jueves, febrero 02, 2006

Productividad con distribución de la riqueza es asegurar el futuro.

Autor: Dr. Miguel Ángel Corona Jiménez.
Publicación: Síntesis, 2 de febrero 2006

Estimado lector, hace poco le comentaba sobre lo indispensable que es mejorar la distribución del ingreso en nuestro país, como vía para solucionar de fondo muchos de los problemas que por sus síntomas, hoy parecen muy complejos y difíciles de resolver, entre los más graves y amenazantes le mencionaba los de la pobreza y la inseguridad.

Para resolverlos le hacía hincapié en que era imperativo la recuperación del mercado interno basada en el aumento de los salarios y de la productividad. Subrayando además que en este esfuerzo deberían participar todos los actores sociales involucrados directa e indirectamente, díganse trabajadores, empresarios, campesinos, políticos y gobernantes, entre otros. Ahora le añado que para que sea perdurable es indispensable que se genere una cultura sustentada en valores como la justicia y la equidad, para que quienes participen con su trabajo reciban un pago de acuerdo a su aportación, al incremento de la productividad.

Déjeme explicarle más al detalle, aunque voy a utilizar como ejemplo el caso de las empresas, en realidad el ejemplo se puede extender al resto de las organizaciones como gobiernos, escuelas, hospitales, sindicatos y demás que operan sin fines de lucro y que necesiten mejorar su desempeño.

Mire usted, en las empresas hay muchas formas de mejorar la productividad, entre las más importantes están la capacitación del personal, el aprendizaje y dominio de sus funciones, el mejoramiento de la tecnología, de los sistemas y ambiente de trabajo, de la comunicación, del empowerment (confianza en, involucramiento y capacidad de decisión de la gente), el mantenimiento preventivo y no el correctivo, la planeación de las actividades que evite la desviación y derroche de recursos, la calidad del producto y del servicio, la visión hacia la creatividad, el mercado y el futuro, todos estos recursos inmersos e interactuando en una cultura organizacional sustentada en principios y valores muy relacionados con el esfuerzo, la honestidad, la responsabilidad, el reconocimiento, la justicia y la equidad, entre otros.

Le recuerdo que aunque una organización está formada por muchas partes que realizan distintas funciones, en realidad ninguna es importante en lo individual, su importancia la adquieren participando conjuntamente con el resto de las demás. Por ejemplo: ventas es muy importante pero debe tener buenos productos cuya responsabilidad es de producción, que a su vez depende de la calidad del trabajo y de la materia prima. En el mismo sentido, Finanzas será importante si las inversiones efectivamente se reflejan en buenas ventas. Y así le podría mencionar infinidad de interrelaciones entre las partes de una organización. Entonces, si pretendemos mejorar la productividad tenemos que verla en una perspectiva global, pero fíjese que curioso, en todos esos procesos participan personas con su trabajo, que deberían recibir capacitación y una remuneración justa acompañada de un reconocimiento por su desempeño, para que efectivamente encuentren en su trabajo una forma plena de realización personal.

No se trata de regalarles dinero, esto no es sano ni económica ni éticamente, pero si son capaces de mejorar su productividad se les debe de compensar con lo justo. Esto no le quita utilidades al empresario ni a la empresa, al contrario genera más riqueza con la que es posible pagar mayores salarios y generar más ganancias.

Si esto fuera comprendido por la mayoría de los propietarios y por quienes toman las decisiones dentro de las organizaciones, y se actuara en consecuencia seguro que otra sería nuestra realidad, económica, política y social.

Imagínese a las empresas y demás organizaciones viviendo y produciendo como una gran familia, al gobierno actuando honesta y transparentemente con el compromiso de servir a los ciudadanos y de generar oportunidades de progreso para los más necesitados. A los sindicatos, trabajadores, campesinos, negociando contratos de trabajo basados en el incremento de la productividad. Imagínese a los políticos, cultos, con una visión de Estado y actuando para servir a sus semejantes. Imagínese a los empresarios invirtiendo continuamente para elevar la competitividad de sus empresas, orgullosos no del auto y propiedades que poseen, sino de que su fábrica es la más moderna, la que tiene la mejor tecnología, la que paga los mejores salarios, la que trata humanamente a sus trabajadores. ¿Verdad que este sería otro país? Me falta tiempo y espacio para mencionarle otros escenarios imaginarios, pero insisto, los problemas se atacan por sus causas y no por sus síntomas. Le recuerdo que uno de los primeros pasos es distribuir mejor la riqueza para asegurar nuestro futuro. ¿No lo cree usted.?

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