miércoles, abril 09, 2014

Irrespetar lo irrespetable

Autor: José Rafael de Regil Vélez, datos del autor haz click aquí
Publicado: Síntesis Tlaxcala, 03 de abril de 2014

     En el siglo XVI los europeos fueron llegando a distintos lugares de lo que llamaron el Nuevo Mundo y que para todos nosotros hoy es América. En algún momento los políticos y los clérigos de la época decidieron que los indígenas no eran dueños ni de sus tierras, ni de lo que ellas había. Incluso, el papa Alejandro VI, con su autoridad pontificia, dividió en 1494 los territorios recién descubiertos  para que España y Portugal pudieran poseerlos cobijado en su intervención religiosa.
     Francisco de Vitoria, un fraile dominico, que vivió en Salamanca y que allí daba clases de las materias de la época, cuestionó en sus  lecciones y relecciones el derecho que tenían los reyes y el Papa para dos cosas: para poseer los territorios de los cuales los autóctonos americanos tenían legítimo derecho y para hacerles la guerra.
     En dos obras, conocidas como De Indis y De bella iure (sobre los indios y sobre el derecho a la guerra) expuso tesis totalmente contrarias a las de los reyes y el mismo papa. Polemizó con ellos hasta que se tuvo que reconocer que en efecto, los europeos no tenían derecho automático sobre lo hallado, ni de hacer la guerra de forma unilateral a los habitantes del Nuevo Mundo. Su pensamiento fundó el derecho internacional.
     Si el clérigo no hubiera puesto el dedo en la llaga y no hubiera decretado irrespetable el asunto ese de las fundamentaciones equivocadas de posesión y guerra y la falta de autoridad papal para hacer la bula que hizo, la historia hoy sería todavía más injusta. Sus discípulos continuaron su obra, como Bartolomé de las Casas en lo que hoy es el sur de México.
     Hoy vivimos tiempos en los que sobre un mismo tema, bajo una misma circunstancia, en el mismo momento histórico se toma la actitud de aceptar como igualmente válidos cualquier opinión. Bajo el pretexto de que todos somos respetables como personas se piensa que cualquier idea o cualquier juicio hecho (cualquier opinión emitida) es igualmente válida y merece respeto. Nada más alejado de la realidad.
     En 1992 Fernando Savater -filósofo vasco que unos siguen y otros detestan- señaló en un congreso de educación una idea extremadamente provocadora en su conferencia que se denominó "Potenciar la razón": toda persona es respetable, pero una idea falsa no lo es... Se requiere irrespetarla, porque de ello se seguirá una nueva búsqueda que nos permita entender mejor el mundo en el que estamos, movernos con fidelidad a la realidad en la que somos y ante la cual hemos de descubrir lo que puede ser.
     Si alguien dice hoy que está absolutamente convencido de que lo mejor que puede hacer es matarnos, no podemos respetar esa idea; si alguien piensa que la pobreza es solo cuestión de flojera y no tiene que ver con factores estructurales, no podemos respetar su opinión: porque no es real, porque es irreal.
     Y muchos, con justa razón, preguntarán: pero  ¿qué es la verdad? ¿Quién puede decir que es su dueño? La respuesta no  es tan difícil como actuar consecuentemente: dialogando con la realidad, dialogando con los demás; saliendo de nosotros mismos hacia las cosas, desentrañando con el sentido común, con la ciencia, con la filosofía e incluso la teología su estructura, sus causas, sus significados.
     ¿Realmente es mejor matarnos los unos a los otros en cualquier situación y condición que respetar la vida? ¿Realmente la ganancia está por encima de cualquier ser humano? Si no lo sabemos, tenemos que investigar, charlar, volver a investigar y volver a dialogar. Porque ante una misma cosa, vista desde el mismo punto de vista, en el mismo momento y circunstancia dos cosas no pueden ser igualmente verdaderas y si una de ellas es falsa no merece el respeto porque nos impide actuar atinadamente, resolver nuestra vida en pos de dignidad y justicia.
     Es necesario irrespetar lo irrespetable. El error y la falsedad, incluso la mentira, no son respetables, aunque quienes emitan los juicios que los conllevan merezcan todo nuestro respeto. En tener claridad y firmeza al respecto nos jugamos muchas posibilidades para ser humanos.... la pereza de pensar y relacionar ideas con lo que realmente sucede es mala apuesta. Nos lo mostró Francisco de Vitoria en su tiempo, lo podemos evidenciar nosotros en el nuestro, aunque cueste esfuerzo, humildad y paciencia.



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