viernes, abril 26, 2013

El maratón de Boston: la pérdida de la ilusión de seguridad


Autora: Betzabé Vancini Romero
Publicado: en lado B,17 d abril de 2013

     Lo ocurrido esta semana en el Maratón de Boston ciertamente es una tragedia, pero más allá de las vidas perdidas, los heridos, las amputaciones y el shock emocional producido por el suceso, la pérdida más grande es que se derrumbó la ilusión de seguridad que había mantenido Estados Unidos durante los últimos años. Rafael Fernández de Castro, especialista en temas internacionales señalaba que el terrorismo tardó 12 años en volver “a pegarle” a Estados Unidos, y mientras, en esos doce años de remembranza y monumentos en la Zona Cero, se generó en la población estadounidense la falsa ilusión de estar seguros.
     Después de los ataques del 11 de Septiembre, todo extranjero era prácticamente una amenaza. Por testimonios cercanos, sé de personas de origen mexicano –legales, turistas- que fueron detenidas en la frontera, principalmente en Texas y enjaulados en unas cajas de acrílico, despojados de sus pertenencias y mantenidos ahí durante varias horas mientras se registraba cuidadosamente su equipaje y su bolso de mano para garantizar que no representaran ninguna amenaza terrorista. Ni hablar de las personas de origen o apariencia árabe, quienes inmediatamente eran tratados como culpables de los atentados, detenidos y sometidos a un estado de excepción, sin garantías ni derechos.
     El problema de los estallidos en el maratón de Boston es que ni siquiera se sabe si fueron ataques terroristas. Imaginémonos por un momento, a un país que lleva doce años con francotiradores en las fronteras, con perros entrenados y agentes especiales en los aeropuertos y por supuesto, infiltrados en los países conocidos como terroristas.  
    Imaginémonos a un país que ha vivido y gobernado bajo el discurso de que el principal enemigo es Al Qaeda, cuando dentro de sus propias fronteras ha tenido atentados desgarradores, como el reciente caso de la primaria Sandy Hook. Pareciera, más bien, -HORROR PARA LOS NORTEAMERICANOS- que el enemigo está en casa, que está dentro de su población, en los grupos fundamentalistas. Lo ocurrido entonces demuestra, que no importa que tan infranqueables sean las fronteras, el enemigo está durmiendo en la propia casa. No debe ser casualidad que los estallidos hayan sido en el Día del Patriota y mucho menos en el marco de un evento deportivo de convocatoria internacional cuyos valores son la salud y la unión familiar. Había corredores que tenían como motivación la paz, padres de los fallecidos en otros trágicos acontecimientos, y entonces, dos estallidos rompen el ánimo de la sana competencia para convertirlo en la pesadilla norteamericana, una vez más.
     Me parece que la pregunta de fondo no es precisamente ¿quién? Ni ¿por qué?, sino más bien ¿qué sucede en el entramado social de Estados Unidos que pese a tener una de las sociedades más violentas y atomizadas del mundo siguen buscando creer que “no pasa nada”? Aquí cada quien podría tener su propia hipótesis, pero la mía, ciertamente es que admitir que su sociedad está descompuesta tendría que implicar admitir su fallo como país, como gobierno, como potencia mundial.
     Estados Unidos es vulnerable, pero es vulnerable a su propia gente. Los estadounidenses son intolerantes los unos con los otros, son el país con el mayor índice de discriminación racial siendo un país compuesto por migrantes de diferentes naciones y partes del mundo. Si lo pensamos detenidamente, el atentado en Boston pudiera manifestar exactamente eso: la intolerancia hacia la diversidad.
     La mayor pérdida, insisto, es la de la ilusión de seguridad, y cierto es que además era una falsa ilusión, o una ilusión construida desde la intolerancia: Estados Unidos como un país seguro a partir de arrasar con los derechos humanos de los migrantes, de los extranjeros que les visitan, de vivir aterrados pensando en si el vecino resultará un brutal asesino serial, en si próximamente habrá otro ataque en una escuela. Un país “seguro” que en realidad vive paranoico ante todo, pues todo parece una amenaza. La reconstrucción de esta ilusión de seguridad no podrá darse a través de estrategias mediáticas ni militares, sino a través de un ejercicio pleno de conciencia de nuestro vecino del norte: ¿qué está haciendo con sus generaciones, con su industria, con su intervención en los conflictos del mundo? ¿Estarán pensando justo ahora en Corea del Norte?
     La autora es profesora de la Universidad Iberoamericana Puebla.
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