Autora: Ma. Isabel Royo Sorrosal
Publicación: La Primera de Puebla, 27 de octubre de 2009
Acaba de salir un nuevo libro de Carlos Muñoz Izquierdo quien ha dedicado su larga vida profesional a la mejora de la educación en México. Se trata de un trabajo dirigido, especialmente, a los políticos que tienen la responsabilidad de la educación nacional y a los docentes que podemos transformarla en el día a día. Bajo el título ¿Cómo puede la educación contribuir a la movilidad social?, el autor presenta resultados actualizados de cuatro décadas de investigaciones (1968-2008). Trata sobre la calidad de la educación básica, sobre la función económica y las políticas públicas necesarias para mejorar los resultados económicos de la educación, y sobre el impacto de instituciones de educación superior de sostenimiento privado.
El prólogo del libro es de Pablo Latapí Sarre, recientemente fallecido, quien quiso subrayar el señalamiento de Muñoz Izquierdo sobre los causantes de la poquísima equidad lograda por el sistema escolar en las últimas décadas. La responsabilidad –dicen- “recae en los docentes y en los administradores… que cada sexenio repiten, por desconocimiento de los problemas, los mismo errores o inclusive interrumpen programas bien orientados de administraciones anteriores por motivos políticos”. Además, insisten los autores que los resultados sobre el aprendizaje de los alumnos seguirán siendo muy bajos si permanecen las mismas pautas de crecimiento del sistema escolar y no cambian profundamente las prácticas de los docentes. Si no queremos ver los problemas y menos guardar memoria de ellos, las deficiencias de aprendizaje de la población y de los políticos serán perpetuas.
A partir de las diferentes investigaciones, el autor del libro expone que los únicos factores imposibles de controlar por los responsables del sistema escolar son los de asistencia y permanencia de los alumnos en las escuelas. Si éstos asisten regularmente y realizan el esfuerzo pertinente, entonces la escasez de aprovechamiento escolar podemos atribuirla a la falta de eficiencia en la asignación y administración de recursos, a los diseños curriculares no eficaces y a “las deficiencias de formación, selección, administración y desempeño del personal docente”. Se ha comprobado que no basta estimular la demanda escolar por medio de subsidios efectivos a las familias de escasos recursos sino que, también, hay que modificar los procesos que se desarrollan al interior de las aulas y las escuelas. En relación a las instituciones de educación superior es necesario que asuman un papel más proactivo de cara a la ocupación laboral de sus egresados.
Finalmente para aquellos interesados en mejorar la educación, el autor resalta la necesidad de ser eficaces para alcanzar las metas pedagógicas, la indispensable pertinencia de procesos adecuados a los intereses y circunstancias de los alumnos, la primordial eficiencia de los recursos aportados, y la vital distribución equitativa e incluyente de las oportunidades educativas, con los beneficios sociales y económicos que conllevan.
La claridad de estos planteamientos basados en las investigaciones es una ocasión para reconocer la problemática educativa que vivimos, iniciar los cambios que están en nuestras manos y reivindicar las políticas educativas necesarias para superar los déficits actuales.
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