Autor: Martín López Calva
Publicación: La Primera de Puebla, 1 de diciembre de 2009
“Tiempos violentos” fue el título que le asignaron en la traducción al español a “Pulp Fiction”, uno de los primeros films que fueron construyendo la fama del director Quentin Tarantino.
El “estilo Tarantino” se caracteriza por exponer escenas y situaciones de extrema violencia con un tono desmitificador e irónico, incluso cómico que hace al espectador, reír o aplaudir situaciones de extrema crueldad por la manera en que son presentadas. Es una especie de “tratamiento light” de la violencia que le quita su impacto afectivo negativo y la vuelve prácticamente indolora.
Algo semejante está sucediendo con todos nosotros, ciudadanos del México del siglo XXI, del mundo del tercer milenio, que asistimos diariamente a escenarios de extrema crueldad y violencia a través de las pantallas de la televisión o la computadora, en las páginas de los periódicos y los noticiarios de radio, sin sentir ya ninguna indignación o dolor frente al dolor humano.
Tiempos violentos son los que vive nuestro mundo y se pasean por la vida cotidiana de nuestra nación sin que como ciudadanos sepamos qué hacer más allá del comentario con la familia, los amigos o el vecino. La impotencia provoca que vayamos construyendo una especie de “escudo blindado” frente a la violencia que crece en frecuencia e intensidad a nuestro alrededor.
¿Qué hacer frente a una situación de “tiempos violentos” que llega inevitablemente a nuestras escuelas y universidades y se manifiesta en el “bullying”, el acoso, la construcción microsocial de un espejo de la sociedad en que vivimos?
Indudablemente una de las respuestas es el retorno de la preocupación por la llamada “Educación en valores” en el campo educativo. Por ello este tema se ha posicionado entre los profesores, directivos, investigadores de la educación como uno de los ejes prioritarios para la educación actual. “Aprender a ser” y “aprender a convivir” son dos pilares básicos de la educación para este siglo, según señala el famoso “informe Delors”[1] para la UNESCO.
Uno de las dimensiones principales de la “Educación en valores” en nuestros tiempos violentos es sin duda alguna la de la “Educación para la paz”. Si queremos revertir el proceso de violencia creciente y cada vez más irracional de nuestra sociedad actual es urgente que vayamos invirtiendo recursos, tiempo, reflexión y creatividad en una auténtica educación para la paz.
La educación para la paz tiene como objetivo “…plantear y promover, entre la gente, la convicción de que es necesario un cambio del sistema para poder resolver los conflictos existentes, así como conseguir un compromiso por parte de esta misma gente de trabajar a favor de la paz y por la abolición o reducción de las diferentes manifestaciones existentes de violencia…”[2]
Porque la paz no es la simple ausencia de guerra o de violencia, porque la guerra o la violencia no son solamente físicas sino también psicológicas, sociales, culturales, incluso religiosas es necesario que nuestro sistema educativo se ocupe eficazmente de la educación para la paz, es decir, de una educación que genere el compromiso activo por la erradicación de la violencia y la construcción de la paz.
La paz es una construcción social frágil y siempre inestable pero necesaria para que el ser humano se haga más humano y para que la humanidad se humanice. Se requiere entonces una educación para el trabajo activo por la construcción cotidiana de la paz, por el mantenimiento de la paz alcanzada y por el continuo desmontaje de los posibles gérmenes de violencia a nivel micro o macro.
La construcción y sostenimiento de la paz requiere de una educación capaz de generar respeto, tolerancia, empatía y solidaridad. En estos aspectos deberían fijarse los padres de familia cuando elijen una escuela para sus hijos, más que en el nivel académico –que es también importante- o los cursos de computación e inglés. En la educación de hoy nos estamos jugando el futuro, el tipo de sociedad humana que podemos construir entre todos o incluso, si fracasamos, la destrucción de la especie humana.
Resulta por todo ello muy importante que CIMABP organice, estos días (2,3 y 4 de diciembre) el “Primer Congreso Panamericana de Educación para la Paz” (Por una América nueva), con el fin de reflexionar y compartir experiencias de formación en esta línea que cada vez se vuelve más urgente para tratar de revertir estos “tiempos violentos” que nos ha tocado vivir.
[1] Cfr. Delors, J. (2000) La educación encierra un tesoro. UNESCO. México
[2] Fisas, citado por Cortés et. al. (2008). Comunicación, educación y cultura de paz. Ed. Miguel Angel Porrúa-UAEM. México.
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