viernes, marzo 11, 2011

¿Qué conmemoramos el 8 de marzo?

Autor: Lourdes Pérez Oseguera
Publicado: Puebla on Line,08 de marzo de 2011

En numerosos lugares del mundo las mujeres
siguen demandando derechos básicos como acceder a la educación,
la cultura, el trabajo o la política.
Las mujeres expresan hoy su voluntad de participar
en condiciones de igualdad en sectores
en los que tradicionalmente su participación
ha sido minoritaria.
     En la actualidad tiende a distorsionarse el sentido de la conmemoración del 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer. En algunos espacios laborales, universidades y medios de comunicación se habla de festejo. Sin embargo, el movimiento organizado de mujeres a nivel global hace un llamado a reflexionar sobre la condición y situación de las mujeres en el mundo no sólo este día, sino durante todo el año. Por ello en la Universidad Iberoamericana Puebla hemos declarado este año Contra la violencia hacia las mujeres y por sus derechos, dos temas que van de la mano.
     El 8 de marzo, además de ser una fecha para conmemorar la lucha que emprendieron nuestras abuelas y bisabuelas para ser reconocidas en sus derechos, es la oportunidad para hacer un balance de cuánto hemos caminado, qué hemos logrado, qué nos falta por hacer, qué tan lejos o cerca estamos de llegar a la igualdad con los varones en el sentido de gozar de los mismos derechos y oportunidades. Hay que reflexionar en lo que  ha faltado: ¿Con cuáles obstáculos nos encontramos ahora?, ¿cuáles son medios para vencerlos?
     Sintetizando un poco, los mayores retos que hay para lograr una igualdad entre hombres y mujeres son tres:
     1) El reconocimiento y valía social de las mujeres como seres humanos, porque como dice Gioconda Belli, las mujeres somos de la misma estatura que los varones y es así como debemos ser miradas. Es necesario y urgente que toda la sociedad nos reconozca por nuestra capacidad y por nuestra contribución diaria a la vida familiar y social; que nos dejen de mirar como objeto de adorno sexual o de servidumbre, y nos miren como sujetos.
     2) Lograr el cumplimiento de la ley en materia laboral. Ya no debemos permitir por ningún motivo o razón que la contratación de las mujeres esté en función de su capacidad reproductiva y mucho menos que sea rescindida de su trabajo por motivos de embarazo o por ser madre. Se volvió una mala costumbre basar los criterios de contratación en la biología diferenciándolos para hombres y mujeres;  aunque la Ley contempla el derecho al trabajo sin distinción de sexo, las mujeres ven violado este derecho constantemente. Otro asunto en este rubro, es la desigualdad salarial existente, se necesita una vigilancia al respecto para lograr que los salarios de hombres y mujeres sean iguales: a trabajo igual salario igual, no hay pretextos para seguir reproduciendo desigualdades remunerativas entre hombres y mujeres pues ambos somos tan capaces y habilidosos para desempeñar casi todas las funciones o tareas productivas: los salarios deben reflejar esta situación. En nuestro estado, poco más del 26% de las mujeres son el principal o único sostén económico de sus hogares, por lo tanto es indigno que sus percepciones sean menores a las de los varones.
     3) Otro asunto relevante, que no por mencionar al último pierde importancia, es la violencia contra las mujeres como un gran obstáculo para su desarrollo personal e, inclusive, para el desarrollo total de la sociedad. Mientras haya mujeres que viven violencia en sus hogares, sea infligida por su pareja, marido, compañero o concubino; por parte de su padre o hermano o cualquier otro miembro de la familia; o que sufren violencia en el ámbito comunitario, educativo o laboral en cualquiera de sus manifestaciones física, psicológica, sexual o patrimonial, no podemos hablar de avances sustanciales en materia de equidad y de igualdad.
     El camino por recorrer para lograr la igualdad entre hombres y mujeres no parece fácil, ni inmediato, no está a la vuelta de la esquina, es a largo plazo. Nos falta mucho trabajo para lograr cambios de esquemas; nos falta mucho para lograr construir nuevos paradigmas, nuevos referentes identitarios, tanto masculinos como femeninos. No sólo es cosa de leyes o códigos, va mucho más allá, se trata de una tarea abismal, pero no imposible: cambiar la cultura. Sí, usted leyó bien: se trata de cambiar la cultura. ¿Cómo hacerlo?, ¿por dónde empezar? Por lo más inmediato y sencillo: educar a niñas y niños de otra manera, de forma distinta, que sus pequeñas identidades no se forjen en los varones a costa de rechazar todo lo femenino, y en las mujeres a partir de la obediencia y sumisión.
     En esta tarea de cambiar la cultura debemos sumarnos todos: sociedad, hombres mujeres, instituciones educativas, medios de comunicación, iglesias, partidos políticos… Se trata de una enorme tarea, por ello la contribución debe ser de todas y todos desde el lugar en el que nos encontremos.  

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