Autor: José Vicente Hurtado Herrera
Publicación: La Primera de Puebla, 30 de septiembre de 2009
Muchos signos muestran que nos encontramos en tiempo de crisis, de recesión económica, signos presentes en la vida cotidiana, más allá de las noticias alarmistas de los medios de comunicación social: el encarecimiento de los productos de consumo básico, la pérdida de empleo de personas cercanas, la dificultad creciente de los padres de familia por pagar las colegiaturas de sus hijos, la decisión de empresas e instituciones por recortar salarios para evitar despidos y lograr sortear la crisis. Éstos y muchos otros signos nos hablan de que estamos en tiempos difíciles, en tiempos de optar, de repensar, de decidir la forma como queremos vivir este momento.Las posturas que adoptamos ante la crisis pueden ser diversas e impactar en diferentes niveles de la propia vida, desde comprender el fenómeno de la recesión, enterarse de las políticas implementadas por el gobierno mexicano, ser contestatario ante lo que parece injusto, desilusionarse o motivarse para “echarle ganas” y salir adelante.Otra postura ante la inestabilidad económica por la que pasamos es considerar la austeridad y la sobriedad como dos principios desde los cuales revisar nuestros estilos de vida. ¿ser austero y sobrio? Sin duda que resultan criterios que se contraponen a la visión consumista del mundo, una visión que se nos impone y se ha arraigado en muchos de nosotros, en este sentido hablar de un estilo de vida austero y sobrio hoy resulta contracultural.Contracultural porque es complicado contrarrestar la visión consumista en las prácticas individuales y grupales, por ejemplo frente al encarecimiento de productos y servicios, y en algunos casos la disminución del salario, consideramos que la solución está en buscar mayor ingreso o pretender que nos otorguen mayor crédito, pero no siempre cuestionamos nuestros estilo de vida, pensamos sortear la crisis sin modificar nuestras prácticas de consumo cotidianas. Ciertamente no me refiero a los productos de primera necesidad, sino a los que no resultan esenciales para vivir, aquellos que representan un mero lujo o una moda, o una forma de obtener reconocimiento.Cierto es que mucha gente en nuestro México (60% o más de pobres) es austera y sobria por imposición, no tiene mayor opción, pero a nosotros la clase media de este país, quienes más o menos logramos cubrir nuestras necesidades básicas de casa, comida, vestido y salubridad, tenemos aún un margen económico para decidir, un margen ciertamente estrecho pero privilegiado frente a la realidad de la mayoría.Repensarnos desde un estilo de vida austero y sobrio, puede generar impactos interesantes: ser una alternativa ante la frustración que muchos podemos experimentar por la disminución de nuestro poder adquisitivo; ser realistas y no gastar lo que no tenemos; ser una estrategia de ahorro para las necesidades de mañana; representar un acto de solidaridad con los más pobres de nuestro país.Promover la austeridad y la sobriedad como estilos de vida, implica reflexionar y discernir sobre lo que ello significa en cada situación, buscando siempre garantizar una vida con dignidad y calidad.Estamos frente a un contexto social que nos reta, que nos pide que tomemos postura como seres racionales, que nos exige protagonismo y no una actitud pasiva. Decidamos la forma de vivir estos tiempos difíciles.
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