Autor: F. H. Eduardo Almeida Acosta
Publicación: la jornada de oriente, 2 febrero 2006.
Ignacio Ellacuría, el rector jesuita de la Universidad Centroamericana de San Salvador (UCA) asesinado en 1989, asignado a tres tareas fundamentales para las instituciones de educación superior en América Latina: educar personas y colectivos capaces de generar conocimientos relevantes para el entorno social en donde se ubica la Universidad, lograr que esos conocimientos estén disponibles y sean utilizados por los sujetos de ese entorno para entender mejor su mundo y para mejorar las condiciones de vida de su población, estar atentos y velar porque sean efectivamente aplicados sobretodo en el mejoramiento de las personas más vulnerables. Traigo a la mente esa propuesta porque me parece conveniente tenerla muy en cuenta cuando vemos el panorama inquietante que nos presentan los centros de educación superior de la región: la universidad pública en donde se da primacía a los intereses políticos de dirigentes improvisados por encima de las necesidades de educación y formación de los estudiantes, centros que se autonombran de alto desempeño y que solo llegan a hacerse notar por los manejos turbios de sus finanzas, universidades privadas cerradas a su entorno real y a merced de las decisiones de algunos personajes que se distinguen por su ignorancia de las tareas propias universitarias, multiplicación de oportunidades mercenarias de responder a las demandas de una juventud prometedora deseosa de vivir e irse construyendo un destino jubiloso y productivo, instituciones que deberían ser la conciencia política de su sociedad y que degeneran en empresas productoras de engranajes humanos condenados a seguir haciéndole el juego a los privilegios de unos cuantos. La propuesta de Ellacuría es el fruto de su experiencia como persona y como universitario que asumió su propia realidad y la realidad histórica del pueblo, con el que comprometió su vida y su acción. Su actuación no complació desde luego a las expectativas de los que imaginan que su poder es intocable. El México y la Puebla de 2006 no corresponden desde luego a El Salvador de 1989. Pero pienso que compartimos como sociedades las tendencias destructivas que señalaba Manuel Castells al referirse a nuestra era de la información: el nihilismo intelectual, el escepticismo social y el cinismo político. Opino que el antídoto irá construyéndose en la medida en que los universitarios vayamos haciendo realidad en nuestra realidad la triple propuesta de Ellacuría.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario