Autor: J. Gerardo Palomo González
Publicación: La Jornada de Oriente, 20 de Enero de 2009
Destaquemos como primera premisa el hecho de que el próximo gobierno de los EU representa una dimensión de la (o las) izquierda(s), pero en una versión paralela a las grandes tendencias y debates ideológicos de la izquierda tradicional. Aunque comparte con esta última una misma sensibilidad democrática con respecto a los grandes problemas de nuestro tiempo, una vocación de cambio sin duda alguna y el hecho de contar entre sus filas con una intelectualidad estadounidense lúcida y comprometida. Mucho más contestataria y decidida políticamente en la medida en que ya no se repliega ante el temor de que sus críticas sean calificadas de “comunistas”.
Cabe señalar igualmente que el reto al que se enfrentará esta izquierda al hacer gobierno es de una dimensión inusitada, pues de lo que se trata es de conducir la administración de la política interna de la primera potencia mundial, lo que hasta ahora designábamos como el Imperio, y la proyección de sus intereses en el exterior, hasta ahora caracterizada por la correlación de fuerza y un alto grado de conflictividad, y todo esto en plena crisis económica internacional y ante nuevos desafíos geoestratégicos. Además, estamos esperando que, en su conjunto, la política del nuevo gobierno sea una política de cambio. No perdemos de vista, sin embargo, que aunque se trate de un gobierno de izquierda, esto también implica que no estará exento de sus muy propias y variadas contradicciones.
La importancia de esta primera premisa radica entonces en el hecho de que es precisamente por ello que podemos esperar una seria ofensiva en contra de dicho gobierno por parte de los sectores más derechistas de la política interna estadounidense y de sus aliados en el exterior, de tal manera que el fracaso del gobierno del señor Obama estaría siendo visto como un objetivo mayor por parte de tales sectores. Un contexto en el que cabe recordar el fortísimo ataque dirigido contra la figura y la política del presidente Clinton bajo la etiqueta del impeachment.
Ahora bien, como lo señalamos en una entrega anterior, la crisis financiera mundial le ha restado prestigio a los EU y, como ya lo estamos viendo, para recuperar terreno tendrá que acordar con la Unión Europea (UE) un mayor margen de maniobra, y con ello reforzar la relación transatlántica. Esto significa, a su vez, un mayor peso de la UE en la conducción y distensión de la relación con Rusia y a través de la alianza, lo cual se podrá advertir en una efectiva reactivación del Consejo OTAN Rusia (COR). Es decir, limitar la ampliación hacia el Este, cuyos costos tienden a elevarse innecesariamente como lo demuestran los casos de Georgia y de Ucrania. En este último caso su inclusión en la OTAN no solo representa una provocación para Rusia, sino que además pone en entredicho el suministro de gas para una buena parte de los países miembros de la UE y sería esta última la que además tendría que pagar la factura energética de Ucrania. Otra tarea pendiente para los EU, en este mismo sentido, consistirá en tranquilizar a sus aliados “bilaterales” en el este, pues la conducción de su propia política en materia de seguridad frente a Rusia no es sana para la UE.
En suma, se trata de que la UE pueda disponer de su propia Constitución y con ello de una política exterior y de defensa propia sin que esto signifique abandonar la alianza.
Ahora bien, la administración Bush deja el Capitolio, y no podríamos dejar de preguntarnos si con el candidato demócrata asistiremos a un efectivo cambio de política con respecto a América Latina. Pues de darse el cambio podría abrir un margen de maniobra a un país como el nuestro vista la relación de interdependencia ya existente, la cual que hoy en día se revela más bien como una relación de subordinación.
En su versión clásica, la mayor parte de los analistas plantearían que los intereses de los EU en el hemisferio no varían y que su política en este sentido, matiz más matiz menos, sería la misma. Por lo que igual asistiríamos a escenarios de fuerte tensión en los que no están excluidas modalidades de intervención apoyadas en medios de fuerza.
En este sentido, no debemos perder de vista que el señor Obama tendrá forzosamente que atender los intereses de su país en el exterior de tal manera que le permita ganar legitimidad política en lo interno, sobre todo pensando en neutralizar a los sectores más recalcitrantes del espectro político de su país, pero de tal manera que se advierta un cambio con respecto a la política exterior seguida hasta ahora. Por lo que atender tales intereses no sería tanto el punto para apreciar el cambio en su política exterior sino la forma en que lo haga, es decir, el cómo.
Habrá que estar atentos a la correlación de fuerza en la política interna de los EU en la medida en que la tensión generada bien puede llevar a una situación de desestabilización tanto en lo interno como en lo externo y cuyos efectos, en el contexto actual, no son de ninguna manera deseables para el mundo en su conjunto.
Esto querría decir que la primera parte de su mandato tendería a ser más bien de carácter moderado pero con algunas acciones de política exterior que bien podríamos calificar como espectaculares. Esto con el objeto de neutralizar a sus principales detractores, ir preparando su reelección y dar un mayor impulso al cambio durante un segundo mandato.
Por lo que a México se refiere, en la reciente entrevista entre el señor Obama y Calderón se podrían señalar tres objetivos desde la óptica de la administración entrante. El primero consistiría, sencillamente, en conocer a su interlocutor inmediato en la frontera sur, tomando en consideración lo grave de la situación imperante en esta última. Es decir, tener una idea más precisa sobre la figura política instalada por diversos grupos de poder, entre ellos el mediático, en la presidencia de la República. Ponderar si su interlocutor advierte realmente el nivel de conflictividad en el que se encuentra la región en su conjunto y el papel de nuestro país en dicho contexto.
Un segundo objetivo estaría dado por el mensaje enviado a quien lo quiera advertir: que la frontera sur de los EU es una prioridad en su agenda. En particular frente al hecho, como tercer objetivo, de que no están dispuestos a tolerar una frontera sur marcada por la inestabilidad ni un México al borde del colapso, según afirman servicios de inteligencia de los EU, al momento de concentrar esfuerzos para redefinir su posición tanto en lo que ha sido su tradicional zona de influencia, es decir, el resto de América Latina, como en el mundo.
Desde 1982 a la fecha han pasado tres décadas y ahora resulta que ni los gobiernos mexicanos en turno ni los servicios de inteligencia de los EU, teniendo además el caso colombiano a la vista, se percataron de los riesgos que representaban para nuestro país tanto las políticas neoliberales radicales, como la falta de una atención real al problema representado por la relación política en la que se ubica el narcotráfico y sus brazos armados.
La paradoja es sencillamente escandalosa, los servicios de inteligencia del vecino país del norte dicen que aquí se hizo todo lo que se le pidió al gobierno y al mismo tiempo reportan que el país está en la peor de las situaciones: se habla de un estado fallido, cuyo régimen político está amenazado por la violencia del narcotráfico y de que el crimen organizado asentado en nuestro país es una amenaza para la seguridad de los EU. Lo cual quiere decir que alguien no hizo su trabajo o lo hizo muy mal visto el resultado reportado, pero también se podría decir, puesto que de paradoja se trata, que alguien hizo my bien su trabajo al conducir al país a la situación en la que se encuentra. Puesto que si en este momento ya somos un estado fallido, nuestro margen de negociación frente al exterior sería entonces sencillamente nulo.
El abandono del campo y una creación de empleos insuficiente y mal remunerados han propiciado un importante flujo migratorio hacia los EU. A estos factores empiezan a sumarse el desarraigo que también genera la inseguridad pública o los efectos del cambio climático, al momento en que las repercusiones de la crisis económica referida ya se manifiestan generando desempleo en los EU, por lo que este último fenómeno asociado a una mayor presión demográfica en la frontera norte corre el riesgo de convertirse en una situación francamente crítica y en detrimento de los derechos humanos de los migrantes.¿Tendrá idea el grupo instalado en Los Pinos de lo que significaría para el país el “cierre” de la frontera norte tanto por el incremento del flujo migratorio (actualmente la cruzan aproximadamente medio millón de migrantes al año) como por la falta de control institucional de la misma? Si la respuesta es positiva y tomamos en cuenta la situación del país frente al problema, su solución exige la participación de verdaderos hombres de estado. Pero de ser así ya lo habrían demostrado. Y si la respuesta es negativa entonces el gobierno es parte del problema y tendrá que hacer lo que le ordenen. ¿Qué significa, entonces, hablar de “alianza estratégica”?
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