lunes, septiembre 21, 2009

La realidad social y la educación superior

Autor: Eduardo Almeida Acosta
Publicación: Síntesis, Pendiente

Se puede caracterizar a la realidad social de nuestro tiempo como de incertidumbre social. Para que nuestra educación superior sea relevante, apta y oportuna, no podemos perder de vista que nos encontramos en la búsqueda azarosa de transformaciones sociales pertinentes como sentido de vida en un mundo hostil. Parece que finalmente, después de tanto absurdo social en la política nacional e internacional y en los desastres del mercado, nos vamos haciendo lúcidos de que estamos en una dinámica sistémica productora de exclusión y que genera pobreza y violencia. Es evidente la disfuncionalidad de nuestro estado nacional y la deficiente regulación política que nos afecta. Sufrimos día tras día manifestaciones crecientes del deterioro de nuestro nicho biológico y a la vez no se palpan cambios notables en nuestros modos inviables de consumo. La educación nacional sigue siendo un desastre en manos de Secretarios de Educación cuya función principal parece ser lidiar como perdedores con un “sindicato” cada vez más ominoso.

Por fortuna sin mucho ruido, y en las narices de los medios “que ni los ven ni los oyen”, emergen nuevos actores sociales en la cotidianidad de la dolorosa realidad presente.

¿Cuál es el papel de la universidad en este contexto de incertidumbre?

Las fuerzas que configuran a nivel mundial los futuros de la universidad son cuatro grandes problemas sociales: La globalidad, la virtualización, la multiculturalidad y la violencia.

En primer lugar la globalidad, con sus dos caras de amenaza y de oportunidad. Ha ido socavando solidaridades básicas de clase, de barrio, de protección familiar, de postura ideológica. Todo fluye, los empleos, los lugares de asentamiento, las relaciones familiares, las identificaciones políticas. Se hace evidente la necesidad de crear formas nuevas de cohesión social; de políticas sociales y educativas que favorezcan oportunidades de inclusión, de desarrollo de capacidades viejas y nuevas, de participación ciudadana, de protección ante vulnerabilidades y riesgos.

Las nuevas tecnologías de información y comunicación pueden orientarse a ser herramientas igualitarias, potenciadoras, y a desencadenar una nueva era de vida digna, democracia y cambio cultural positivo. Pero pueden también exacerbar la dependencia económica, y el drenaje de recursos locales. Pueden facilitar modelos culturales alienantes y destruir culturas locales valiosas. Pueden ser un elemento más de manipulación nacional e internacional para dar más control a elites locales y globales. ¿Qué pueden hacer las universidades?

En tercer lugar están las trampas del multiculturalismo que puede manifestarse como respeto desdeñoso por las diferentes culturas. Puede aparecer como la nueva indiferencia con respecto a la diferencia. Lo que está en juego es la igualdad del derecho a ser humanos y la igualdad de posibilidades para ejercer ese derecho. En el fondo de eso se trata de reconocer y valorar diversidad, pero luchando contra las asimetrías flagrantes de poder, de reconocimiento, de nivel de vida. ¿Podrán las universidades ser un factor decisivo en la creación de una interculturalidad con equidad?

La violencia es el otro gran problema. La violencia como la subjetividad negada. La negación de ser sujeto. De estar a merced de otro o de otros. De no poder vivir la vida pública porque la seguridad sólo existe si vive uno encercado, encerrado. De no poder vivir la vida privada porque el mayor infierno es el hogar.

¿Qué puede esperarse de la universidad frente a estos graves problemas de la presente incertidumbre social?

¿Sólo puede pensarse en una economía depredadora, competitiva, beneficiosa únicamente para unos cuantos?
¿Será posible lograr una verdadera alfabetización del país que permita un uso adecuado de las nuevas tecnologías para favorecer la democratización del país?
¿Pueden las universidades constituirse en los baluartes del aprovechamiento de la rica diversidad humana y cultural del país?
¿Será posible que la educación superior sea el detonante de la decisión pública de romper los encercamientos que nos orillan a vivir como subjetividades negadas? ¿Serán nuestras universidades los semilleros de la no-violencia activa?

No hay comentarios.: