martes, abril 17, 2012

Urgencia de ciudadanía


Autor: Gonzalo Inguanzo Arteaga
Publicado: La Primera de Puebla, 10 de abril de 2012

     Es una realidad, todos hablamos de las próximas elecciones presidenciales, de ésas que hoy están presentes en internet, radio o televisión. Unos dicen por quién votarán, otros no quieren decirlo y se guardan para sí mismos esta información, pero sin lugar a dudas, el por quién votar y las elecciones del 1 de julio próximo están no sólo en todos los medios de comunicación sino en la mente de muchos de los mexicanos. Por mi parte he tomado la decisión de ir a votar, pero mi opción será anular el voto.
     Esta decisión la he platicado con personas cercanas, persona que respeto en muchos sentidos, personas que en ocasiones asienten y que en otros casos difieren por completo con mi manifestada decisión. Algo que me llama la atención es que dentro de mi círculo de amigos se dan manifestaciones de intención de voto completamente variados, unos por JVM, otros por AMLO, y algunos por EPN, (y pongo las siglas porque es así como las mayoría de las encuestadoras presentan sus resultados) pero no sólo pongo las siglas de sus nombres para seguir la corriente, sino porque para mí los candidatos a presidente de este país no pasan de esas siglas, a mí no me dicen más que eso.
     En este reflexionar en voz alta, algunos me han dicho que mi intención de anular el voto no sirve al país, es un voto perdido y que mejor no vaya, que me quede en la fila de los que se abstienen de ir porque les da flojera o hastío. Yo más allá de respetar sus opiniones y argumentos creo que sí sirve, porque una boleta anulada tiene un significado, tiene una voz, tiene mi voz. No daré argumentos a favor de esta decisión, ese será un tema que dejaremos para otro día. Hoy quiero en consonancia con mis reflexiones internas compartir la idea de que yo quiero ejercer mi derecho como ciudadano y no quiero quedarme en casa ese domingo.
     Creo firmemente en el derecho y la responsabilidad que tenemos como ciudadanos para ir a ejercer el voto, poner mi voz en una pequeña boleta, pero también creo que la acción ciudadana no se limita a asistir a este acto tan importante, pues realmente ser un ciudadano es mucho más que ir a votar.
     Considero que ser ciudadano es aceptar que las crisis no se solucionan por si solas y mucho menos si la intención es dejar en manos de unos pocos el intento de arreglo, debemos involucrarnos dentro de nuestra posibilidades en la reconstrucción de esa sociedad que nos interpela y tenemos más cercana a nosotros. Creo en la acción del ciudadano que apuesta por afrontar su realidad, con poner el hombro propio.
     Generalmente vemos que la sociedad y en especial los ciudadanos nos implicamos en una acción proactiva frente a problemas concretos y que implican una gran perdida, como ejemplo la labor de muchos para ayudar a los afectados por terremotos, huracanes, atentados terroristas, etc. Ante esos eventos que conmueven, la mayoría de la población se manifiesta a través acciones concretas para ayudar al otro, al afectado, ese que sufre. En este sentido creo firmemente que en nuestro país necesitamos sentirnos urgidos a considerarnos en medio de una situación que nos interpela y nos llama de manera clara a la acción, una acción corresponsable y ciudadana.
     Como ciudadanos debemos dejar de simular, debemos hacernos presentes y empezar a apoyar acciones que convoquen a una participación que se convierta en hábito, ser parte de una cultura de aceptación de nuestras potencialidades, de igual forma debemos exigir programas educativos que nos enseñen a trabajar juntos y en estrecha colaboración; debemos exigir una transparencia en la información para que esta nos oriente y en vez de ser manipulados podamos ser proactivos y socialmente responsables.
     Yo creo en el poder de ser ciudadano en un país democrático, un ciudadano que se implica y participa en lo político, lo cultural y lo religioso; un ciudadano que no se rinde, que aporta desde su realidad y con sus posibilidades; un ciudadano que ostenta su valor en las acciones concretas que realiza para los demás en su día a día. Creo firmemente que aún en medio de la desesperanza que muchos expresan sentir “sí se puede”.





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