viernes, marzo 18, 2011

Sólo yo existo aunque pueda ver a mucha gente

Autora: Yossadara Franco Luna,datos del autos haz click aquí
Publicado: Síntesis Tlaxcala, 17 de marzo de 2011

     En alguna ocasión alguien muy molesto me relataba algo que le había ocurrido mientras intentaba llegar de un lugar a otro. Resulta que necesitaba trasladarse al supermercado y lo hizo por el camino habitual en un día no habitual. Entró por la misma calle que lo había hecho siempre, pero la notó distinta: era día de plaza. Toda entrada al supermercado estaba bloqueada y eso era normal, una calle cerrada.

     Al intentar salir de ésta para tomar otra que sí lo condujera a su destino se encontró con que algunas unidades de transporte colectivo hacen base entre 15 y 30 minutos. Quien se quede atrás de ellos tiene que esperar ese mismo tiempo para salir.
No podía dar crédito a lo que le estaba sucediendo, no entendía que a alguien aún no se le ocurriera poner un letrero que anunciará la situación de la calle ¡pues qué todos consideran que lo que sabe el vecino necesariamente lo deben saber todos los habitantes del estado! ¡Por qué la gente de ciudad piensa como si estuviera en el pueblo!
Mientras me relataba lo anterior cavilé en que ello es habitual en nuestro país: casi nadie piensa en el otro y ése es un grave problema.
     No se trata de que las personas piensen como pueblerinos viviendo en una urbe. No se trata de la confrontación entre el pensamiento de quienes viven en lo rural o lo urbano. Tiene que ver con que, por cultura, creemos que “sólo yo existo aunque pueda ver a mucha gente a mi alrededor”.
     Ese rasgo es el que permea en la vida cotidiana de los sujetos: si la calle es de todos también es mía, por lo tanto puedo poner mi puesto de comida a pesar de que estropee la circulación vial; si tengo prisa puedo no ceder el paso amén de que la indicación sea uno por uno; mis deseos de escuchar música en un país libre me lleva a poner mi equipo de sonido al más alto volumen … muchos más ejemplos puedo seguir escribiendo y casi todos serían reconocidos por el lector, incluso hasta le podrían generar cierto malestar.

¿Cómo solucionar este problema? La familia y la escuela tienen esta tarea en sus manos.      
     Ambas instituciones han de lograr que los sujetos se reconozcan en lo social, en una dinámica que siempre va a implicar al otro; es decir, cualquier cosa que realizan, aunque parezca del orden individual, generalmente llevará connotaciones sociales. Si el sujeto no pierde esto de vista seguramente pensará en el otro cuando decida realizar cualquier acción, pues no se trata de tomar grandes decisiones éticas sino de pensar mínimamente en el bienestar común.

     Lo anterior solamente será posible si conscientemente cada familia, cada escuela, cada maestro deciden reflexionar abiertamente qué implica vivir en el mundo, qué tipo de relaciones sociales son saludables, por qué es tan importante el bienestar común y qué se genera cuando éste no existe. Y empiezan a vivir de esta manera desde ya día a día.
Nuevamente, la escuela y la familia tienen en sus manos un pequeño problema que en sus consecuencias se vuelve la pesada cruz que nadie quiere cargar.




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