Autor: Javier Sánchez Diaz de Rivera
Publicación: La jornada de oriente, 15 junio 2006.
En diez años México será un país con equidad y el TRI será campeón. Hace apenas unos años no podíamos soñar con elecciones competidas. Hace unos años todo momento de la vida cotidiana costaba una mordida, la inflación carcomía nuestros ingresos y pensar en un crédito nos ponía a temblar. Es cierto que la inseguridad, que la corrupción, que la pobreza persisten, y en algunos casos de modo alarmante, pero el país ya no es el mismo. Hoy las instituciones son más fuertes, contamos con el IFE, con un Banco de México autónomo, con un federalismo más real, con una presidencia más acotada. Es cierto que los poderes han transitado, se han concentrado en los medios de comunicación, en la banca usurera, en los monopolios, y también es cierto que la cámara de senadores no está a la altura del país.
Si algún fruto tiene esta campaña de bajezas, es que el tema de la Equidad está en el centro de la polémica. Se puede plantear como la necesidad de empleos, como la vergüenza de la migración, como polarización, como desigualdad de oportunidades, como privilegios increíbles, como sordera ante los reclamos indígenas, pero está sobre la mesa y nadie lo podrá ignorar. El gran reto de México es la equidad y sólo los ignorantes, los desinformados o los perversos pueden cerrar los ojos y el corazón ante esta realidad. Cualquiera que sea el próximo presidente, no puede quitar la mirada de este gran desafío. En diez años México será un país más equitativo. Para esto los ciudadanos necesitamos vigilar al congreso, manifestarnos en las calles, en los foros, acotar al presidente, renunciar activamente a la corrupción, denunciar los delitos, empezando por los electorales, manifestar siempre nuestra palabra. Se necesita la solidaridad de todos. Quienes viven en los niveles económicos más altos del país tienen un rol fundamental, ceder sus privilegios. Nadie los puede obligar por encima de la ley. La convocatoria es a su sensibilidad humana a su amor por el país y por los otros, un sueño más. Competitividad, modernización, apertura son importantes, siempre y cuando no olvidemos que ese primer mundo al que aspiramos tiene estándares de equidad, de ahorro interno, de distribución de oportunidades al que aquí no parecemos dispuestos. El salario mínimo es irrisorio, la contención del crédito bancario al sector productivo es criminal, los intereses de tarjetas son un robo institucional. En ningún país del primer mundo existen esos intereses. Las diferencias entre los sueldos más altos y los más bajos son altísimas y no responden a las categorías de logro, compromiso con el trabajo o capacidad.
Por estas razones está claro que ningún gobierno puede por más tiempo contener la urgencia de la equidad y tendrá que establecer las políticas para lograrla. Esperamos un Congreso con sentido de Patria o Matria, un presidente que no se venda a los intereses de los Medios y de los monopolios. Urge una competencia real en todos los sectores, no una competencia discursiva que esconde los desequilibrios de oportunidades y los privilegios al dinero. Es cierto que un llamado a la solidaridad nacional es como un grito desesperado, un tanto ingenuo, pero los tiempos justicieros pasaron, no siempre dejando una buena huella. Es tiempo de ganar-ganar como se dice con frecuencia en el mundo de la empresa.
A propósito de ganar-ganar, todos tenemos nuestros intereses. Yo quiero que el TRI sea campeón y quiero ganarme la Montblanc de la apuesta. Es cierto, aposté con una querida amiga, que presume de realista, que en diez años México será un país equitativo. Estoy dispuesto a trabajar muy duro para ganarme la Montblanc.
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