lunes, diciembre 05, 2011

Colapsa el modelo económico mundial… ¿Y ahora qué?


Autora: Betzabé Vancini Romero
Publicado:  en Lado B, 22 noviembre  de 2011

     Desde hace ya varios meses, nos encontramos ante la clara muestra del fracaso y colapso del modelo económico predominante en el mundo occidental: el capitalismo. No son pocos los ejemplos que podríamos citar para observar en casos tangibles como es que este modelo, tan sostenido durante muchos años y depositario de actos incluso de fe por parte algunos países, ha venido colapsando estruendosamente en tan poco tiempo. Desde la crisis económica mundial, originada por la crisis económica en Estados Unidos hasta el paulatino agotamiento de las reservas petroleras no sólo en América Latina, sino en los países de Medio Oriente, comienzan a darnos este aire nostálgico y una especie de sabor pre-apocalíptico.
     Si revisamos un poco la historia de la humanidad, han sido ya varios modelos los que han colapsado y han tenido que ser sustituidos por versiones más recientes, actualizadas o adaptadas de su centro de operación. Desde el feudalismo hasta el socialismo, cada uno ha caído y ha permitido a su vez, el surgimiento de nuevos modelos que han mantenido la actividad económica en el mundo. El último de estos modelos fue el tan afamado capitalismo, -“neo-liberalismo” según algunos autores-, modelo que centró toda su fuerza y sistema de creencias en el grande, místico, mágico, maravilloso e ‘inagotable’: mercado. El mercado, que ha resultado ser todo, menos cualquiera de los adjetivos anteriores, ha permitido y propiciado la perpetuación de la distribución inequitativa de la riqueza, la aparición de monopolios, de explotación, la búsqueda constante de las grandes empresas trasnacionales de mano de obra barata que bien puede ubicarse en China, Tailandia, Indonesia, Turquía, Guatemala, y por supuesto, en México.
     El capitalismo tan idolatrado por unos y tan criticado por otros, ha caído en cama enfermo de algo que no se recuperará jamás, yace ahora con respirador artificial y sus últimos síntomas aluden a la crisis política en varios países, el estertor de la estabilidad en Grecia, el desempleo masivo en España y por supuesto, la economía de Italia que pende de un hilo. Más cercano a nosotros tiene manifestaciones tan tangibles como el alza constante en el precio de la gasolina, en los productos de la canasta básica, de los productos de consumo cotidiano en el supermercado –ahora, incluso tener mascota comienza a volverse incosteable-, y por supuesto “El buen fin”, que según argumentó el mismo gobierno federal tuvo como objetivo “reactivar la economía en el país”. Es así, en un país como el nuestro, que depende paternalmente de Estados Unidos y de su constante inestabilidad económica, que incluso el gobierno tuvo que crear un fin de semana de descuentos y remates para que en el frenesí pre-navideño, la población reactivara la economía gastando sus adelantados aguinaldos, sobrecargando sus tarjetas de crédito y en el mejor de los casos, dejando su quincena en tiendas trasnacionales o en grandes almacenes pertenecientes al Grupo CARSO. Pero, Grupo CARSO no necesita más dinero ¿o sí?
Del “buen fin” quedaron fuera los productores, las comunidades, los artesanos, los pequeños restaurantes, las tiendas de la esquina, los destinos turísticos rudimentarios, es decir, todos aquellos que de por sí operaban al margen del capitalismo, subsistiendo de lo que las grandes operadoras comerciales dejan del ya muy afamado mercado. En este buen fin, la derrama económica llegó a los centros comerciales, pero no a las comunidades, definitivamente no a los productores, quienes cada día tienen que dar todo mucho más barato, y no precisamente por descuentos de fin de año.
     Estrategias como esta son el paliativo del agonizante capitalismo, sin embargo, vayamos considerándolo como eso: un paliativo previo al inevitable fin. Y quizá aquí lo que más preocupe no sea el colapso del modelo económico mundial, sino ¿qué vendrá después? ¿cuál será el modelo que podrá sustituir a este que también resultó ineficiente y mortal? La preocupación no es que este se acabe, sino que no tenemos listo a un suplente. 
    No hay ni siquiera asomo de un nuevo modelo que pudiera ser el sustituto inmediato o bien, el cambio remedial a todos los daños que ha causado el capitalismo no sólo a la población, sino también a la ecología del planeta.
     Parece que por allá, a lo lejos, desde la tierra donde nace el sol, comienzan a despuntar y destacarse China e India. Quienes parecen postularse para ser los próximos dueños del mercado. China abriendo sus fronteras y con su inigualable capacidad de producción e India con su impresionante avance tecnológico. ¿Será que el próximo modelo económico estará también vinculado a la religión? La actividad en la mayor parte de los países orientales está ordenada a su ancestral sistema de creencias. ¿Y qué pasará con occidente? ¿Qué pasará con el sistema de creencias, con los créditos hipotecarios, con los dueños del mercado? ¿Qué sucederá con países como el nuestro en los que la política está dirigida y manejada por las leyes del mercado?
     Creo que algunos más compartirán la percepción de que lo más grave de todos los sucesos de la actualidad, no es el colapso del modelo capitalista, sino que todos los previos a él demostraron su ineficiencia y por lo tanto no podemos retomarlos, y peor aún, que no se vislumbra claramente otro modelo económico mundial, en un futuro cercano. Supongo que en este ánimo de cambio, sólo nos quedará apelar a nuestra capacidad de adaptación, otra vez Darwin tenía razón. Observemos entonces, nuestras ciudades, las grandes campañas publicitarias y las grandes “ofertas”, observemos en la mano nuestros plásticos de dieciséis dígitos, pues quién sabe hasta cuándo dejarán de ser todopoderosos para convertirse en un mero recuerdo del pasado.



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