es débil, el gobierno debería aplicar la ley aún por la fuerza”).
Estamos asimismo en una realidad educativa donde parece estar viviéndose esta polarización entre quienes siguen defendiendo una formación centrada en la autoridad del maestro y la enseñanza de ciertos conceptos y de ciertos valores impuestos desde esta autoridad –aunque en el discurso sean defensores de la libertad, la flexibilidad y el énfasis en el estudiante- y quienes verían que hay que romper con toda forma de imposición en el aula y en las instituciones escolares pero que entienden esta nueva visión como una ruptura total y un desdén hacia todo lo que implique orden, búsqueda de calidad o eficiencia, indicadores de evaluación, disciplina, etc.
Tenemos entonces una sociedad donde, en primer lugar, se manejan en el discurso ciertos valores que no son los que en la realidad están imperando y una educación que parece estar en la misma tesitura y por ello tenemos una formación ciudadana esquizofrénica en la que cada estudiante aprende a manejarse de una manera en lo discursivo y de otra muy distinta en lo práctico.
Esto se debe, desde mi punto de vista a que nuestra sociedad y nuestra educación no logran dar el paso hacia una visión de complejidad y siguen leyendo y respondiendo a los hechos desde una perspectiva simplista, dialéctica y hasta maniquea.
Tenemos entonces una sociedad donde inevitablemente predomina la necesidad de optar entre esto O aquello, entre tal O cual postura, entre este grupo O ese otro, entre este líder O el otro. Una sociedad en la que hay “los buenos” y “los malos”, “los de la derecha autoritaria” y “los de la izquierda revoltosa” y así en todos los ámbitos por lo que es prácticamente imposible establecer el diálogo y buscar la tolerancia y el respeto.
Del mismo modo vivimos una educación donde se forma en esta visión de la disyunción propia de la simplicidad (“O”) y no en la visión de la conjunción propia de la complejidad (“Y”). Las ciencias naturales de lo absolutamente verdadero frente a lo totalmente falso, la formación ética y cívica de lo únicamente bueno contra lo incuestionablemente malo, la historia de los héroes sin defectos contra los villanos sin matices. Esta es la visión que sigue predominando en nuestras escuelas en el día a día a pesar de que en la teoría se digan cosas distintas.
Si queremos construir una sociedad diferente donde realmente se vivan la tolerancia, el respeto, el diálogo y las libertades, tenemos que hacer un esfuerzo intelectual serio por dar el salto entre la visión de simplicidad y la visión de complejidad. Esto nos dará una capacidad para entender los fenómenos de una manera integral, con matices y sin etiquetas maniqueas y será la herramienta para formar a los nuevos ciudadanos en la convicción profunda de que el dilema no está en la opción entre este líder o este grupo o aquél, sino en el esfuerzo continuo por construir y asumir lo que es más inteligente, más razonable y más responsable en cada situación existencial y social.
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