lunes, junio 01, 2009

Economía de propinas y cooperaciones

Autor: Guillermo Hinojosa Rivero
Publicación: E-Consulta, 1 de junio de 2009

Según los libros de texto, la actividad económica consiste principalmente en producir bienes y servicios que serán intercambiados por dinero. Pero existe una zona gris de la actividad económica en la que el dinero cambia de manos sin que necesariamente se obtenga un bien o un servicio a cambio, al menos no uno que desee adquirir quien da el dinero. Es la economía de las limosnas, las propinas y las cooperaciones.

Existe un continuo de actividades en esta zona gris: en un extremo está el limosnero que simplemente extiende la mano sin ofrecer nada a cambio. En el otro extremo está la extorsión, eufemísticamente llamada 'cooperación para la vigilancia', que cierta policía ejerce semanalmente a hogares y negocios a cambio de no amenazar con un posible robo. Entre esos dos extremos hay una gran variedad de actividades de la zona gris de la economía.

Muy cerca del extremo de los limosneros simples están los limosneros de ocasión, que aprovechan los días festivos y las fechas patrióticas como pretexto para pedir algo de dinero. La navidad, la calaverita, los reyes, la madre, el amor, la independencia, el cinco de mayo, el aguinaldo, etc.

Después vienen los que podríamos llamar cirqueros de esquina: tragafuegos, acróbatas, saltimbanquis, ilusionistas, prestidigitadores, quienes en el breve tiempo que dura el rojo del semáforo llaman la atención, preparan el escenario, ejecutan un acto más o menos sorprendente y solicitan la 'cooperación' de los automovilistas.

Vienen después quienes nos hacen un servicio, generalmente inútil e indeseado, a cambio de una cooperación. Los limpiavidrios de las esquinas son los más visibles. Pero los más inútiles son los franeleros que con una cachucha negra se posesionan de un pedazo de banqueta, del estacionamiento del banco o de la farmacia, le echan un ojito al coche, 'ayudan' con la maniobra de salir del estacionamiento y piden cooperación. Una vez que un franelero se adueña de un estacionamiento y acumula cierta antigüedad, puede arrendarlo a otro. En los estacionamientos de los grandes centros comerciales existen organizaciones muy jerarquizadas de franeleros en las que los novatos de nivel inferior deben pagar cuota a los superiores para poder, digamos, trabajar.

En el mismo nivel de los franeleros están los 'empacadores' de los supermercados. La administración del supermercado les otorga el privilegio de las bolsas para empacar la mercancía. Si usted quiere tomar las bolsas y empacar, lo mirarán feo y lo harán sentir mal. Lo propio es dejar que el empacador guarde la mercancía en las bolsas que él considere convenientes y darle algunas monedas en agradecimiento.

Los franeleros y los empacadores ¿son una forma de caridad o de explotación? Los administradores de las grandes plazas comerciales ¿son bondadosos o explotadores al permitir que en sus estacionamientos operen las organizaciones de franeleros? ¿Hemos de alabar a los dueños de los supermercados por permitir trabajar a los empacadores? Podemos sospechar que se trata más de explotación que de caridad. Si ocurre el robo de un automóvil en una plaza comercial, el administrador debería responder; tendría que comprar un seguro que cubriera los robos que ocurran en su propiedad. En lugar de comprar un seguro, les pasa el costo a sus usuarios que deben dar propina a los franeleros. Los dueños de supermercados que quisieran dar un buen servicio deberían contratar empacadores para ahorrarles trabajo a sus clientes. En lugar de eso permiten trabajar a ancianos y niños y le pasan el costo al cliente.

Otra categoría en la zona económica gris está formada por aquellos que deben proporcionar un servicio y reciben un salario por hacerlo, pero esperan una propina por hacer las cosas bien. Aquí están los despachadores de gasolina y los meseros. No sólo los meseros regulares de restaurant sino los meseros que atienden a los invitados de un festín. Sin duda también aquí hay más explotación que caridad. Los dueños de gasolineras, de restaurantes y los contratistas de banquetes pagan poco 'pero ahí tu búscale'. Quien paga a final de cuentas son los clientes y los invitados que subvencionan a dueños y contratistas permitiendo que paguen mal a sus empleados.

La joya de la corona es la 'Cooperación para la vigilancia'. Aquí ya no se trata de dar un bien a cambio de la propina, sino de evitar un mal por no darla; extorsión policiaca en el mejor estilo gangsteril. Por supuesto también existen jerarquías en las que los 'vigiliantes' que semanalmente ordeñan sus calles asignadas deben pagar cuotas a los superiores que a su vez pagan a los suyos. Los 'vigilantes' deben pagar, además por la compra de los talonarios de boletos que entregan a cambio del dinero.

¿Dónde hemos de ubicar a quienes piden dinero en las esquinas no para ellos sino para una causa? Pueden ser las misiones religiosas, la huelga, los estudiantes rechazados, etc. Llama la atención que en este grupo estén diversos grupos de paramédicos y rescatistas que uniformados, con credencial al cuello y un vehículo estacionado piden la cooperación para su organización. ¿Quién instituyó esos grupos que no les da presupuesto para operar o, peor, incluye en su presupuesto el boteo callejero de sus voluntarios? ¿Son grupos gubernamentales o privados?

¿Cuánto dinero se mueve en limosnas callejeras, propinas a franeleros, a gasolineros, a meseros, a empacadores, cooperaciones a misioneros, a rescatistas y a policías vigilantes? Quizá algún economista interesado en esta zona gris pueda hacer el cálculo. Lo cierto es que es un impuesto alto que pagan los ciudadanos por ir a cualquier lado, por comprar cualquier cosa, y por vivir en cualquier calle.

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