jueves, enero 26, 2006

SEIS RETOS PARA LOS PROFESIONALES DEL SISTEMA EDUCATIVO

Autora: Ma. Isabel Royo Sorrosal
Publicado en: Síntesis, 26 enero 2006.

El inicio de un nuevo año es buen momento para plantearnos retos y más si coincide con un periodo de elección de nuevo Presidente de la República, tiempo en que necesitamos programas realistas, sin demagogia, y participación activa y honesta de la ciudadanía. Los retos son vivencias que todavía no hemos logrado y que aparecen como deseables para quienes los plantean. En el caso de los profesionales de la educación estos retos también son esperados por los beneficiarios “para y con” los que se trabaja, y lo mismo ocurre en todas las profesiones relacionadas directamente con el servicio a las personas.
Con las palabras “profesionales del sistema educativo” me voy a referir a todos los que estamos implicados de alguna manera en él, ya sea en la docencia, la gestión, la investigación o la divulgación; y esto referido a los diferentes modalidades y niveles educativos. Lógicamente, esta amplitud de mira me permitirá hablar de males comunes que hemos de estar dispuestos a reconocer con el fin de prepararnos para superarlos.
Los primeros retos que me vienen a la mente son tres que señalé en mi anterior artículo: la profundidad, el seguimiento y la flexibilidad en el desarrollo de nuestras tareas, para salvar los obstáculos que son la superficialidad acrítica en contraposición a la seriedad y consistencia buscada para la formación de los estudiantes y de los propios profesores; la discontinuidad ineficaz e ineficiente que deja los procesos empantanados sin llegar a los productos buscados; y la rigidez monótona e interesada que por falta de una adaptación creativa, imposibilita la vitalidad de los procesos de formación humana.
Los tres retos que, a mi modo de ver, son imprescindibles para completar la acción de los anteriores son: la colegialidad, el compromiso y la vocación. Si los retos primeros son propiedades necesarias de los procesos formativos, éstos los identificamos como características imprescindibles de los agentes que intervienen y son responsables de alcanzar los logros.
La colegialidad, contrapuesta al individualismo, es expresión de las relaciones maduras y productivas que son capaces de mantener los profesionales de la educación para llevar a cabo las acciones formadoras y la toma de decisiones; relaciones que, en sí mismas, educan. Esta colegialidad, expresada en el trabajo de equipos o de cuerpos académicos, se puede aprender en los espacios informales de la vida como la convivencia familiar y las amistades, y trasladar a las situaciones estructuradas del trabajo y de la escuela; pero es más común que la colegialidad se haya de adquirir como aprendizaje planeado.
El compromiso, frente a la no implicación vital o el inmovilismo, está relacionado con llevar a cabo lo prometido ante uno mismo o ante otros. La tarea formadora y el desarrollo de una profesión no se pueden dar sin el cumplimiento de lo pactado. Es imprescindible una base importante de personas que mantienen la palabra dada, para que un grupo o la sociedad entera funcione.
La vocación, a diferencia del trabajar para comer, conlleva un interés por algo o alguien más que el “mí mismo” y un beneficio más allá del individual o particular de un grupo. La vocación es genuinamente subjetiva y hace posible la construcción, continuidad y mejora de la personalidad y de la vida en sociedad. Es una fuerza que, permitiendo cubrir las necesidades materiales propias, es capaz de implicar a toda la persona y sus acciones para bien de la comunidad.

Vistos así los seis retos, se nos presentan como principios básicos, difíciles de mantener en la complejidad y condiciones selváticas de nuestra realidad, que además se encuentra en periodo electoral. En los momentos de fuertes inestabilidades atmosféricas hay que prepararse para que las fuerzas no nos arranquen de cuajo y nos lleven por delante. Estos principios mantenidos con firmeza tienen la propiedad de guiarnos en el camino que vamos haciendo, y de llevarnos a los resultados que deseamos, aunque la travesía se haga larga y difícil. La pregunta que me hago siempre es ¿por qué no exigirle estos mismos principios a los que deberían ser verdaderos profesionales de la política?

1 comentario:

Anónimo dijo...

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