Autor: Mtro. Guillermo Hinojosa R.
Publicación: Síntesis, 11 de enero de 2006
El pasado 14 de diciembre el diario ‘Reforma’ publicó en su primera sección la siguiente cabeza: “Busca Senado frenar universidades ‘patito’; aprueban obligación de escuelas privadas a someter sus programas a evaluación externa”. No es la primera vez que la prensa da seguimiento al tema de las universidades llamadas ‘patito’ y la calidad de nuestra educación superior.
Conviene aclarar qué es lo que generalmente se entiende por ‘universidades patito’. En las décadas de 1970 y 1980, cuando explotó el mercado de las computadoras caseras, fue fácil para cualquier técnico, y todavía lo es, armar computadoras ‘pc compatibles’ con componentes comprados aquí y allá. Como estas computadoras no tenían marca o tenían una marca cualquiera que difería de las marcas ‘serias’ se les llamaba marca ‘patito’ con la que se designa desde entonces cualquier producto que es una imitación casi casera de otro producto de marca.
En el caso de las universidades, las ‘patito’ serán aquellas que arman algunos planes de estudio y los imparten en instalaciones que no fueron pensadas para la educación superior y que apenas cubren los requisitos mínimos que pide la SEP para autorizar el funcionamiento. Se concentran en licenciaturas con alta demanda que pueden impartirse sin laboratorios, como Leyes, Contabilidad, Administración o Psicología; tienen un mínimo de personal administrativo; sus profesores están contratados por horas clase; los dueños se autonombran rectores.
Todo indica a que han sido las grandes universidades privadas las que han presionado a la SEP para que regule a las ‘patito’ con argumentos como la baja calidad de la enseñanza que imparten, lo inadecuado de las instalaciones, y la competencia desleal que les representan. Pero las universidades privadas se están poniendo a sí mismas la soga en el cuello al exigir que la SEP tenga mayor control sobre la educación superior impartida por los particulares.
La educación superior mexicana tiene problemas muy complejos que están muy lejos de solucionarse con mayor reglamentación y controles burocráticos de la SEP. La SEP es incapaz de garantizar la buena calidad de la educación en cualquier nivel; darle más poder sobre la educación superior no puede resultar más que en detrimento de los niveles educativos.
Los elementos que intervienen en la complejidad del problema de la educación superior son: la incapacidad de las universidades públicas para satisfacer la demanda de educación superior; la insuficiencia de las universidades privadas para absorber a los rechazados de las públicas; el nivel educativo de muchos egresados de preparatoria que no aprueban los exámenes de admisión a las licenciaturas; el régimen de libre empresa que garantiza a cualquiera la posibilidad de poner un negocio educativo; la omnipresente corrupción de funcionarios (públicos, privados y autónomos) con cierto poder para decidir favorecerse a si mismos al margen de la ley.
Las universidades ‘patito’ son más parte de la solución que del problema. Al absorber parcialmente la demanda de educación superior disminuyen la presión sobre las universidades públicas. Pero aunque los bajos niveles educativos no son exclusivos de las ‘patito’, las grandes universidades públicas y privadas sí están en mejor situación para garantizar la calidad de su oferta. No obstante, algunas universidades privadas pequeñas están haciendo esfuerzos serios por dar un buen servicio. Pequeña no es sinónimo de ‘patito’. Más bien, algunas grandes podrían ser consideradas ‘patotes’.
El camino para elevar el nivel de la educación superior no pasa por mayores regulaciones ni por limitar la actividad de los particulares. Pasa por la evaluación de resultados, por la clasificación de las universidades de acuerdo con esos resultados y por el conocimiento público de dicha clasificación. Así cada quien sabrá dónde se mete.
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