Autora: Marcela Ibarra Mateos
Publicación: El columnista, 03 de marzo de 2010
Las migraciones internacionales no son un fenómeno reciente. A nivel mundial, los flujos migratorios se duplicaron entre 1980 y 2005 al aumentar en 90 millones de personas, llegando a alcanzar un total de 190 millones de migrantes. En términos económicos, las remesas pasaron de 31 mil millones de dólares en los noventa, a 305 mil millones de dólares en el 2008, transformando entre otras cosas los patrones de consumo, el acceso a bienes materiales, el reforzamiento de identidades, en algunos casos impulsando procesos productivos innovadores y en otros, reproduciendo patrones de exclusión ya existentes, tanto en lugares de origen como de destino.
En el caso de México, su flujo migratorio que hoy en día en un 98% se dirige a los Estados Unidos, también se transformó. Si antes la migración correspondía a los ciclos estacionales de las zonas agrícolas del sur de Estados Unidos, en esta "nueva era" los flujos se empezaron a articular a una diversidad de mercados laborales que incluyen los tres grandes sectores de la economía, incluso con una fuerte tendencia hacia la terciarización. La concentración-dispersión es el patrón de asentamiento. Las grandes ciudades, como Los Ángeles, Nueva York, Chicago y Miami reciben a miles de mexicanos indocumentados, pero también hay asentamientos importantes en los estados con mercados agrícolas ligados a las economías de exportación. Como parte de este proceso, el perfil del migrante mexicano también se modificó, tal como ha sucedido con los flujos a nivel mundial. De un grupo caracterizado por hombres campesinos en edad productiva que empezaron a migrar en la década de los cuarenta, vinculados al Programa Bracero, nos encontramos en el siglo XXI ante perfiles diversificados: indígenas, mestizos, campesinos, trabajadores urbanos, niños, mujeres, jóvenes, familias completas o individuos, que se dirigen a destinos igualmente diversos. Incluso hoy es muy común encontrar familias en las que existen diversos status migratorios (documentados, indocumentados, ciudadanos norteamericanos).
Sin embargo, si bien México representa la fuente más importante de migrantes hacia Estados Unidos, con la tercera parte de residentes nacidos en el extranjero y dos terceras partes de la población migrantes hispana se ha registrado un descenso en el flujo a partir de los primeros tres años de este siglo, con un ligero repunte hacia 2004. Entre 1999 y 2000, el Colegio de la Frontera Norte llegó a registrar un promedio de 500 mil cruces anuales. Hoy todavía, un Informe financiado por el BBVA-Bancomer documenta que se llegaron a registrar el año pasado unos 400 cruces de mexicanos. La población mexicana en Estados Unidos para 2009 se calcula aproximadamente en 11.5 millones de personas, cantidad similar a los 11.6 millones de 2008 y a los 11.2 millones en 2007.
Estas transformaciones en los flujos y perfiles tienen lugar en escenarios que se distinguen por la incertidumbre, mayor vigilancia y una creciente violencia en la frontera.
La incertidumbre está ligada fundamentalmente a la crisis económica mundial y que en Estados Unidos se ha traducido en una contracción importante del mercado laboral, generando así menos empleos para los migrantes mexicanos, una disminución en el envío de remesas, y una fuerte tendencia al establecimiento en Estados Unidos, con una disminución en los retornos o visitas a México. La migración hacia Estados Unidos ha aumentado en la medida en que el empleo ha aumentado en este país. Hacia 1993, se registró un aumento de 1.98 millones de empleos y en este período aumentó el número de migrantes de 332 mil a 507 mil. Hacia el 2000, Estados Unidos registró un aumento de 3.4 millones de empleos y 530, 000 nuevas llegadas. En la fase de decline de la economía estadounidense en 2002 se perdieron 415 mil empleos y la migración disminuyó a 378, 000 mil migrantes en ese año.
Antes de iniciada la crisis los migrantes mexicanos tenían mayor facilidad para conseguir empleo que aquellos mexicanos nacidos en EEUU; sin embargo, la crisis parece estar teniendo mayores efectos negativos en los migrantes mexicanos, que de una tasa de desempleo de 3.7% en mayo de 2006, alcanzaron en febrero de 2009 una tasa de 12.2%; mientras que los nativos de EEUU con origen mexicano, pasaron de una tasa de desempleo de 5.8% a 10.7% en los mismos meses. Esto implicó -de acuerdo a datos censales de Estados Unidos- que en ese periodo, el número de migrantes desempleados se incrementara en alrededor de 480 mil para llegar a 800 mil aproximadamente, mientras que alrededor de 290 mil mexicanos nativos de EEUU más se integraron al desempleo, con lo que en enero de 2009 sumaron alrededor de 630 mil. El sector de la construcción, donde se concentra la mayor parte de la fuerza laboral de mexicanos inmigrantes, es donde se han observado las mayores pérdidas de empleo: 242 mil en variación anual en el primer trimestre de 2008 y 344 mil en el mismo periodo de 2009. Ello se ha reflejado en una reducción en la importancia relativa de este sector en el número de empleos, que ha pasado del 24.7% en el primer trimestre de 2007 a 17.5% en el primero de 2009. También otros sectores registran importantes pérdidas de empleos para los migrantes mexicanos.
En términos del retorno, si bien algunos medios de comunicación alarmistas planteaban un retorno masivo a raíz de la crisis, los retornos han seguido una tendencia similar a la de antes de la crisis. Los datos que ofrece la Encuesta de Ocupación y Empleo es que retornaron a México de Febrero de 2008 a Febrero de 2009 unos 433 mil migrantes, cifras incluso debajo de las presentadas para los mismos períodos en 2007-2008 (440,000) y en 2006 a 2007 (479 mil migrantes). Si acaso estuviera existiendo un regreso de mexicanos éste sería de baja cuantía, que puede obedecer a la magnitud y duración del desempleo y al endurecimiento de las políticas migratorias en EEUU.
El segundo escenario al que hacemos referencia es a la creciente criminalización del migrante en el discurso de la política migratoria de Estados Unidos. Hay una fuerte tendencia a vincular el tema de la migración con la seguridad nacional y que se acentuó a partir del 9 de septiembre de 2001, fecha en que fueron destruidas las Torres Gemelas de la ciudad de Nueva York. Si bien el proceso es más antiguo haremos referencia a los acontecimientos del pasado reiciente. Las políticas de control fronterizo adquirieron mayor notoriedad a partir de los noventa, con las diferentes estrategias de control en El Paso con Operación Blockade y posteriormente Operación Hold the Line; En San Diego, tuvo lugar en 1994 la Operación Gatekeeper; en el sur de Arizona en 1995 se inició la Operación Safeguard y al sur de Texas en 1997 se desplegó la Operación Río Grande. Todas estas políticas migratorias resultaron en nuevas rutas de cruce mucho más riesgosas ampliando la industria del tráfico de migrantes, desfavoreciendo la circulación de la migración y tendiendo más a la permanencia. Con George Bush, el discurso se movía entre su propuesta siempre pospuesta sobre la reforma migratoria y las iniciativas de Ley como la Senssenbrener que tuvieron como resultado la enorme movilización de población en mayo de 2006. En el panorama actual, la iniciativa inicial de Barak Obama se dirigía hacia una Reforma Migratoria que se ha pospuesto indefinidamente y que en cambio a fortalecido la vigilancia en la frontera que ya se había incrementado de manera importante desde finales del siglo pasado. Desde la décadas de los noventa se inician controles fronterizos extraordinarios: la construcción de 86.5 millas de bardas; alumbrado de alta intensidad, telescopios con mira y detectores térmicos y de movimientos, así como aeroplanos no tripulados con sofisticados sistemas computarizados y de video que pueden desplazarse por regiones inhóspitas para ubicar personas y transmitir información e imágenes precisas de su localización a vehículos en tierra.
Y finalmente un tercer proceso que se vincula con la visibilidad de violencias, empoderamiento del crimen organizado, y con la consecuente incapacidad de estados para enfrentar de manera integral el problema y la instalación de la cultura del miedo. Hablamos de la transformación de las redes de migración, que hace décadas estaban conformadas por un "enganchador" y algunos "coyotes" o "polleros", en redes articuladas al crimen organizado. En muchos de los casos denunciados, los migrantes atacados narran cómo, mediante golpes y amenazas los obligan a comunicarse con sus familias en Estados Unidos para pedir su rescate. El cruce de la frontera se caracteriza por la incertidumbre de no conocer el lugar al que se llega, por no saber qué tiempo estará uno ahí, por intentar cruzar y ser detenido y regresado a México, pero sobre todo por la condición de vulnerabilidad a la que se enfrenta el migrante, en medio de una serie de actores que se articulan alrededor de él. El migrante es una fuente de ingreso para algunas localidades fronterizas. El cruce, si bien puede ser en algunos casos rápido y sin complicaciones (caminar un día sin que te detenga la migra) o ser mucho más tardado y con una suerte de obstáculos (caminar seis o siete días con varias detenciones e intentos de cruce).
En la "industria de la migración", participan una serie de actores que oscilan entre la corrupción y la filantropía. Los coyotes o polleros que hacen el contacto en la localidad-de origen. Los taxistas que los trasladan del aeropuerto a las ciudades fronterizas. Las camionetas o vans que los llevan a la línea fronteriza. Las dueñas o dueños de las casas de huéspedes en donde se hospedan; los vendedores que tienen en sus puestos el kit del migrante con productos necesarios para el cruce: chamarras, gorras, botas, cantimplora, botellas de agua, galletas, guantes, bufanda, etc. El guía es la persona que acompaña a los migrantes a la frontera y los dirige durante el cruce. Si el guía es bueno pueden llegar rápido, pero si es inexperto pueden hasta perderse. El médico local, que atiende a quienes regresan deshidratados o enfermos. Las autoridades municipales que incluso ahora cobran impuestos a las casas de huéspedes. En estos cruces también se han conformado "mafias" llamadas "baja-dores" que se dedican a robarle a los migrantes. La tensión y conflicto entre los diferentes grupos que conforman esta industria de la migración son muy comunes y quienes se enfrentan a procesos de mayor vulnerabilidad son los migrantes.
En términos generales, si bien los datos amplios hablan de una disminución en el flujo de migrantes, un gran número de personas sigue aventurándose a este camino en condiciones más precarias, en donde los mercados laborales son cada vez más inciertos, las políticas más restrictivas y la violencia y abuso hacia ellos encuentra posibilidades de germinar en tanto no hay una presencia visible del estado en favor de sus derechos.
2 comentarios:
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