martes, mayo 31, 2011

Entre amar y elegir no hay distancia

Autor: Mauricio López Figueroa
Publicado: Puebla on Line, 24 de mayo de 2011

     Amar al que no conozco, amar al que no ha nacido, amar al que me cae mal. Pero sobre todo, amar lo que soy, sin condiciones.
     Todos los grandes místicos de las culturas han afirmado que la tendencia natural de los seres humanos es el amor. Pero, ¿qué es el amor?. Nuestra cultura occidental suele reducirlo a su mínima expresión: sentir. La gente suele afirmar que "ama" a alguien cuando es capaz de registrar un sentimiento hacia la otra persona, cuando siente que la quiere. Pero el sentimiento es esencialmente egoísta, está referido a la persona que lo experimenta y eso está bien, juzgar de "egoísta" al sentimiento no es juzgarlo negativamente pues esa es su función: la autoafirmación.
     Aunque amar implica indiscutiblemente los sentimientos, supone un movimiento diferente. Todos los seres humanos frente a otras personas (y todas las cosas) experimentamos sentimientos diversos, todos ellos referidos en última instancia al placer o al dolor. Si algo o alguien no nos gusta por las razones que sean, terminamos juzgándolo como algo "malo", "inconveniente" o de alguna forma "negativo", en función de placer individual y lo rechazamos; si algo nos gusta lo aceptamos y hasta lo "queremos", aunque no tengamos claro si nos construye.
     Tal vez por eso es tan increíble el amor en nuestras sociedades contemporáneas, porque en el imaginario colectivo amar está referido a sentir y los sentimientos están referidos solamente a uno mismo. Cuando suelo preguntar a mis alumnos o a otras personas si aman a su madre o a sus novios o novias, la respuesta es contundente y para muchos hasta obvia o estúpida: sí; pero cuando pregunto si es posible amar a alguien que no conozcan o alguien que les cae mal, la respuesta es negativa.
     Nuestra cultura occidental heredó de la visión judeo-cristiana la idea del amor sacrificado, el cual implica la autonegación y el sacrificio. En la práctica, esto significa que "debemos" amar al que nos hace mal y perdonarlo porque Dios así lo manda y porque semejante acto de piedad tendrá un gran mérito en una vida futura. Este razonamiento llevó en el pasado a horribles injusticias. Pero una reflexión más profunda sobre el amor supone tomar distancia de este planteamiento y ubicarse en una posición más humana, una posición que reconoce la complejidad del drama humano y que pone como centro al sujeto, su experiencia y, sobre todo, su trascendencia. Amar, como dice Erich Fromm, es la respuesta al problema existencial del ser humano porque no supone la dimensión puramente afectiva, por lo menos no en principio; amar implica sobre todo y ante todo una decisión, implica ser progresiva y auténticamente libre, pues amar no consiste en solo sentir, sino en decidir qué es lo que se hace con lo que se siente.
     Cuando abordo este tema con mis alumnos, tanto jóvenes como adultos, suelo preguntarles cuál les parece que es el verbo más elemental, la acción más básica, que mostraría el amor hacia una persona desconocida o incluso una persona desagradable, casi invariablemente me responden que el verbo "dar", verbo que en general está relacionado con una concesión, "¿qué le pueden dar como mínimo a una persona que te cae mal o que no conoces?" Las respuestas son casi unánimes: "tolerancia, respeto, reconocimiento", expresiones todas estas producto de una lógica natural frente a otro que es real, no obstante, las reflexiones anteriores los llevan a reconocer que ser tolerante y respetuoso, como actitud mínima, supone en una toma de postura, una decisión, y en ese ejemplo esencial lo que se quiere poner en evidencia es que amar no es solamente sentir, sino decidir ante lo que se siente. Y uno siempre puede elegir más.
     Amar supone ante todo un acto de autotrascendencia. Supone ubicarse con conciencia ante lo que se siente y decidir, pues una persona puede experimentar aversión a otra y si no atiende a ello terminará actuando contra la persona que le provoca ese sentimiento; amar implica ser consciente y elegir si lo que nos mueve en primera instancia nos construye, si proyecta lo mejor de nosotros, si el sentimiento más espontáneo refleja lo que queremos para nosotros mismos. Cuando uno ama se elige.
     Conducirnos por nuestros sentimientos primarios puede cerrarnos en nuestro propio egoísmo, lo que eventualmente no nos permitirá avanzar en un camino de superación y autoafirmación profunda. Lo anterior no quiere decir negar lo que sentimos, sino reconocerlo, respetarlo e integrarlo; en este sentido, amar no significa aceptarlo todo, humillarse o sucumbir a los caprichos de los demás, pues amar supone siempre estar en la verdad, la cual emerge de la capacidad de tomar distancia de un determinado hecho y de nuestra reacción primera y desplegar nuestras mejores capacidades en función de esa verdad.
     ¿Por qué el amor es trascendencia? Suelo poner dos ejemplos, el primero: cuando estoy en presencia de mi pequeño hijo caigo en la cuenta de que soy una persona tolerante, confiada, segura y hasta tierna, mi hijo no se da cuenta de ello, y no tiene por qué, pero yo soy consciente de que esa experiencia personal me agrada y me hace sentir y actuar mejor; me agrada esa versión de mi mismo que se expresa en una actuación esperanzada y juguetona, tolerante y auto controlada frente a otros afectos o sentimientos no tan agradables que también experimento en la convivencia cotidiana con ese pequeño, la elección es mía...
     Este ejemplo es aparentemente sencillo porque se trata de mi hijo. El otro ejemplo tiene que ver con mis alumnos: el lazo afectivo es diverso, no es tan claro como en el primer caso; hay un recelo de origen, se enfrentan distintas formas de ser y de actuar frente a los retos del conocimiento, la automotivación y la disciplina, en este sentido muchos alumnos hasta se sienten amenazados; la autoridad por la autoridad misma no es suficiente para un conjunto de estudiante que suelen mirar con recelo al docente que exige y demanda. La reacción docente que podría explicarse como natural es la confrontación, establecer una la relación amenazante y restrictiva siempre es una opción, pero si la docencia se entiende como un acto amoroso enseñar supondrá reconocer los sentimientos personales ante los estudiantes y elegir qué hacer: resistir o desafiarse. En el segundo caso, un docente indagará qué estrategias, recursos y acciones le permiten manifestar sus potencialidades en función de lo que reconozca como más valioso. La prueba indiscutible del amor es que se manifiesta en una mejor versión de lo que cada quien es y puede ser en una determinada circunstancia, se manifiesta en una expresión de lo que realmente somos. Esa es la autotrascendencia.
     La autotrascendencia, entonces, proviene de la elección que se hace cuando, frente a un sentimiento egoísta, elegimos lo que consideramos más valioso y más promotor de nuestra propia individualidad. Insisto: no utilizo la palabra egoísmo como algo negativo, la naturaleza de los sentimientos no es buena o mala, nuestros sentimientos están referidos a nosotros mismos, a lo que nos hace sentir bien, a lo que nos da placer, pero no todo sentimiento nos promueve fundamentalmente. Amar auténticamente a los demás, amor que supone un amor fundamental a nosotros mismos, exige considerar lo que sentimos y pensamos en una determinada circunstancia y elegir si a lo que nos mueve representa lo que verdaderamente queremos de nosotros mismos. Esto tiene una especial importancia cuando hablamos de la educación, porque tanto en la casa como en la escuela es fundamental educar a nuestros niños y jóvenes a conocerse, a afirmarse, a formular y elegir una versión cada vez mejor de sí mismos en sus contextos; es difícil el amor y la transformación de nuestro entorno si nuestras generaciones no aprenden a ser libres.
     De manera que no se trata de negar lo que somos y sentimos, sino de transcenderlo si ello nos lleva a una versión superior de lo que somos.
     Amar es elegir, es elegirse. Y esta afirmación es en sí misma subversiva porque no hay una manera única de amar y porque ser libre supone superar los límites de la obediencia y del deber-ser para atender a la propia conciencia promovida en los contextos en los que cada quien se mueve. Amar es complejo e inquietante porque puede conducir por sendas insospechadas: declarar un amor o definir una orientación individual fundamental, reprobar un alumno o hacer lo imposible para que siga su camino, desafiar lo establecido y lo esperado o entregarse a una empresa luminosa, tomar un fusil o quebrantar un ley, dedicar la vida entera a lo que el mundo puede juzgar de inútil o cultivar un árbol; contemplar, orar, sonreír, rechazar, negar, desplazar, precipitar. Emerger.
     Amar es ciertamente un misterio porque nunca es claro cuál es el derrotero en el que nos encontraremos y desde el cual construiremos nuestra humanidad compartida. Y así como Edgar Morin afirma la importancia de educar en la incertidumbre, en la conciencia, en la complejidad y en la condición humana, es urgente promover desde nuestros hogares y centros escolares una educación que tenga como referente fundamental el propio reconocimiento, la propia apreciación y la elección esperanzada en un mundo en el que, de hecho, el amor está operando todo el tiempo, en toda las personas, en todo escenario, hasta en los más imposibles; opera porque todos, TODOS, estamos eligiendo. El amor opera todo el tiempo, no lo sabemos porque no es noticia, no sale en la tele...
     Sí, la tendencia humana es el amor. Y lo es porque quien cuestione los límites que su cultura le ha impuesto, quién tenga el valor de cuestionar el origen de sus pensamientos más fundamentales y se arriesgue a vivir conforme a su conciencia, invariablemente encontrará un halo de esperanza sobre lo que es y puede ser. Porque el efecto del amor no es "abrazar a todos y querer dar limosnas", el efecto más fundamental se encuentra en una mirada, en una cosmovisión, en una perspectiva renovada y comprehensiva que se abre al valor de la incertidumbre, que reconoce el conflicto como posibilidad, no como amenaza, y que mantiene un corazón abierto a sentir y crear el mundo que desea. Así pues, amar supone sentir, pero sobre todo elegir.

Por la educación

Autor: Martín López Calva
Publicado: Síntesis Puebla, 24 de mayo de 2011

     Tú le crees a Elba Esther? Yo tampoco. Que devuelva lo que no es suyo". Con este lema escrito CM una manta y una caja de regalo, un gran número de personas se tomó fotografías en lugares emblemáticos de distintas ciudades el domingo 15 de mayo.
     ¿De dónde vino esta extraña celebración? Que te significa este acto simbólico? Esta iniciativa forma parte de las acciones a las que ha convocado la “Coalición ciudadana por la educación" una organización apartidista formada bajo la convicción de que es necesaria una profunda transformación del sistema educativo si queremos construir un mejor futuro.
     Bajo el lema "Muévete por la educación", este grupo está proponiendo básicamente lo que expresaban las mantas y el regalo simbólico a los maestros: el cambio en las "reglas del juego" bajo las que ha funcionado el sistema educativo mexicano desde mediados del siglo pasado.
     Estas reglas están publicadas en el Diario oficial de la federación del 29 de enero de 1946 en el "Reglamento de las Condiciones Generales de Trabajo del Personal de la Secretaría de Educación Pública" y otorgan de hecho al SNTE el control sobre todo el proceso de ingreso, promoción, estímulos y permanencia de los profesores en el ámbito de la educación básica y media.
     Independientemente de que nos sumemos o no a este movimiento, como ciudadanos responsables y preocupados por la mejora de la calidad educativa, no podemos permanecer indiferentes ante la necesidad de cambiar estas reglas bajo las que funciona el gobierno de la educación nacional.
     Cualquier sistema democrático requiere de balances y contrapesos, y del reconocimiento de la autonomía de los individuos. Es evidente que otorgar todo el control a la parte sindical, restringe la autonomía de los profesores y elimina cualquier contrapeso, dejando al gobierno sin poder para asumir la rectoría de la educación.
     Esto es lo que "no es suyo" y tienen que devolver para que el sistema educativo responda al México del siglo XXI.

Formación cívica y ética: dos imágenes


Autor: Martín López Calva
Publicado: e- consulta, 23 de Mayo de 2011 | 22:20

     El tema de la formación moral de los educandos volvió no hace tanto tiempo a la escuela a través de la asignatura de “Formación cívica y ética” que persigue básicamente el desarrollo de valores humanos y la formación de ciudadanía, ejes que pueden ubicarse dentro de dos de los grandes pilares para la educación del Siglo XXI que el famoso libro de la “Comisión Delors” de la UNESCO (La educación encierra un tesoro) llamó “aprender a ser” y “aprender a convivir”.
     No es necesario explicar por qué esta formación es urgente en nuestras escuelas y universidades hoy en México. Basta mirar cualquier noticiario de radio o televisión o leer cualquier periódico e incluso escuchar las pláticas en casa o en cualquier lugar de reunión para constatar que estamos viviendo una de las peores crisis históricas en términos de delincuencia organizada, violencia, intolerancia, impunidad y falta de respeto a la dignidad humana.
     Ante esta situación, la pregunta que surge de inmediato es: ¿Qué tan eficientes son estas asignaturas de formación cívica y ética? ¿Qué tanto está logrando la escuela revertir esta cultura de muerte, violencia e intolerancia en la que crecen los niños y jóvenes mexicanos en la actualidad?
     Ante este cuestionamiento, considero pertinente plantear una reflexión sencilla ilustrada por dos imágenes que sostienen la necesidad de un paso de lo abstracto a lo concreto en la formación cívica y ética para lograr que un espacio curricular como este, tenga un impacto educativo real hacia la transformación de la convivencia social.
     1.-Primera imagen.
     Miro por la televisión el tradicional desfile del cinco de mayo en nuestra ciudad y veo marchando a muchísimos estudiantes de secundarias y bachilleratos en un despliegue de vistosos uniformes, carros alegóricos con diseños llamativos, música, coreografías, etc. y me pregunto por la cantidad de dinero que implica todo esto y las horas de trabajo invertidas para llegar a este momento que termina en un poco más de dos horas.
Todo este gasto podría tener una justificación si el desfile fuese un espacio significativo de formación cívica y ética para los estudiantes. Podría serlo si hubiera una estrategia educativa detrás, en la que se planeara esta actividad como parte de un proceso en el que los educandos reflexionaran sobre el significado profundo de estas conmemoraciones y su trasfondo valoral y político-social.
     Sin embargo todos sabemos que no es así y que el desfile es un acto aislado de cumplimiento y lucimiento sobre todo de las autoridades escolares ante sus superiores, pero no es parte de un proceso de aprendizaje significativo para la formación ciudadana.
     2.-Segunda imagen.
     Mientras veo la transmisión en vivo de la “marcha nacional por la paz con justicia y dignidad” convocada por Javier Sicilia a propósito de la situación crítica de violencia e impunidad que se vive en el país y miro con esperanza una plaza llena de ciudadanos que quieren participar en transformar a México para bien, volteo a ver a dos adolescentes que están rondando alrededor de la televisión, uno de ellos estudiante de bachillerato en una institución muy prestigiada, la otra, alumna de secundaria de una escuela privada, que también se supone es una institución de vanguardia. Ninguno de ellos sabe nada de la marcha, ni ubica quién es Javier Sicilia ni como poeta ni como padre de un joven asesinado recientemente. Ninguno parece estar interesado en las imágenes que se están viendo en la pantalla.
     Comparando estas dos imágenes, me queda claro que nuestro sistema educativo y nuestros docentes están equivocando las prioridades y pensando que la formación cívica y ética consiste en enseñarles leyes, normas, valores y comportamientos abstractos y en obligarlos a participar en ceremonias cívicas y en desfiles que para la mayoría resultan ya vacíos de significado y cuyos símbolos no evocan en ellos sentimientos de identidad nacional, compromiso con el país, valoración de la democracia y la convivencia basada en el respeto y la tolerancia sino muchas veces, simplemente indiferencia y flojera.
     Por más que gastemos en desfiles y ceremonias cívicas, mientras no formemos a nuestros niños y jóvenes en el interés, el análisis, la reflexión y el compromiso con la realidad “real”, cercana y actual que nos está llamando con urgencia, la formación cívica y ética seguirá siendo simplemente una utopía discursiva, una serie de buenas intenciones y una inversión inútil de tiempo y dinero.





lunes, mayo 23, 2011

Convertirse en amante de la docencia

Autor: Alexis Vera
Publicado: La primera de Puebla, 17 de mayo de 2011

     El maestro que ama a sus pupilos no les pone 9 y 10 en todos sus trabajos y exámenes. Es decir, no regala calificaciones porque le interesa que en verdad los alumnos aprendan. Ubica con claridad la importancia social que tiene su papel para el presente y futuro de México; y se siente orgulloso de ser docente. No considera que su trabajo es dar clases simplemente, comprende que su profesión en la vida es desarrollar a los ciudadanos del futuro, ni más ni menos.
     El país que tenemos necesita maestros de otra estatura. México requiere profesionales de la docencia que hayan descubierto en su interior que parte del sentido de sus vidas es ayudar a que tengamos mejores ciudadanos. Necesitamos maestros que tomen con toda seriedad su trabajo, que sean, en efecto, profesionales, no amateurs de la educación. En mi humilde opinión y experiencia, ningún docente que llega tarde a sus clases, que falta al trabajo sin justificación válida o que contesta su celular en clase puede decir que es un profesional. Ese docente por lo general solo va a la escuela a jugar a la escuelita con sus alumnos: él hace como que enseña y los alumnos como que aprenden.
     Pero obviamente la calidad educativa va mucho más allá que el llegar a tiempo y no contestar el celular. Éstos son apenas aspectos o condiciones básicas de la docencia (como lo es, por ejemplo, el traje de baño para el competidor de natación). El nuevo maestro requiere mucho más que puntualidad y auto disciplina dentro y fuera del aula; requiere, ante todo, amar lo que hace; necesita convertirse en amante de la educación. Necesita tomar a la docencia por novia y vivirla con la intensidad, respeto e ilusión con que se trata a una amada. Quien ama de verdad lo que hace no le pichicatea a la vida y menos a su profesión. Quien en verdad ama se da, se entrega sin andarse con cuentos. Ningún maestro puede decir con credibilidad que ama la docencia si, de entrada, no ama a sus alumnos. Muchos maestros dicen que aman a sus alumnos pero no lo demuestran. En lugar de señalarle al estudiante dónde puede mejorar, le toleran deficiencias de desempeño en aras de no complicarse la vida. Porque retroalimentar para educar puede ser difícil y cansado; y siempre será más fácil para todos (alumno, maestro, padre de familia e incluso para ciertas escuelas) ponerle 9 o 10 de calificación al estudiante. Sin embargo, me parece que no hay mejor cosa que pueda hacer un maestro por su alumno que ayudarle a ver sus áreas de oportunidad y acompañarlo (o coachearlo) para superarlas, aunque para mostrarle esas áreas débiles tenga que ponerle un 5 de calificación en el trabajo, examen o proyecto.
     Pero para tener maestros que aman la docencia hay que tener directivos y administrativos de la educación que igualmente amen a alumnos y profesores; que amen lo que hacen y quieran a la educación para que no la usen en beneficio propio sino en beneficio de la sociedad.
     Quien ama la educación no deja de educarse a sí mismo durante toda la vida. Ningún maestro es un producto terminado. El docente que en verdad ama a sus alumnos se dedica a auto cultivarse todos los días de su vida; se convierte en maestro de tiempo completo. Y lo hace con gusto, porque lo hace por amor. La educación es su novia y amante, y, como los buenos amantes, se esmera por conquistar y no perder lo conquistado. El docente que ama se profesionaliza. Así como lo hacen los grandes escultores, cuida los detalles de su trabajo, esculpe con pasión e intenta mejorar cada día su técnica para entregar a la sociedad obras cada vez más hermosas y, por lo tanto, útiles para la humanidad en general.
     ¿Qué necesitamos hacer para llenar nuestras escuelas y universidades con verdaderos amantes de la docencia? ¿Qué necesitamos en nuestras instituciones para atraer y retener directivos y administrativos que amen la educación? ¿Qué haremos al respecto usted y yo que estamos metidos en todo esto?
     Sin duda esta tarea en México es inmensa y nos rebasa por completo a cualquiera de nosotros. Pero podemos empezar por nuestra propia casa; podemos iniciar hoy con nuestro actual grupo de estudiantes. Amar nuestro proyecto educativo personal y convertirnos en amantes de la docencia. Sólo corremos el riesgo de disfrutar más lo que hacemos y vivir entusiasmados, ilusionados; como viven los amantes; como viven quienes aman en verdad lo que hacen. http://veraalexis.wordpress.com/

La juventud en busca del sentido

Autora: Betzabé Vancini Romero
Publicado: e-consulta, 17 de Mayo de 2011

     Anteriormente, lo que los jóvenes ansiaban era la libertad
     Anteriormente, y según las pasadas generaciones, lo que los jóvenes ansiaban era la libertad. Su búsqueda completa se volcaba en una rebeldía incesante que pedía a gritos la libertad de hacer y de ser, al precio que fuera. Hoy, la búsqueda ha cambiado, ya que el gran aislamiento en el que nos encontramos gracias a la tecnología, las redes sociales, y los ajustados horarios y ocupaciones que apenas nos permiten sobrevivir. Todo esto que nos rodea, disfrazado con una máscara de “comunicación en la era moderna” no es sino la pérdida del encuentro entre nosotros, con nosotros mismos y con el otro, pues estamos tan enajenados en lo que “tenemos qué hacer” que somos incapaces de mirar al otro que está a tan sólo unos pasos más allá.
     A lo largo del tiempo que he tenido la oportunidad de ser profesora universitaria, he podido tratar con chicos de varias disciplinas y de un rango de edad relativamente amplio, y en todos y cada uno de los grupos con los que he compartido el aula me he encontrado con dos conceptos que representan un verdadero problema existencial para ellos: la responsabilidad y el sentido de su vida. Una de las responsabilidades que tenemos para con nosotros mismos es, precisamente, la búsqueda del sentido de nuestra existencia. No hay circunstancia peor ni más desconcertante que sentir que la propia vida no tiene sentido y que estamos aquí por un conjunto de “por qué” y no con una serie razonable de “para qué”. Y los chicos universitarios frecuentemente expresan esa preocupación por el “para qué” de las cosas que hacen, de lo que estudian, de lo que sucede en el país, incluso de su vida.
     Quizá la parte de mayor beneficio y la mejor actitud que debamos tener con nosotros mismos es precisamente, buscar el sentido de nuestra existencia, aún cuando sepamos que éste siempre será variable y se encontrará en constante cambio. Es difícil abordar estos temas dentro del salón de clases, sobre todo cuando el alumno no ha sido sensibilizado en su formación previa a estos temas. Fue entonces, que un día me di cuenta de que era mucho más sencillo explicar el sentido de vida desde la carencia del mismo: que la carencia del sentido de vida nos deja vacíos y que ese vacío debemos llenarlo con algo: alcohol, drogas, pertenencias materiales, sexo, etc., pues nos sentimos profundamente solos cuando no sabemos para qué estamos aquí. El grupo con el que estaba hizo un profundo silencio y comenzaron a mirarse unos a otros.
     Creo que la realidad actual del país y el vertiginoso ritmo en el que han caído nuestras vidas y actividades dificultan esta búsqueda de sentido y mitigan falsamente, esta necesidad de encontrarnos unos a otros. Estamos aparentemente conectados y vinculados por medio del celular, el internet y las redes sociales; sin embargo, estamos profundamente aislados en nuestros hogares, tratando de protegernos de la inseguridad, de la crisis económica, de preservar un empleo, de conservar una beca, etc. Y hemos dejado el sentido de nuestra vida y el encuentro con los otros a un lado, sin darnos cuenta. Es más importante seguir la vorágine de la vida cotidiana, comprar al ritmo que lo marca el mercado, vestir como lo vemos en las revistas, temer a lo que dicen en las noticias y bailar lo que sea que el radio nos aviente cada mañana, sí, desde Chayanne hasta Lady Gaga.
     Si bien las anteriores generaciones luchaban por la libertad, y la juventud hacía despliegues de una rebeldía necesaria para obtener un espacio para SER fuera de la represión, los jóvenes de ahora tienen ya esa tan anhelada libertad de generaciones previas; sin embargo, creo que ya no saben qué hacer con ella. Esta libertad que también los ha dejado desprotegidos y vulnerables ante un mundo que es capaz de seguirnos la pista a cada paso –probemos tracker o google maps- pero que nos distrae de nuestra propia búsqueda de sentido.
     Hemos pasado tantas horas iluminados por el reflejo de la pantalla de la computadora, o ahora, tanto tiempo con la vista agachada viendo el iphone o la black Berry, que nos hemos olvidado de mirar alrededor y de descubrir quiénes somos. Nos perdemos entre las parcialidades de los medios, la publicidad y las noticias y nos hemos olvidado por completo de aquella lucha por defender firmemente lo que creemos y peor aún: hemos olvidado que el verdadero reflejo de nosotros está en el encuentro con el otro, es ahí donde probablemente, encontremos el sentido



martes, mayo 17, 2011

Formación de los profesionales de la salud

Autor: Gonzalo Inguanzo Arteaga
Publicado: La Primera de Puebla, 11 de mayo de 2011
     Reconocidos académicos, entre los que se puede señalar al decano de Medicina de la Universidad de Harvard y ex secretario de salud de México, Julio Frenk, piden mejoras en la formación de los profesionales de la salud de todo el mundo. Por su parte, estudios que se han venido publicando en los últimos meses mencionan que se le debe dar más importancia a la formación de este tipo de profesionales y se sugieren reformas institucionales y educativas que abarquen tanto sus estudios como su formación continua.
     Se señala que las instituciones educativas como formadoras de recursos humanos deben estar atentas a los cambios que se dan en su entorno, de esta forma se estará apostando por la pertinencia del proceso educativo. Al entender la realidad y los retos que de su análisis se desprende, pueden ser capaces de proponer una formación de profesionales que permitan potenciar los procesos de cambios positivos en su comunidad.
     En este sentido, la formación del profesional de salud debe inscribirse en acciones que lo capaciten para promover a la salud como un imperativo ético, lo cual implica generar los espacios donde el concepto de calidad de vida y promoción de la salud sea discutido y reflexionado a través de un trabajo colaborativo de estudiantes y docentes. Por otro lado se debe facilitar la comprensión de la estrecha relación que existe entre salud y condiciones de vida, al tiempo que se debe enfatizar la responsabilidad social de los conocimientos y una consistente preparación humanista, ética y política.
     Otro elemento a considerar es que la preparación de profesionistas de la salud debe dejar en claro la importancia del trabajo interdisciplinar, los futuros profesionistas deben tener habilidades que les permitan ser eficientes como miembros de organizaciones, trabajar en equipo con otros profesionales de la salud y otras disciplinas.
     No menos importante es preparar al profesional para que en su práctica involucre de manera creativa y efectiva todas aquellas herramientas que posibiliten el cambio de los beneficiarios de las instituciones de la salud a estilos de vida más saludables.
     El logro de los elementos anteriormente señalados no se encuentra presente en sí mismo en la propuesta curricular visible que se le propone a estudiante, sino que se fundamenta en lo que se denomina currículo oculto, entendiéndose éste como un espacio en donde cada universidad o institución educativa contribuye a la generación de espacios de eticidad en los que los valores de la vida humana se hacen viables, se implica con los ideales sociales, al tiempo que transforma a los actores que participan de las experiencias formativas.
     En la interacción que se da cada día por parte del estudiante con la institución educativa y con los espacios de práctica profesional (hospitales, laboratorios, comunidades a los que se asiste, etc.) se define el clima formativo y se hace posible un compromiso vivencial de alta significancia con la promoción de la salud. El profesionista en formación se comprometerá con los altos ideales en la medida que los espacios en los que se está formando lo involucren con vivencias éticas e intelectuales que le permitan identificarse y comprometerse en prácticas específicas y valores determinados.
     Estos valores serán adoptados por el estudiante dependiendo del rostro que les presenta la universidad o institución en la que se forma, de la coherencia entre lo que se pide hacer por la institución y lo que ella misma demuestra en sus acciones, de las vivencias de reflexión y acción que tenga al lado de sus maestros, así como de la capacidad de análisis y toma de decisiones que su paso por la institución le haya permitido desarrollar y potenciar.
     Es importante que las instituciones educativas, en especial las universidades, asuman la responsabilidad que les compete en el proceso como formadora de profesionales y ciudadanos que lideren procesos de cambio en la sociedad en la cual están insertas. Se debe aceptar que existe una corresponsabilidad y que el trabajo de recuperación de la salud en condiciones de equidad, oportunidad y calidad es imprescindible para cualquier sociedad.

Alfabetización tecnológica y cambio educativo: retos para el docente

Autora: Marisol Aguilar Mier
Publicado: Puebla on Line, 11 de mayo de 2011

     En los tiempos que corren, la UNESCO ha anunciado que “para vivir, aprender y trabajar con éxito en una sociedad cada vez más compleja, rica en información y basada en el conocimiento, estudiantes y docentes deben utilizar la tecnología digital con eficacia”. Con ello, se considera que puede mejorar la calidad y eficiencia de los procesos educativos pues las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) ayudan a crear entornos de aprendizaje que promueven la creatividad e innovación de los estudiantes, revolucionando la forma en que se accede, se maneja y se interpreta dicha información.
     De esta manera, el auge de las TIC ha creado nuevas formas de alfabetización que no podemos dejar de lado si pensamos que justamente hoy en día, los procesos educativos implican también, ser competentes en el mundo digital. Pero, ¿los docentes están preparados para ello?, ¿pueden diseñar estrategias que ayuden a los alumnos a desenvolverse eficientemente en esta nueva sociedad?, ¿en qué consiste este tipo de alfabetización?
     El término alfabetización digital o tecnológica  presenta una gran diversidad de definiciones que van desde las más simples a otras más integrales y complejas. Lo que sí queda claro es que ésta alfabetización no es un fin en sí misma, sino un medio para lograr que progresivamente, las personas vayamos siendo competentes en el uso de las TIC. Lo anterior implica aprender a buscar información, analizarla y evaluarla, para aplicarla en la solución de problemas y en la toma de decisiones. Con ello, vamos logrando ser usuarios creativos que nos comunicamos, publicamos y producimos conocimientos, contribuyendo a estas sociedades de las redes, como ciudadanos informados y responsables.
     Por tanto, la labor del docente se ha visto transformada y su responsabilidad para enfrentar este reto es enorme. No obstante, el cambio no ha ido a la misma velocidad que la revolución tecnológica pues las TIC suelen ser subutilizadas o bien, emplearse de una forma completamente tradicional sin cambiar metodologías y concepciones educativas, manteniendo así, los mismos patrones y vicios de la educación, que por años hemos intentado combatir. Lo anterior obedece a que con frecuencia, reducimos el uso de las TIC al de herramientas para trasmitir o acceder a la información y bajo esta mirada, el propósito de la educación se sigue definiendo como la acumulación de datos. Por ello, se dice que algunos docentes están pasando directamente del gis y el pizarrón, a modernos sistemas tecnológicos sin haber transitado por programas de formación  acordes a las nuevas necesidades y desafíos.  
     De esta manera, la incorporación integral de las TIC a los procesos educativos requiere de nuevos roles para el docente y para el alumno, así como una resignificación de la educación en sí misma. Lo anterior, incluye también el diseño  innovador de experiencias de aprendizaje significativas, así como una didáctica especial que permea en todos los ámbitos de las instituciones educativas, puesto que no se reduce al aula. Estos nuevos enfoques, colocan en el centro a la persona y su aprendizaje, teniendo como propósito la construcción y aplicación de conocimientos.
     Para ello, el uso simplemente instrumental de las TIC no basta, pues es preciso promover en el profesorado competencias para aprovechar al máximo las posibilidades de la tecnología en el contexto educativo, adaptarla a las metodologías didácticas -para evitar así que sean un mero complemento de la formación- e integrarlas al proceso de enseñanza-aprendizaje.
     Además, hay que considerar que nuestro país tiene un reto aún mayor que el que enfrentan quienes han contribuido al nacimiento de la sociedad de conocimiento. Para nosotros, las desigualdades actuales en cuanto al acceso a las TIC nos colocan en desventaja ya que no contamos aún con la infraestructura necesaria y suficiente y por consecuencia, tampoco estamos en plenas condiciones para generar programas pertinentes de formación del profesorado en esta línea.
     La UNESCO se ha planteado el objetivo de lograr “incrementar la productividad, formando estudiantes, ciudadanos y trabajadores que se comprometan continuamente con la tarea de generar conocimiento e innovar, y que se beneficien tanto de la creación de este conocimiento como de dicha innovación”. Nos preguntamos entonces ¿qué tan cerca estamos de alcanzar este objetivo? los docentes ¿están formados y preparados para contribuir de manera sustancial a ello?

martes, mayo 10, 2011

Reeducarnos como madres

Autora: Luz del Carmen Montes Pacheco
Publicado: Puebla on Line, 3 de mayo de 2011

     No nos enseñan a ser madres y en muy pocas ocasiones nos educamos para ello. Es posible que ocasionalmente tomemos un curso o leamos algún libro al respecto. Entonces, normalmente educamos como nos educaron nuestras madres. Tratamos de imitar los rasgos que admiramos o agradecemos de ellas y tratamos de evitar las conductas que no nos gustaban o que nos hacían daño. Una teoría que explica esta manera de aprender es la del modelamiento social, del psicólogo Albert Bandura. En ella se afirma que aprendemos a través de modelos, que imitamos las conductas de esos modelos. Por supuesto no se trata de una mera imitación sin reflexión. En la elección de las conductas que reproducimos y que evitamos, hay proceso reflexivo.
     Además del modelo particular de nuestras madres, hay otros modelos como los  del cine y la televisión. La madre abnegada, que da todo por sus hijos, capaz de sacrificar todo, descanso, intereses, necesidades; capaz de pasar hambre y frío. O la madre controladora que no permite que sus hijos decidan lo que quieren ser o hacer, aunque lleguen a la edad adulta.
     Los dos modelos conducen lógicamente a dos modelos de hijos o hijas. En el primer caso se supone un agradecimiento casi total, obligado socialmente; y en el segundo caso un modelo de dependencia casi total también.
Pero ya no hay cabida para estos patrones en la sociedad actual. La mujer, llamémosle moderna, trabaja y ya no está dedicada completamente al cuidado de sus hijos. Ya no es posible que sacrifique todo por ellos, ni que los controle; ya no son tiempos para ello.
     Las mujeres hemos tenido que reeducarnos para ser madres. Ahora se dice que para querer a los demás, incluidos los hijos, te tienes que querer a ti misma. La preparación, el desempeño profesional y la interacción en diferentes ámbitos sociales, nos ha llevado poco a poco a la construcción de otro modelo.
     En las escuelas de nuestros hijos hay cursos y talleres tanto para madres como para padres, pues el rol de padre también ha cambiado, ya no se confiere toda la responsabilidad a la madre; los padres también están implicados.
     Entonces, ¿cuáles son ahora las ideas que están en el imaginario de esta nueva manera de ser madre? ¿En qué consiste esta reeducación social?
     Las madres estamos con nuestros hijos y para nuestros hijos, desde nuestras ocupaciones.
     Ellos saben que en cualquier momento pueden acudir a nosotras y que de acuerdo a la situación responderemos en un tiempo y forma determinados. Siempre estamos pero nuestra vida no depende de la de ellos.
     Compartimos responsabilidades, con los hijos y con los padres de nuestros hijos.     
     Nuestros hijos son personas que pueden hacerse cargo de sus responsabilidades de acuerdo a su edad; una persona se autoconstruye cuando enfrenta retos alcanzables día a día. El padre participa ya no sólo como proveedor, ahora cambia pañales, cuida a los hijos por la tarde y puede llevarlos a la cama porque mamá está estudiando, trabajando o simplemente tomando un café con sus amigas.
     Un cambio difícil de enfrentar si queremos que nuestros hijos sean felices y (mucho más), que se hagan cargo de su propia felicidad es el reto de educarlos en y para la libertad. Decidir con ellos en edades tempranas y estar junto de ellos cuando decidan en edades mayores.
     Estas últimas ideas nos llevan a una de las prácticas de mayor envergadura, el establecimiento de límites. Aunque parezca contradictorio educarnos para la libertad, como madres, como padres o como hijos o hijas, necesariamente implica convivencia con límites claros.
     Las madres no somos la sublime figura de muchas de las películas de la época de oro del cine mexicano, que sacrificaba todo al grado casi de negar su individualidad. Los padres ya no responsabilizan a las madres de las malas o buenas acciones de sus hijos. Y los hijos no tienen que vivir casi automáticamente agradecidos a la madre que sacrificó todo por ellos.
     Espero que no me malinterprete, no niego el amor profundo hacia los hijos o hacia la madres. Niego la reproducción de patrones que obstaculizan la libre toma de decisiones tanto de las madres como de los hijos. Hago votos porque las madres podamos establecer nuestros propios límites para no desaparecer como personas cuando estamos cuidando y educando a nuestros hijos; límites que llevarán a estos hijos a manifestar un agradecimiento saludable y razonado hacia un tipo de madre que tiene vida propia y que no depende de las atenciones que sus hijos adultos puedan tener con ella.

La “boda del siglo”

Autor: Rubén Hernández Herrera
Publicado: La Primera de Puebla, 3 de mayo de 2011

     No es propio de una reflexión académica abordar temas propios de la prensa rosa dedicada a las frivolidades de los famosos o populares. En el pasado fin de semana se presentó un par de acontecimientos que llamaron la atención mundial, convocando a millones de personas interesadas en participar directamente, convencidas de que estaban siendo testigos de la historia, me refiero sin duda alguna a la boda en Londres de Guillermo y Catalina, los ya duques de Cambridge y la beatificación en Roma de Juan Pablo II.  Los dos acontecimientos pueden ser objeto de estudio o cuando menos de invitación a la reflexión sobre su sentido y razón en el imaginario social del hombre moderno. Los dos acontecimientos tuvieron en común el que fueron publicitados a escala global, asistiendo millones de seres humanos de diferentes partes del planeta, incluso muchos habrán programado sus vacaciones para estar presentes en los dos lugares,  independientemente de la legión muchos periodistas televisivos que ciertamente encontraron las ocasión para ser “testigos de la historia”. En cuanto a la beatificación de Juan Pablo II por la polémica que sin duda alguna se abrió y espero que siga abierta en cuanto a conveniencia, pertinencia y sobre todo realidad de su santidad, prefiero pronunciarme en otro momento, no por temor sino porque se requiere de serenidad de espíritu y rigurosidad argumental.  
     En cuanto a la boda en cuestión saltan a la vista una serie de preguntas básicas que me interesan. La primera de ellas cuestiona el por qué diferentes medios de comunicación no se resistieron a promover la boda de Guillermo y Catalina como la boda del siglo. ¿Cómo es posible que se tenga tal denominación  cuando estamos en los albores del siglo XXI? Tal denominación se podría dar con mediana seguridad en el ocaso del siglo, o con rigurosidad histórica una vez que ya ha pasado el tiempo de estudio a considerar, previo consenso de los estudiosos de los fenómenos sociales y aún así, con la inseguridad de haber utilizado los epítetos adecuados y las selecciones paradigmáticas. En este tenor y por los años transcurridos en el siglo es de prever que se verán muchas otras “bodas del siglo”, que cuando menos podrán ser las de los hijos o nietos, o quizá bisnietos de los actuales contrayentes en la primera “boda  del siglo XXI”. Esto nos revela que el sentido del tiempo y de la historia que tienen los representantes de muchos medios de comunicación son limitados y manipulables, propensos a las palabras fáciles, promotoras del espectáculo más que de la información. Así, en este siglo quedan muchos momentos que serán denominados como “del siglo”,   partidos de fut-bol, peleas de box, acontecimientos políticos, funerales, magnicidios, si es que se tercian, conciertos, o cuanto momento histórico pueda ser promovido como producto comercial. Otras preguntas a considerar  tienen que ver con las paradojas de nuestro tiempo: ¿como es posible que una sociedad racional como la inglesa, cuna del positivismo y precursora de los grandes ideales de la racionalidad ilustrada, patria adoptiva de historiadores de enorme prestigio, tome las calles londinenses durante días y días con la única finalidad de ver pasar fugazmente a una pareja de enamorados?, ¿qué tiene esta pareja que no tengan otras? Si queremos encontrar respuestas convincentes desde la racionalidad, sin duda alguna desde el análisis del comportamiento de la sociedad de masas y el poder mediático, encontraremos más de una. Pero si el fenómeno lo observamos desde los resabios del pensamiento mítico subsistente en la sociedad moderna, es probable que cuando encontremos que los comportamientos masivos carentes de racionalidad cobren sentido. Como bien suele decir Edgar Morin, en los seres humanos está presente la ratio y la demens, razón y locura. Pero la locura de los humanos no se debe entender como estupidez, ni como sin razón, pues es motivada por otra racionalidad, otra forma de organizar el orden de la vida. Cuando les planteaba a unas alumnas el por qué de la atracción de una boda como la de Guillermo y Catalina la respuesta fue inmediata y sin duda alguna: porque son príncipes. Resulta que en tiempos republicanos nuestro imaginario social sigue atrapado, cautivado por ideales monárquicos. En la pareja en cuestión no se les reconoce lo humano que tienen, sino la realización de los ideales de millones y millones de seres humanos que  siguen pensando en los ideales románticos de los cuentos de hadas, teniendo a  Cenicienta como paradigma principal, promovido una y otra vez por Disney, Televisa, o la televisora mediocre que fuese. Pero más allá de la promoción de este imaginario, subsiste otra pregunta que nos relaciona con nuestro diario vivir y que sin duda alguna revela que en el fondo nuestro corazoncito es más monárquico que republicano: ¿por qué no le decimos a la mujer que nos cautiva la ratio y la demens, cuando de expresar nuestro afecto se trata: mi senadora, mi diputada, o mi presidenta, y siempre preferimos llamarlas, mi princesa, o reina, según el poder que le queramos asignar? ¿Por qué nunca nombramos a la presidenta de la primavera, o a la diputada de la escuela o club social, prefiriendo siempre el de reina? Tal parece que las denominaciones democráticas no tienen en nuestro imaginario el poder, la fuerza, la categoría, o el chic que nos da el boato y pompa de las monarquías y de esto la inglesa saben un rato largo.

Del sexo al género: Discutamos para ser libres.

Autor: Anahí  Espíndola Pérez
Publicado: E- consulta, 3 de mayo de 2011

     Pedro Trigo, reconocido teólogo latinoamericano Jesuita, profesor de Teología en la Facultad de Teología de la Universidad Católica Andrés Bello, en Caracas, menciona en su curso acerca de Dios y el Sujeto, que  “Dios quiere que seamos sujetos históricos”.  ¿Qué significa ser un “sujeto histórico”? La posibilidad de transformar tu mundo, lo opuesto al deber ser.
     Es muy cierto, el mundo necesita transformarse, hay muchos problemas y hay que discutir cada uno de ellos.  El fenómeno de la violencia contra las mujeres, no obstante los años que lleva de visibilizarse, continúa siendo relevante, aunque haya sido opacado en la agenda pública frente a otras violencias.
     El mes pasado en Radio Ibero se abre un espacio para difundir la Campaña Universitaria 2011 “contra la violencia hacia las mujeres y por sus derechos” que inicia en febrero de este año con el propósito de sensibilizar para que la comunidad universitaria conozca los derechos humanos de las mujeres y se concientice  sobre el tema de la violencia de género”. En aras de este propósito, inicia el programa radiofónico “Del sexo al género. Discutamos para ser libres”. En este espacio queremos discutir sobre la distancia social entre mujeres y hombres.
     Hace  muchos años las acciones de mujeres feministas nos hicieron observar las consecuencias y lo profundo de estas diferencias pero también nos dejaron un gran legado: el género, como un enfoque que permite generar la conciencia de que estas diferencias son construidas por nosotros y por lo tanto susceptibles de cambiar.
     El género es esa voz que trasciende lo absoluto del sexo. ¿Por qué es importante comprender el género?  Porque entonces entiendes que las personas somos producto de las sociedades en las que vivimos. Que lo que se le asigna a la naturaleza no es tal. Que ser hombre o mujer es un aprendizaje y por lo tanto podemos aprender a ser distintos y no regirnos por patrones o estereotipos femeninos o masculinos rígidos y asfixiantes. Cuando comprendemos lo que es el género ya no hay justificación para los abusos e inequidades.  
     Ya no hay que aceptar un deber ser que te restringe y te coarta la libertad.
     La libertad es la capacidad de decir no. El grito feminista no rechaza las relaciones con los hombres y por supuesto tampoco a los hombres, rechaza todo aquello que signifique desequilibrio, discriminación, injusticia, abuso, dolor, etc. Por lo mismo Del sexo al género, no se plantea como un programa de mujeres para mujeres, tampoco un programa para resaltar las virtudes de las mujeres, o reforzarnos como mujeres: es un programa de seres humanos que distinguidos como hombres y mujeres, necesitamos reformular nuestra relación y decir que elementos de la relación entre nosotros  y nosotras, entre nosotras y nosotras, entre nosotros y nosotros debe rechazarse con un contundente no. Y de entrada decimos: NO a la violencia no, no a la discriminación no, la no a la injusticia.
     Y para decir NO tenemos como ejes principales: identificar y analizar las situaciones de violencia contra las mujeres que presenciamos en nuestra vida cotidiana y los  comportamientos frente a ellas; reflexionar sobre los derechos humanos y cómo promoverlos, respetarlos y garantizarlos; motivar a la comunidad universitaria y a los radio escuchas de otros espacios, para cambiar las prácticas e incidir en la comunidad mediante acciones colectivas. Además proponemos un espacio informativo para dar seguimiento a las noticias sobre violencia contra las mujeres que son reportadas en los periódicos locales.   
     Además se informa sobre los eventos que integran la Campaña Universitaria, entre los que están foros universitarios, eventos culturales, convocatorias para realizar trabajos, etc.
     Pero lo más importante es el diálogo, la visión crítica no puede ser constructiva sin que se escuchen las voces de todos y se realicen procesos de transformación de las prácticas y los discursos que nos oprimen o nos conducen a la dominación entre los seres humanos.
     El programa se transmite por radio Ibero, un martes de cada 15 días a las 12:00 hrs. La próxima emisión se transmitirá el 10 de mayo.  Escúchennos en: http://www.iberopuebla.edu.mx/IberoRadio/
“Del sexo al género, discutamos para ser libres”. Sean bienvenidos  a este espacio en Radio Ibero.