Autora: Rocío Barragán de la Parra
Publicado: La
Primera de Puebla, 14 de diciembre de 2011
La invención del ?Maratón Guadalupe/Reyes? es un ejemplo claro de la vinculación de las festividades de esta temporada al excesivo consumo enmarcado por los tradicionales convivios, intercambios, festejos y vacaciones y ante este escenario ¿dónde están las tradiciones de la época con todo el arraigo cultural y fervor religioso?. Tal parece que la temporada navideña se ha convertido en un espacio que estimula y privilegia el consumismo, la compra emocional e impulsiva de artículos dispendiosos, costosos y en su mayoría innecesarios.
Para entender mejor este fenómeno basta recordar la transición de algunas de estas tradiciones como las posadas que formalmente iniciaban el 16 de diciembre y a través de letanías se pedía posada nueve días previos al Nacimiento de Jesús. En la actualidad esta festividad se anticipa con las pre-posadas y los cantos han sido sustituidos por la fiesta y las bebidas alcohólicas.
El 12 de diciembre es también una de las festividades más emblemáticas en la Iglesia Católica, este día se conmemora la aparición de la Virgen de Guadalupe y se ha convertido en un gran escaparte desde el que se ofertan miles de productos para los feligreses que se desplazan en diferentes puntos del país en esta conmemoración.
Las tradiciones para despedir el año viejo y recibir al naciente representan una excelente oportunidad para que prestadores de servicios ofrezcan innumerables alternativas de shows, cenas, bailes y espectáculos que permiten a los comensales integrarse a un ambiente festivo con un paquete todo incluido.
El 6 de enero enmarca la tradición infantil más importante, la llegada de los Reyes Magos; cuenta la tradición que éstos visitaron al Niño Jesús en Belén para obsequiarle oro, incienso y mirra y así honrarlo como Rey, Dios y Hombre. En memoria a este hecho es que en la actualidad la noche del 5 de enero cada niño expresa en una carta los presentes que desea recibir prometiendo enmendarse y ayudar más en casa o hacer sus labores escolares. Esta actividad genera un enorme movimiento económico en los establecimientos comerciales que se preparan con antelación para tener en existencia toda la variedad de juguetes, accesorios, ropa y aparatos electrónicos.
La rosca de reyes es otra costumbre que implica, en caso de obtener una réplica de la imagen del niño Jesús en la rebanada de pan, responsabilizarse por los tamales y el atole del dos de febrero para lo cual, desde semanas anteriores, las panaderías y tiendas de autoservicio ofrecen una extensa variedad.
Este ciclo de festividades concluye el dos de febrero día de la Candelaria, cuando se conmemora que al cumplirse 40 días del Nacimiento de Jesús éste es presentado al templo; actualmente se estila ataviar las imágenes del Niño Dios con la extensa gama de vestidos y accesorios que van desde sencillas túnicas hasta elaborados trajes de la selección nacional o uniforme de los principales clubes de fútbol; lo que implica otra gran derrama económica entorno a las zonas de mercados municipales y mercerías.
La época representa una excelente oportunidad para comprar, utilizar el ingreso económico adicional -aguinaldo, bono, vacaciones o compensación ? para aprovechar las múltiples novedades y ofertas que el mercado presenta, sin embargo es importante reflexionar sobre los efectos que esta conducta consumista conllevan ya que, cuando la construcción de relaciones se basa en el tener u obtener sólo se propician interacciones superfluas y encuentros fortuitos.
La construcción y el fortalecimiento de los lazos afectivos personales, familiares y sociales no obedecen al intercambio de presentes, a la convivencia en lugares especiales o a una época especifica del año. La integración personal, familiar y social se construye cada día con lo que cada uno de los seres humanos alimenta y comparte desde su cabeza y su corazón, se trata de responsabilizarse diariamente por lo que se decide hacer y adquirir reduciendo la influencia de los estímulos publicitarios e incentivando el consumo responsable y solidario.
Cada quien decide qué quiere comprar, dónde y bajo qué condiciones lo quiere obtener y qué uso le va a dar a eso que adquiere o consume; formarnos en una cultura de consumo responsable que privilegie los intercambios de valor y el bienestar del cliente.
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