Autora: Alejandra Alpuche Vélez
Publicación: Síntesis Tlaxcala, 05 de marzo de 2010
El 2010 inició con diversos acontecimientos sociopolíticos en México, entre ellos el aumento del IVA, la renuncia a su partido del Secretario de Gobernación y las coaliciones entre partidos con filosofías opuestas... Todas estas situaciones, aunadas a las problemáticas “de siempre” como el narcotráfico, la corrupción y los devastadores fenómenos naturales, más que quedarse impresas en las hojas de un periódico, deberían provocar una verdadera reflexión sobre la democracia y lo que significa participación ciudadana en nuestro país.
Sin embargo, existe un obstáculo para esta reflexión: la gran mayoría de los mexicanos nos hemos convertido en Ciudadanos Vasija, en expresión de Denise Dresser, quien en una conferencia presentada en un encuentro de Coparmex (2007), los define como las personas acostumbradas a recibir en vez de participar, que se distinguen por un comportamiento clientelar, conformista y de empleados en lugar de emprendedores, es decir, recipientes vacíos que están esperando a ser llenados, esperando a que un superhéroe disfrazado de servidor público los salve.
Pero, ¿qué ha provocado el crecimiento y consolidación de este tipo de ciudadanía? Una causa ha sido la generosidad del Estado que con el paso del tiempo, como un padre consentidor, acostumbra a la población a obtener lo que “desea” con sólo pedirlo; y otro factor de principal relevancia es la ausencia de una educación para todos y que además, promueva una verdadera formación ciudadana y democrática.
Como lo señala el Programa Sectorial de Educación 2007-2012, en México existen importantes retos de cobertura y equidad, lo que produce una población poco educada que no puede participar cabalmente en la democracia.
Ahora, a quienes sí tuvieron acceso a la educación, les enseñan que la palabra democracia significa “poder del pueblo”, sin embargo, este concepto sólo se traduce en votar para elegir a los gobernantes y aun así, para muchos jóvenes, una credencial de elector sólo significa el pase para entrar al “antro” o adquirir bebidas alcohólicas. Esta situación es resultado de una educación que no forma para la participación, que no involucra a sus alumnos o a la comunidad en la toma de decisiones, que en lugar de promover la criticidad, la censura, que se vuelve vasija en la medida en que produce alumnos receptores y no participantes de su propio proceso, responsables y corresponsables de la transformación de su entorno.
Entonces, si un país se construye con base en sus ciudadanos, ¿los mexicanos tenemos el país que nos merecemos?, ¿qué sucedería si en lugar de ser vasijas, fuéramos ladrillos con un proyecto de construcción?
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