jueves, noviembre 06, 2014

Frente a la lógica de la violencia, la locura del pesebre: construir la paz en la sencillez de lo cotidiano

Autor: José Rafael de Regil Vélez
Publicado en Síntesis, Tlaxcala, en la columna Palabras que humanizan

La semana pasada publiqué un artículo en el que llamaba la atención sobre la importancia de mantener la indignación ante la violencia, la corrupción, las situaciones indignantes que atestiguamos a diario en diferentes lugares de nuestro país (http://textoscirculo.blogspot.mx/2014/10/no-podemos-darnos-el-lujo-de-perder-la.html). Con ello iba la invitación a mantener la esperanza; la vista puesta en un futuro próximo de mayor paz y justicia construido con nuestro empeño cotidiano.

Recibí comentarios sobre el escrito y un común denominador entre ellos era la pregunta ¿qué hacer cuando el panorama a nuestro alrededor se ve negro y nos sentimos sobrepasados por las fosas clandestinas, los miles de desaparecidos, la desvergüenza de muchos políticos de oficio, la falta de oportunidades, la pobreza que excluye, la incompetencia manifiesta tras el tránsito por el sistema por instituciones del Sistema Educativo Nacional?. Una segunda interrogante tiene que ver con la forma en la que se puede mantener la esperanza cuando una realidad como la señalada nos desborda por todos los lados.

La lógica de la violencia, del sinsentido, de la indignidad pareciera imperar y anormalmente nosotros comenzamos a pensar que de tanto repetirse lo que mata y denigra es normal: ¿es posible evitarlo?

He pensado en esos justos cuestionamientos que no aceptan respuesta simple. En esta ocasión lo abordaré desde la locura del pesebre; sí, ese que la tradición sitúa en Belén, población del actual Israel en que suele decirse que nació Jesús de Nazareth, un hombre del cual quedan pocos vestigios históricos, pero los suficientes para saber que fue alguien que entregó su vida anunciando por doquier que algo nuevo y diferente había llegado para los seres humanos.

La lectura de los testimonios sobre la vida del mártir del Gólgota lo sitúan como una persona fuertemente articulada en torno a la causa de la fraternidad, de la justicia, de la verdad, de la inclusión en un mundo que era poco fraterno, injusto, excluyente en nombre de Dios.

De una u otra forma hoy se sigue hablando de ese nazareno, de su actuar y de sus palabras. Su ser y su mensaje han impactado durante 20 siglos a mujeres y hombres en Oriente y Occidente...

Y su historia comenzó en un pesebre, nacido de padre y madre transeúntes, ella una chiquilla casi nadie de una aldea cualquiera; ambos en ese momento en situación de enorme vulnerabilidad. La tradición cuenta que el portentoso Jesús vio la luz en el anonimato, en la pobreza y la insignificancia, en el hogar de personas de quienes no se esperaría nada frente a la dominación, la explotación, la pérdida de libertad en la ley religiosa que mataba el espíritu.

La locura del pesebre estriba en que el futuro y la esperanza emergieron de lo pequeño, de lo que no llama la atención pero que está preñado de humanidad, no de lo grande, de las estructuras de los poderosos...

Creo que  sigue siendo buena respuesta para quienes hoy nos preguntamos cómo alimentar la esperanza en una cultura de muerte: mirando lo pequeño, lo sencillo; las situaciones en las que se puede palpar realmente sí pasan cosas buenas: solidaridad, entrega, lucha, respeto por la vida, búsqueda de dignidad.

Hace cosa de un año publiqué en esta misma columna un texto que titulé Necesitamos más reporteros especializados (http://textoscirculo.blogspot.mx/2013/09/necesitamos-mas-reporteros.html) en el que invitaba a levantar la voz para contar las historias de mujeres y hombres que construyen la humanidad posible. Hoy vuelvo a decir: a las noticias nefastas que son espectaculares en los medios de comunicación hay que contraponer las nuevas venturosas, dichosas; como muestra, un par de botones:

En la locura del pesebre es noticia que bien vale la pena contar la solidaridad de un grupo de amigos profesores que a pesar de su sueldo nada parecido al de un gerente general de empresa trasnacional son capaces de cooperar para que el compañero que quedó sin trabajo no pierda la oportunidad de titular su maestría. 

Noticia de ese tenor es que en 50 años más de tres millones de personas en 150 países se agrupen a partir de una humilde iniciativa ocurrida en Gran Bretaña por la publicación de un artículo del abogado Peter Benenson que devino en el surgimiento de Amnistía Internacional, una organización que ha pugnado por la libertad y los derechos humanos con resultados reales ante condenas de muerte y de prisión.

Los ejemplos pueden ser muchos: la madre Teresa, la Comunidad Infantil Rhua en el Bajío, las personas que arriesgan su vida en busca de solución a enfermedades como el ébola, quienes se manifiestan contra el uso abusivo que hacen gobernantes con nombre y apellido del poder del Estado en detrimento del bien público y los intereses ciudadanos.

No, no se trata de un pensamiento piadoso, sino de una actitud que afila la vista, el oído, la razón para encontrar en lo sencillo y lo humilde de cada día la prenda del futuro sí posible y no solo en los comités ejecutivos nacionales de los partidos, o la presidencia de las grandes fundaciones.

Si uno aguza la vista y mira a su alrededor encuentra compromisos reales, concretos, con la vida, con la verdad, con la inclusión, con la paz, la educación integral que forma personas capaces para el mundo, con la causa de los derechos humanos para toda persona. En la demencia del establo que albergó a Jesús neonato es posible reconocer suficientes semillas de humanidad como para alimentar la esperanza frente a lo que parece monstruoso y enorme y no solo mantener la indignación ante lo que vivimos de inhumano. La pequeñez de los signos de vida motiva el compromiso con las pequeñas acciones que cada quien sí puede realizar para construir la paz que es la condición de una vida digna.

Frente a la lógica de la violencia, la locura del pesebre.

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