jueves, abril 06, 2006

ESPACIOS UNIVERSITARIOS, ESPACIOS CIUDADANOS

Autora: María Isabel Royo Sorrosal
Publicación: Síntesis, 6 de abril de 2006.

En 1998, la Conferencia Mundial sobre la Educación Superior en el siglo XXI convocada por la UNESCO resaltaba el papel que tienen las instituciones de educación superior e investigación como formadoras de “una masa crítica de personas cualificadas y cultas” sin las que no se puede garantizar el desarrollo endógeno y sostenible de los países. Más adelante, la Secretaría de Educación Pública mexicana expresaba, en su Programa Nacional de Educación (2001), que la “educación superior será la palanca impulsora del desarrollo social, de la democracia, de la convivencia multicultural, y del desarrollo sustentable del país”. Efectivamente, el gran desafío asignado a la universidad tiene que ver con la formación de profesionales de nivel superior que, al mismo tiempo, contribuyen a la consolidación de una sociedad basada en principios como la justicia, libertad, equidad y solidaridad, que benefician a todos sus miembros.
Para lograr estos universitarios-ciudadanos, las instituciones deben ofrecer “espacios de convivencia adecuados a su edad” como expresa en la visión a 2025 el mismo Programa mexicano. Espacios o círculos de reflexión y proyectos de cooperación altruista donde “la tensión creadora” de los jóvenes venza a la mediocridad y la desesperanza; donde se realicen la pregunta y respuesta que sobre ellos se hace Mario Benedetti: “¿qué les queda a los jóvenes?... no dejar que les maten el amor / recuperar el habla y la utopía”.
Necesitamos espacios universitarios alternos, curriculares o extracurriculares, donde la presencia vital y la comunicación personal de los participantes hagan posible la confianza en sí mismos y en los otros; y permitan la elaboración de proyectos que, a partir de la preparación profesional y ciudadana de los estudiantes, contribuyan a la construcción de una nueva sociedad.
El vacío de la existencia, mitad impotencia ante el devenir y mitad frustración por su realización, se llena con la experiencia concreta de buenas prácticas profesionales y vitales, y por la comunicación genuina, profunda y duradera con el otro y con uno mismo. Aprender a expresarse, vivenciar la comunicación propiamente humana, degustar la plática de algo interesante, saborear nuevas vivencias y conocimientos, son aportes que pueden hacer realidad estos espacios universitarios, donde se desarrolle lo más humano de los futuros profesionales y se favorezca su compromiso como ciudadanos activos.
En definitiva, también las universidades hemos de propiciar espacios que se conviertan en buenas prácticas ciudadanas donde, como diría el mismo Benedetti, los jóvenes sobre todo cumplan el “hacer futuro / a pesar de los ruines del pasado / y los sabios granujas del presente.”

No hay comentarios.: