viernes, septiembre 20, 2013

La Reforma Educativa: ¿Un todo o nada?

Autora: Marisol Aguilar Mier
Publicado: Puebla on Line, 03 de septiembre de 2012

     Sin lugar a dudas el panorama nacional muestra tintes de gran complejidad. El movimiento magisterial se encuentra en un punto sumamente álgido ante la aprobación de la Iniciativa de Ley General del Servicio Profesional Docente que constituye la “cereza del pastel” de la Reforma Educativa. Pero ¿qué es lo que en esencia se busca cambiar?
Durante estos últimos meses el poder legislativo ha tenido en sus manos tres iniciativas de ley en materia educativa: a) la Ley del Instituto Nacional para la Evaluación Educativa (INEE), b) la Ley General del Servicio Profesional Docente (LGSPD) y 3) las modificaciones y reformas a la Ley General de Educación, que permitan instrumentar las dos primeras. De este modo, se le ha dado autonomía constitucional al INEE, mismo que ahora cuenta con una Junta de Gobierno conformada por un grupo de académicos e investigadores de amplia trayectoria profesional que deberán diseñar las estrategias, los criterios e instrumentos para evaluar la calidad, el desempeño y los resultados del sistema educativo nacional. Por otro lado, se establece la creación del Servicio Profesional Docente en donde se definen las bases de ingreso, promoción y permanencia en el servicio educativo.
     Ahora bien, la polémica Reforma ha traído consigo una serie de bloqueos y marchas cuyo colofón es la instalación de un campamento de profesores en el zócalo capitalino que no piensan marcharse hasta que sean escuchadas sus protestas mismas que en resumen exigen la abrogación de las leyes secundarias recientemente aprobadas y la rotunda negativa a la LGSPD. Su alegato es que ésta atenta contra sus derechos laborales y que se trata de una reforma que no se ha nutrido con sus propuestas ni con su participación. 
Numerosos analistas en materia educativa han denunciado vacíos e inconsistencias importantes en la Reforma, especialmente en lo que corresponde a la LGSPD. Entre las más significativas podemos mencionar: 1) No existe una clara diferenciación entre profesionalización docente y evaluación. Se parte de la premisa de que con el hecho de evaluar mejorará de manera automática la práctica docente y por ende, el sistema educativo mexicano. Ciertamente la evaluación es imprescindible para la mejora de cualquier proceso, pero no suficiente.  Menos aún, si ésta tiene un carácter punitivo y se asocia al control y al poder dejando de lado su aspecto formativo que es en suma, el que contribuye a un cambio positivo. 2) No hay suficiente claridad en las responsabilidades de las autoridades federales y las locales, así como tampoco una delimitación de lo que a cada una compete y 3) No se estipula un proceso nacional uniforme de formación y de profesionalización docente que coadyuve a que durante la carrera magisterial el profesor pueda desarrollar las competencias necesarias para ejercer tan importante profesión. El acento está puesto en la evaluación, más no en la formación. Con ello, lo que ahora se denomina como un “sistema profesional docente” podría fácilmente reducirse a una nueva administración de plazas en cada Estado que muy probablemente no resuelva uno de los aspectos centrales que busca atacar la Reforma: la plaza docente asumida como moneda de cambio. Y eso es lo que está en el fondo de muchas de las protestas (ya violentas) del magisterio. La Reforma pretende quitarles un poder privado y exclusivo: el control para el ingreso, la permanencia y la promoción.
     Por ello, no son pocos los que, antes de aprobar esta Reforma y sus leyes secundarias se inclinan por un análisis más profundo que contemple toda la complejidad del sistema educativo nacional y del conflicto magisterial, sin que este proceso se vea empañado por las prisas, el chantaje o las presiones. No obstante, otros más consideran que no hay que doblegarse ante un magisterio cuyo sindicato (llámese como se llame) ha demostrado durante décadas su ineficacia, su abuso de poder, su cacicazgo, sus prácticas corruptas, opacas y burocráticas que han anquilosado la mejora educativa.
     Aunado a lo anterior, en lo general la opinión pública muestra muy poca simpatía por el movimiento de los profesores. Especialmente los capitalinos debido a que los bloqueos, el cierre de las avenidas, y las marchas les afecta de manera directa y cotidiana, así como los padres de familia cuyos hijos se han visto afectados en no pocas escuelas de los estados de Chiapas, Michoacán, Guerrero y Oaxaca pues no han podido iniciar el ciclo escolar.      Además, se han sumado los medios quienes a juicio de algunos expertos han emprendido una campaña de desprestigio hacia los profesores a quienes se tacha de criminales, flojos, vándalos y revoltosos, dificultando aún más la resolución del conflicto.
Así pues, tenemos ante nosotros condiciones muy poco favorables para un diálogo que alimente una Reforma Educativa relevante, pertinente y actual desde la cual podamos salir del atolladero en el que nos encontramos. Finalmente se puede cambiar la ley pero si no cambian las estructuras, las creencias y la mentalidad de todos los actores involucrados tendremos un cambio de forma y no de fondo. Lo que debe privilegiarse ante todo, es la búsqueda genuina por mejorar la educación. Y para ello, harán falta algo más que buenas voluntades. Requeriremos además, una buena dosis de apertura y de análisis serio y reflexivo. Después de todo, el cambio educativo muy difícilmente llegará a las aulas si no pasa primero por los profesores y no se transforma toda la ineficacia de un sistema empolvado y rígido. Para ello, tal vez debamos empezar por cambiar las posturas de blanco-negro, ganar-perder y de todo-nada que hasta ahora, no nos han permitido avanzar.









No hay comentarios.: