Autor: Gerardo Reyes Guzmán
Publicación: La Jornada de Oriente, 15 de enero 2009
En febrero de 2007 el presidente Felipe Calderón lanzó el Acuerdo para estabilizar el precio de la tortilla; en marzo de 2008 anunció el Programa de Apoyo a la Economía; en mayo de ese año, el Plan emergente para enfrentar la crisis alimentaria; en octubre, el Programa para impulsar el crecimiento y el empleo, y el pasado 7 de enero de 2009 nos vuelve a sorprender con el Acuerdo nacional a favor de la economía familiar y el empleo. Se trata nuevamente de un programa donde el punto central está en el gasto público para incentivar la demanda. Ahora se anuncia un precio fijo de las gasolinas y la reducción de las tarifas eléctricas, así como un recorte del 10 por ciento al precio del gas LP. Destaca también la posibilidad de hacer uso del ahorro para el retiro en caso de desempleo con apoyo gubernamental. No obstante, y ante el desempeño económico reciente, la eficacia de los acuerdos, planes y programas pierde credibilidad. Al cierre de 2008, el crecimiento económico fue menor al pronosticado a principios de año (1.5 por ciento vs. 2.5 por ciento); el desempleo llegó a niveles del 4.47 por ciento en noviembre de 2008, equivalente a cerca de 2 millones de desempleados y la inflación anualizada alcanzó el 6.5 por ciento al cierre del año. A ello se suma la depreciación del peso y la caída en la entrada de divisas por concepto de inversión extranjera directa, remesas, exportaciones manufactureras y petróleo. En 2008 se había aclarado al público que el subsidio a la energía no era sostenible, aun cuando el precio del petróleo se cotizaba a más de 100 dólares el barril; por ello, se decía, era necesario disminuir el subsidio a la gasolina, diesel, gas LP y tarifas eléctricas, ya que implicaba erogaciones de más de 350 mil millones de pesos al año. Ahora, con un precio del petróleo cercano a los 30 dólares por barril, un presupuesto que depende en 36 por ciento del los ingresos petroleros, un año en que los pronósticos del crecimiento económico son de cero por ciento (hecho que implica una menor recaudación fiscal) es difícil pensar que el gobierno estará en la posibilidad de financiar los distintos planes, acuerdos y programas anunciados, sin incurrir en un mayor endeudamiento o déficit público. Por ello, y en virtud de que los sectores más golpeados son aquellos vinculados con el sector externo: manufacturas, remesas e inversión extranjera directa entre otros, es más objetivo seguir de cerca el desempeño de la economía estadounidense para estimar la posibilidad de mejora en México.
Recientemente, y ante el repunte del desempleo en ese país (2.4 millones de empleos perdidos en 2008 y una tasa de desempleo del 7 por ciento al cerrar el año), Barack Obama anunció un paquete de 775 mil millones de dólares para apuntalar la economía estadounidense; sin embargo, su estrategia parece orientarse al mercado interno, lo que podría derivar en mayor proteccionismo y restricción migratoria, factores a su vez poco prometedores para México; por ello, el gobierno de Felipe Calderón deberá pasar de los acuerdos, planes y programas a resultados concretos y medibles, pues de lo contrario, la presente crisis tendrá un costo político muy alto para el partido en el poder en los comicios de 2009 y 2012.
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