lunes, mayo 23, 2011

La juventud en busca del sentido

Autora: Betzabé Vancini Romero
Publicado: e-consulta, 17 de Mayo de 2011

     Anteriormente, lo que los jóvenes ansiaban era la libertad
     Anteriormente, y según las pasadas generaciones, lo que los jóvenes ansiaban era la libertad. Su búsqueda completa se volcaba en una rebeldía incesante que pedía a gritos la libertad de hacer y de ser, al precio que fuera. Hoy, la búsqueda ha cambiado, ya que el gran aislamiento en el que nos encontramos gracias a la tecnología, las redes sociales, y los ajustados horarios y ocupaciones que apenas nos permiten sobrevivir. Todo esto que nos rodea, disfrazado con una máscara de “comunicación en la era moderna” no es sino la pérdida del encuentro entre nosotros, con nosotros mismos y con el otro, pues estamos tan enajenados en lo que “tenemos qué hacer” que somos incapaces de mirar al otro que está a tan sólo unos pasos más allá.
     A lo largo del tiempo que he tenido la oportunidad de ser profesora universitaria, he podido tratar con chicos de varias disciplinas y de un rango de edad relativamente amplio, y en todos y cada uno de los grupos con los que he compartido el aula me he encontrado con dos conceptos que representan un verdadero problema existencial para ellos: la responsabilidad y el sentido de su vida. Una de las responsabilidades que tenemos para con nosotros mismos es, precisamente, la búsqueda del sentido de nuestra existencia. No hay circunstancia peor ni más desconcertante que sentir que la propia vida no tiene sentido y que estamos aquí por un conjunto de “por qué” y no con una serie razonable de “para qué”. Y los chicos universitarios frecuentemente expresan esa preocupación por el “para qué” de las cosas que hacen, de lo que estudian, de lo que sucede en el país, incluso de su vida.
     Quizá la parte de mayor beneficio y la mejor actitud que debamos tener con nosotros mismos es precisamente, buscar el sentido de nuestra existencia, aún cuando sepamos que éste siempre será variable y se encontrará en constante cambio. Es difícil abordar estos temas dentro del salón de clases, sobre todo cuando el alumno no ha sido sensibilizado en su formación previa a estos temas. Fue entonces, que un día me di cuenta de que era mucho más sencillo explicar el sentido de vida desde la carencia del mismo: que la carencia del sentido de vida nos deja vacíos y que ese vacío debemos llenarlo con algo: alcohol, drogas, pertenencias materiales, sexo, etc., pues nos sentimos profundamente solos cuando no sabemos para qué estamos aquí. El grupo con el que estaba hizo un profundo silencio y comenzaron a mirarse unos a otros.
     Creo que la realidad actual del país y el vertiginoso ritmo en el que han caído nuestras vidas y actividades dificultan esta búsqueda de sentido y mitigan falsamente, esta necesidad de encontrarnos unos a otros. Estamos aparentemente conectados y vinculados por medio del celular, el internet y las redes sociales; sin embargo, estamos profundamente aislados en nuestros hogares, tratando de protegernos de la inseguridad, de la crisis económica, de preservar un empleo, de conservar una beca, etc. Y hemos dejado el sentido de nuestra vida y el encuentro con los otros a un lado, sin darnos cuenta. Es más importante seguir la vorágine de la vida cotidiana, comprar al ritmo que lo marca el mercado, vestir como lo vemos en las revistas, temer a lo que dicen en las noticias y bailar lo que sea que el radio nos aviente cada mañana, sí, desde Chayanne hasta Lady Gaga.
     Si bien las anteriores generaciones luchaban por la libertad, y la juventud hacía despliegues de una rebeldía necesaria para obtener un espacio para SER fuera de la represión, los jóvenes de ahora tienen ya esa tan anhelada libertad de generaciones previas; sin embargo, creo que ya no saben qué hacer con ella. Esta libertad que también los ha dejado desprotegidos y vulnerables ante un mundo que es capaz de seguirnos la pista a cada paso –probemos tracker o google maps- pero que nos distrae de nuestra propia búsqueda de sentido.
     Hemos pasado tantas horas iluminados por el reflejo de la pantalla de la computadora, o ahora, tanto tiempo con la vista agachada viendo el iphone o la black Berry, que nos hemos olvidado de mirar alrededor y de descubrir quiénes somos. Nos perdemos entre las parcialidades de los medios, la publicidad y las noticias y nos hemos olvidado por completo de aquella lucha por defender firmemente lo que creemos y peor aún: hemos olvidado que el verdadero reflejo de nosotros está en el encuentro con el otro, es ahí donde probablemente, encontremos el sentido



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