viernes, marzo 25, 2011

No sólo las calificaciones importan

Autor: José Rafael de Regil Vélez datos del autor haz click aquí
Publicado:  Síntesis Puebla,  20 de marzo de 2011

     Recientemente he escuchado a amigos catedráticos de distintas universidades y licenciaturas quejarse de un mal que pareciera ser de la época de sus estudiantes con frecuencia no entregan trabajos o los entregan sin seguir las indicaciones dadas, incluso les dan productos que no son los solicitados. No se trata del caso de quien en tendiendo los propósitos del curso sortea alguna contingencia de manera creativa, sino del caso de los alumnos que producen por producir.
     En muchos de estos casos los estudiantes se acercan con sus docentes y les piden que les pongan buenas calificaciones a pesar de las insuficiencias referidas. La negativa del académico o académica es tomada a título personal. Las recomendaciones de mejora no son tomadas en cuenta, so pre texto de que "de todos modos me va a calificar el' maestro como quiera". El problema desaparece ría con 8, 9 o 10.
     Esto de hacer tan sólo lo que venga en gana tiene, a la larga, repercusiones en la vida personal y laboral. En alguna ocasión una empleada con puesto de mando medio decidió hacer un pedido de material por doscientos mil dólares y no por ochenta mil, porque le pareció que estaría bien tener algo "de reserva". Su decisión, tomada más por sentir que por entender, impactó a la empresa sin justificación razonable alguna y llevó al despido de la persona sin indemnización.
     Ante esto cabe, sin duda, la pregunta: ¿cómo se ha llegado a eso? ¿Para qué sirve que los profesores den consignas de trabajo y creen rúbricas y listas de cotejo? ¿Qué significado se le ha dado a la calificación de los productos de aprendizaje? ¿Tan sólo para obtener calificaciones? ¿Qué sentido tiene evaluar a los estudiantes en la educación? Hay cosas más importantes que las calificaciones que obtenga una persona y son su comprensión de propósitos, el manejo experto de procedimientos, a partir de los cuales pueda intentar sus lógicas modificaciones. La evaluación permite, más que los números en la boleta, entender mejor lo que hay que hacer, los conocimientos que eso conlleva, las actitudes que supone, las habilidades que hay que desarrollar y todo ello con la posibilidad de establecer líneas de mejora.
     Hoy cuando se busca la formación de personas competentes para la ciudadanía que cree una sociedad económicamente sustentable y humanamente digna, estos temas se vuelven imprescindibles. Porque los alumnos no son los clientes de las instituciones educativas, sino la sociedad que los requiere para que la transformen sensatamente. Las condiciones de vida digna serán la verdadera calificación que se obtenga, los maestros no deben ceder ante los alumnos provenientes de hogares donde lo que importan son las notas y no realmente los aprendizajes.

La evaluación educativa: hacia una mirada más profunda...

Autora: Marisol Aguilar Mier
Publicado: La Primera de Puebla, 17 de marzo de 2011

     El tema de la evaluación resulta central para cualquier institución educativa preocupada por la calidad académica y la pertinencia de la formación que ofrece. No obstante, esta función tan en boga hoy en día, suscita múltiples interrogantes que generan un debate constante a su alrededor.
     De esta manera, el polémico tema de la evaluación tiene efectos distintos y en ocasiones contrarios, según el actor que la mire. Es decir, no es ni implica lo mismo para los profesores que para los estudiantes, para los padres de familia, para los directivos de una institución educativa o para los organismos que acreditan la calidad de las mismas. No obstante, sea cual sea el proceso a evaluar y sea quien sea el sujeto evaluado, es preciso comprender a esta función de manera amplia y compleja y no como un simple instrumento, trámite o formato que se añade como un “adorno” al resto de tareas académicas con el afán único de cumplir con lo solicitado, teniendo poca o ninguna relación con lo que en realidad sucede. Dicho de otra manera, si la evaluación no tiene como finalidad la mejora continua de los procesos y desempeños carece de sentido, siendo incluso más nociva que útil pues tenderá a generar vicios y malas prácticas en los actores involucrados, especialmente, cuando ésta se desarrolla en un clima de control y amenaza, y cuando se emplea exclusivamente con fines de control y calificación.
     Por lo tanto, para que los procesos de evaluación permeen en las instituciones educativas y abonen sus funciones con un componente de mejora, es necesario crear una serie de condiciones que la hagan propicia, un clima en donde pueda prosperar entendiendo que en ella subyace un conjunto de valores, creencias, expectativas y relaciones entre los actores participantes. Lo anterior implica lo que podríamos denominar como cultura de la evaluación.
     Por ello, las nuevas tendencias superan la visión exclusivamente técnica y cuantitativa de la evaluación para poner la mirada en otras cuestiones más de fondo y, sin ignorar toda la problemática que envuelve a este tipo de función, buscan abarcarla desde una perspectiva más compleja. De esta manera, se apuesta hoy en día por una evaluación con sentido formativo la cual coloca al propio sujeto como protagonista y no como simple receptor, al suponer una reflexión planificada y sistemática de su quehacer, a través de procesos de análisis crítico sobre las propias creencias y prácticas para su mejora permanente. Del mismo modo, se busca una evaluación participativa, que rompa con la relación de poder que se suscita entre los evaluados y los evaluadores para lograr contemplar a los actores involucrados en su diseño y operación tomando en cuenta las percepciones sobre su trabajo y sobre los propios procesos evaluativos. Aunado a lo anterior, se busca también una evaluación comprensiva que ayude a entender lo que una práctica o función tiene de positivo o negativo con el propósito de identificar las causas tanto de lo primero como de lo segundo y trabajar más en los procesos para lograr los resultados esperados. Desde esta perspectiva, también se debe apuntalar hacia una evaluación contextualizada puesto que ninguna práctica o proceso es neutro ni está aislado, así que debe tomarse en cuenta el marco normativo y las condiciones institucionales en que opera. Y en este mismo orden de ideas, otro atributo de vital importancia consiste en que la evaluación pueda ser a) integral: porque se abre a la participación de distintas fuentes de información provenientes de múltiples actores a través de métodos variados, b) integrada: porque no se le concibe como un añadido yuxtapuesto al final de un proceso sino como una ejercicio continuo, sistemático y permanente y c) integradora: porque brinda la posibilidad de construir un conocimiento global de carácter retroalimentador que contribuya a la mejora de los procesos.
     Bajo estas miradas cabría preguntarse entonces ¿qué noción subyace en la manera en la que se evalúa el aprendizaje en las escuelas? ¿Cómo y para qué se evalúa el desempeño de los profesores? ¿Cómo se determina la calidad de una institución educativa? ¿Cómo se identifica la pertinencia de los cursos que se ofrecen? ¿Podemos hablar realmente de una cultura de la evaluación o más bien encontramos prácticas enviciadas, contradictorias o de simulación? Si esto es así ¿qué efectos tiene este tipo de evaluación sobre los procesos de enseñanza-aprendizaje y sobre la formación de las personas? Ir respondiendo a estas interrogantes nos permitirá, sin duda, avanzar hacia procesos evaluativos más pertinentes, ricos e integrales.





viernes, marzo 18, 2011

La evaluación educativa: hacia una mirada más profunda...

Autora: : Marisol Aguilar Mier
Publicado: La Primera de Puebla, 17 de marzo de 2011

     El tema de la evaluación resulta central para cualquier institución educativa preocupada por la calidad académica y la pertinencia de la formación que ofrece. No obstante, esta función tan en boga hoy en día, suscita múltiples interrogantes que generan un debate constante a su alrededor.
     De esta manera, el polémico tema de la evaluación tiene efectos distintos y en ocasiones contrarios, según el actor que la mire. Es decir, no es ni implica lo mismo para los profesores que para los estudiantes, para los padres de familia, para los directivos de una institución educativa o para los organismos que acreditan la calidad de las mismas. No obstante, sea cual sea el proceso a evaluar y sea quien sea el sujeto evaluado, es preciso comprender a esta función de manera amplia y compleja y no como un simple instrumento, trámite o formato que se añade como un “adorno” al resto de tareas académicas con el afán único de cumplir con lo solicitado, teniendo poca o ninguna relación con lo que en realidad sucede. Dicho de otra manera, si la evaluación no tiene como finalidad la mejora continua de los procesos y desempeños carece de sentido, siendo incluso más nociva que útil pues tenderá a generar vicios y malas prácticas en los actores involucrados, especialmente, cuando ésta se desarrolla en un clima de control y amenaza, y cuando se emplea exclusivamente con fines de control y calificación.
     Por lo tanto, para que los procesos de evaluación permeen en las instituciones educativas y abonen sus funciones con un componente de mejora, es necesario crear una serie de condiciones que la hagan propicia, un clima en donde pueda prosperar entendiendo que en ella subyace un conjunto de valores, creencias, expectativas y relaciones entre los actores participantes. Lo anterior implica lo que podríamos denominar como cultura de la evaluación.
     Por ello, las nuevas tendencias superan la visión exclusivamente técnica y cuantitativa de la evaluación para poner la mirada en otras cuestiones más de fondo y, sin ignorar toda la problemática que envuelve a este tipo de función, buscan abarcarla desde una perspectiva más compleja. De esta manera, se apuesta hoy en día por una evaluación con sentido formativo la cual coloca al propio sujeto como protagonista y no como simple receptor, al suponer una reflexión planificada y sistemática de su quehacer, a través de procesos de análisis crítico sobre las propias creencias y prácticas para su mejora permanente. Del mismo modo, se busca una evaluación participativa, que rompa con la relación de poder que se suscita entre los evaluados y los evaluadores para lograr contemplar a los actores involucrados en su diseño y operación tomando en cuenta las percepciones sobre su trabajo y sobre los propios procesos evaluativos. Aunado a lo anterior, se busca también una evaluación comprensiva que ayude a entender lo que una práctica o función tiene de positivo o negativo con el propósito de identificar las causas tanto de lo primero como de lo segundo y trabajar más en los procesos para lograr los resultados esperados. Desde esta perspectiva, también se debe apuntalar hacia una evaluación contextualizada puesto que ninguna práctica o proceso es neutro ni está aislado, así que debe tomarse en cuenta el marco normativo y las condiciones institucionales en que opera. Y en este mismo orden de ideas, otro atributo de vital importancia consiste en que la evaluación pueda ser a) integral: porque se abre a la participación de distintas fuentes de información provenientes de múltiples actores a través de métodos variados, b) integrada: porque no se le concibe como un añadido yuxtapuesto al final de un proceso sino como una ejercicio continuo, sistemático y permanente y c) integradora: porque brinda la posibilidad de construir un conocimiento global de carácter retroalimentador que contribuya a la mejora de los procesos.
     Bajo estas miradas cabría preguntarse entonces ¿qué noción subyace en la manera en la que se evalúa el aprendizaje en las escuelas? ¿Cómo y para qué se evalúa el desempeño de los profesores? ¿Cómo se determina la calidad de una institución educativa? ¿Cómo se identifica la pertinencia de los cursos que se ofrecen? ¿Podemos hablar realmente de una cultura de la evaluación o más bien encontramos prácticas enviciadas, contradictorias o de simulación? Si esto es así ¿qué efectos tiene este tipo de evaluación sobre los procesos de enseñanza-aprendizaje y sobre la formación de las personas? Ir respondiendo a estas interrogantes nos permitirá, sin duda, avanzar hacia procesos evaluativos más pertinentes, ricos e integrales.

Líderes sin liderazgo

Autora: Laura Angélica Bárcenas Pozos
Publicado:  E- consulta, 16 de marzo de 2011

     Hoy, cuando se busca la formación de personas competentes para la ciudadanía que cree una sociedad económicamente sustentable y humanamente digna estos temas se vuelven imprescindibles. Porque los alumnos no son los clientes de las instituciones educativas, sino la sociedad que los requiere para que la transformen sensatamente. Las condiciones de vida digna serán la verdadera calificación que se obtenga, los maestros no deben ceder ante los alumnos provenientes de hogares donde lo que importan son las notas y no realmente los aprendizajes.
     En los últimos meses, los que nos dedicamos a la reflexión de los asuntos educativos en nuestro país hemos estado revisando y analizando las recomendaciones que la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) hizo a México a partir de los resultados de la prueba PISA, misma que se aplicó a estudiantes de bachillerato con la intención de mejorar la calidad educativa en México.
     Estas recomendaciones se centran en los profesores y los directivos, resultándonos de mucho interés, pues sin descubrir el hilo negro, han puesto el dedo en la llaga de dos aspectos que son urgentes e importantes de resolver, pero que están en medio del jaloneo entre las autoridades educativas y sindicales, habiendo muchos intereses políticos complicadamente entrelazados y difíciles de desatar para mejorar las intencionalidades de los actores de la educación.
     Aunque todos sabemos que los profesores son los directamente involucrados en el mejoramiento de la calidad educativa de nuestra escuela pública, esta vez me interesa hablar de los directivos, pues ellos son los actores que mantienen la estructura en la cual están parados los profesores para desempeñar su labor, además de que de estos actores se está esperando mucho y, según los expertos, están amarrados de manos en la toma de decisiones. Las recomendaciones que la OCDE hace sobre los directivos son: a) Definir la dirección escolar eficaz, b) Profesionalizar la formación y asignación de plazas a los directores, c) Fortalecer el liderazgo instruccional en las escuelas, d) Aumentar la autonomía escolar y e) Garantizar el financiamiento a todas las escuelas.
     Si uno lee y analizan cuidadosamente estas propuestas puede darse cuenta, aunque no sea un experto del tema educativo, que no es posible que en pleno Siglo XXI y con la estructura del sistema educativo nacional (en donde la responsabilidad directa de que la educación ejerza su función está en los directores y en los profesores) aún no se hayan definido las características de una dirección eficaz, esto es una omisión que carece de toda lógica.
     Hasta ahora, a noventa años de la fundación de la SEP, se está pensando en profesionalizar la formación de los directivos, lo que indica que cualquiera, con buenas relaciones políticas con los líderes sindicales, puede llegar a ocupar el puesto de director, pero tal vez esta persona no tenga las cualidades intelectuales, profesionales y morales para ejercer esta función. Además, es hasta ahora que se considera la posibilidad de que se les otorgue a estos actores autonomía en su función directiva, parece hasta irrisorio, porque entonces ¿cómo hacen su función directiva los directores de escuelas públicas?
     Se entendería que los directores tienen que establecer las garantías institucionales para que los profesores puedan ejercer su función docente, y que además son los líderes de dichas instituciones, por lo tanto son guías de alumnos, profesores y padres de familia para que la escuela alcance su fin último; además que tienen la capacidad de tomar decisiones para el mejor funcionamiento de la institución educativa. Pero entonces, ¿cuál es el rol que juega un director ahora?
     De acuerdo a lo que han planteado los expertos al hacer el análisis de las recomendaciones de la OCDE, los directores tienen pocas o nulas posibilidades de llevar a cabo su actividad, pues además de no haber recibido preparación para desarrollar la gestión escolar, no les permiten tomar decisiones sobre los aspectos fundamentales de la escuela, es decir, que líderes sindicales, padres de familia, docentes y hasta alumnos impiden que desarrolle su labor; debemos recordar que no se les dota a las escuelas de recursos económicos para sus funciones más vitales como pago de luz, agua potable, gises, plumones (en el mejor de los casos), papel, etc. Así que una función clara de los directores es trabajar junto con padres y profesores para mejorar la escuela, hacerla crecer y obtener los elementos básicos para su funcionamiento partiendo de cero.
     Es por eso que la sociedad de padres de familia establece una cuota de inscripción entre los padres, si no la escuela no tendría los medios para funcionar, y en muchas ocasiones, los directivos se ven en la necesidad de retener documentación de alumnos cuyos padres han sido morosos con su cooperación, en función de ser justos con aquellos que sí han cooperado, teniendo a la opinión pública como verdugo. Tampoco tiene posibilidades de despedir a un profesor que no está cumpliendo adecuadamente con su función docente, ni siquiera de hacerle recomendaciones para mejorarla, pues éste está protegido por el sindicato; aunado a esto, en muchas ocasiones no puede tomar la decisión de expulsar a un estudiante que está rebasando los límites de la buena y sana convivencia escolar, entre otros ejemplos.
     Así que lo único que le queda por hacer es permitir que los padres de familia, a través de la sociedad de padres, administren los recursos, que los profesores desempeñen su labor como lo consideren mejor, que los alumnos tengan una buena conducta para no llegar a malos momentos, que no suceda nada extraordinario en su escuela para que la opinión pública no lo vea. Por lo anterior, no tengo más posibilidad que concluir que los directores escolares son líderes sin liderazgo.

Sólo yo existo aunque pueda ver a mucha gente

Autora: Yossadara Franco Luna,datos del autos haz click aquí
Publicado: Síntesis Tlaxcala, 17 de marzo de 2011

     En alguna ocasión alguien muy molesto me relataba algo que le había ocurrido mientras intentaba llegar de un lugar a otro. Resulta que necesitaba trasladarse al supermercado y lo hizo por el camino habitual en un día no habitual. Entró por la misma calle que lo había hecho siempre, pero la notó distinta: era día de plaza. Toda entrada al supermercado estaba bloqueada y eso era normal, una calle cerrada.

     Al intentar salir de ésta para tomar otra que sí lo condujera a su destino se encontró con que algunas unidades de transporte colectivo hacen base entre 15 y 30 minutos. Quien se quede atrás de ellos tiene que esperar ese mismo tiempo para salir.
No podía dar crédito a lo que le estaba sucediendo, no entendía que a alguien aún no se le ocurriera poner un letrero que anunciará la situación de la calle ¡pues qué todos consideran que lo que sabe el vecino necesariamente lo deben saber todos los habitantes del estado! ¡Por qué la gente de ciudad piensa como si estuviera en el pueblo!
Mientras me relataba lo anterior cavilé en que ello es habitual en nuestro país: casi nadie piensa en el otro y ése es un grave problema.
     No se trata de que las personas piensen como pueblerinos viviendo en una urbe. No se trata de la confrontación entre el pensamiento de quienes viven en lo rural o lo urbano. Tiene que ver con que, por cultura, creemos que “sólo yo existo aunque pueda ver a mucha gente a mi alrededor”.
     Ese rasgo es el que permea en la vida cotidiana de los sujetos: si la calle es de todos también es mía, por lo tanto puedo poner mi puesto de comida a pesar de que estropee la circulación vial; si tengo prisa puedo no ceder el paso amén de que la indicación sea uno por uno; mis deseos de escuchar música en un país libre me lleva a poner mi equipo de sonido al más alto volumen … muchos más ejemplos puedo seguir escribiendo y casi todos serían reconocidos por el lector, incluso hasta le podrían generar cierto malestar.

¿Cómo solucionar este problema? La familia y la escuela tienen esta tarea en sus manos.      
     Ambas instituciones han de lograr que los sujetos se reconozcan en lo social, en una dinámica que siempre va a implicar al otro; es decir, cualquier cosa que realizan, aunque parezca del orden individual, generalmente llevará connotaciones sociales. Si el sujeto no pierde esto de vista seguramente pensará en el otro cuando decida realizar cualquier acción, pues no se trata de tomar grandes decisiones éticas sino de pensar mínimamente en el bienestar común.

     Lo anterior solamente será posible si conscientemente cada familia, cada escuela, cada maestro deciden reflexionar abiertamente qué implica vivir en el mundo, qué tipo de relaciones sociales son saludables, por qué es tan importante el bienestar común y qué se genera cuando éste no existe. Y empiezan a vivir de esta manera desde ya día a día.
Nuevamente, la escuela y la familia tienen en sus manos un pequeño problema que en sus consecuencias se vuelve la pesada cruz que nadie quiere cargar.




No tan rápida, pero muy furiosa

Autora: Celine Armenta.datos del autor haz clikc aquí
Publicado: Puebla on Line, 14 de marzo de 2011

La manipulación mediática es eficaz y cotidiana; permea  nuestras reticencias  y nos seduce,  nos envuelve, nos aísla, nos vence. Como virulento invasor se reproduce en nosotros, nos utiliza como sus incubadoras, sus propaladores, sus protectores y perpetuadores. Seguramente por ello cuesta tanto descubrir sus artimañas: estamos tan llenos de sus distorsiones y penumbras —de sus falsas verdades simplistas y únicas, repetidas hasta el agotamiento por distintas voces pero con idénticos contenidos—, que apenas y extrañamos las posibilidades de la complejidad, las inquietantes caras múltiples de las verdades, la pasión de disentir, la necesidad de examinar personalmente las versiones y la dolorosa responsabilidad de decidir lo que nos guíe en nuestras creencias y decisiones.
     Tan solo en los días pasados me he encontrado con suficientes evidencias de mi propia vulnerabilidad ante informaciones unidimensionales, planas, escuetas y por eso mismo, engañosas, falaces, mentirosas.
     Tardé días en cuestionar la ira colectiva contra los malos vecinos del norte, alimentada por la generalidad de los medios. No me fue fácil examinar mi enojo y la posibilidad de zafarme de las condenas hacia la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos por haber ideado la operación Rápido y Furioso. ¿Había algo que hacer, además de fruncir el ceño al unísono con el resto del mundo, contra el burdo intervencionismo norteamericano? Lo confieso: tardé en mover mi enojo hacia quienes realmente lo merecen: las autoridades y empleados aduanales de mi país, corruptos, ineptos, coludidos con el crimen organizado e incapaces de cuidarnos  a quienes les pagamos para ello.
Deberíamos combatir el ingreso de armas de asalto a territorio nacional. No pienso que sea algo simple. Ingresan arsenales burlando todos los puestos de control aduanal; pero al parecer, las armas de Rápido y Furioso ingresaron en complicidad con tales puestos. De manera que quienes deben cuidarnos blindando las fronteras nacionales, hacen exactamente lo contrario. Los malos del cuento no son quienes así eran descritos por los medios, sino estos otros, mis paisanos; ellos merecen mi ira, mi condena, mi rencor. Contra ellos estoy muy, muy furiosa; porque son culpables de que miles de armas estén matando a hombres, mujeres, adolescentes y niños, civiles y policías, relacionados con el tráfico de drogas o no; pero todos paisanos, vecinos, hermanos.
     Y este no fue el último caso en que sufrí para llegar a cuestionar. Sé que nada nos releva de la responsabilidad de cuestionar lo que oímos, pero la voz de los medios es tan reiterativa, tan uniforme y tan  intensa, que nulifica o al menos narcotiza mi sentido básico de cuestionar lo que reciben mis sentidos, sopesar su veracidad, dudar; y al fin, creer en lo que ha sobrevivido al tamiz de mi escepticismo, mi juicio, mi experiencia.
     Lo comprobé cuando los micrófonos y la prensa escrita nos bombardearon con la supuesta información sobre la lucha de titanes entre el duopolio televisivo —Azcárraga-Salinas— y Carlos Slim. Los medios parecían querer mostrarse justos, neutrales ante el pleito; por ello condenaban a ambos contrincantes por ser igualmente ambiciosos.
     Tardé también en comprender que de cara a nosotros, los consumidores mexicanos, la maldad de las televisoras es imperdonable; he ahí la diferencia. Ambos abusan en sus prácticas monopólicas, en sus ambiciones, en su sed de poder. Pero solo las televisoras tienen declarada la guerra contra nuestra libertad de juicio; solo ellas se han empeñado en usar su  púlpito electrónico para distorsionar la información, sembrar verdades parciales y mentiras totales, para infundirnos miedo, satanizar a personas y movimientos, lavarnos el cerebro y, además, crear estereotipos, perpetuar y exacerbar la discriminación, la opresión, la exclusión.
     Las televisoras son fuente de misoginia y homofobia; nos bombardean día y noche con imágenes distorsionadas de nosotros mismos. Predican el rechazo a las diferencias y el culto irrestricto a quienes detentan el poder y, por si fuera poco, promueven el conformismo y la resignación.
     Las televisoras se han erigido en conciencia de la nación; sus señales abiertas hacen alarde de baja calidad, muy escasa inteligencia y una ausencia total de pudor para distorsionar burdamente la información y así ganar adeptos hacia las causas y personas que ellos eligen.
     Esto es, con mucho, más condenable que querer enriquecerse a nuestra costa.
En fin: no he hallado la manera de desenmascarar con rapidez los engaños; pero lo que si logro al final es estar furiosa; justa y dignamente furiosa.


Formación de la conciencia y la ciudadanía

Autor: Rubén Hernández Herrera
Publicado: La Primera de Puebla, 09 de marzo de 2011

     Se ha insistido que no es lo mismo formar que informar: informar es transmitir el conocimiento como dato, como número, como referente, como saber estático, pero de manera acrítica, sin que se cuestione; y muchas veces, sin que se sepa para qué se quiere tener tal conocimiento. Formar se refiere entre otras cosas, a desarrollar los talentos, las capacidades más excelsas de lo humano y dentro de éstas, a la conciencia. Formar la conciencia es desarrollar la capacidad suprema de lo humano por la cual se sabe que se sabe, se adquieren múltiples saberes, sabiendo de qué se tratan éstos, reconociendo su pertinencia, necesidad, importancia social e individual, entre otros aspectos.
     La conciencia nos lleva a reconocer que más allá de nuestro propio yo existe un mundo abierto que nos invita a ser conocido; diferenciando, por tanto, nuestra subjetividad de la exterioridad. Igualmente, la conciencia tiene un movimiento hacia el interior de la subjetividad, por medio del cual valora su propio actuar, la idea sobre el bien y el mal. Por ello, para diferenciar los movimientos de la conciencia, se habla de ella precisamente cuando se habla de la interioridad moral del sujeto.
     Por otra parte, la conciencia no está limitada a una sola manera de saber, por el contrario, es la que posibilita toda adquisición de conocimiento. Así, la conciencia se puede formar haciendo referente a múltiples acciones y objetos que nos importan a los seres humanos, entre otras - e indicando sólo algunos aspectos relevantes-, las siguientes: la conciencia histórica por la cual reconocemos nuestro ser colectivo en el devenir del espacio y el tiempo; la conciencia ética y moral, que nos permite asumir nuestras responsabilidades, deberes y derechos comunitarios; conciencia religiosa, que diferencia la religión de las instituciones que la administran, centrándose en el desarrollo del ser espiritual; la conciencia psicológica, que se centra en el reconocimiento de la conducta del propio yo y su relación con el mundo que lo rodea; la conciencia social, que diferencia y relaciona al yo con relación con los otros en comunidad; la conciencia filosófica, por la cual reconocemos la presencia del ser y la importancia de ser, diferenciándola de la nada; la conciencia cultural, que identifica al ser humano realizándose en sociedad, adquiriendo saberes por imitación, reproduciendo otros más y eventualmente creando y recreando el medio en el que se desarrolla la cultura; conciencia ecológica, mediante la cual nos damos cuenta de que estamos inmersos en un mundo natural y que nuestras acciones o falta de ellas en relación con ella tienen consecuencias que retroactúan a favor o en contra de la propia especie humana; conciencia del cambio, que es el saber - como diría Heráclito- que lo único que no cambia es el cambio, admitiendo así al cambio no como un hecho irremediable, sino como una constante en la historia de la humanidad que posibilita que nuestro mundo no sea uno y el mismo por la eternidad.

     Siendo la conciencia dúctil, moldeable, nos posibilita el reconocer en el desarrollo de cada conciencia particular subtemas de la misma conciencia, o mejor aún, tomar conciencia de las conciencias, como si de una supraconciencia o metaconciencia se tratara. Y de estas conciencias hay una más que por los tiempos que corren valdría la pena destacar, que es la conciencia del saber que somos habitantes de una patria común y miembros de una especie identitaria.
     Edgar Morin nos ubica en el planeta Tierra, reconociendo a éste como la patria común, en la que se ha desarrollado la especie humana, que es la que antes de cualquier nacionalismo se tendría que reconocer como el punto de unión y no el de división. En el trascurso de la evolución de la especie humana, ésta ha sido capaz de cometer todas las perversiones imaginables. Los tiempos actuales nos revelan con toda su crueldad el lado oscuro de lo humano, por lo que no es conveniente ni necesario negar esta cara de la especie humana. Pero la conciencia de lo oscuro, de lo negativo de la especie humana, no cancela ni agota la conciencia de todo lo humano que es positivo, por el contrario. Es ésta la que posibilita el reconocimiento de la otra cara de lo humano, de la que también es necesario que se tenga conciencia, es decir, la que hace referente a la exaltación del espíritu humano que se ha mostrado enormemente creador, generoso, magnánimo en su devenir.
     Finalmente, es necesario reconocer que de los grandes monumentos creados por el espíritu humano y su conciencia, se destaca la filosofía, la ciencia, el arte, la religión, la música, la gastronomía, la cultura toda; así como la generosidad de espíritus que han entregado la vida al servicio de la humanidad, y no sólo de los reconocidos públicamente como Mandela, Gandhi, Teresa de Calcuta -por mencionar a algunos-, sino también la de muchos, muchísimos seres humanos que desde el anonimato tienen <> de que vale la pena entregar la propia existencia al servicio de los demás, principalmente de los que menos tienen, de los que más necesitan, bien desde lo material, bien desde lo afectivo, o lo espiritual.

lunes, marzo 14, 2011

¿Formar para la frustración? Sobre celebrar a la mujer en otras condiciones.

Autor: José Rafael de Regil Vélez, datos del autor haz click aquí
Publicado: Síntesis Tlaxcala, 10 de marzo de 2010

     Hace algunos meses el gerente  de una fábrica ubicada en el Estado de Tlaxcala dio una conferencia a estudiantes de bachillerato. En un momento de la plática comentó que cuando él se hizo cargo de la factoría acordó con sus jefes que la mitad de las gerencias serían ocupadas por mujeres.
      El proceso de reclutamiento concluyó con saldo negativo: ninguna de las plazas tenía ocupación femenina. No por falta de capacidad ni discriminación en el proceso de recursos humanos, dado que varias candidatas resultaron electas, sólo que no aceptaron ser gerentas.
      Las trabajadoras argumentaron que no podrían asumir las responsabilidades gerenciales, porque resultaban incompatibles con el rol femenino que desempeñaban en sus casas y con sus familias.
      Cuando las alumnas escucharon esto se sintieron incómodas, tal vez con justa razón: para qué ir a la escuela, para qué estudiar lo mismo o más que los hombres, para qué asumir el liderazgo de equipos si al paso del tiempo la vida profesional y las tareas femeninas resultarían antagónicas o cuando menos discriminantes. ¿Para qué formarse para la frustración?
      Las adolescentes y las jóvenes de hoy enfrentan la realidad de que sus oportunidades no serán las mismas que las de los varones. No necesitan grandes datos estadísticos para saberlo, aunque éstos puedan resultar fehacientes.
      Las familias, la sociedad y  la escuela enfrentan un reto: formar a las mujeres del mañana, al lado de hombres capaces de asumir los condicionamientos culturales y sociales que hoy campean y que no necesariamente tienen la última palabra, sobre cosas tan profundas como educación de los hijos, relación familiar, bienestar económico. Esta tarea del mundo adulto será humanizante por ser más consciente, más profundamente optada.
      La educación de género supone que varones y féminas cuenten con métodos para convertir la información que reciben en una comprensión del mundo para entender las situaciones como están dadas y descubrir en ellas las posibilidades para otra realidad posible; para forjar un carácter lo suficientemente fuerte para jugársela por las cosas valiosas para la equidad, la convivencia sin violencia y con oportunidades acordes a las capacidades humanas y no sometidas a prejuicios socio-culturales.
      También supone que vivan experiencias de formación cívica y reflexionen sobre su papel en la creación de normas y estructuras, pues la historia es resultado de la interacción de contextos y voluntades y no una mera repetición de cosas establecidas. Y en esa dinámica aprendan a tomar decisiones con los otros y las otras como punto de referencia y no sólo como un accidente en el camino.
     Las mujeres y los hombres del mañana requieren de educadores, no meros repetidores de contenidos y libros de textos. Profesionales interesados en desentrañar problemas sociales para delinear estrategias pedagógicas que formen personas competentes y no frustradas.
      Formación con los pies en la tierra y con visión ética. Con ella los hombres y las mujeres del mañana serán no personas frustradas por la desigualdad, sino posibilitadas para la convivencia humana y humanizante. Así, celebrar a la mujer tendrá un mejor contenido que aquel con el que hoy cuenta.

viernes, marzo 11, 2011

Más innovación, menos maquila

Autor: Alexis Vera
Publicado: Síntesis Puebla.11 de marzo de 2011

     La ciudad de Puebla está compitiendo con Querétaro y Monterrey por convertirse en sede de un importante conglomerado de servicios integrales para el sector aeronáutico internacional. La ciudad que gane probablemente recibirá multimillonarias inversiones de empresas que podrían establecerse en su zona metropolitana para dar mantenimiento a los aviones de diversas aerolíneas (mexicanas y extranjeras). El gobierno federal espera que, además de los talleres de mantenimiento aéreo, se instalen servicios complementarios como simuladores para entrenar pilotos, entre otras actividades relacionadas.
     Este proyecto sin duda revitalizaría la actividad económica de cualquiera de las tres ciudades que se sabe están concursando por quedarse con el paquete. Se generarían nuevos empleos -probablemente no tan mal pagados por tratarse de actividades de cierta cualificación técnica- y habría negocio para muchas empresas locales, presentes y futuras, que podrían fungir como proveedores especializados en dicho conglomerado industrial. Pero cuidado, este proyecto -aunque a toda luz deseable- no deja de ser maquila por muy sofisticado que suene. Se trata de servicios intensos en mano de obra y medianamente intensos en conocimiento. Si queremos dejar de ser un país económicamente subdesarrollado necesitamos albergar actividades de mayor valor agregado, actividades de alta intensidad en conocimiento; necesitamos ser un centro de innovación más que un centro de reproducción, reparación o refacción.
     Esto no quiere decir que debamos rechazar un proyecto como éste. Creo que sería un éxito para la Puebla de hoy albergar semejante conglomerado. Sin embargo, tampoco debemos perder de vista que la prosperidad económica de México está más en función de su capacidad para generar (y exportar) tecnología propia e innovar en el desarrollo de productos y servicios nuevos para el mundo, que en su capacidad para maquilarle a los países más ricos.










Internet y Educación: retos para los nuevos tiempos

Autora:  Marisol Aguilar Mier
Publicado: E- consulta, 09 de Marzo de 2011

     Estudios recientes señalan que hoy por hoy la tercera parte de la población mundial es internauta, sumándose, tan sólo durante el año pasado, aproximadamente 226 millones de usuarios más. En el continente americano el 55% ya tiene acceso a internet y nuestro país, pese a la brecha tecnológica que aún prevalece, se coloca en el lugar número doce con la mayor población de internautas en el mundo al contabilizar cerca de 20 millones de usuarios activos. Evidentemente estas tendencias continuarán en crecimiento durante los próximos años.
Por tanto, los datos anteriores nos bastan para saber que un nuevo mundo ha tomando forma en esta primera década del milenio. Las cosas han cambiado y en parte esta transformación obedece precisamente a la revolución tecnológica que ha trastocado nuestro modo de pensar, de trabajar, de aprender, de comprar, de hacer negocios, de comunicarnos y relacionarnos con otros. Con ello, se han generado formas de vivir y entender los sistemas políticos, económicos, sociales y culturales, diferentes a las del pasado.
     En este contexto, diversos teóricos e investigadores han discutido sobre esta sociedad naciente. Algunos la denominan como Sociedad de la Información, para otros se trata de una Sociedad del Conocimiento y otros más la consideran la Sociedad de las Redes. Como sea que se le nombre, una de sus características corresponde a que se basa en un gran cúmulo de información generada y producida con un aceleramiento sin precedentes, que cambia sustancialmente la forma en la que se busca, se trasmite y se comparte información, así como los modos en los que se intercambian conocimientos y se construyen saberes. Ello brinda a las personas, como nunca antes, la posibilidad de participar en un diálogo universal sin fronteras aparentes, adquiriendo roles más activos al intercambiar ideas, visiones y opiniones que se pueden producir y compartir colectivamente cuando se eliminan las barreras geográficas y temporales-espaciales.
Sin embargo, al mismo tiempo nos enfrentamos también a una extraña paradoja pues, como mencionan algunos expertos, la sociedad de conocimiento no necesariamente ha traído consigo personas más informadas y más competentes en el acceso, uso y aplicación de la información porque mientras los conocimientos se generan con gran rapidez, el saber de lo que no sabemos aumenta con velocidad aún más vertiginosa. Nicholas Carr, uno de los grandes pensadores sobre el tema, habla incluso de un "mundo distraído" donde los habitantes están saturados de datos y son bombardeados por interrupciones constantes que los colocan en una dinámica permanente de "multitareas digitales" que como resultado, debilitan la capacidad para filtrar las distracciones y centrarse en un idea, o una línea de pensamiento durante un periodo de tiempo determinado. Así que, si usted, apreciable lector, pasa interminables horas frente a la computadora navegando y saltando de un sitio a otro, mientras actualiza su estado en Facebook, responde un correo electrónico, sube algún link en Twitter, descarga un video en Youtube y mantiene una conferencia a través de Skype, sabe de qué se está hablando. Por tanto, dicho autor sostiene que la multitarea que provoca la gran interactividad del Internet, nos va alejando de formas de pensamiento que requieren más reflexión y contemplación, convirtiéndonos, en el mejor de los casos, en seres más eficientes para procesar la información, pero menos capaces para profundizar en ella.
     El debate sin duda no es simple y no se pretende descartar las innumerables ventajas de las redes así como tampoco satanizar su uso. Más bien, lo que queda claro es que el panorama actual demanda un tipo de educación que permita la formación de una ciudadanía que viva, aprenda y trabaje con éxito en una sociedad cada vez más compleja, rica en información y basada en el conocimiento.
     La llegada del internet a todos los ámbitos de nuestra existencia es ya innegable. No obstante, es necesario desarrollar una serie de competencias que nos permitan aprovechar al máximo su uso, sin que por ello nos uniformemos en pensamiento ni perdamos otras capacidades vitales. Así pues, ¿Cuál es el impacto de esta nueva sociedad en los procesos educativos? ¿Qué características debe tener la formación de las personas para que éstas sean capaces de desenvolverse adecuadamente dentro de ella? ¿Qué demanda a los docentes del nuevo milenio? Estas y muchas otras preguntas deberemos hacernos en el futuro inmediato si es que queremos lograr el objetivo que la UNESCO ha planteado al respecto: "formar estudiantes, ciudadanos y trabajadores que se comprometan continuamente con la tarea de generar conocimiento e innovar y que se beneficien tanto de la creación de este conocimiento como de la innovación que generan".



Formación de la conciencia y la ciudadanía

Autor: Rubén Hernández Herrera
Publicado: La Primera de Puebla, 09 de marzo de 2011

     Se ha insistido que no es lo mismo formar que informar: informar es transmitir el conocimiento como dato, como número, como referente, como saber estático, pero de manera acrítica, sin que se cuestione; y muchas veces, sin que se sepa para qué se quiere tener tal conocimiento. Formar se refiere entre otras cosas, a desarrollar los talentos, las capacidades más excelsas de lo humano y dentro de éstas, a la conciencia. Formar la conciencia es desarrollar la capacidad suprema de lo humano por la cual se sabe que se sabe, se adquieren múltiples saberes, sabiendo de qué se tratan éstos, reconociendo su pertinencia, necesidad, importancia social e individual, entre otros aspectos.
     La conciencia nos lleva a reconocer que más allá de nuestro propio yo existe un mundo abierto que nos invita a ser conocido; diferenciando, por tanto, nuestra subjetividad de la exterioridad. Igualmente, la conciencia tiene un movimiento hacia el interior de la subjetividad, por medio del cual valora su propio actuar, la idea sobre el bien y el mal. Por ello, para diferenciar los movimientos de la conciencia, se habla de ella precisamente cuando se habla de la interioridad moral del sujeto.
     Por otra parte, la conciencia no está limitada a una sola manera de saber, por el contrario, es la que posibilita toda adquisición de conocimiento. Así, la conciencia se puede formar haciendo referente a múltiples acciones y objetos que nos importan a los seres humanos, entre otras - e indicando sólo algunos aspectos relevantes-, las siguientes: la conciencia histórica por la cual reconocemos nuestro ser colectivo en el devenir del espacio y el tiempo; la conciencia ética y moral, que nos permite asumir nuestras responsabilidades, deberes y derechos comunitarios; conciencia religiosa, que diferencia la religión de las instituciones que la administran, centrándose en el desarrollo del ser espiritual; la conciencia psicológica, que se centra en el reconocimiento de la conducta del propio yo y su relación con el mundo que lo rodea; la conciencia social, que diferencia y relaciona al yo con relación con los otros en comunidad; la conciencia filosófica, por la cual reconocemos la presencia del ser y la importancia de ser, diferenciándola de la nada; la conciencia cultural, que identifica al ser humano realizándose en sociedad, adquiriendo saberes por imitación, reproduciendo otros más y eventualmente creando y recreando el medio en el que se desarrolla la cultura; conciencia ecológica, mediante la cual nos damos cuenta de que estamos inmersos en un mundo natural y que nuestras acciones o falta de ellas en relación con ella tienen consecuencias que retroactúan a favor o en contra de la propia especie humana; conciencia del cambio, que es el saber - como diría Heráclito- que lo único que no cambia es el cambio, admitiendo así al cambio no como un hecho irremediable, sino como una constante en la historia de la humanidad que posibilita que nuestro mundo no sea uno y el mismo por la eternidad.
     Siendo la conciencia dúctil, moldeable, nos posibilita el reconocer en el desarrollo de cada conciencia particular subtemas de la misma conciencia, o mejor aún, tomar conciencia de las conciencias, como si de una supraconciencia o metaconciencia se tratara. Y de estas conciencias hay una más que por los tiempos que corren valdría la pena destacar, que es la conciencia del saber que somos habitantes de una patria común y miembros de una especie identitaria.
     Edgar Morin nos ubica en el planeta Tierra, reconociendo a éste como la patria común, en la que se ha desarrollado la especie humana, que es la que antes de cualquier nacionalismo se tendría que reconocer como el punto de unión y no el de división. En el trascurso de la evolución de la especie humana, ésta ha sido capaz de cometer todas las perversiones imaginables. Los tiempos actuales nos revelan con toda su crueldad el lado oscuro de lo humano, por lo que no es conveniente ni necesario negar esta cara de la especie humana. Pero la conciencia de lo oscuro, de lo negativo de la especie humana, no cancela ni agota la conciencia de todo lo humano que es positivo, por el contrario. Es ésta la que posibilita el reconocimiento de la otra cara de lo humano, de la que también es necesario que se tenga conciencia, es decir, la que hace referente a la exaltación del espíritu humano que se ha mostrado enormemente creador, generoso, magnánimo en su devenir.
     Finalmente, es necesario reconocer que de los grandes monumentos creados por el espíritu humano y su conciencia, se destaca la filosofía, la ciencia, el arte, la religión, la música, la gastronomía, la cultura toda; así como la generosidad de espíritus que han entregado la vida al servicio de la humanidad, y no sólo de los reconocidos públicamente como Mandela, Gandhi, Teresa de Calcuta -por mencionar a algunos-, sino también la de muchos, muchísimos seres humanos que desde el anonimato tienen <> de que vale la pena entregar la propia existencia al servicio de los demás, principalmente de los que menos tienen, de los que más necesitan, bien desde lo material, bien desde lo afectivo, o lo espiritual.

¿Qué conmemoramos el 8 de marzo?

Autor: Lourdes Pérez Oseguera
Publicado: Puebla on Line,08 de marzo de 2011

En numerosos lugares del mundo las mujeres
siguen demandando derechos básicos como acceder a la educación,
la cultura, el trabajo o la política.
Las mujeres expresan hoy su voluntad de participar
en condiciones de igualdad en sectores
en los que tradicionalmente su participación
ha sido minoritaria.
     En la actualidad tiende a distorsionarse el sentido de la conmemoración del 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer. En algunos espacios laborales, universidades y medios de comunicación se habla de festejo. Sin embargo, el movimiento organizado de mujeres a nivel global hace un llamado a reflexionar sobre la condición y situación de las mujeres en el mundo no sólo este día, sino durante todo el año. Por ello en la Universidad Iberoamericana Puebla hemos declarado este año Contra la violencia hacia las mujeres y por sus derechos, dos temas que van de la mano.
     El 8 de marzo, además de ser una fecha para conmemorar la lucha que emprendieron nuestras abuelas y bisabuelas para ser reconocidas en sus derechos, es la oportunidad para hacer un balance de cuánto hemos caminado, qué hemos logrado, qué nos falta por hacer, qué tan lejos o cerca estamos de llegar a la igualdad con los varones en el sentido de gozar de los mismos derechos y oportunidades. Hay que reflexionar en lo que  ha faltado: ¿Con cuáles obstáculos nos encontramos ahora?, ¿cuáles son medios para vencerlos?
     Sintetizando un poco, los mayores retos que hay para lograr una igualdad entre hombres y mujeres son tres:
     1) El reconocimiento y valía social de las mujeres como seres humanos, porque como dice Gioconda Belli, las mujeres somos de la misma estatura que los varones y es así como debemos ser miradas. Es necesario y urgente que toda la sociedad nos reconozca por nuestra capacidad y por nuestra contribución diaria a la vida familiar y social; que nos dejen de mirar como objeto de adorno sexual o de servidumbre, y nos miren como sujetos.
     2) Lograr el cumplimiento de la ley en materia laboral. Ya no debemos permitir por ningún motivo o razón que la contratación de las mujeres esté en función de su capacidad reproductiva y mucho menos que sea rescindida de su trabajo por motivos de embarazo o por ser madre. Se volvió una mala costumbre basar los criterios de contratación en la biología diferenciándolos para hombres y mujeres;  aunque la Ley contempla el derecho al trabajo sin distinción de sexo, las mujeres ven violado este derecho constantemente. Otro asunto en este rubro, es la desigualdad salarial existente, se necesita una vigilancia al respecto para lograr que los salarios de hombres y mujeres sean iguales: a trabajo igual salario igual, no hay pretextos para seguir reproduciendo desigualdades remunerativas entre hombres y mujeres pues ambos somos tan capaces y habilidosos para desempeñar casi todas las funciones o tareas productivas: los salarios deben reflejar esta situación. En nuestro estado, poco más del 26% de las mujeres son el principal o único sostén económico de sus hogares, por lo tanto es indigno que sus percepciones sean menores a las de los varones.
     3) Otro asunto relevante, que no por mencionar al último pierde importancia, es la violencia contra las mujeres como un gran obstáculo para su desarrollo personal e, inclusive, para el desarrollo total de la sociedad. Mientras haya mujeres que viven violencia en sus hogares, sea infligida por su pareja, marido, compañero o concubino; por parte de su padre o hermano o cualquier otro miembro de la familia; o que sufren violencia en el ámbito comunitario, educativo o laboral en cualquiera de sus manifestaciones física, psicológica, sexual o patrimonial, no podemos hablar de avances sustanciales en materia de equidad y de igualdad.
     El camino por recorrer para lograr la igualdad entre hombres y mujeres no parece fácil, ni inmediato, no está a la vuelta de la esquina, es a largo plazo. Nos falta mucho trabajo para lograr cambios de esquemas; nos falta mucho para lograr construir nuevos paradigmas, nuevos referentes identitarios, tanto masculinos como femeninos. No sólo es cosa de leyes o códigos, va mucho más allá, se trata de una tarea abismal, pero no imposible: cambiar la cultura. Sí, usted leyó bien: se trata de cambiar la cultura. ¿Cómo hacerlo?, ¿por dónde empezar? Por lo más inmediato y sencillo: educar a niñas y niños de otra manera, de forma distinta, que sus pequeñas identidades no se forjen en los varones a costa de rechazar todo lo femenino, y en las mujeres a partir de la obediencia y sumisión.
     En esta tarea de cambiar la cultura debemos sumarnos todos: sociedad, hombres mujeres, instituciones educativas, medios de comunicación, iglesias, partidos políticos… Se trata de una enorme tarea, por ello la contribución debe ser de todas y todos desde el lugar en el que nos encontremos.  

Cultura escolar y la función directiva

 Autora: Teresa Eugenia Brito Miranda
Publicado: Síntesis Puebla, 03 de marzo de 2011

     Los directores de nuestras escuelas de nivel básico tienen funciones meramente administrativas, por lo que tienen poco margen de decisión sobre aspectos cruciales para las escuelas. Por lo tanto, es de todos sabido que es necesario fortalecer un liderazgo profesional que imparte en cambios culturales dentro de la escuela. .
     De ese liderazgo profesional se pueden desprender formas de vivir la democracia y valores relacionados con habilidades sociales que se aprenden en la vida cotidiana, como el respeto, la tolerancia, la equidad y la inclusión. Es más importante vivir cotidianamente estos valores y trabajarlos desde ahí, que incluirlos como parte del contenido a trabajar en los programas. Cabe preguntarnos qué es lo que aprende un niño del liderazgo de su director o directora.
     Ciertamente hay diversidad de tipos de liderazgo, sin embargo hace falta formar a los directores en un liderazgo profesional, como lo recomienda la OCDE.
     Es necesario modificar la cultura institucional alrededor de la escuela. ¿Cuál es el margen de decisión que se les da a los directores para considerar los programas más pertinentes y relevantes para su institución educativa? Es probable que esto haya dado paso al uso del poder autoritario y al beneficio personal con una serie de vicios. El replanteamiento de esta cultura también implica modificar estructuras rígidas y jerárquicas dentro de la propia gestión escolar.
     Existen también otros factores, corno la serie de rituales alrededor de la figura de los directores, relacionados con formas de sumisión y obediencia dentro de las escuelas.
     Otra muestra de la falta de cultura de liderazgo profesional es la poca participación de todos los actores de la vida escolar, docentes, directivos, personal de apoyo, alumnos y padres de familia, derivada precisamente de liderazgos de corte autoritario que fomentan actores pasivos con rasgos de "minoría de edad". A todas luces estas formas de liderazgo ofrecen una formación en valores muy cuestionable.
     La centralización de decisiones todavía es muy fuerte desde la federalización. Algunos cambios seguramente se han hecho por iniciativa personal de algunos directores y docentes que trabajan experiencias más democráticas. Sin embargo, son esfuerzos individuales o experiencias grupales aisladas. Los directores y supervisores tienen aquí un reto importante: ¿estamos realmente fomentando en la cultura escolar el liderazgo en la función directiva? Esa es la cuestión.

viernes, marzo 04, 2011

Cultura escolar y la función directiva

 Autora: Teresa Eugenia Brito Miranda
Publicado: Síntesis Puebla, 03 de marzo de 2011

     Los directores de nuestras escuelas de nivel básico tienen funciones meramente administrativas, por lo que tienen poco margen de decisión sobre aspectos cruciales para las escuelas. Por lo tanto, es de todos sabido que es necesario fortalecer un liderazgo profesional que imparte en cambios culturales dentro de la escuela.
     De ese liderazgo profesional se pueden desprender formas de vivir la democracia y valores relacionados con habilidades sociales que se aprenden en la vida cotidiana, como el respeto, la tolerancia, la equidad y la inclusión. Es más importante vivir cotidianamente estos valores y trabajarlos desde ahí, que incluirlos como parte del contenido a trabajar en los programas. Cabe preguntarnos qué es lo que aprende un niño del liderazgo de su director o directora.
     Ciertamente hay diversidad de tipos de liderazgo, sin embargo hace falta formar a los directores en un liderazgo profesional, como lo recomienda la OCDE.
     Es necesario modificar la cultura institucional alrededor de la escuela. ¿Cuál es el margen de decisión que se les da a los directores para considerar los programas más pertinentes y relevantes para su institución educativa? Es probable que esto haya dado paso al uso del poder autoritario y al beneficio personal con una serie de vicios. El replanteamiento de esta cultura también implica modificar estructuras rígidas y jerárquicas dentro de la propia gestión escolar.
     Existen también otros factores, corno la serie de rituales alrededor de la figura de los directores, relacionados con formas de sumisión y obediencia dentro de las escuelas.
     Otra muestra de la falta de cultura de liderazgo profesional es la poca participación de todos los actores de la vida escolar, docentes, directivos, personal de apoyo, alumnos y padres de familia, derivada precisamente de liderazgos de corte autoritario que fomentan actores pasivos con rasgos de "minoría de edad". A todas luces estas formas de liderazgo ofrecen una formación en valores muy cuestionable.
     La centralización de decisiones todavía es muy fuerte desde la federalización. Algunos cambios seguramente se han hecho por iniciativa personal de algunos directores y docentes que trabajan experiencias más democráticas. Sin embargo, son esfuerzos individuales o experiencias grupales aisladas. Los directores y supervisores tienen aquí un reto importante: ¿estamos realmente fomentando en la cultura escolar el liderazgo en la función directiva? Esa es la cuestión.

Las mamás alergénicas y la deuda social de las escuelas

José Rafael de Regil Vélez, datos del autor haz click aquí


     En un afán de cuidar a sus hijos las mamás terminan ocasionándoles problemas como que se vuelvan alérgicos... Se trata de mujeres hiperinformadas pero poco críticas...

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USO Y ABUSO DE LOS MEDIOS EN EDUCACIÓN

Autora: Luz del Carmen Montes Pacheco
Publicado: La  Primera de Puebla, 01 de marzo de 2011

     Desde un punto de vista muy general, en el ambiente educativo el profesor, un libro, el pizarrón, una computadora, la web, incluso uno o varios compañeros pueden ser considerados medios para el aprendizaje. Un sano equilibrio entre éstos puede enriquecer el ambiente de aprendizaje. Si un profesor diseña su curso combinando sus intervenciones, el uso de la web, el trabajo en equipo, etc. diversifica las maneras en las que el estudiante aprende.
     David Jonassen, experto en el uso de medios para la educación, dice que el medio debe ser “un socio intelectual del estudiante” ¿Qué significa tal afirmación?
Primero, que el medio no debe ser sólo un contenedor y por tanto emisor de contenidos. En esta categoría incluimos al profesor, a los libros y a la web.
Segundo, el uso de programas de cómputo y la internet deben usarse para que el estudiante procese información de tal manera que genere, en la medida de lo posible, un producto propio: un ensayo, el diseño de un prototipo o un diagnóstico sobre algún fenómeno económico o social, entre otros.
Tercero, el estudiante debe estar consciente de las habilidades que está desarrollando en su interacción con el medio. Vale la pena consultar “Modelo de pensamiento complejo” que el mismo Jonassen propone.
     Pero ¿qué pasa en muchas de nuestras aulas?
     Ya no es tan común encontrar profesores que se sientan en su escritorio a hablar toda la clase para que los estudiantes anoten todo lo que dice. Pero hay muchos profesores que sustituyen su voz y el contenido de los libros, con una presentación de Power Point. Ahora, preparar una clase consiste en elaborar presentaciones para cada tema y para que los estudiantes no se distraigan tomando notas, el profesor les pasa el archivo electrónico. Como resultado, los estudiantes sólo estudian en las presentaciones del profesor pues el contenido que tienen que aprender ya fue concentrado en un documento.
     Es muy común que los estudiantes encuentren en la web cualquier cantidad de trabajos –hechos por otros estudiantes- de cualquier tema que cualquiera pueda imaginarse. Ya no es necesario hacer una “típica tarea”, sólo tiene que dedicar unos diez para localizar lo que necesita, copiarlo, pegarlo y si es cuidadoso, cambiar algunos detalles que puedan delatar el plagio.
     Cuando se pide a los estudiantes que investiguen algún tema y que preparen una presentación en Power Point, ya no tienen que entregar un documento extenso. El problema con esta actividad, además de que también hay presentaciones disponibles en la web, es que el estudiante ya no desarrolla adecuadamente su lenguaje, sólo copia y pega, normalmente extensos párrafos sin hacer una buena síntesis.
Por supuesto, hay que hablar de las plataformas de aprendizaje, como Blackboard o moodle, que cuando son bien usadas son excelentes organizadores de un curso, en donde tanto el profesor como los estudiantes, tienen a la mano todo lo que necesitan en tiempo y forma: calendarios, material del curso, espacio para comunicarse sincrónica y asincrónicamente, un buzón de tareas y hasta exámenes en línea. Cuando son mal usadas, se convierten en repositorios de contenidos.
     Hay algunos profesores que ya están explorando el uso del teléfono celular con videocámara para que los estudiantes produzcan un pequeño video, lo que es una práctica novedosa y útil cuando el estudiante y el profesor tienen claro cuál es el objetivo educativo de esa tarea.
     Es más fácil usar el medio como un fin que como un medio. Es todo un reto disponer el ambiente de aprendizaje – como dicen los constructivistas- para que el estudiante construya conocimiento, se apropie de él.
Algunos consejos prácticos para un mejor uso de los medios son: Establecer los objetivos de aprendizaje en términos de habilidades y de contenidos, de la manera más clara posible y de tal nivel que puede alcanzarse a través de varias actividades. Situar al estudiante como usuario del medio, diseñando un blog, desarrollando un proyecto de investigación que tenga que presentar en varios formatos (documento extenso, presentación en Power Point, en cartel y como resumen). Usar los contenidos a través de la formulación de preguntas cuyas respuestas demanden que los estudiantes tengan que adoptar y expresar sus posturas. Provocar que el estudiante reconozca y reflexione sobre lo que hace y sobre lo que aprende.
     En conclusión, en la medida que el profesor aproveche los recursos de una manera inteligente y ofrezca su experiencia por encima de los contenidos, será un medio insustituible.


martes, marzo 01, 2011

Duelo y Migración

Autora: Guadalupe Chávez
Publicado: Síntesis Puebla, 23 de febrero de 2011

     A seis meses del asesinato de 72 centroamericanos en el rancho de San Fernando, es increíble que 16 de estos cuerpos aún no sean identificados; estos centroamericanos son un ejemplo de los riesgos y abusos que diariamente viven quienes transitan por territorio mexicano en busca de mejores condiciones de vida.
     Según datos del VI Informe sobre la Situación de los Derechos Humanos de las Personas Migrantes en Tránsito por México, cada año más de 140 mil personas centroamericanas cruzan por nuestro país.
     Esto me llevó a pensar en el proceso del "viaje" y en todos los factores de riesgo que tienen que experimentar los migrantes: largas caminatas bajo el sol, días de angustia y estrés cuando el pollero no logra pasarlos, y si bien les va, días de encierro mientras se negocia con la migra. Días en que no existe contacto con la familia, días en que el miedo y el estrés se apoderan de ellos, días en que tendrán que demostrar y demostrarse que son astutos, que son capaces de sobrevivir ante condiciones de riesgo y peligro, y si tienen suerte, no ser levantados por sicarios.
     Durante este proceso, los migrantes se enfrentan en mayor o menor intensidad y consciencia a un duelo por la familia y seres queridos, duelo que comienza cuando se toma la decisión de partir y como todo duelo presenta diferentes etapas que van desde la negación hasta la rabia, pasando por la añoranza por lo que se perderá e incluso depresión. Me atrevería a pensar que el inicio de este duelo se da cuando una persona reafirma su decisión o sucumbe frente a ésta, y éste es un proceso que puede llegar a durar días o meses, pues aunque no se verbalice del todo, es una pregunta que ronda sus mentes durante muchas noches. Quienes deciden partir, aún llegando a su destino, continúan experimentando esta añoranza por la familia que dejaron, algunos lo vivirán con culpa por haberla abandonado, otros más con miedo por la incertidumbre que implica no saber si la familia los recordará o los abandonará; muchos temen al olvido, otros más evitan recordar y niegan toda relación afectiva en sus lugares de origen y no hablan de sus familiares o amigos.
     Los migrantes también se enfrentan con el duelo de la lengua, y aunque en el trayecto se les aconseja no hablar para no ser identificados por el tono de voz, logran a través de claves identificar a sus paisanos. Y aunque esto les da cierta tranquilidad, entenderse entre sus iguales reaviva el duelo por su tierra, por sus olores, por su comida ( hecho que de alguna manera engrandece también los valores y las costumbres abandonadas); también se experimenta un duelo por el estatus social, se añora la vivienda, el trabajo, el reconocimiento; se experimenta un duelo por el grupo de pertenencia porque se diluye la red de apoyo con la que contaban en sus lugares de origen… se enfrentan a los miedos que implica no ser reconocido por otros, a comenzar una nueva vida, a ganarse un lugar, un prestigio.
     También se vive con la incertidumbre de los riesgos físicos que el "viaje" migratorio ofrecerá, incluso se adelantan a imaginar enfermedades o agresiones que tendrán que enfrentar en este viaje, algunos llegan a preguntar a otros migrantes sobre sus experiencias, sobre los riesgos que enfrentaron en el paso, preguntan por los asaltos, por las rutas más seguras, por contactos durante el trayecto, por lugares de descanso y por los medios más seguros para viajar.
     Los migrantes se enfrentan al miedo que implica un nuevo estilo de vida, una nueva manera de relacionarse, al miedo que implica lo desconocido, a tener que comenzar una nueva vida, enfrentarse a ellos mismos en su soledad, a descubrir nuevas formas de relación, de lengua, nuevos caminos, nuevas redes, experimentan miedo, miedo a no llegar, miedo a no "triunfar", miedo del miedo que implica no saber lo que sucederá.
     A pesar de ello, no me queda la menor duda que estos 72 centroamericanos jamás imaginaron el tipo de agresión y violencia que vivirían en nuestro país. Algunos ya habían recorrido miles de kilómetros, les faltaba sólo una pequeña parte del camino, les faltaba el último trayecto, cuando sin buscarlo fueron secuestrados y torturados, nunca imaginaron que su miedo seria más grande e intenso y que ya no existía vuelta atrás. Aquí les tocó vivir el duelo por ellos mismos: su muerte, una muerte no sólo física, sino una muerte que trasciende las fronteras, pues su muerte es dolor para su país, para su familia y para todos quienes de una u otra forma nos indignamos con este tipo de situaciones que pasan únicamente como nota periodística, y más bien representan la muerte de la esperanza por una vida mejor, muerte de la ilusión por mejoras las condiciones de vida, muerte del anhelo por un feliz retorno.

Distancia Jerárquica

Autor: Alexis Vera   Rec. 210211
Publicado: E-consulta, 21 de febrero de 2011 

      ¿Por qué en México usamos tanto la palabra ‘licenciado’ para nombrar a alguien que suponemos terminó la universidad? ¿Por qué no les llamamos por su nombre simplemente? Con frecuencia escuchamos en cualquier oficina: licenciado Pérez le buscan en la recepción… Ingeniero Gómez aquí tiene sus notas...  En contraste, es poco frecuente escuchar: Joaquín le buscan en la recepción, o Rodrigo aquí tiene sus notas; es decir, formulaciones que empleen el nombre de pila de las personas, que le hablen por su nombre propio, aunque sea de usted, pero por su nombre, no por el título de su profesión. ¿Qué significa todo esto? ¿Hay algo detrás del uso de la palabra licenciado, ingeniero o abogado? De acuerdo con diversos autores tales expresiones develan una distancia jerárquica alta en la sociedad, es decir, una aceptación de la desigual distribución del poder.
     El holandés Geert Hofstede, autor de libros sobre gestión intercultural, publicó hace más de 20 años un estudio sobre diferencias culturales y su impacto en las empresas. En este estudio Hofstede apunta que no todas las sociedades somos iguales, al contrario, todas tenemos formas diferentes de resolver los mismos problemas. A eso le denominó ‘diferencias culturales’. Por ejemplo, los ciudadanos mexicanos y los ciudadanos austriacos tendemos a organizar el trabajo de manera diferente. En México somos más improvisados y en Austria son más planeados; o, dicho de otra manera, los mexicanos planeamos poco y los austriacos improvisan poco. Somos –en efecto- diferentes, y eso hace que obtengamos también resultados diferentes en las cosas que hacemos.
     Hofstede identificó cinco grandes aspectos fundamentales en los cuales los países pueden diferir culturalmente: 1) Distancia jerárquica; 2) Individualismo; 3) Masculinidad; 4) Control de la incertidumbre; 5) Orientación al largo plazo. En este artículo me enfocaré al primero, desde el punto de vista de la cultura mexicana.
     El índice denominado ‘Distancia Jerárquica’ (DJ) en síntesis se refiere a qué tanto es aceptado en una sociedad la desigual distribución del poder. Las culturas con DJ alta son sociedades más desiguales que aquellas con DJ baja. En las primeras es aceptado que el poder sea acaparado por unos cuantos y poco distribuido entre la mayoría. Las culturas latinas tienden a ser de alta DJ: los jefes por lo general ganan muchísimo más que los demás y tienen –por ejemplo- oficinas enormes aunque los demás tengan apenas un escritorio medio amontonado. Las culturas con DJ baja (las nórdicas por ejemplo) tienen una diferencia salarial estrecha, es decir, el máximo jefe de una organización –pública o privada- gana entre 7 y 8 veces el sueldo del empleado de menor rango. En contraste, en México el promedio es de 80 a 1; esta desigualdad es vista como normal para los mexicanos. En efecto, para nosotros es aceptable que el súper jefe llegue en una camioneta de lujo y que tenga el mejor lugar para estacionarse aunque la mayoría de los empleados llegue en microbús porque no les alcanza ni para un Chevy. Para nosotros es normal –y hasta bien visto- que existan lugares VIP en todos lados; creemos que es bueno que haya diferencias entre los que más tienen y el resto de la gente.
     La DJ alta también se refleja en nuestro lenguaje. Hablar de usted y de licenciado, ingeniero o abogado es también una señal de DJ alta. Es señal de que todos somos iguales pero hay unos más iguales que otros –como dirían por ahí-. En efecto, en las culturas latinas nos encanta hacer notar que no todos tenemos el mismo rango social; que hay niveles; que hay diferencias entre nosotros que se deben tomar en cuenta para relacionarnos.
     En las sociedades de menor DJ, nada de eso es aceptable. Nadie se habla de licenciado o ingeniero; ni siquiera existe la fórmula ‘usted’ en muchas de sus lenguas. Así podríamos analizar cada aspecto de la vida social en dichas culturas y encontraríamos que entre ellos se consideran primordialmente iguales desde el punto de vista social, por eso tienen, en efecto, sociedades más igualitarias que la nuestra. Todo es cuestión de paradigmas.
     Las sociedades más avanzadas del mundo tienen una DJ baja de acuerdo con los estudios de Hofstede. Si nosotros queremos alcanzar estadios de desarrollo superiores necesitamos hacer muchas cosas, pero podríamos empezar reduciendo nuestro índice de distancia jerárquica. Esto, con el paso de los años, nos traerá una sociedad menos desigual y, por lo tanto, con mayor potencial de alcanzar un desarrollo sostenible.