Autora: María Eugenia De la Chaussée Acuña
Publicación: E-consulta, 12 de noviembre 2008
Entre la programación televisiva se observa un spot de “Vive sin Drogas” en el que se encuentran comiendo un adolescente con sus padres. Los padres no hablan mientras comen y posteriormente aparece la frase del título del presente escrito. Sin duda, el mensaje debe hacernos reflexionar.
A muchas madres y padres de familia nos cuesta trabajo establecer un diálogo profundo con nuestros hijos, no sabemos de qué hablar con ellos y cómo hacerlo.
Las relaciones que sostenemos con ellos en la vida cotidiana muchas veces son superficiales y es posible que cada vez interactuemos menos con ellos. Pareciera que nos importaran más las cosas, lo que hacemos o nosotros mismos, que ellos.
Al estar con ellos, estamos físicamente, exteriormente, pero poco sabemos sobre lo qué llevan dentro. Cuando podemos comemos con ellos, nos acompañan a las compras, les pedimos y vemos que realicen las tareas escolares, que se aseen, que duerman, etc. Nos preocupamos por lo exterior, por proporcionarles bienes para atender sus necesidades básicas de vivienda, alimentación, salud, educación, esparcimiento, etc. pero no sabemos en realidad qué llevan en su interior, cómo perciben la realidad y cómo les afecta, qué les preocupa, qué les da sentido a su vida, qué les mueve a vivir, cómo se sienten consigo mismos y con otras personas, cómo se relacionan e interactúan con los demás, cómo deciden, qué valoran, cómo esperan que sea el futuro o cuáles son sus temores. Incluso, quizás tampoco sabemos esto acerca de nosotros mismos.
Debemos reconocer que no tenemos acceso directo y garantizado al interior de nuestros hijos. En su interior pueden proteger y esconder sus pensamientos, deseos, sentimientos, emociones, afectos e intenciones de nuestra mirada y de la de los demás. Si nuestros hijos no quieren, lo que llevan dentro pueden no compartirlo con nosotros.
La situación que estamos viviendo nos debe alertar a hacer algo más por ellos, por nosotros mismos y por la sociedad en general. El aumento en la venta de drogas a niños y jóvenes, la violencia, el alcoholismo, los suicidios, la indiferencia entre las personas, el individualismo exacerbado, el egoísmo, etc., son focos rojos para reflexionar sobre nuestros hijos, su futuro y nuestra relación con ellos. Pero realmente ¿conocemos a nuestros hijos?, ¿qué sabemos de ellos?, ¿cómo nos acercamos y tocamos su interior?, ¿qué temas podemos tratar con ellos?, ¿qué temas les gustaría abordar con nosotros?, ¿cómo abordamos los temas?, ¿cómo empezamos?
Si realmente amamos a nuestros hijos, cada uno busquemos y encontremos la mejor forma de estar cerca de ellos. Intentemos acercarnos lo más que nos sea posible y de varias maneras. Podemos escribir una carta honesta y sincera en la que les expresemos amorosamente nuestro cariño y sentimientos hacia ellos, en donde tratemos algunas de nuestras preocupaciones y nuestro afán por conocerlos y apoyarlos más a fondo en su desarrollo intelectual y moral. También es posible pedirles que escojan algún tema (amistad, noviazgo, amor y desamor, sexualidad, aborto, drogadicción, violencia, suicidios, relaciones humanas, valores, religión, familia, escuela, conflictos, decisiones), decirles que queremos reflexionarlo con ellos, darles algunos días para que lo piensen y posteriormente dedicarles tiempo suficiente tiempo para dialogarlo a fondo con ellos. Otra alternativa es dejarles pegado en el refrigerador, en la televisión o en el espejo que usan, algunas preguntas o alguna frase que les haga pensar. También podríamos escribir un diario en el que expresemos nuestras decisiones y acciones realizadas (con ellos o con relación a ellos), nuestras intenciones, nuestros sentimientos, inquietudes, dudas y pedirles a ellos que lo lean y nos retroalimenten. Como a ellos les gusta usar los chats y el correo electrónico enviémosles mensajes con algunas preguntas.
Mucho más podemos hacer por ellos, hagámoslo.
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