viernes, diciembre 14, 2012

Sigue siendo tiempo de esperanza

Autor:  José Rafael de Regil Vélezdatos del autor haz click aquí
Publicado: Puebla on Line, 11 de diciembre de 2012

     Una mirada alrededor basta para encontrarnos con lo de siempre: indignación por arrestos indiscriminados en la toma de posesión del actual gobierno de la República, o por la muerte que no para en Siria; la frustración por vivir en una megaeconomía que tiene un lugar importante en el mundo mientras el salario está cada vez más depreciado y la brecha entre pobres y ricos continúa abierta.
     A las mujeres y los hombres nos duelen las muertes tontas, especialmente las originadas por la violencia insensata o la estupidez; nos lastima la pérdida de los bienes que cuesta tanto trabajo conseguir y que son sustraídos en minutos por los ladrones, incluso los que saquean municipios, estados y países con el mayor descaro. Nos molesta que la estructuras políticas parecieran tener consistencia propia y que los ciudadanos nada pudiéramos hacer sino reducirnos a espectadores de un mundo que se mueve sin nosotros. Nos hieren la injusticia, la mentira, el egoísmo.
     El corazón se siente aplastado por toda realidad inhumana, deshumanizante. Y así ha sido por siglos. La historia nos cuenta distintos testimonios de esta indignación.
     El judeocristianismo, por ejemplo, muestra de diversas formas el diálogo entre un género humano que clama por un mundo más humano y un Dios que responde invitándolo a la libertad, a la fraternidad, al amor. ¡El corazón tiene hambre y sed de algo justo!
     Desde diferente óptica en el siglo XX pensadores comprometidos con la causa de la justicia, de una realidad mejor para todos, en especial para los más desfavorecidos como Max Horkheimer , hablaban de que ante la injusticia que pareciera siempre tener la última palabra, el ser humano añora al totalmente otro, una realidad fundamento de todo, más grande que todo límite, en la cual puedan afianzarse los esfuerzos por crear condiciones de vida justas, incluyentes. Un totalmente otro que no puede equipararse con mis familiares, con mis amigos o el estado, pues estos fallan y no pueden ser prenda de un mejor por-venir.
     Ernst Bloch llamó la atención sobre una dimensión humana que en tiempos difíciles pareciera ocultarse de alguna manera: la esperanza.
     Cuando las situaciones son adversas tendemos a sentirnos sobrepasados por lo que nos acontece. Las cosas se nos manifiestan como dadas, estáticas, acabadas y el presente con todos sus límites apisonantes pareciera tener la palabra definitiva.
     Un sentimiento de sobrecogimiento se adueña de nosotros cuando lo que vivimos nos intimida en su enormidad inmutable, en su injusticia, en la falta de dignidad humana. Sentimos que nada podemos esperar sino más de lo mismo: cunde la desesperanza.
     Es entonces cuando conviene recordar –traer a la mente y al corazón- que la realidad no solo consiste en lo que son las cosas, sino también en lo que pueden ser.
     Cuando se mira cada situación, cada acción, cada realidad y se descubren sus posibilidades se da una apertura a lo que puede ser; emerge un futuro posible. Se siente y se sabe entonces que las condiciones de vida pueden ser recreadas para que lo humano siga un cauce acorde a su dignidad.
     La esperanza, así, es semilla de lo que puede venir porque la realidad misma de alguna manera lo permite como posibilidad y porque nosotros mismos somos capaces de comprometernos en su búsqueda, en la invención de estrategias, en la construcción de una certeza de que “algo bueno” ha de llegar.
     La esperanza es semilla pero también motor de humanidad porque dinamiza nuestros deseos, porque alerta nuestra inteligencia, porque desafía nuestra razón, porque echa a andar nuestra solidaridad, despierta nuestra creatividad, afirma nuestra libertad y destapa la trascendencia.
     Como algo humanizante, la esperanza anida en lo profundo y se esconde en la superficie. El día a día con sus empeños, sus aflicciones, sus cansancios nos lleva a ver las cosas en una primera y muy rápida mirada. Todo parece establecido y se percibe la vida humana como algo cercado.
     Cuando alguien logra detenerse, ponerse en cierta calma, y se enfoca en sentir la realidad, en reconocer qué deseos le despierta, en imaginar futuros posibles, en contemplar lo que sí ha habido de humanizante en sí mismo y en lo que han vivido los demás que lo circundan y quienes lo han precedido en la historia es posible reconocer la simiente de lo venidero.
     Si al sentimiento y la imaginación se une la inteligencia suceden cosas interesantes. Así ha surgido la presencia política de la sociedad civil en las diversas democracias, han nacido movimientos sociales en pro de la equidad de géneros, la promoción y la defensa de los derechos humanos, las cooperativas y las formas de organización comunitaria y organización social que han desembocado en las propuestas de comercio justo.
     Diciembre es un mes especial para muchas personas. Sus días suelen ser una invitación para ponderar la vida. Ante la contundente necesidad de hacer algo por vivir en justicia y dignidad puede venir más que bien abrir mente y corazón para imaginar y pensar el futuro posible, por imposible que ahora parezca. Diciembre es tiempo para pro-vocar la esperanza.

 

 

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