martes, septiembre 24, 2013

Ni una «Miss» más: sobre la dignidad de la vocación magisterial

Autor: José Rafael de Regil Vélez
Publicado en Lado B,  23 de septiembre de 2013
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A VA, porque ser profesora es buena apuesta

Septiembre ha sido un tiempo propicio para reflexionar sobre la vocación y el rol de los docentes. Hemos vuelto la mirada hacia el magisterio gracias a que los miembros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación se han manifestado en el DF y otros muchos educadores en los estados en contra de la llamada por el gobierno “Reforma Educativa” y sus leyes secundarias.
     A lo largo de los días hemos escuchado en conversaciones con los amigos, en la radio; hemos leído en la prensa o mirado en la televisión, que es reclamo común que los trabajadores de la educación regresen a las aulas, de las cuales nunca deberían haber salido. Maestras y maestros pertenecen a los salones de clase, a ese lugar inmaculado dedicado al más aséptico saber, lejos de las preocupaciones materiales y mundanas en las que existen cosas como la justicia, los derechos humanos, las huelgas, las posturas diferentes a las que sustentan las clases políticas en nombre del neoliberalismo o cualquier otra forma en la que conciban el bienestar del país e incluso el cuidado de sus intereses personales y grupales.
 Ser profesor o profesora con opinión política propia, o militancia, incluso, es de mal gusto, cuando mucho un asunto reservado para la intimidad de la casa de cada quien. Por eso hay quien prefiere que a los niños les dé clase una «Miss» y no una maestra, profesora o  o un maestro, profesor o licenciado.
    Este personaje nació como alguien que trabajaba de profesora de inglés en las instituciones particulares o que era una señorita de buena familia -posiblemente egresada de una normal de religiosas- que se encargaba de formar a los niños casi como si fueran de la familia, introduciéndolos en el mundo de los comportamientos socialmente aceptados, “lejos de los peligros, las bajezas y la incapacidad de las escuelas públicas”. La “miss” era, por sobre todo, buena persona, ¡ah!, y también daba clases, cuidando la escritura, la lectura, la educación artística, lo que enorgullece a los padres de familia en los festivales escolares.

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4 comentarios:

Unknown dijo...

Desafortunadamente los medios de comunicación han manchado el nombre y el trabajo que realiza un docente, maestra, servidor educativo el guiador del aprendizaje. El problema no es el SNTE o la CNTE, la reforma educativa mal interpretada para muchos, porque no hablar con la realidad de esta reforma laboral! El denigrar o satanizar la imagen de un maestro solo muestra la ignorancia que se tiene sobre el arduo y satisfactoria práctica docente. Mi respeto y admiración para todos aquellos maestros (as) que hacemos lo que nos confiere y vamos más allá de las metas planteadas. Nosotros si queremos dejar huella, Dejamos al ser, a la vida, al mundo ¡mejor de como lo recibimos! ¡Es un orgullo ser maestra!

Polo dijo...

En efecto, el docente debe ser también protagonista de la historia y no mantenerse al margen de esta, coincido con estas atinadas reflexiones en torno a la necesidad de reflexionar sobre los acontecimientos recientes y no minimizar la lucha ni disminuir los méritos que tiene el profesional de la educación y su búsqueda por mejorar las condiciones en las que subsiste.

Unknown dijo...

Yo soy maestra de una escuela pública y estoy viviendo con temor, pero no es por la evaluación, es por todo lo que conlleva la reforma y por todos los malos comentarios que se hacen sobre los maestros de una educación pública.Espero que podamos demostrar que un docente puede hacer mucho y muy buenas cosas.

Benjamín Emanuel Silva Luévanos dijo...

Pues desafortunadamente es así! comparto contigo la opinión, ni siquiera en las instituciones educativas el profesorado tiene una consideración relevante, en particular en las universidades públicas donde un voto decide una dirección, una rectoría, al ser minoría, los profesores no somos una prioridad.