lunes, marzo 14, 2011

¿Formar para la frustración? Sobre celebrar a la mujer en otras condiciones.

Autor: José Rafael de Regil Vélez, datos del autor haz click aquí
Publicado: Síntesis Tlaxcala, 10 de marzo de 2010

     Hace algunos meses el gerente  de una fábrica ubicada en el Estado de Tlaxcala dio una conferencia a estudiantes de bachillerato. En un momento de la plática comentó que cuando él se hizo cargo de la factoría acordó con sus jefes que la mitad de las gerencias serían ocupadas por mujeres.
      El proceso de reclutamiento concluyó con saldo negativo: ninguna de las plazas tenía ocupación femenina. No por falta de capacidad ni discriminación en el proceso de recursos humanos, dado que varias candidatas resultaron electas, sólo que no aceptaron ser gerentas.
      Las trabajadoras argumentaron que no podrían asumir las responsabilidades gerenciales, porque resultaban incompatibles con el rol femenino que desempeñaban en sus casas y con sus familias.
      Cuando las alumnas escucharon esto se sintieron incómodas, tal vez con justa razón: para qué ir a la escuela, para qué estudiar lo mismo o más que los hombres, para qué asumir el liderazgo de equipos si al paso del tiempo la vida profesional y las tareas femeninas resultarían antagónicas o cuando menos discriminantes. ¿Para qué formarse para la frustración?
      Las adolescentes y las jóvenes de hoy enfrentan la realidad de que sus oportunidades no serán las mismas que las de los varones. No necesitan grandes datos estadísticos para saberlo, aunque éstos puedan resultar fehacientes.
      Las familias, la sociedad y  la escuela enfrentan un reto: formar a las mujeres del mañana, al lado de hombres capaces de asumir los condicionamientos culturales y sociales que hoy campean y que no necesariamente tienen la última palabra, sobre cosas tan profundas como educación de los hijos, relación familiar, bienestar económico. Esta tarea del mundo adulto será humanizante por ser más consciente, más profundamente optada.
      La educación de género supone que varones y féminas cuenten con métodos para convertir la información que reciben en una comprensión del mundo para entender las situaciones como están dadas y descubrir en ellas las posibilidades para otra realidad posible; para forjar un carácter lo suficientemente fuerte para jugársela por las cosas valiosas para la equidad, la convivencia sin violencia y con oportunidades acordes a las capacidades humanas y no sometidas a prejuicios socio-culturales.
      También supone que vivan experiencias de formación cívica y reflexionen sobre su papel en la creación de normas y estructuras, pues la historia es resultado de la interacción de contextos y voluntades y no una mera repetición de cosas establecidas. Y en esa dinámica aprendan a tomar decisiones con los otros y las otras como punto de referencia y no sólo como un accidente en el camino.
     Las mujeres y los hombres del mañana requieren de educadores, no meros repetidores de contenidos y libros de textos. Profesionales interesados en desentrañar problemas sociales para delinear estrategias pedagógicas que formen personas competentes y no frustradas.
      Formación con los pies en la tierra y con visión ética. Con ella los hombres y las mujeres del mañana serán no personas frustradas por la desigualdad, sino posibilitadas para la convivencia humana y humanizante. Así, celebrar a la mujer tendrá un mejor contenido que aquel con el que hoy cuenta.

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