lunes, noviembre 24, 2008

Contra las muchas violencias de género

Autora: Celine Armenta
Publicación: E-Consulta, 24 de noviembre

Cada noviembre, desde hace 9 años, en naciones de todo el planeta se organizan actividades para sensibilizar a la opinión pública respecto al problema de la violencia contra la mujer.
Así, entidades gubernamentales, universidades y colectivos de todo tipo organizan pláticas y manifestaciones, conciertos, talleres y publicaciones para que caigamos en la cuenta de que las mujeres, como individuos y colectivo, somos blanco de actos violentos, generalmente aceptados o al menos tolerados por las costumbres y las culturas.
La complejidad y diversidad de la violencia contra las mujeres, conocida también como violencia de género, se origina en la inequidad y desigualdad de poder. En muchos casos no se trata de violencia exclusiva contra las mujeres, pero cursa con mayor gravedad y cobra más víctimas entre las mujeres, por el solo hecho de ser precisamente mujeres.
Así sucede con la violencia hacia los niños. En cientos de formas legitimizadas por la historia, las culturas y tradiciones, niños y niñas de todo el mundo sufren todo tipo de violencia y vejaciones. Y cuando la pobreza, la marginación y la ignorancia coinciden, el sufrimiento infligido a niños y niñas alcanza situaciones de esclavitud, tortura y negación de los derechos humanos fundamentales. Las niñas, frente a sus compañeros varones, suelen vivir por más tiempo estas situaciones y con mayor frecuencia son víctimas de explotación y esclavitud sexual.
Más allá de estas situaciones extremas que sobrellevan millones de niñas y niños, también se da violencia de género en familias donde reina una aparente armonía y respeto hacia los menores de edad. Ahí, en las buenas familias, las niñas son marginadas respecto a sus hermanos varones. En las encuestas de discriminación se ha encontrado que mujeres de todas las edades, grupos sociales y niveles de escolaridad manifiestan haber sufrido discriminación a manos de sus propios padres y madres. Y esta, aunque silenciosa y no sangrienta, es violencia de género.
También es violencia estructural e institucionalizada la que impide explícita o implícitamente a las mujeres ocupar puestos de liderazgo, posiciones bien remuneradas, púlpitos y cátedras en instituciones públicas y privadas, y en organizaciones civiles y religiosas. Es violencia la que da el puesto de ministro de culto, presidente y jefe a un varón, y coloca a las mujeres en puestos serviles.
Es violencia de género, por supuesto, la bofetada, la golpiza, la cueriza y también el silencio contra la novia, la esposa, la madre, la abuela; hay violencia donde un varón cree tener derecho y hasta obligación a reducir, controlar y corregir a otra persona, básicamente porque ella es mujer.
Las mutilaciones de genitales, las lapidaciones a supuestas adúlteras y los encierros forzados de hijas y esposas son violencia de género. Y también lo son las voces airadas de varones en situaciones de poder, que se rasgan vestiduras, persiguen y excomulgan a las mujeres que reclaman el derecho a decidir sobre su propio cuerpo, sobre sus embarazos y sus derechos reproductivos.
Es violencia de género la homofobia; los improperios y la repulsa gratuita, las vejaciones, las agresiones verbales y físicas, el trato derogatorio, las burlas y las sanciones excesivas contra quienes no cumplen los mandatos de género.
Y también es violencia de género la que denuncia específicamente la ONU al decidir que el 25 de noviembre se conmemore el Día Mundial contra la violencia hacia las mujeres. Esta violencia consiste es la represión de las voces de mujeres y en la limitación de nuestros derechos y obligaciones políticas; en el prejuicio de que las mujeres no disentimos, no oponemos resistencia, de que somos dóciles y encarnamos las virtudes de la resignación, la paciencia sin límites y otros tantos atributos supuestamente femeninos. Esta violencia se manifiesta en una educación que alienta al varón a actuar y a la mujer a callar; al varón a no tolerar, a reclamar y exigir, y a la mujer a ser vista pero no oída. El 25 de noviembre de 1960, las hermanas Mirabal, conocidas como Las Mariposas, fueron salvajemente torturadas y asesinadas por el dictador Trujillo en República Dominicana.
Cada noviembre miles y miles de muertes, ríos de sangre y lágrimas, e incontables moretones, abandonos, soledad y dolor causados por la inequidad de poder que vuelve aceptable la violencia, son recordados, denunciados, y quizás, aunque mínimamente, también son paliados, reducidos y hasta prevenidos. ¡Así sea!

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