martes, febrero 22, 2011

Esquizofrenia discursiva y educación

Autor: Rúben Hernández Herrera.
Publicado: La primera de puebla, 11 de febrero de 2011.
     Los tiempos actuales, más allá del nominalismo que los califique como tales, o los llamen como los quieran llamar los analistas sociales: modernos, postmodernos, hipermodernos, modernos tardíos, etc., tienen como constante la generación de conocimientos, ideas y discursos múltiples. Igualmente nos damos cuenta de que los monodiscursos o saberes únicos y seguros de otras épocas no tienen ni vigencia, ni fácil aceptación en la sociedad contemporánea. En tiempos no muy lejanos, vividos por una población aún existente, la asistencia a la escuela consistía esencialmente en aprender los conocimientos que el profesor dictaba o transmitía. La seguridad de los conocimientos de los docentes se basaba en que ellos ni habían cuestionado el conocimiento recibido, ni los conocimientos que transmitían a sus alumnos sería cuestionado por ellos. A los alumnos se nos pedía la lección, que consistía en ninguna otra cosa que no fuera la recitación de la lectura; de ahí  “lección”, misma que el docente previamente había adquirido de un texto calificado como clásico, de conocimiento probado y comprobado, del cual no se tenía que dudar. En este sentido se podía tener la seguridad de que la verdad era algo sabido y poseído que tan solo se tenía que difundir, dar a conocer, que no era otra cosa que repetirlo una y otra vez para que los alumnos pudieran enriquecerse. El conocimiento así entendido revelaba la existencia de un mundo que no podía ser más que estático, inamovible, y en consecuencia generador de verdades absolutas e indiscutibles. El acceso a la idea de verdad no tenía mayor esfuerzo que la asimilación de los conocimientos transmitidos. Un mundo así entendido y la idea de verdad que de él emanaba no tenía por qué cambiar, dando seguridad en el conocimiento y sobre todo en el actuar. Pero el hecho es que los científicos y pensadores de los últimos tres siglos se han esforzado en destruir cualquier idealización sobre un mundo acabado y perfecto. El talento humano se hizo crítico, profundamente crítico, y por tal se entiende la negación del conocimiento del mundo que se tenía. En principio, como aseguraba José Ortega y Gasset, ante un mundo así surge un espíritu negativo y nada más, como que no se sabe hacia dónde dirigir los esfuerzos. Pero una vez superada esta situación de inmovilidad intelectual, el paso siguiente es la búsqueda desesperada por encontrar nuevas respuestas a las viejas preguntas y formular nuevas preguntas al viejo mundo. Esta búsqueda no se podría haber dado en tiempos en donde el conocimiento no era una búsqueda, sino una imposición; pero una vez superada esta condición, previas libertades de pensamiento adquiridas y no siempre de forma pacífica, ninguna de las direcciones del pensamiento ha tenido límite: desde los principios de la teología hasta las teorías científicas más atrevidas, han sido revisadas, cambiadas y reformuladas. En menos de un siglo se ha generado más información y conocimientos que todos los generados a través de todos los siglos anteriores. Hay tal desproporción en la generación de conocimientos, que se suele asegurar que actualmente viven más del 90 por ciento del total de inventores, investigadores y en general generadores de pensamiento original que la historia de la humanidad ha conocido, sin que esta escala de conocimiento haya cesado. Y todo esto estaría bien, muy bien, sino fuera porque a la sociedad ni se le preparó, ni está preparada de ningún modo para asimilar el nuevo rostro del mundo cambiante. No son pocas las personas que han preferido seguir como si nada hubiera cambiado, sin querer saber si esto verdaderamente es posible; con una actitud cierta de rechazo hacia esta realidad. Algunos simplemente se adaptan a los tiempos aceptando sin más la diversidad de discursos y conocimientos, eligiendo de ellos lo que mejor les venga y convenga. Otros más se pierden en un océano de conocimientos; contradictorios en algunos casos, diversos en otros, sin confiar en unos y otros. En consecuencia hemos tenido que aceptar una sociedad plural, que tampoco estaría mal si esta aceptación se sustentara en una mayor comprensión de las posiciones ajenas, tolerancia ante la diversidad de opiniones. Lo que ocurre más bien es que la pluralidad en muchos casos está obligando a que unos se cierren ante otros, que la pluralidad de discursos presentes en centros académicos, medios de comunicación, partidos políticos, posiciones religiosas, ha creado en la mayoría de personas una especie de esquizofrenia- entendida ésta como mente dividida-; una esquizofrenia cultural que inhibe la toma segura de opiniones, decisiones y acciones. De las muchas reformas que se tienen que hacer a los modelos educativos, las de la comprensión del pensamiento plural, del discernimiento discursivo, que no sería otra cosa que la comprensión del pensamiento complejo, debería ser prioritaria e ineludible en atención a una sociedad cada vez más dubitativa de sus saberes.









 

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