lunes, octubre 05, 2009

La educación: de las ilusiones a las decepciones

Autor: Martín López Calva
Publicación: E-Consulta, 5 de octubre de 2009

“Yo sugeriría a quienes ocupan posiciones
de responsabilidad sobre la educación
cuestionarse permanentemente los límites que
nos hemos autoimpuesto en nuestras
concepciones educativas, y explorar tenazmente
posibilidades distintas, más ambiciosas. La
medida de la vitalidad de una Secretaría de
Educación…sería el número y calidad de
“proyectos radicales”, heterodoxos, que alienta
y emprende; ellos son vías eficaces para romper
tradiciones viciadas y abrir nuevos horizontes”.
Pablo Latapí Sarre

Época de crisis en todas las dimensiones del quehacer humano. Época de incertidumbre generalizada. Tiempos difíciles los que atraviesa el mundo y dentro de él, un México que en algunos momentos parece que se deshace entre las manos de nuestros dirigentes y de todos los que conformamos la sociedad de esta primera década del siglo XXI.
Violencia, inseguridad, crisis económica, desastres naturales que afectan especialmente a los millones que viven en condiciones de vulnerabilidad, crisis sanitaria por la emergencia del nuevo virus AH1N1 que está resurgiendo, crisis de gobernabilidad por la visión miope de una clase política que sigue peleando por sus intereses personales y de grupo cuando más urge que cambie su visión para trabajar realmente por el bienestar del país, en fin: una democracia sin demócratas.
Todas estas situaciones se reflejan sin duda en el sistema educativo nacional que está también atravesado por la crisis económica, que está empezando a reproducir los esquemas de violencia, que padece la amenaza de la crisis de influenza y que reproduce también los esquemas de luchas de poder entre grupos que se da en el escenario nacional.
Toda educación produce la sociedad que la produce y en la educación mexicana parece que estamos en el círculo vicioso en el que la sociedad se des-organiza y produce fragmentación y desigualdad generando un sistema educativo igualmente des-organizado y re-generador de fragmentación y desigualdad, donde los pobres se educan para seguir siendo pobres y los poderosos se educan (¿Se educan realmente?) para heredar el poder. Baste con ver las listas de los “nuevos empresarios exitosos” y de las “nuevas generaciones de políticos” para ver que siguen siendo los mismos, que heredan sus posiciones a sus descendientes sin importar su talento o falta de él, tal como se cuestiona que los profesores hereden sus plazas a sus familiares.
Llamó poderosamente la atención de quien esto escribe, la conferencia de clausura del X Congreso Nacional de Investigación Educativa del COMIE en Veracruz que fue presentada por el Dr. Roberto Rodríguez (UNAM) y cuyo título: “Después de las ilusiones del milenio: ¿una década perdida para la educación de México?” llevaba una orientación similar a la de estas líneas.
Después de las ilusiones del milenio, de los sueños de un cambio educativo de fondo para el siglo XXI por parte de todos los estudiosos de la educación y de los dirigentes de las naciones, estamos casi al final de la primera década y parece que no trascendemos ese círculo vicioso entre des-organización social y des-organización educativa.
Este paso de la ilusión a la decepción parece tener como una de sus causas principales la carencia de visión y fuerza de los líderes del sistema educativo para atreverse a trascender “los límites autoimpuestos” y explorar posibilidades nuevas de acción. La tibieza en las concepciones y acciones de cambio ha detenido -desde la propia secretaría, el sindicato y los directivos, docentes, padres de familia e investigadores educativos-, la reforma profunda que necesita nuestra educación para responder a los retos del mundo actual.
En el marco de la clausura del congreso se hizo un homenaje muy emotivo y merecido al Dr. Pablo Latapí Sarre, prácticamente el “padre de la investigación educativa en México” y uno de los creadores del COMIE. En ese homenaje, su viuda dijo que “la mejor herencia de Pablo no son sus escritos o su obra sino ustedes, que continúan con la búsqueda que él encarnó durante su vida”.
En efecto, el mejor homenaje que se puede hacer a la vida y obra de Latapí, es continuar con su búsqueda y responder a los retos educativos del cambio de época con la suficiente cantidad y calidad de “proyectos radicales, heterodoxos” que abran nuevos horizontes a una educación encerrada en tradiciones viciadas. ¿Estaremos los actores de la educación a la altura de este desafío?

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