jueves, abril 04, 2013

Verdades que transforman 1


Autor: José Rafael de Regil Vélez, publicado en Síntesis, Tlaxcala, el 21 de marzo de 2013

Las personas en la primera mitad del siglo XX vivieron situaciones extraordinariamente complicadas: crisis económicas descomunales como la de 1929, las dos guerras mundiales, los genocidios de los judíos, de los pueblos africanos, de los pueblos balcánicos, la guerra fría entre socialistas y capitalistas, la efervecencia de los  fundamentalismos religiosos, el deterioro ambiental producto de una racionalidad capitalista industrial depredadora. ¡Fueron décadas de decepción, de desconcierto, de muerte, de sufrimiento, de desánimo!
                El proyecto moderno iniciado después del medioevo, que tenía en la razón fuerte- y ya no religiosa- su eje articulador entró en grave crisis. Las ideologías se presentaron como grandes dadores de sentidos. Las ideas daban cuenta de todos los aspectos de la vida humana, tenían respuesta para todo. Si será liberalista, en la libertad orientada a la actividad económica coo punto de partida y llegada de la existencia humana todo cobraba sentido. Si se era marxista el materialismo histórico con una sociedad sin clases y la propiedad común de los medios de producción encontraba de igual manera explicación para todo.
                En nombre de esas ideas mujeres y hombres podían aplastar a otras personas que no pensaran como ellos. Realmente no había lugar para el diálogo y en ambos lados se esperaba un futuro de progreso y bienestar que hasta la fecha no ha llegado para los millones de excluidos de la historia.
                Historia parecida sucedió con los fundamentalismos religiosos: algunos cristianos católicos en nombre de su Dios han matado, lo mismo que otros protestantes, como ha sucedido en Irlanda durante muchos años; grupos islámicos han hecho lo mismo con los impíos: bombas, terrorismo, ablación clitorídea…
                Con todo esto hubo motivo suficiente para que muchas personas desconfiaran de la razón fuerte, totalitaria: pues cómo no, si la gente casada con grandísimas verdades –casi siempre de origen dogmático ideológico o religioso- no escucha razones, crea conflictos, si tiene poder impone su forma de ver las cosas y de vivir a quien se deje, con costos de muerte, de depauperación, de exacerbamiento de crisis sociales.
                La segunda mitad del referido siglo se caracterizó por el afianzamiento paulatino de una cultura de la razón débil, fragmentada. Resurgieron antiquísimas posturas que señalan que las verdades son relativas, que no hay verdades absolutas, que cada quien tiene su verdad y entonces el respeto al derecho ajeno es la paz: si tú no te pronuncias, si yo no me pronuncio entonces no hay conflicto y todos nos la pasamos muy bien.
                Es la época en la que se dice: “no hay que juzgar”, “no hay ni bueno ni malo”, “yo estoy bien, tú estás bien”
                La vida cotidiana se dio un respiro… al parecer podrían ser dejadas atrás las atrocidades, entre familiares, vecinos y amigos podría volver la tranquilidad, la imperturbabilidad. Sin juicios no se mueven las aguas, no hay tormentas…
                Suena como la promesa del paraíso… ¿pero es realmente sostenible humanamente? De ello continuaremos conversando la próxima entrega.

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