lunes, agosto 27, 2012

Las clases se inician con un diagnóstico


Autora: Luz del Carmen Montes Pacheco
Publicado: Puebla on Line, 15 de agosto de 2012


     Mucho me molesta cuando tomo un curso o un taller y el profesor  dice cosas que yo ya sé y que, probablemente, los demás ya saben también. Unos minutos se toleran, pero si se prolonga a toda o casi toda la sesión me desespero, y pienso que otras personas en mi lugar pueden sentirse aburridas, se pueden fugar mentalmente o bien, es cierto, puede no importarles; inmediatamente después pienso en los estudiantes.
     ¿Por qué los profesores no indagan antes qué saben sus estudiantes? Por mi experiencia como estudiante, creo que la mayoría de los profesores piensan más en los temas que contiene el programa que en otros elementos relevantes; uno de ellos, las experiencias y conocimientos previos de sus estudiantes. Piensan en un repaso, eso sí, hay que “homogeneizar el nivel, sino no se puede avanzar”; pero no piensan en que sus estudiantes pueden saber algo de lo que incluye el curso.
     Aunque muchos profesores han escuchado que hay que conectar aprendizajes previos con los aprendizajes nuevos para que tenga más sentido lo que se aprende, en lugar de preguntar a sus estudiantes qué saben o qué han hecho, prefieren solo suponer lo que deben saber por el grado escolar en el que se encuentra su materia. Y esa es la más benigna de las ideas, pues hay otra explicación de los expertos en aprendizaje, quienes afirman que hay una idea subyacente (o supuesto) en este comportamiento: que el estudiante es un recipiente vacío que hay que llenar y no una persona que construye significados.
     Para no caer en este terrible riesgo, antes de iniciar un curso hay que hacer un diagnóstico, un reconocimiento global, no solo de los conocimientos que aprendieron nuestros estudiantes del curso anterior, también de datos personales que nos ayuden a saber quiénes son y cuáles de sus experiencias nos sirven para su aprendizaje; sirve indagar: qué leen, cuáles sus gustos, cuáles son sus pasatiempos, en qué se sienten fuertes, en qué débiles, cómo estudian, cómo aprenden, etc. Esa información nos sirve para aprovechar el bagaje del grupo, para conectar experiencias y referencias con lo que tienen que hacer y que aprender en nuestro curso.
     Las preguntas dependen del nivel educativo del que se trate. En educación superior “lo significativo” está fuertemente relacionado con la licenciatura que eligieron; se les puede preguntar por qué se decidieron por esa carrera. Cuando se inicia un curso de posgrado sirve saber: a qué se dedican profesionalmente (independientemente del título que ya tengan), en qué medios se actualizan, qué esperan del curso, qué necesitan mejorar, cuáles son sus debilidades, etc.
     Sirve también aplicar cuestionarios ya diseñados para reconocer cuál es su estilo de aprendizaje o cuáles inteligencias se han desarrollado más; pero ¡cuidado!, estos instrumentos solo deben aplicarse si  vamos hacer uso de ellos: si vamos a ajustar nuestras estrategias docentes a esos estilos o si vamos a atender explícitamente alguna de las inteligencias sugeridas por Gardner. He escuchado algunos estudiantes decir que muchas veces les aplicaron esos instrumentos pero que las clases seguían igual.
     Para el diagnóstico (al inicio del curso), hay que diseñar un cuestionario que nos sirva no solo para reconocer lo que los estudiantes aprendieron en los cursos anteriores, sino que también nos sirva para saber qué tan familiar es lo que se revisará en el nuevo curso. Se les puede pedir también que a partir de un texto escriban algo, que hagan un mapa conceptual o que organicen la información de cualquier otra forma, de tal manera que nos sirva para aproximarnos a habilidades de abstracción, de análisis y de síntesis, por solo citar algunas.
     Además del reconocimiento inicial en el curso, cada día, en cada clase que se empiece un tema nuevo, o una nueva experiencia, hay que preguntar a nuestros estudiantes, qué saben sobre el tema o método que se revisará ese día. Así podemos conectar sus nociones, experiencias y conocimientos con lo que tienen que aprender.
     Muy importante es considerar que sea cual sea el instrumento que utilicemos, los estudiantes sepan que el ejercicio no contará para una calificación, pues entonces tendremos respuestas más auténticas.
     Las evaluaciones diagnósticas no son nuevas, son poco usadas y si se usan después no se toma en cuenta el resultado; se cumple con el requisito y normalmente no se revisan el resto del curso. Si algún profesor lee mi artículo le invito a que las aproveche y si quiere saber más sobre el tema,  uno de los libros que puede consultar es “Estrategias docentes para un aprendizaje significativo. Una interpretación constructivista”, de Frida Díaz Barriga y Gerardo Hernández; en él además de encontrar estrategias útiles para hacer un diagnóstico, encontrará en un lenguaje amable y con un fuerte sustento teórico, conceptos y estrategias útiles para promover un aprendizaje significativo en sus estudiantes.

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