martes, abril 24, 2012

El valor de construir la paz


Autor: Betzabé Vancini Romero
Publicado: Puebla on Line, 18 de abril de 2012


     Mucho se ha hablado del tema de la Paz, y es que no es casualidad que en un mundo convulsionado como en el que vivimos actualmente el tema, e incluso la añoranza de la Paz, salga a colación. Recientemente se declaró en la Universidad el 2012 como año de la Paz, la Justicia y la Seguridad Ciudadana, y se conformó una comisión organizadora de distintos eventos académicos de la que afortunadamente formo parte- para propiciar un diálogo con la apabullante realidad que nos rodea.
     Una de estas actividades académicas es un ciclo de cine sobre estas tres temáticas fundamentales que se está llevando a cabo diariamente en la Universidad a partir del 16 y hasta el 27 del presente. Es justamente desde esta perspectiva que me gustaría hablar del tema de la paz, a partir de dos películas mexicanas que lo abordan desde distintas perspectivas e incluso desde contextos con una temporalidad distinta: ‘El río y la Muerte’ de Luis Buñuel y ‘Abel’ de Diego Luna.
     Hablar de "El río y la muerte" sin entrar en la peculiar cosmovisión de Buñuel, no es tarea fácil. Sobre todo cuando si de hablar de dignos exponentes de la cultura mexicana se trata, sin duda alguna Buñuel y, a mi parecer, "El indio" Fernández son insuperables. Sin embargo, pretendo abordar el tema desde su relevancia para la paz, concepto fundamental de la Campaña Universitaria 2012 cuyo título ya he mencionado arriba.
     Buñuel nos plantea en "El río y la muerte" un poblado, llamado Santa Viviana, donde una antigua disputa entre dos familias se ha extendido al resto de los pobladores y ha mermado la población, sobre todo de varones. Cito textual a uno de los personajes de la historia: "no hay buen domingo sin su muertito", dice el lanchero que ayuda a cruzar del otro lado del río a los que van huyendo después de haber matado a alguien, pues la muerte se vuelve una realidad cotidiana en Santa Viviana, tal como lo es en varios estados de nuestro país: Nuevo León, Tamaulipas, Chihuahua, Veracruz, Morelos, por citar algunos. Esa frase tristemente nos remonta a nuestra ofuscada realidad, plagada de muertes sin sentido por un conflicto que empezó años atrás y que nadie supo resolver a tiempo. Poco importan ahora ya las causas, cuando las consecuencias son tangiblemente atroces.
     En "El río y la muerte" se legitima el homicidio cuando se tiene valor y se mata de frente. Al homicida se le permite huir y vivir en el monte hasta que se considere que su deuda está saldada. Pero ¿cuánto tiempo se necesita para saldar la enorme deuda de haber dejado a una familia sin padre? ¿sin hermano? ¿a una mujer sin esposo?
     No obstante, en la situación actual que vive nuestro país no hay "muerte legítima" sino atentados cobardes. Crímenes de odio, abusos del gobierno, atentados contra la población civil, como el que se dio en el Casino Royale en Monterrey y como muchos otros que podemos citar. Hoy, en México se mata en masa, se mata por la espalda, en balaceras sin sentido, como en la que perdieron la vida varios civiles y dos médicos que salían de su guardia en un hospital del Puerto de Veracruz el año pasado. Muere gente inocente todos los días, a veces incluso sin conocer la causa.
     Es esta situación la que nos lleva a vincular esta gran obra de Buñuel con lo que sucede en nuestro país: observar como la cultura en México legitima y refuerza la violencia, cuando una madre se encuentra a disgusto con su propio hijo por no ser apto para matar. Cuando la irracionalidad del ser humano llega a niveles inusitados y no respeta límite alguno. Cuando muere "El tata" en la película, en realidad muere el símbolo de respeto y sobreviene el caos. La situación ya no es la misma en el pueblo y entonces sí se desborda la violencia y el abuso. Las mujeres quedan "solas" y expuestas, mientras crece también dentro de ellas el deseo de venganza.
     Esta analogía del odio como semilla que se siembra y crece dentro de cada uno de los pobladores, es una magnífica ilustración de cómo el odio contamina y llena nuestros corazones. De cómo la sociedad civil llega al hartazgo, al hastío y a la necesidad-deseo de hacer justicia por su propia mano ante una autoridad inútil, tácita, tal como la que aparece en la película.
     Mientras observen cada escena de la película, les invito a pensar entonces ¿cuándo fue que perdimos nuestro símbolo de respeto? ¿cuándo fue que se perdieron los límites y las mediaciones? ¿cuándo es que todo México se convirtió como el poblado de cruzando el río en "tierra de nadie"?
     Construir la paz, requiere mucho más que de buenas intenciones. Requiere acciones firmes y nobleza de espíritu. Porque se requiere de mucho más valor para estrechar la mano del "enemigo" que para dispararle a sangre fría, por la espalda, y sin honor.
     En el caso de ‘Abel’, ópera prima de Diego Luna, actor mexicano que se ha involucrado en distintas causas sociales, abordamos el tema de la paz desde la necesidad de construir condiciones necesarias para la misma: falta de oportunidades de estudio, falta de oportunidades de empleo, la alta marginación que vive un gran porcentaje de nuestra población, la todavía vigente violencia de género, entre otras muchas causas.
     En ‘Abel’ podemos apreciar un país en condiciones de creciente pobreza, donde vivir al día es la única constante que tienen muchas familias mexicanas. Las condiciones para la paz son la verdadera solución a los crecientes problemas de violencia que vive la nación, y es que pareciera que las estrategias gubernamentales han sido más bien represivas, punitivas y a corto plazo, y a consecuencia de esto nos encontramos con cárceles a reventar, disfuncionales, verdaderas escuelas del crimen donde además, se violan de paso todos los derechos humanos. Estas soluciones punitivas hacen que la estrategia no sobreviva los sexenios, en el mejor de los casos, pues en muchos otros, pierden vigencia una vez que se acaba el trienio del presidente municipal en turno.
     Ante esta situación, nos encontramos una familia desmembrada, azotada por el miedo y la necesidad de sobrevivir ante una situación que pocas garantías de un futuro tranquilo deja a sus integrantes. Para muestra nos queda el aclamado y criticado video de "Niños incómodos" que tanta difusión ha tenido en las redes sociales.
     La solución no está en que los presidenciables nos hablen en los spots de sus magníficas familias y la gran cantidad de valores que dicen haber recibido de ellos, sino en buscar el valor y la tenacidad necesaria para hacer un proyecto de nación que establezca condiciones propicias para la paz a corto, mediano y largo plazo.


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