Autor: Rodrigo Saldaña Guerrero
Publicación: la jornada de oriente, 9 de febrero 2006.
Hay gobernantes que parecen haber hecho un buen papel, aunque sus ideologías parecen hoy muy inadecuadas. Las próximas elecciones federales parecerían plantearse, curiosamente, sólo en términos ideológicos. Aun eso es, en realidad, un engaño, ya que no se ve en los partidos una estrategia capaz de implantar, eficazmente, un modelo de sólida base ideológica. Para esto se requeriría tener un gran equipo político, formado por millares de altos funcionarios de diferentes niveles, simplemente para una buena integración del Ejecutivo. Naturalmente, por añadidura, otro gran equipo en el Congreso, para que éste pueda hacer un buen trabajo parlamentario. Se nos trata de vender una versión del maravilloso desempeño de pasadas legislaturas. Recuérdese absurdos, empero, como el de señalar al delito de genocidio una pena de ¡20 años de cárcel! Demasiado a menudo los legisladores se limitaban a levantar el dedo en obediencia a sus líderes. Hace poco algunos de estos líderes confesaron su incapacidad para procesar un presupuesto decente, y defendieron cínicamente la práctica de que los expertos corrigieran, mediante una fe de erratas, las barbaridades aprobadas por el pleno. Hemos visto asimismo a movimientos opositores que se molestan porque los legisladores se atrevieron a aprobar iniciativas contrarias a su imperial pensamiento, sin que se hubieran tomado la molestia de cabildear un resultado contrario, y a bancadas enteras que descubren haber votado, ¡unánimemente!, por la opción equivocada.
Los viejos políticos priístas eran profesionales, sin duda, pero no del honesto y eficaz gobierno. Lo que mejor hicieron fue un gran trabajo de imagen pública, cuyas falsificaciones todavía flotan en el ambiente y engañan a no pocos. Dogma central de esa mitología era la figura presidencial, paternal y todopoderosa. Pese a todas las declaraciones en contrario, muchos siguen creyendo que esa monarquía sexenal y su servil corte son la manera de hacer política en México, la única, la indiscutible. Es por eso que 2006 no es el año de muchas elecciones federales y no pocas estatales y municipales, sino el de la elección, la del nuevo tlatoani. Lo que matiza este monarquismo es el papel central de la ideología. El nuevo zar debe ser de la ideología correcta. A estas honduras debiéramos saber, sin embargo, que legisladores, miembros del gabinete y demás altos funcionarios, para no hablar del resto de la burocracia, no son simples robots programados por una ideología, ni adquieren capacidades y habilidades mágicamente por su solo roce.
Hay que formar nuevas generaciones de personal político. Su formación deberá girar en torno a un núcleo de principios, pero no puede quedarse allí. Deberá tener sólidos estudios interdisciplinarios, habilidades, experiencias. Ya se comprende que para esto serán necesarias varias generaciones de caminar en una buena dirección, de una clase de trabajo de formación política que nunca se ha dado en México en gran escala. Las dimensiones de la tarea las podemos ver en Puebla con ocurrencias como las del ayuntamiento de invitar abiertamente a un acto priísta, o el triste papel del gobierno estatal en los casos de Lidya Cacho y Martín Barrios. O la declaración de que el que esté en contra del impuesto del 2% a la nómina, ¡está en contra de Puebla! Que los priístas puedan ser tan autoritarios sin que la oposición pueda hacerlos picadillo nos dice volúmenes sobre la incompetencia de los políticos no priístas…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario