lunes, diciembre 13, 2010

Nuevos acontecimientos, viejos reclamos

Autor:José Rafael de Regil Vélez, datos del autor haz clikc aquí
Publicado:Puebla on Line, 07 de diciembre de 2010
     Dos acontecimientos, entre los muchos que han ocurrido en los últimos días, han llamado mi atención, una de carácter local y otra global: pienso que nos pueden hacer reflexionar.
     En días pasados los mexicanos fuimos informados de que en Tamaulipas don Alejo Garza Támez, un hombre de 77 años, se atrincheró en su rancho y repelió el ataque de un comando de sicarios para defender su propiedad, “incluso con la vida misma”. Él, un anónimo ciudadano hasta ese día, ha quedado expuesto ante todos nosotros como héroe, pero también poniéndonos ante la endeble situación en la que se encuentra el Estado mexicano.
     Los comentarios del público en distintos medios señalan a don Alejo como alguien que decidió hacer frente a su propia adversidad, tal vez como todos deberíamos hacer. En una visión de primer impacto -y por ello muy superficial-, él es ahora un ejemplo a seguir, pues tuvo la capacidad de reaccionar incluso cuando las instituciones de nuestro país nada pudieron o quisieron hacer ante el despojo que los criminales querían hacer de lo que al septuagenario correspondía por propio derecho. 
      Creo que hay que ir más al fondo. Lo que está en juego no es la heroicidad de una persona, sino la forma en que asumimos la ausencia del Estado en amplias zonas geográficas y espacios simbólicos y políticos del país.
     De pronto, como no lo habíamos experimentado en décadas, nos encontramos ante una situación de violencia, inseguridad y complejidad de problemas sociales, económicos y políticos que exigen que de alguna forma nos pronunciemos, porque las instituciones no están siendo capaces de dar respuesta atinada y oportuna a los requerimientos ciudadanos.   
     La puerta rápida conduce a dos destinos: o a la resignación sin más o a tomarse justicia por propia mano, como de hecho sucedió ya en Tláhuac, en el DF, por poner un ejemplo.
      En el contexto internacional hemos sido enterados de la febril actividad que desplegó el gobierno de los Estados Unidos porque el sitio transnacional Wikileaks  filtró un poco más de un cuarto de millón de documentos que dan cuenta de la cotidianidad de la política exterior de nuestro vecino país del Norte. Pone a disposición de todo usuario de la red los cables generados entre el Departamento de Estado y sus embajadas y consulados en el mundo entero, como ya en meses anteriores había hecho públicos documentos sobre la guerra en Irak.
      En un hecho inusitado en la historia de la diplomacia se puede saber la opinión de los funcionarios del servicio exterior norteamericano sobre gobernantes de los países en los que representan al suyo propio y sobre los problemas políticos, sociales y económicos que enfrentan.
      Así, la existencia de internet y lo que en ella puede hacerse ponen nuevamente sobre la mesa la ruptura de las fronteras geográficas, de los conceptos sobre los que gira nuestra concepción política como soberanía, estado, ciudadanía. Plantea la necesidad de repensar la ética de la comunicación, la importancia del acceso a la información y la necesidad de capacitación muy específica para discernirla.
     La muerte de don Alejo y las filtraciones de Wikileaks -siendo acontecimientos tan recientes- nos plantean viejos reclamos, los de una educación que al tiempo que acompaña la maduración de las personas, las introduzca a una efectiva vida social, cultural, política y económica, en la cual sean capaces de adaptarse al mundo que han recibido y puedan transformarlo para que en nuevos contextos y situaciones se generen posibilidades para vivir humanamente, con mínimos de justicia, bienestar, solidaridad.
      Ante la injusticia, la inseguridad y la falta de capacidad de las instituciones para proteger a sus ciudadanos se impone que las familias y los educadores resignifiquen realmente el objetivo de la escolarización, usualmente puesto en el aprendizaje de conocimientos y la obtención de calificaciones aprobatorias. Desde esta perspectiva urge poner el acento en el acompañamiento de los procesos –múltiples- por los cuales las personas van aprendiendo a ser responsables de construirse en comunidad como seres humanos en el mundo que les ha tocado vivir, lo cual supone actitudes, conocimientos, habilidades, toma de decisiones.
      La educación es un diálogo entre las personas y la realidad de la cual somos parte y ante la cual tenemos que pronunciarnos inteligente, activa, solidaria, libre y creativamente, pues al tiempo que hay posibilidades hay también obstáculos que salvar como los que hoy enfrentamos como país ante la violencia, la carencia de vivienda digna y de escuelas de calidad.
      En ella la formación cívica es crucial: acompañar el paso de la niñez a la adultez también en la capacidad de construir instituciones funcionales para las necesidades sociales, de canalizar la participación política, de establecer relaciones a partir de las  normas jurídicas y no sólo de las intenciones de cada quien. Para esto no basta “dar clases” de cómo ser ciudadanos, se requieren métodos pedagógicos que permitan a los educandos experimentar la participación política y la vida conforme a “derecho”. Los alumnos son agentes de su propia inserción en la ciudadanía y no meros depósitos de información al respecto.
      La educación, es también, introducción en una visión más crítica del mundo, capacidad de discernir y relacionar información para tomar decisiones más adecuadas para los desafíos de la cotidianidad. Internet y las tecnologías de información y comunicación son excelentes instrumentos para ello, siempre y cuando sean vistos de esta manera. Ante fenómenos como el que desató Wikileaks las comunidades educativas tienen que renovar sus métodos para afrontar los nuevos desafíos respondiendo al reto tan antiguo de formar seres humanos que con los demás puedan ser abiertos integralmente a su tiempo.

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