martes, junio 19, 2012

Brevísima historia de la indignación contemporánea


Autor:  Alejandro Ortiz Cotte
Publicado: en Lado B, 13 de junio de 2012

     Estamos viviendo un momento especial y diferente. Sabemos que estamos mal como humanidad. Nuestros modelos sociales y económicos están en plena crisis. Nos estamos dando cuenta que las sociedades que hemos diseñado para que nuestros hijos vivan mejor son un fracaso. Sigue habiendo pobreza, exclusión y violencia en el mundo a niveles alarmantes. El mundo está en pleno reacomodo global, se sabe con calentura y enfermedad y se está auto-regulando. Y así en medio del caos, en medio de un invierno atroz, están surgiendo expresiones sociales de nuevos colores y nuevas propuestas. Parecen pequeñas pero terminan en marchas multitudinarias, parecen espontáneas pero están bien organizadas. Empiezan como un tweet y terminan en elecciones, y como siempre, son caminadas y gritadas por los excluidos del sistema. Este cambio lo está promoviendo una vieja señora llamada indignación: madre de todas las resistencias, se pensaba muerta pero sólo estaba renaciendo.
     Para volverse a mostrar, la indignación eligió el continente dónde surgió la vida: África y aterrizó en dos países en especial: Túnez y Egipto. Fueron revoluciones de jóvenes, de desempleados, de laicos y de todos los demás indignados de vivir como lo ordenaban sus dictadores. Salieron a la calle con celular en mano a cambiar su orden político. Sus únicas armas fueron mensajitos en el twitter, y todos juntos trajeron la primavera antes de tiempo. Empezó a alumbrar el sol en estos países pero después continuaron los países árabes y los europeos. Todos empezaron a dar síntomas de esta nueva locura primaveral.
     Cuando la primavera africana brillaba en todo su esplendor, la indignación se esparció, como el polen en primavera por el mundo, despertando nuevas flores de cambio. Uno de estos capullos fue el texto titulado “indignaos” [1]. Lo escribió un viejito de 93 años que con sus palabras ha alimentado el espíritu rebelde de miles de personas. Nos recordó que la peor actitud humana que podemos tomar en este momento de la historia es la indiferencia. El texto lo tomaron en serio en España, y el 15 de mayo del 2011 se recordará como el día, en que los jóvenes sin futuro, los desempleados, los hartos de la democracia no cumplida, los cansados de las estafas bancarias se tomaron las calles y las plazas para gritar su indignación. Nació el movimiento del 15M, espacio que sigue organizando la esperanza de un presente diferente, espacio profético que grita sin parar: “si no nos dejan soñar, no los dejaremos dormir”.[2]
     En el país más aplaudido por los sistemas financieros internacionales, en el país más rico de América Latina, en el país que ya había olvidado su pasado dictatorial, en ese país, los jóvenes estudiantes de Chile devolvieron la memoria a su pueblo y tomaron a la indignación como su bandera. Demandaron educación para todos, no sólo para los que tienen dinero. Los estudiantes se volvieron maestros en las calles. Soportaron golpes, insultos, arrestos y mentiras de su gobierno, de sus televisoras, de sus políticos. Salieron a exigir y a dibujar un país diferente, sabedores de su historia no vivida pero si experimentada amplían sus movimientos y sus peticiones a nivel nacional. Camila Vallejo, Giorgio Jackson, son rostros donde la indignación se hizo carne.
     La indignación es contagiosa. Este virus democrático alternativo invadió América del Norte. Y entonces el pueblo norteamericano de a pie, esos que también están arruinados por los bancos y sus desfalcos, que están perdiendo no sólo la casa y el auto sino la paciencia de un mundo mejor, ese otro USA, ocupó las calles y las plazas. La primavera hace milagros. El pretexto fue una convocatoria de la revista de anticonsumismo Adbusters y a través del hashtag titulado #occupywallstreet, se les quitó ese raro mal que tenía el pueblo pobre estadounidense llamado invisibilidad. Y ocurrió lo impensable plazas y edificios tomados por “ocupados” por todo Estados Unidos. El país modelo se volvió uno más en la geopolítica de la pobreza y de la exclusión. Después de New York, siguió Boston, Los Ángeles, San Francisco, Chicago. Hoy ya con cuerpos visibles el movimiento sigue organizando la operación más importante de su historia: quitar el corazón enfermo que tiene su país y ponerle otro, uno más humano.
     Cuando pensábamos que ya no habría más plazas ocupadas surgió el milagro de la Universidad Iberoamericana. En tiempos electorales surgió un nuevo emblema de la indignación social y de la participación ciudadana. Nuevamente fueron los jóvenes los protagonistas, nuevamente fue a través de un hashtag twitero que tuvo nombre e identidad el movimiento, nuevamente mostraron su indignación ante la manipulación de la información en las televisoras y nuevamente explotaron nuevas primaveras y nuevas esperanzas. Nos referimos al movimiento #yosoy132. Este movimiento nació en una de las universidades de paga más caras y más elitistas del país, y ahí en medio del lujo y riqueza floreció la rebeldía y la conciencia. El movimiento no surgió en las calles ni en las plazas sino en internet, en un video que desmentía lo que decían los partidos políticos y mostraba, con credencial en mano, que la primavera de la indignación en México llegó en 131 rostros, después en las calles fuimos más de 132.
     Seguimos en primavera en pleno verano. Siguen surgiendo cosas raras y nuevas posibilidades. Todo está al revés y es por eso que tenemos mucha esperanza.



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