martes, mayo 10, 2011

Reeducarnos como madres

Autora: Luz del Carmen Montes Pacheco
Publicado: Puebla on Line, 3 de mayo de 2011

     No nos enseñan a ser madres y en muy pocas ocasiones nos educamos para ello. Es posible que ocasionalmente tomemos un curso o leamos algún libro al respecto. Entonces, normalmente educamos como nos educaron nuestras madres. Tratamos de imitar los rasgos que admiramos o agradecemos de ellas y tratamos de evitar las conductas que no nos gustaban o que nos hacían daño. Una teoría que explica esta manera de aprender es la del modelamiento social, del psicólogo Albert Bandura. En ella se afirma que aprendemos a través de modelos, que imitamos las conductas de esos modelos. Por supuesto no se trata de una mera imitación sin reflexión. En la elección de las conductas que reproducimos y que evitamos, hay proceso reflexivo.
     Además del modelo particular de nuestras madres, hay otros modelos como los  del cine y la televisión. La madre abnegada, que da todo por sus hijos, capaz de sacrificar todo, descanso, intereses, necesidades; capaz de pasar hambre y frío. O la madre controladora que no permite que sus hijos decidan lo que quieren ser o hacer, aunque lleguen a la edad adulta.
     Los dos modelos conducen lógicamente a dos modelos de hijos o hijas. En el primer caso se supone un agradecimiento casi total, obligado socialmente; y en el segundo caso un modelo de dependencia casi total también.
Pero ya no hay cabida para estos patrones en la sociedad actual. La mujer, llamémosle moderna, trabaja y ya no está dedicada completamente al cuidado de sus hijos. Ya no es posible que sacrifique todo por ellos, ni que los controle; ya no son tiempos para ello.
     Las mujeres hemos tenido que reeducarnos para ser madres. Ahora se dice que para querer a los demás, incluidos los hijos, te tienes que querer a ti misma. La preparación, el desempeño profesional y la interacción en diferentes ámbitos sociales, nos ha llevado poco a poco a la construcción de otro modelo.
     En las escuelas de nuestros hijos hay cursos y talleres tanto para madres como para padres, pues el rol de padre también ha cambiado, ya no se confiere toda la responsabilidad a la madre; los padres también están implicados.
     Entonces, ¿cuáles son ahora las ideas que están en el imaginario de esta nueva manera de ser madre? ¿En qué consiste esta reeducación social?
     Las madres estamos con nuestros hijos y para nuestros hijos, desde nuestras ocupaciones.
     Ellos saben que en cualquier momento pueden acudir a nosotras y que de acuerdo a la situación responderemos en un tiempo y forma determinados. Siempre estamos pero nuestra vida no depende de la de ellos.
     Compartimos responsabilidades, con los hijos y con los padres de nuestros hijos.     
     Nuestros hijos son personas que pueden hacerse cargo de sus responsabilidades de acuerdo a su edad; una persona se autoconstruye cuando enfrenta retos alcanzables día a día. El padre participa ya no sólo como proveedor, ahora cambia pañales, cuida a los hijos por la tarde y puede llevarlos a la cama porque mamá está estudiando, trabajando o simplemente tomando un café con sus amigas.
     Un cambio difícil de enfrentar si queremos que nuestros hijos sean felices y (mucho más), que se hagan cargo de su propia felicidad es el reto de educarlos en y para la libertad. Decidir con ellos en edades tempranas y estar junto de ellos cuando decidan en edades mayores.
     Estas últimas ideas nos llevan a una de las prácticas de mayor envergadura, el establecimiento de límites. Aunque parezca contradictorio educarnos para la libertad, como madres, como padres o como hijos o hijas, necesariamente implica convivencia con límites claros.
     Las madres no somos la sublime figura de muchas de las películas de la época de oro del cine mexicano, que sacrificaba todo al grado casi de negar su individualidad. Los padres ya no responsabilizan a las madres de las malas o buenas acciones de sus hijos. Y los hijos no tienen que vivir casi automáticamente agradecidos a la madre que sacrificó todo por ellos.
     Espero que no me malinterprete, no niego el amor profundo hacia los hijos o hacia la madres. Niego la reproducción de patrones que obstaculizan la libre toma de decisiones tanto de las madres como de los hijos. Hago votos porque las madres podamos establecer nuestros propios límites para no desaparecer como personas cuando estamos cuidando y educando a nuestros hijos; límites que llevarán a estos hijos a manifestar un agradecimiento saludable y razonado hacia un tipo de madre que tiene vida propia y que no depende de las atenciones que sus hijos adultos puedan tener con ella.

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