viernes, febrero 20, 2015

Jorge Luis Borges en México

Autor: Jorge Gónzalez Trujeque

Una mañana, de 1978, en el hotel Camino Real de la Ciudad de México, me preparaba para ir a desayunar, tomé el ascensor para bajar al restaurante del vestíbulo, y encontré  a otra persona a la que saludé con un buenos días; ambos seguimos nuestro  traslado, hasta que en otro piso se volvió a detener el elevador. Subieron entonces dos personas,  una mayor, el pelo cano, de pequeña estatura, enjuto, vestido de riguroso traje y corbata y otra joven, sin maquillaje, también delgada y erguida, la mujer joven  era lazarillo y brújula. Al llegar al vestíbulo abandonamos el elevador en orden inverso a como lo habíamos abordado, después de abandonar la pareja el elevador, el otro ocupante se volteó y sorprendido me preguntó: Es Borges, ¿verdad? y yo, también sorprendido,  le dije que sí. No sabía entonces que ese encuentro habría de persistir en mi memoria muchos años después.
          No recuerdo la fecha en que  leí a Jorge Luis Borges por primera vez, lo que sí sé es que no puedo dejar de releerlo, su prosa fantástica y erudita, me transporta a mundos intrigantes, desconocidos y misteriosos. Su poesía es un ejemplo de construcción que linda entre la maestría, la erudicción y el sentimiento contenido. En particular la poesía de sus últimos tiempos  me parece libre, con hallazgos  literarios y que alcanza una esplendidez  quevediana. Borges me ha hecho feliz como a él  lo hicieron feliz: Chesterton, De Quincey, Stevenson, Dickens y Eca de Queiroz. Él me enseñó que no se comete ningún pecado literario al rechazar libros y aceptar páginas y que ningún texto, provenga de donde provenga, es menor.
          Auxiliar y director de bibliotecas hizo de los libros destino y paraíso. Erudito que fue, visitó los depósitos de libros en busca de textos mágicos, antiguos y perdidos, abrevó en las enciclopedias en busca de temas y motivos y en los diccionarios en busca lenguas y palabras. De su padre heredó la ceguera, la biblioteca, el inglés, la poesía y el oficio traductor y de su madre la vocación lectora y traductora, tradujo a Walt Whitman. Buscó con éxito la perplejidad del lector a través de laberintos, espejos y enumeraciones.
          Conoció a María Kodama, 38 años menor, gracias a una sesión de estudios literarios y se continuaron frecuentando por  su interés en las lenguas antiguas, Yosaburo Kodama, padre de María,  la educó sin saberlo para Borges: sintoísta, narrador de épicas, inculcó en su hija el sentido del honor, de la belleza  y  de la responsabilidad.  Por su parte María supo de Borges a los cinco años merced  de “Two english poems”, siete años después se conocieron en una de sus conferencias y a los diez y seis participó en un seminario de épica que impartió Borges  y a partir de entonces se frecuentaron primero por las tardes y después a toda hora.  A los 36 años María se convirtió en su secretaria personal y acompañante en sus viajes al exterior. En 1986 año de su muerte Borges, no sólo “quemó miles de poemas”, sino que además se casa, en el consulado de Paraguay en Suiza, con María Kodama, el novio tiene 86 años y la novia casi 50.
          María Kodama heredera y viuda de Borges eligió el diseño y las inscripciones de su lápida mortuoria. Sobre el anverso de la lápida se puede leer un verso  de la literatura inglesa antigua que pertenece al poema épico-histórico  La batalla de Maldon, que narra la derrota sufrida por los anglosajones frente al ejército vikingo, en el siglo X : And ne forhtedon na ( Y jamás con temor ). Esta inscripción se acompaña de la reproducción de un relieve del monasterio de Lindisfarne que recuerda el saqueo, también vikingo, en el año 793 y que tiene como motivo la derrota con honor. En el reverso hay dos frases y un barco vikingo. Una de las frases es De Ulrica a Javier Otárola nombres de los personajes del cuento Ulrica, clave cifrada entre Borges y Kodama. La lápida retrata mejor que nadie al relación Borges-Kodama: Una historia antigua de la épica inglesa que tiene como tema el amor, la derrota con honor y el misterio. 

*Jorge Luis Borges y María Kodama estuvieron en la Ciudad de Mèxico en 1978, para que el narrador y poeta argentino grabara un programa para la televisión mexicana con el ensayista y poeta Octavio Paz. Esta visita fue una de tres que realizó el autor de El Aleph a México, las otras en 1973 y 1981, y que se recuerdan en la exposición “Borges en México: Crónica visual y literaria” que se presenta en el Palacio de Bellas Artes.

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